CALENDARIO MARIANO PARA LA CONSAGRACIÓN

   
San Luis María de Montfort recomienda en su Tratado de la Verdadera Devoción, nros. 227-233, que la Consagración Total debe hacerse en una festividad de la Santísima Virgen, con una preparación de 33 días, en este modo:
   
A fin de facilitar esta consagración, presentamos a continuación las fechas para hacer la Consagración Total (las fechas corresponden a las principales festividades de la Santísima Virgen María), y cuándo comenzar la preparación. Aunque puedes hacerla en la festividad de la advocación a la que tengas particular devoción, también es recomendable hacerla en preparación al 25 de Marzo, como San Luis María lo recomienda en el nro. 243 (de ahí que esté resaltada en negrilla):
   
FECHA DE INICIOFECHA DE CONSAGRACIÓNFESTIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA
30 de Noviembre2 de EneroAparición de Nuestra Señora del Pilar a San Santiago Apóstol
19 de Diciembre21 de EneroNuestra Señora de la Altagracia
31 de Diciembre2 de FebreroNuestra Señora del Buen Suceso
9 de Enero11 de FebreroNuestra Señora de Lourdes
20 de Febrero (21 en año bisexto)25 de MarzoAnunciación a Nuestra Señora
24 de Marzo26 de AbrilNuestra Señora del Buen Consejo
10 de Abril13 de MayoNuestra Señora del Rosario de Fátima
21 de Abril24 de MayoMaría Auxilio de los Cristianos
28 de Abril31 de MayoMaría Reina Inmaculada y Medianera de las Gracias
24 de Mayo27 de JunioNuestra Señora del Perpetuo Socorro
29 de Mayo2 de JulioVisitación de Nuestra Señora
6 de Junio9 de JulioNuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá
13 de Junio16 de JulioNuestra Señora del Carmen
10 de Julio13 de AgostoNuestra Señora Refugio de los Pecadores
13 de Julio15 de AgostoAsunción de Nuestra Señora
20 de Julio22 de AgostoInmaculado Corazón de María
1 de Agosto3 de SeptiembreNuestra Señora, Divina Pastora de las Almas
5 de Agosto8 de SeptiembreNatividad de Nuestra Señora
9 de Agosto12 de SeptiembreDulcísimo Nombre de María
12 de Agosto15 de SeptiembreNuestra Señora de los Dolores
21 de Agosto24 de SeptiembreNuestra Señora de la Merced
4 de Septiembre7 de OctubreSantísimo Rosario de Nuestra Señora
5 de Septiembre8 de OctubreNuestra Señora del Buen Remedio
7 de Septiembre 11 de OctubreDivina Maternidad de María
8 de Septiembre 12 de OctubreNuestra Señora del Pilar
19 de Octubre21 de NoviembrePresentación de Nuestra Señora
24 de Octubre27 de NoviembreNuestra Señora de la Medalla Milagrosa
5 de Noviembre8 de DiciembreInmaculada Concepción
7 de Noviembre10 de DiciembreTraslación de la Santa Casa de Nuestra Señora
9 de Noviembre12 de DiciembreNuestra Señora de Guadalupe
15 de Noviembre18 de DiciembreNuestra Señora de la Expectación

20 comentarios:

  1. ¿Por qué 33 días? Ese dato no viene en el Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen – Preparación del reinado de Jesucristo, de San Luis María Grignion de Monfort.

    https://esclavosdemaria.wordpress.com/

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  2. Estimado don Gonzalo Carlos, si bien San Luis María de Montfort no da el dato de por qué son 33 días de preparación para la Consagración, estos corresponden a los 33 años que duró la vida terrena de Nuestro Señor Jesucristo. Y él explica la distribución de estos 33 días de la siguiente manera (entre paréntesis el número en el Tratado):
    • 12 Días de vaciamiento del espíritu del mundo (nro. 227).
    • 1.ª semana: Conocimiento de sí mismo (nro. 228).
    • 2.ª semana: Conocimiento de la Santíma Virgen (nro. 229).
    • 3.ª semana: Conocimiento de Jesucristo (nro. 230).
    Hecho esto, se procede a la Consagración (nro. 231), después de confesar y comulgar. Huelga señalar que las relacionadas en la tabla no son las únicas fiestas de la Santísima Virgen (de hecho, TODOS LOS DÍAS son de la Santísima Virgen, porque cada día, en algún lugar del mundo se conmemora algún misterio, advocación o evento relacionado con Ella).

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  3. Sigo sin entender. Usted escribe:

    "San Luis María de Montfort recomienda (...) que la Consagración Total debe hacerse (...), con una preparación de 33 días, (...)."

    San Luis María Grignion de Monfort no da el dato de los 33 días en toda su obra, que son varios libros dedicados a María Santísima.

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  4. 12 días de vaciamiento del espíritu del mundo + 7 días de conocimiento de sí mismo + 7 de conocimiento de la Santísima Virgen + 7 días de conocimiento de Jesucristo = ¡33 DÍAS DE PREPARACIÓN!. Eso no requiere ser doctor de Teología para saberlo.

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  5. ¡Buenos días, Miles Christi resístens!
    Antes que nada, darle infinitas gracias por beneficiarnos con esta implacable consagración.
    Si no es mucha molestia, desearía descargar la consagración y guardarla.
    Reciba saludos cordiales.
    Un abrazo en Cristo Jesús.

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  6. En la letania de la Virgen se menciona el titulo de "corredentora"
    esto es herejía, ya que el Papa Pío IV en el Concilio de Trento, sesión 25 dice:
    “... los santos que reinan juntamente con Cristo ofrecen sus oraciones a Dios en favor de los hombres; que es bueno y provechoso invocarlos con nuestras súplicas y recurrir a sus oraciones, ayuda y auxilio para impetrar beneficios de Dios por medio de su Hijo JESUCRISTO SEÑOR NUESTRO, QUE ES NUESTRO ÚNICO REDENTOR Y SALVADOR... Igualmente, que deben tenerse y conservarse, señaladamente en los templos, las imágenes de Cristo, de la Virgen Madre de Dios y de los otros santos y tributárseles el debido honor y veneración... Ahora bien, si alguno enseñare o sintiere de modo contrario a estos decretos, sea anatema”

    Aquí vemos que Jesucristo es el único Redentor. Nótese que esta definición incluso hace mención de María. Por lo tanto, en el mismo contexto donde se menciona a la Santísima Virgen y a los santos, el Concilio de Trento declara que únicamente Cristo es el Redentor. Eso prueba que María no es corredentora.

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    1. Sin profundizar en el debate, pero si bien es cierto que de condigno (en razón de justicia) Nuestro Señor Jesucristo es el único Redentor y Mediador entre Dios y los hombres, Él quiso asociar de congruo (en razón de liberalidad y conveniencia) a su Santísima Madre la Virgen María en esta obra de la Redención y constituirla Medianera de las Gracias, supeditada siempre a Su obra en este misterio. Por algo dice la liturgia que, en previsión de la Pasión de Cristo, María Santísima fue concebida sin mancha de pecado original.

      Por otra parte, decir que hay herejía en esto significa erigirse en juez de los Padres y Doctores de la Iglesia, e incluso de los Papas mismos, porque de Pío IX en adelante hasta Pío XII han usado la expresión en distintos pronunciamientos y oraciones aprobadas por ellos. Peor aún, es hacerle el juego a los herejes protestantes (que consideran cualquier mención de la Virgen como una afrenta; y cuyos conversos de allí aún conservan ese lastre por mucho tiempo –caso William Faber o los Dimond–) y equipararse a los apóstatas deuterovaticanos (que en su afán ecumenista capitularon ante aquellos).

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  7. Respondemos con esto a todos vuestros comentarios en esta bitácora y al correo electrónico, don Miguel:

    Vosotros usáis a los Dimond cual los protestantes la Biblia, porque todo vuestro argumento lo copiáis literalmente de ellos sobre el tema de la cooperación de María Santísima en la obra de la Redención que Jesucristo su Hijo nuestro Señor realizó (que en últimas, de eso se trata la Corredención), supeditada siempre a Su voluntad y SIN EQUIPARARSE A ÉL NI ANULARLO.

    Los Padres y Doctores representan autoridad al adherir su doctrina con la de la Iglesia, y las devociones y la Liturgia presuponen y siguen la Doctrina (Lex orándi, lex credéndi), por lo que pueden ser empleados como argumento de apoyo en favor. Ahora bien, si es de pronunciamientos papales con infalibilidad (que es lo único que para vosotros vale) que abordan el tema (así no usen explícitamente la palabra “Corredención”), tenemos los siguientes:
    • Papa Pío IX: Constitución Apostólica “Ineffábilis Deus”.
    • Papa León XIII: Encíclicas “Suprémi Apostolátus offício” y “Jucúnda semper expectatiónis”.
    • Papa San Pío X: Encíclica “Ad die illum lætíssimum”.
    • Papa Pío XI: Carta Apostólica “Exploráta res” y Encíclica “Miserentíssimus Redémptor”.
    • Papa Pío XII: Encíclica “Mýstici Córporis Christi”, Constitución Apostólica “Munificentíssimus Deus”, y Encíclica “Ad Cœli Regínam”.

    Y aun si hubieran pronunciamientos papales no infalibles sobre el tema (Cartas Apostólicas a particulares, Discursos o Cartas particulares) o actos de Congregación (Decretos de Indulgencia, Respónsa ad dúbia, etc.), todos ellos forman parte de la autoridad docente de la Iglesia, particularmente de la Sede Apostólica, a la cual los Católicos que se precien de serlo deben adherir, como expuso San Roberto Belarmino (el cual, aunque no fue Papa, es la principal referencia sobre la conclusión teológica del Sedevacantismo), y el Papa León XIII en sus encíclicas “Immortále Dei” y “Sapiéntiæ Christiánæ”.

    Ahora, si la doctrina de la Corredención es herejía, entonces hay NECESARIAMENTE que reconocer al Vaticano II y su exponente actual Jorge Mario Bergoglio “Francisco I” como “guardianes de la Ortodoxia” al rechazar las propuestas en favor de ella. Más todavía, reconocer a los “hermanos” protestantes como la “línea roja” para las doctrinas y prácticas de la Iglesia Católica, y que esta puede dar veneno espiritual en las oraciones que ella aprueba (lo cual decía el herético Sínodo de Pistoya, condenado por Pío VI en “Auctórem Fídei”). Porque a esa consecuencia se reduce el argumento de los Dimond (que dicho sea de paso, fuera que –hasta donde se sabe– no han hecho votos religiosos ante un obispo válido –por lo que canónicamente no son monjes–, y que para recibir los Sacramentos acuden a sacerdotes bizantinos “una cum” PROVIENEN DEL EPISCOPALIANISMO y todavía en ese punto adhieren a él, por lo que no son autoridad moral para definir).

    En lo que a nosotros concierne, que se piense lo que quiera, pero SEGUIMOS LA LEY DE ORACIÓN Y CREENCIA DEFINIDAS POR LA IGLESIA CATÓLICA, NO EL ESCRÚPULO ARRODILLADO DE LOS HEREJES PROTESTANTES O DE LOS APÓSTATAS DEUTEROVATICANOS. Y en términos prácticos (puesto que está cuestionándose las devociones que publicamos aquí), todo permanece publicado y no se le suprimirá nada solamente por el escrúpulo que suscite y/o pueda suscitar en algunos tartufos. Punto.

    Con esta respuesta se da por cerrado el tema, y no se admitirá ningún otro comentario.

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    1. ANEXOS:
      • Papa Pío IX: Constitución Apostólica “Ineffábilis Deus”: «Quocirca sicut Christus Dei hominúmque mediator, humana assumpta natúra, delens quod advérsus nos erat chirógraphum decreti, illud cruci triumphator affixit; sic sanctíssima Virgo, arctíssimo et indissolubili vinculo cum eo conjuncta, una cum illo et per illum, sempiternas contra venenósum serpéntem inimicítias exercens ac de ipso pleníssime triumphans, illíus caput immaculáto pede contrívit» [Por lo cual, así como Cristo, mediador de Dios y de los hombres, asumida la naturaleza humana, borrando la escritura del decreto que nos era contrario, lo clavó triunfante en la cruz, así la santísima Virgen, unida a Él con apretadísimo e indisoluble vínculo hostigando con Él y por Él eternamente a la venenosa serpiente, y de la misma triunfando en toda la línea, trituró su cabeza con el pie inmaculado].
      • Papa León XIII, Encíclica “Suprémi Apostolátus offício”: «Præcípium semper ac solémne cathólicis homínibus fuit in trépidis rebus dúbiisque tempóribus ad Maríam confúgere et in matérna Ejus bonitáte consquiéscere. Quo quídem osténditur certíssima non modo spes, sed plane fidúcia, quam Ecclésia cathólica semper hábuit in Genitríce Dei jure repósitam. Revéra primǽvæ labis expers Virgo, adlécta Dei Mater, et hoc ipso servándi hóminum géneris consors facta tanta apud Fílium grátia et potestáte valet, ut majórem nec humána nec angélica natúra assecúta únquam sit, aut asséqui possit» [En tiempos críticos y angustiosos, siempre el principal y constante cuidado de los católicos refugiarse bajo la égida de María y ampararse a su maternal bondad, lo cual demuestra que la Iglesia católica ha puesto siempre y con razón en la Madre de Dios toda su confianza. En efecto, la Virgen, exenta de la mancha original, escogida para ser la Madre de Dios y asociada por lo mismo a la obra de la salvación del género humano, goza cerca de su Hijo de un favor y poder tan grande, como nunca han podido ni podrán obtenerlo ni los hombres ni los Ángeles].

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    2. (sigue)
      • Papa León XIII, Encíclica “Jucúnda semper expectatiónis”: «In Gethsémani horto, ubi Jesus pavet mœrétque ad mortem, et in prætório, ubi flagris cǽditur, spínea coróna compúngitur, supplício multátur, abest ea quídem María, tália vero jámdiu habet cógnita et perspécta. Quum enim se Deo vel ancíllam ad matris offícium exhíbuit vel totam cum Fílio in templo devóvit, utróque ex facto jam tum consors cum eo extítit laboriósæ pro humáno génere expiatiónis: ex quo étiam, in acerbíssimis Fílii angóribus et cruciaméntis, máxime ánimo condóluisse dubitándum non est. Cœ́terum, præsénte ipsa et spectánte, divínum illud sacrifícium erat conficiéndum, cui víctimam de se generósa alúerat; quod in eísdem mystériis postrémum flebíliusque ob versátur: stabat juxta Crucem Jesu María Mater ejus, quæ tacta in nos caritáte imménsa ut suscíperet fílios, Fílium ipsa suum ultro obtúlit justítiæ divínæ, cum eo commónens corde, dolóris gládio transfíxa… Nempe ad te confúgimus, sancta Dei Parens: míseros Hevæ fílios ne despexéris! Te rogámus, Conciliátrix salútis nostræ aeque potens et clemens; Te, per suavitátem gaudiórum ex Jesu Fílio percéptam, per dolórum ejus inexplicabílium communiónem, per claritúdinem ejus glóriæ in te redundántem, eníxe obsecrámus; eja nos, quámvis indígnos, áudi benígna et exáudi» [En el jardin de Getsemaní, donde Jesús es afligido y triste hasta la muerte, y en el Pretorio, donde es azotado, coronado de espinas, condenado a muerte, María sin duda está ausente; pero ha mucho tiempo que todo ello lo conoce y lo medita. Porque al ofrecerse a Dios como a su sierva por ser su Madre, y al consagrarse enteramente, a Él en el templo con su Hijo, en ambos actos se asoció a ese Hijo en laboriosa expiación por el género humano, y por esto no es dudoso que tomó en su alma gran parte en las amarguras, angustias y tormentos de su Hijo. En su presencia y a su vista debía consumarse el Divino Sacrificio, para el que generosamente alimentó la victima. Esto hay que notar en el último de esos Misterios, y que es lo más enternecedor: junto a la Cruz de Jesús, estaba en pie María, su Madre, que movida de inmensa caridad hacia nosotros, para recibirnos por hijos, ofreció voluntariamente el suyo a la justicia divina, muriendo en su corazón con Él, traspasado el pecho de una espada de dolor…A vuestro amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no abandones a los desgraciados hijos de Eva. Os imploramos, mediadora de nuestra salvación, tan poderosa como clemente, por las alegrías venidas de vuestro Hijo Jesús, por vuestra comunión en sus inefables dolores, por el esplendor de su gloria, os suplicamos con todas nuestras fuerzas, ¡y a pesar de nuestra indignidad, oídnos con benevolencia y atendednos!].

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    3. (sigue)
      • Papa San Pío X: Encíclica “Ad die illum lætíssimum”: «Ad hæc, Deíparæ sanctíssimæ non hoc tantum in láude ponéndum est quod “nascitúro ex humánis membris Unigénito Deo carnis suæ matériam ministrávit” (Sancte Bedæ Venerábilis, Liber IV, in Luc. XI), qua nímirum saluti hóminum compararétur hóstia; verum étiam offícium ejúsdem hóstiæ custodiéndæ nutriéndæque, átque ádeo, stato témpore, sisténdæ ad aram. Hinc Mátris et Fílii núnquam dissociáta consuetúdo vitæ et labórum, ut ǽque in utrúmque cadérent Prophétæ verba: “Déficit in dolóre vita mea, et anni mei in gemítibus” (Ps. XXX, 11). Quum vero extrémum Fílii tempus advénit, stabat juxta crucem Jesu Mater ejus”, non in immáni tantum occupáta spectáculo, sed plane gáudens quod “Unigénitus suus pro salute géneris humáni offerrétur, et tantum étiam compássa est, ut, si fíeri potúisset, ómnia torménta quæ Filius pertúlit, ipsa multo libéntius sustíneret” (Sancte Bonaventúræ, I. Senténtia, dist. 48, ad Litt. dub. 4). — Ex hac áutem Maríam inter et Christum communióne dolórum ac voluntátis, “proméruit illa ut reparátrix perdíti orbis digníssime fíeret” (Eadméri Mónachi, De Excelléntia Vírginis Maríæ, c. 9), átque ídeo universórum múnerum dispensátrix quæ nobis Jesus nece et sánguine compáravit.

      Équidem non diffitémur horum erogatiónem múnerum priváto próprioque jure esse Christi; síquidem et illa ejus únius morte nobis sunt parta, et Ipse pro potestáte mediátor Dei átque hóminum est. Áttamen, pro ea, quam dixímus, dolórum átque ærumnárum Matris cum Fílio communióne, hoc Vírgini augústæ datum est, ut sit “tótius terrárum orbis potentíssima apud unigénitum Fílium suum mediátrix et conciliátrix” (Pius IX in Bullam “Ineffábilis Deus”). Fons ígitur Christus est, et “de plenitúdine ejus nos omnes accépimus” (Joann. I, 16); “ex quo totum corpus compáctum, et connéxum per omnem junctúram subministratiónis… augméntum córporis facit in ædificatiónem sui in caritáte” (Ephes. IV, 16). María vero, ut apte Bernárdus notat, “aquædúctus” est (Sermo de témpore, in Nativitáte Beátæ Vírgine, de Aquædúctu, n. 4); aut étiam collum, per quod corpus cum cápite júngitur ítemque caput in corpus vim et virtútem exérit. “Nam ipsa est collum Cápitis nostri, per quod ómnia spirituália dona córpori ejus mýstico communicántur” (Sancte Bernardíno Senénsi, Quadragesimále de Evangélio ætérno, Sermo X, a. 5, c. 3). Patet ítaque abésse profécto plúrimum ut nos Deíparæ supernaturális grátiæ efficiéndæ vim tribuámus, quæ Dei únius est. Ea tamen, quóniam univérsis sanctitáte præstat conjunctióneque cum Christo, átque a Christo ascíta in humánæ salútis opus, de cóngruo, ut ajunt, prómeret nobis quæ Christus de condígno proméruit, éstque princeps largiendárum gratiárum minístra. “Sedet Ille ad déxteram majestátis in excélsis” (Hebr. I, 3); María vero adstat regína a dextris ejus, “tutíssimum cunctórum periclitántium perfúgium et fidíssima auxiliátrix, ut nihil sit timéndum nihílque desperándum ipsa duce, ipsa áuspice, ipsa propítia, ipsa protegénte” (Pius IX in Bullam “Ineffábilis Deus”)».

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    4. (sigue) [A todo esto hay que añadir, en alabanzas de la santísima Madre de Dios, no solamente el “haber proporcionado, al Dios Unigénito que iba a nacer con miembros humanos, la materia de su carne” (San Beda el Venerable, Libro IV, in Luc. XI) con la que se lograría una hostia admirable para la salvación de los hombres; sino también el papel de custodiar y alimentar esa hostia e incluso, en el momento oportuno, colocarla ante el ara. De ahí que nunca son separables el tenor de la vida y de los trabajos de la Madre y del Hijo, de manera que igualmente recaen en uno y otro las palabras del Profeta (Ps. XXX, 11): “mi vida transcurrió en dolor y entre gemidos mis años”. Cuando llegó la última hora del Hijo, “estaba en pie junto a la Cruz de Jesús, su Madre”, no limitándose a contemplar el cruel espectáculo, sino gozándose de que “su Unigénito se inmolara para la salvación del género humano, y tanto se compadeció que, si hubiera sido posible, ella misma habría soportado gustosísima todos los tormentos que padeció su Hijo” (San Buenaventura, Sentencia 1.ª, dist. 48, ad Litt. dub. 4). Y por esta comunión de voluntad y de dolores entre María y Cristo, ella “mereció convertirse con toda dignidad en Reparadora del orbe perdido” (Eadmerio Monje, De la excelencia de la Virgen María, c. 9), y por tanto en Dispensadora de todos los bienes que Jesús nos ganó con Su Muerte y con Su Sangre.

      Cierto que no queremos negar que la erogación de estos bienes corresponde por exclusivo y propio derecho a Cristo; puesto que se nos han originado a partir de su muerte y Él por su propio poder es el mediador entre Dios y los hombres. Sin embargo, por esa comunión, de la que ya hemos hablado, de dolores y bienes de la Madre con el Hijo, se le ha concedido a la Virgen augusta ser “poderosísima mediadora y conciliadora de todo el orbe de la tierra ante su Hijo Unigénito” (Pío IX, en la bula “Ineffábilis Deus”). Así pues, la fuente es Cristo y “de su plenitud todos hemos recibido” (Joann. I, 16); “por quien el cuerpo, trabado y unido por todos los ligamentos que lo nutren… va obrando su crecimiento en orden a su conformación en la caridad” (Ephes. IV, 16). A su vez María, como señala San Bernardo, es el acueducto (Sermón de Témpore, en la Natividad de la Bienaventurada Virgen, n.º 4); o también el cuello, a través del cual el cuerpo se une con la cabeza y la cabeza envía al cuerpo la fuerza y la virtud. “Pues ella es el cuello de nuestra Cabeza, a través del cual se transmiten a su cuerpo místico todos los dones espirituales” (San Bernardino de Siena, Cuaresmal del Evangelio eterno, Sermón X, art. 3.º, c. 3). Así pues es evidente que lejos de nosotros está el atribuir a la Madre de Dios el poder de producir eficazmente la gracia sobrenatural, que es exclusivamente de Dios. Ella, sin embargo, al aventajar a todos en santidad y en unión con Cristo y al ser llamada por Cristo a la obra de la salvación de los hombres, nos merece de congruo, como se dice, lo que Cristo mereció de condigno y es Ella ministro principal en la concesión de gracias. Cristo “está sentado a la derecha de la majestad en los cielos” (Hebr. I, 3); María a su vez está como reina a su derecha, “refugio segurísimo de todos los que están en peligro y fidelísima auxiliadora, de modo que nada hay que temer y por nada desesperar con ella como guía, bajo su auspicio, con ella como propiciadora y protectora” (Pío IX, en la bula “Ineffábilis Deus”)
      ].

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    5. (sigue)
      • Papa Pío XI, Carta Apostólica “Exploráta Res”: «Néque enim is mortem oppétat sempitérnam, cui Beatíssima Virgo, præsértim in discrímine último, adfúerit. Quæ Doctórum Ecclésiæ senténtia, christiáni pópuli sénsui cóngruens perpétuoque comprobáta experiménto, ea potíssimum causa innítitur, quod Virgo Perdólens redemptiónis opus cum Jesu Christo participávit, et, constitúta hóminum Mater, eos, sibi velúti testaménto divinæ caritátis commendátos, ampléxa sit filios amantíssimeque tueátur» [No padecerá la muerte sempiterna, quien especialmente disfrute en su último momento, de la asistencia de la Santísima Virgen. Esta sentencia de los doctores de la Iglesia, congruente con el sentido del pueblo cristiano y perpetuamente comprobada por la experiencia, está basada sobre todo en el hecho que la Virgen Dolorosa participó con Jesucristo en la obra de la Redención y, constituida Madre de los hombres, encomendados a Ella por el testamento de la divina caridad, los abraza como hijos y los protege amantísima].
      • Papa Pío XI, Encíclica “Miserentíssimus Redémptor”: «Jure ígitur meritóque Christus in Córpore suo mýstico adhuc pátiens nos expiatiónis suæ sócios habére exóptat, ídque étiam ipsa nostra cum eo necessitúdo postúlat; nam cum simus “corpus Christi et membra de membro” (1. Cor. XII, 27), quídquid pátitur caput, ómnia cum eo membra patiántur opórtet (cf. 1. Cor. XII, 26). (…) Hisce dénique votis incéptisque Nostris præsens arrídeat Virgo Dei Parens benigníssima, quæ, cum Jesum nobis Redemptórem edíderit, áluerit, apud crucem hóstiam obtúlerit, per arcánam cum Christo conjunctiónem ejúsdemque grátiam omníno singulárem, Reparátrix item exstítit píeque appellátur» [Con razón, pues, Jesucristo, que todavía en su Cuerpo místico padece, desea tenernos por socios en la expiación, y esto pide con Él nuestra propia necesidad; porque siendo como somos “cuerpo de Cristo, y miembros unos de otros” (1 Cor. XII, 27), necesario es que lo que padezca la cabeza lo padezcan con ella los miembros (Cf. 1 Cor. XII, 26). (…) Plazcan, finalmente, a la benignísima Virgen Madre de Dios nuestros deseos y esfuerzos; que cuando nos dio al Redentor, cuando lo alimentaba, cuando al pie de la cruz lo ofreció como hostia, por su unión misteriosa con Cristo y singular privilegio de su gracia fue, como se la llama piadosamente, Reparadora].

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    6. (sigue)
      • Papa Pío XII, Encíclica “Mýstici Córporis Christi”: «Deípara Virgo, cujus sanctissima anima fuit, magis quam cœ́teræ una simul omnes a Deo creátæ, divíno Jesu Christi Spíritu repléta; quǽque consénsit “loco tótius humánæ naturæ”, ut “quóddam spirituále matrimónium inter Fílium Dei et humánam natúram” haberétur (Sancte Thomæ, S. Th., III, q. 80, a. I). Ipsa fuit, quæ Christum Dóminum, jam in virgíneo grémio suo Ecclésiæ Cápitis dignitáte ornátum, mirándo partu utpóte cœléstis omnis vitæ fontem édidit; eúmque recens natum, iis qui primum ex Judæórum ethnicórum géntibus adoratúri advenérant, Prophétam, Regem, Sacerdótemque porréxit. Ac prætérea Unígena ejus, ejus matérnis précibus “in Cana Galilǽaë” concédens, mirábile signum patrávit, quo “credíderunt in eum discípuli ejus” (Joann. II, 11). Ipsa fuit, quæ vel própriæ, vel hereditáriæ labis expers, arctíssime semper cum Fílio suo conjúncta, eúndem in Gólgotha, una cum maternórum júrium matérnique amóris sui holocáusto, nova velúti Eva, pro ómnibus Adæ fíliis, miserándo ejus lapsu fœdátis, Ætérno Patri obtúlit; ita quídem, ut quæ córpore erat nostri Cápitis mater, spíritu facta esset, ob novum étiam dolóris glóriæque títulum, ejus membrórum ómnium mater. Ipsa fuit, quæ validíssimis suis précibus impetrávit, ut divíni Redemptóris Spíritus, jam in Cruce datus, recens ortæ Ecclésiæ prodigiálibus munéribus Pentecóstes die conferrétur. Ipsa dénique imménsos dolóres suos forti fidéntique ánimo tolerándo, magis quam Christifidéles omnes, vera Regína mártyrum, “adímplevit ea quæ desunt passiónum Christi… pro Córpore ejus, quod est Ecclésia” (Col. I, 24); ac mýsticum Christi Corpus, e scisso Corde Servatóris nostri natum (cfr. Offícium Sacratíssimi Cordis, in hymmo ad Vésperam), eádem matérna cura impénsaque caritáte prosecúta est, qua in cunábulis puerúlum Jesum lacténtem refóvit átque enútrivit.

      Ipsa ígitur, ómnium membrórum Christi sanctíssima Génitrix (cfr. S. Pius X, encýclicam “Ad diem illum”), cujus Cordi Immaculáto omnes hómines fidénter consecrávimus, et quæ nunc in cœlo córporis anímique glória renídet, únaque simul cum Fílio suo regnat, ab eo efflagitándo conténdat, ut ubérrimi gratiárum rívuli ab excélso Cápite in ómnia mýstici Córporis membra haud intermísso órdine derivéntur; ítemque præsentíssimo patrocínio suo, sicut anteáctis tempóribus, ita in præsens Ecclésiam tueátur, éique átque univérsæ hóminum communitáti tandem aliquándo tranquillióra a Deo témpora impétret»

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    7. (sigue) [La Virgen Madre de Dios, cuya alma santísima fue, más que todas las demás creadas por Dios, llena del Espíritu divino de Jesucristo, haga eficaces, venerables hermanos, estos nuestros deseos, que también son los vuestros, y nos alcance a todos un sincero amor a la Iglesia; ella que dio su consentimiento “en representación de toda la naturaleza humana a la realización de un matrimonio espiritual entre el Hijo de Dios y la naturaleza humana” (Santo Tomás, Suma Teológica, III, cuestión 80, art. 4.º). Ella fue la que dio a luz, con admirable parto, a Jesucristo nuestro Señor, adornado ya en su seno virginal con la dignidad de Cabeza de la Iglesia, pues que era la fuente de toda vida sobrenatural; ella la que al recién nacido presentó como Profeta, Rey y Sacerdote a aquellos que de entre los judíos y de entre los gentiles habían llegado los primeros a adorarlo. Y además, su Unigénito, accediendo en Caná de Galilea a sus maternales ruegos, obró un admirable milagro, por el que “creyeron en Él sus discípulos” (cf. Joann II, 11). Ella, la que, libre de toda mancha personal y original, unida siempre estrechísimamente con su Hijo, lo ofreció como nueva Eva al Eterno Padre en el Gólgota, juntamente con el holocausto de sus derechos maternos y de su materno amor, por todos los hijos de Adán manchados con su deplorable pecado; de tal suerte que la que era Madre corporal de nuestra Cabeza, fuera, por un nuevo título de dolor y de gloria, Madre espiritual de todos sus miembros. Ella, la que por medio de sus eficacísimas súplicas consiguió que el Espíritu del divino Redentor, otorgado ya en la cruz, se comunicara en prodigiosos dones a la Iglesia recién nacida, el día de Pentecostés. Ella, en fin, soportando con ánimo esforzado y confiado sus inmensos dolores, como verdadera Reina de los mártires, más que todos los fieles, “cumplió lo que resta que padecer a Cristo en sus miembros… en pro de su Cuerpo…, que es la Iglesia” (Col. I, 24), y prodigó al Cuerpo místico de Cristo nacido del Corazón abierto de nuestro Salvador (Oficio del Sagrado Corazón, himno de Vísperas), el mismo materno cuidado y la misma intensa caridad con que calentó y amamantó en la cuna al tierno Niño Jesús.

      Ella, pues, Madre santísima de todos los miembros de Cristo (cf. San Pío X, encíclica “Ad diem illum”), a cuyo Corazón Inmaculado hemos consagrado confiadamente todos los hombres, la que ahora brilla en el cielo por la gloria de su cuerpo y de su alma, y reina juntamente con su Hijo, obtenga de Él, con su apremiante intercesión que de la excelsa Cabeza desciendan sin interrupción ―sobre todos los miembros del Cuerpo místico― copiosos raudales de gracias; y con su eficacísimo patrocinio, como en tiempos pasados, proteja también ahora a la Iglesia, y que, por fin, para ésta y para todo el género humano, alcance tiempos más tranquilos.
      ].

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    8. (sigue)
      • Papa Pío XII, Constitución Apostólica “Munificentíssimus Deus”: «Máxime áutem illud memorándum est, inde a sǽculo secúndo, Maríam Vírginem a Sanctis Pátribus velúti novam Hevam propóni novo Adæ, etsi subjéctam, arctíssime conjúnctam in certámine illo advérsus inferórum hostem, quod, quemadmódum in protoëvangélio (Gen. III, 15) præsignificátur, ad pleníssimam deventúrum erat victóriam de peccáto ac de morte, quæ semper in géntium Apóstoli scriptis inter se copulántur (cfr. Rom. cap. VI et I; 1. Cor. XV, 21- 26; 54 - 57). Quamóbrem, sicut gloriósa Christi anástasis essentiális pars fuit ac postrémum hujus victóriæ trophǽum, ita Beátæ Vírginis commúne cum Fílio suo certámen virgínei córporis “glorificatióne” concludéndum erat; ut enim idem Apóstolus ait, “cum… mortále hoc indúerit im mortalitátem, tunc fiet sermo, qui scriptus est: absórpta est mors in victória” (1 Cor. XV, 54).

      Idcírco augústa Dei Mater, Jesu Christo, inde ab omni æternitáte, “uno eódemque decréto” (Pius IX, bullam “Ineffábilis Deus”) prædestinatiónis, arcáno modo conjúncta, immaculáta in suo concéptu, in divína maternitáte sua integérrima virgo, generósa Divini Redemptóris sócia, qui plenum de peccáto ejus que consectáriis deportávit triúmphum…» [ Pero ya se ha recordado especialmente que desde el siglo II María Virgen es presentada por los Santos Padres como nueva Eva estrechamente unida al nuevo Adán, si bien sujeta a él, en aquella lucha contra el enemigo infernal que, como fue preanunciado en el protoevangelio (Gén, III, 15), habría terminado con la plenísima victoria sobre el pecado y sobre la muerte, siempre unidos en los escritos del Apóstol de las Gentes (cfr. Rom cap. V y VI; 1 Cor XV, 21-26; 54-57). Por lo cual, como la gloriosa resurrección de Cristo fue parte esencial y signo final de esta victoria, así también para María la común lucha debía concluir con la glorificación de su cuerpo virginal; porque, como dice el mismo Apóstol, «cuando... este cuerpo mortal sea revestido de inmortalidad, entonces sucederá lo que fue escrito: la muerte fue absorbida en la victoria» (1 Cor XV, 54).
        
      De tal modo, la augusta Madre de Dios, arcanamente unida a Jesucristo desde toda la eternidad “con un mismo decreto” (Pío IX, bula “Ineffábilis Deus”) de predestinación, inmaculada en su concepción, Virgen sin mancha en su divina maternidad, generosa Socia del divino Redentor, que obtuvo un pleno triunfo sobre el pecado y sobre sus consecuencias…
      ].

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    9. (sigue)
      • Papa Pío XII, Encíclica “Encíclica “Ad Cœli Regínam”: «Áttamen Beatíssima Virgo María non tantum ob divínam suam maternitátem Regína est dicénda, sed étiam quia ex Dei voluntáte in ætérnæ salútis nostræ ópere exímias hábuit partes. “Quid possit jucúndius nobis suáviusque ad cogitándum accídere — ut Decéssor Noster fel. rec. Pius XI scríbebat — quam Christum nobis jure non tantum natívo, sed étiam acquísito, scílicet Redemptiónis imperáre? Servatóri enim nostro quánti stetérimus obliviósi útinam hómines recólant omnes: ‘non corruptibílibus áuro vel argénto redémpti estis,… sed pretióso sánguine quási Agni immaculáti Christi et incontamináti’ (1 Petr, II, 18-19). Jam nostri non sumus, cum Christus ‘prétio magno’ (1 Cor. VI, 20) nos émerit” (Pius XI, encýclicam “Quas primas”).
        
      Jamvéro in hoc perficiéndo redemptiónis ópere Beatíssima Virgo María profécto fuit cum Christo íntime consociáta; mérito ígitur in Sacra Litúrgia cánitur: “Stabat Sancta María, Cœli Regína et mundi Dómina, juxta crucem Dómini Nostri Jesu Christi dolorósa” (Festum septem dolorum Beátæ Maríæ Vírginis, Tractus). Quaprópter, ut jam média ætáte piíssimus Sancti Ansélmi discípulus scríbebat, “sicut… Deus sua poténtia parándo cuncta, pater est et Dóminus ómnium, ita Beáta María suis méritis cuncta reparándo, Mater est et Dómina rerum; Deus enim est Dóminus ómnium, síngula in sua natúra própria jussióne constituéndo, et María est Dómina rerum, síngula congénitæ dignitáti per illam, quam méruit grátiam, restituéndo” (Eadméri Mónachi, De Excelléntia Vírginis Maríæ, c. 11). Étenim, “sicut Christus, eo quod nos redémit, speciáli título Dóminus est ac Rex noster, ita et Beáta Virgo, propter singulárem modum, quo ad nostram redemptiónem concúrrit, et substántiam suam ministrándo, et illum pro nobis voluntárie offeréndo, nostrámque salútem singuláriter desiderándo, peténdo, procurándo” (Francísci Suárez, De mystériis vitæ Christi, disp. XXII, sectio II).

      Quíbus ex ratiónibus hujúsmodi arguméntum erúitur: si María, in spirituáli procuránda salúte, cum Jesu Christo, ipsíus salútis princípio, ex Dei plácito sociáta fuit, et quídem símili quódam modo, quo Eva fuit cum Adam, mortis princípio, consociáta, ita ut asseverári possit nostræ salútis opus, secúndum quándam “recapitulatiónem” (Sancte Irenǽi, Advérsus hæréticos 4, 9, 1) peráctum fúisse, in qua genus humánum, sicut per vírginem morti adstríctum fuit, ita per vírginem salvátur; si prætérea asseverári ítidem potest hanc gloriosíssimam Dóminam ídeo fuísse Christi matrem deléctam “ut rediméndi géneris humáni consors efficerétur” (Pius XI, Litt. Ap. “Auspicátus profécto”), et si reápse “ipsa fuit, quæ vel própriæ, vel hereditáriæ labis expers, arctíssime semper cum Fílio suo conjúncta, eúndem in Gólgotha, una cum maternórum júrium matérnique amóris sui holocáusto, nova velúti Eva, pro ómnibus Adæ fíliis, miserándo ejus lapsu fœdátis, Ætérno Patri obtúlit” (Pius XII, encýclicam “Mýstici Córporis Christi”); inde procul dúbio conclúdere licet, quemadmódum Christus, novus Adam, non tantum quía Dei Fílius est, Rex dici debet, sed étiam quía Redémptor est noster, ita quódam analogíæ modo, Beatíssimam Vírginem esse Regínam non tantúmmodo quía mater Dei est, verum étiam quod nova velúti Eva cum novo Adam consociáta fuit.

      Jamvéro plena, própria et absolúta significatióne, unus Jesus Christus, Deus et homo, Rex est; áttamen María quóque, quámvis temperáto modo et analogíæ ratióne, utpóte Christi Dei mater, sócia in divíni Redemptóris ópera, et in ejus cum hóstibus pugna in ejúsque super omnes adépta victória, regálem partícipat dignitátem. Ex hac enim cum Christo Rege conjunctióne splendórem celsitúdinemque attíngit, qua creatárum rerum ómnium excelléntiam exsúperat; ex hac cum Christo conjunctióne regális facúltas óritur, qua ipsa potest Divíni Redemptóris Regni dispensáre thesáuros; ex hac dénique cum Christo conjunctióne matérni ejus patrocínii apud Fílium et Patrem elícitur exháusta númquam efficácia»

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    10. (sigue) [Mas la Beatísima Virgen ha de ser proclamada Reina no tan sólo por su divina maternidad, sino también en razón de la parte singular que por voluntad de Dios tuvo en la obra de nuestra eterna salvación. “¿Qué cosa habrá para nosotros más dulce y suave —como escribía Nuestro Predecesor, de feliz memoria, Pío XI— que el pensamiento de que Cristo impera sobre nosotros, no sólo por derecho de naturaleza, sino también por derecho de conquista adquirido a costa de la Redención? Ojalá que todos los hombres, harto olvidadizos, recordasen cuánto le hemos costado a nuestro Salvador; ‘Fuisteis rescatados, no con oro o plata, … sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un Cordero inmaculado’ (1 Petr, II, 18-19). No somos, pues, ya nuestros, puesto que Cristo ‘por precio grande’ (1 Cor. VI, 20) nos ha comprado” (Pío XI, encíclica “Quas primas”).
        
      Ahora bien, en el cumplimiento de la obra de la Redención, María Santísima estuvo, en verdad, estrechamente asociada a Cristo; y por ello justamente canta la Sagrada Liturgia: “Dolorida junto a la cruz de nuestro Señor Jesucristo estaba Santa María, Reina del cielo y de la tierra” (Fiesta de los siete dolores de la Bienaventurada Virgen María, tracto). Y la razón es que, como ya en la Edad Media escribió un piadosísimo discípulo de San Anselmo: “Así como… Dios, al crear todas las cosas con su poder, es Padre y Señor de todo, así María, al reparar con sus méritos las cosas todas, es Madre y Señor de todo: Dios es el Señor de todas las cosas, porque las ha constituido en su propia naturaleza con su mandato, y María es la Señora de todas las cosas, al devolverlas a su original dignidad mediante la gracia que Ella mereció” (Eadmerio Monje, De la excelencia de la Virgen María, c. 11). La razón es que, “así como Cristo por el título particular de la Redención es nuestro Señor y nuestro Rey, así también la Bienaventurada Virgen [es nuestra Señora y Reina] por su singular concurso prestado a nuestra redención, ya suministrando su sustancia, ya ofreciéndolo voluntariamente por nosotros, ya deseando, pidiendo y procurando para cada uno nuestra salvación” (Francisco Suárez, Suárez, De los misterios de la vida de Cristo, disputa XXII, sección II).
        
      Dadas estas premisas, puede argumentarse así: Si María, en la obra de la salvación espiritual, por voluntad de Dios fue asociada a Cristo Jesús, principio de la misma salvación, y ello en manera semejante a la en que Eva fue asociada a Adán, principio de la misma muerte, por lo cual puede afirmarse que nuestra redención se cumplió según una cierta “recapitulación” (San Ireneo, Contra las herejías 4, 9, 1), por la que el género humano, sometido a la muerte por causa de una virgen, se salva también por medio de una virgen; si, además, puede decirse que esta gloriosísima Señora fue escogida para Madre de Cristo precisamente “para estar asociada a Él en la redención del género humano” (Pío XI, Carta apostólica “Auspicátus profécto”) “y si realmente fue Ella, la que, libre de toda mancha personal y original, unida siempre estrechísimamente con su Hijo, lo ofreció como nueva Eva al Eterno Padre en el Gólgota, juntamente con el holocausto de sus derechos maternos y de su maternal amor, por todos los hijos de Adán manchados con su deplorable pecado” (Pío XII, encíclica “Mýstici Córporis Christi”); se podrá de todo ello legítimamente concluir que, así como Cristo, el nuevo Adán, es nuestro Rey no sólo por ser Hijo de Dios, sino también por ser nuestro Redentor, así, según una cierta analogía, puede igualmente afirmarse que la Beatísima Virgen es Reina, no sólo por ser Madre de Dios, sino también por haber sido asociada cual nueva Eva al nuevo Adán.

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    11. (fin) Y, aunque es cierto que en sentido estricto, propio y absoluto, tan sólo Jesucristo —Dios y hombre— es Rey, también María, ya como Madre de Cristo Dios, ya como asociada a la obra del Divino Redentor, así en la lucha con los enemigos como en el triunfo logrado sobre todos ellos, participa de la dignidad real de Aquél, siquiera en manera limitada y analógica. De hecho, de esta unión con Cristo Rey se deriva para Ella sublimidad tan espléndida que supera a la excelencia de todas las cosas creadas: de esta misma unión con Cristo nace aquel regio poder con que ella puede dispensar los tesoros del Reino del Divino Redentor; finalmente, en la misma unión con Cristo tiene su origen la inagotable eficacia de su maternal intercesión junto al Hijo y junto al Padre].

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  8. Vaya, realmente había confiado en los Diamond, pero ni siquiera son monjes? No puedo decir que me sorprende, está claro que un monje no estaría tan politizado como ellos lo están.

    Realmente quiero disculparme con usted; creí que el titulo de corredentora era una igualación de María a Jesús, pero usted me dice que no se equipara el trabajo de redención de María al de Jesús, y me ha mostrado el verdadero significado del titulo (llamarla "subredentora" tendría más sentido etimológico si soy honesto, pero si ya fue llamada de una forma por los papas, así se queda), me alivia saber que usted no es un hereje, soy culpable de comportarme muy agresivo con gentes de doctrina heterodoxa, y no he podido identificarlo a usted de forma correcta, me ha faltado misericordia y humildad. Orz

    El trabajo enciclopédico y la cualidad pedagoga me parece valiosísima, si usted sería tan amable de darme algún sitio donde pueda informarme mejor, que fuese repositorio de información como apologéticas católicas y fundamentos sedevacantes, yo estaría muy contentado. Ya tiene mi correo así que puede mandarlo por ahí.

    Para enmendar mi altanería, le ofrezco de gratis mi trabajo que es de traductor, sé la lengua inglesa y japonesa, por lo que si necesita usted algo traducido de éstos idiomas lo haré con gusto y sin cobrar. Ya que antes de saber yo acerca de la completa verdad sedevacante quería ir en un viaje evangelizador al mismo país nipón, pero luego vi que ya no se esforzaban en convertir paganos lo cual me pareció rarísimo. Y bueno, mis más humildes disculpas.

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