martes, 31 de diciembre de 2019

ESPAÑA: DOS “OBISPADAS”

Noticias tomadas de diversas fuentes.

1º “ARZOBISPO” DE ZARAGOZA PROHÍBE A LA FRATER CELEBRAR EN PARROQUIA DE CALACEITE
El “arzobispo” de Zaragoza, Vicente Jiménez Zamora, en una carta fechada el 18 de diciembre, anuncia al Superior de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X en España, que no renueva el permiso que éstos tenían para celebrar la misa tradicional en la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora en Calaceite (provincia de Teruel, Reino de Aragón).
  

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El Arzobispo de Zaragoza
  
Zaragoza, 18 de Diciembre de 2019
 
P. Philippe Brunet
Superior de la FSSPX en España
Casa San José
28607 EL ÁLAMO (Madrid)
  
Querido P. Philippe:
  
He recibido su atento escrito, de fecha 13 de diciembre de 2019, en el que me solicita renovar el permiso para la celebración de la Santa Misa según la forma extraordinaria, que concedió de viva voz mi antecesor, Mons. Manuel Ureña, por medio del sacerdote D. Waldir Consuega, antiguo párroco de Calaceite.
  
En contestación a dicho escrito, le comunico lo siguiente:
  1. No tenía hasta ahora conocimiento del tema.
  2. No renuevo el permiso, porque me consta que en Calaceite no hay número suficiente para celebrar la Santa Misa en forma extraordinaria. Los participantes pertenecen a otras parroquias que no son de la Diócesis de Zaragoza. Además no es conveniente para la plena comunión de la comunidad parroquial de Calaceite.
  3. Con esta misma fecha, envío copia de esta carta al actual párroco, Rvdo. D. Arturo Hollman Ladino Gutiérrez, para que no autorice al P. José Mª Jiménez, Encargado de la Región de Cataluña y Aragón, la celebración en ninguna de las parroquias, que tiene confiadas a su cuidado pastoral.
 
Con mi afecto y bendición,
 
(Fdo.)
+ Vicente Jiménez Zamora
Arzobispo de Zaragoza».
En primera instancia, se puede decir qie hubo problemas de comunicación durante el empalme en la sede cesaraugustana, porque ni Jiménez Zamora preguntó, ni Manuel Ureña Pastor (con todo y ser el primer “obispo” en simular el Rito Roncalliano en España tras implementarse el Motu Próprio “Summórum Pontíficum”, cuando lo hizo el 15 de Enero de 2011) le informó. Pero en segunda, se evidencia el excesivo legalismo de una FSSPX actuando cual ejército en retirada ante un enemigo que no conoce (de hecho, la mayoría de los sacerdotes de la Frater ordenados recientemente ni conocen las luchas que librara su fundador el Arzobispo Marcel François Lefebvre contra la jerarquía de la “Iglesia Conciliar”) y que sólo los acepta en sus grupúsculos y no en sus diócesis.
  
2º “ARZOBISPO” DE SEVILLA ORDENA CANCELAR MISA POR LOS BEBÉS ABORTADOS
El partido VOX organizó en la parroquia Santa María de Gracia en Gelves (Reino de Sevilla), para el 28 de Diciembre (Fiesta de los Santos Inocentes, Mártires) a las 11:00h, una Misa bajo el lema «Déjalo nacer», «por todos los niños abortados durante el año 2019. Asimismo, por todas las mujeres en peligro de exclusión y con pensamientos de abortar», en el marco de la campaña #VOXPorLaVida.
  
  
Sin embargo, en la mañana del 27, se les ha comunicado por medio del párroco, José Manuel Martínez Guisasola, que por «órdenes de palacio», esto es, del “arzobispo” de Sevilla Juan José Asenjo Pelegrina y para «evitar problemas», se ha decidido cancelar la misa, supuestamente porque algunos representantes de VOX fueron amenazados por causa del evento (a pesar que el día 26 «no le veía nada de malo»). Aunque le dejó al párroco la posibilidad de hacer mención del aborto en la oración de fieles.
 
Juan José Asenjo Pelegrina, “arzobispo” de Sevilla
  
El grupo municipal de Vox en Gelves, que cuenta con un solo concejal (Rafael Fernando Sánchez Pareja), emitió un breve comunicado en sus redes sociales en el que lamenta que «debido a causas ajenas a nuestra voluntad la Santa Misa por los no nacidos y las madres en dificultades prevista para mañana queda suspendida. En breve se emitirá un comunicado explicando las causas. Frente a la tibieza de muchos, nuestro compromiso en defensa de la vida sigue firme».
  
Con todo, se logró realizar el siguiente acto de agenda, consistente en que a las 12:00h, en la Ronda de Triana, se dio lectura a un manifiesto pro-vida y se repartieron réplicas de fetos de 14 semanas de gestación en una carpa informativa instalada a las 10:30h, evento (SIN ALTERCADOS NI INCIDENCIAS) el cual fue apoyado por la plataforma cívica Derecho a Vivir. El manifiesto (publicado en la página oficial del partido VOX) dice lo siguiente:
El aborto es el peor atentado contra los derechos humanos que tiene lugar en la sociedad actual. Cada año son destruidos en el seno materno 55 millones de pequeños humanos en todo el mundo. En España fueron 95.917 en 2018. La cifra supone un récord histórico, en proporción al número de nacimientos. Uno de cada cinco concebidos termina en la trituradora. Desde 1985 han sido abortados en España dos millones y medio de bebés. Es uno de los factores que explican nuestra natalidad raquítica, que pone en peligro la sostenibilidad del país.
  
Hace 34 años, el gobierno del PSOE nos vendió la primera ley del aborto como una despenalización excepcional de casos extremos. Pero la ley desplegó su efecto pedagógico, anestesiando las conciencias de millones de españoles. El coladero de la “salud psicológica de la madre” convirtió la ley de supuestos en una ley de aborto libre, consolidada por la nueva reforma socialista de 2010. Con mayoría absoluta, Mariano Rajoy incumplió su promesa de recuperar la protección legal del no nacido.
  
Tras ese engaño del Partido Popular, VOX es ya el único partido pro-vida del Parlamento español. En el número 75 de sus Cien Propuestas, VOX se comprometió a “defender la vida desde la concepción a la muerte natural”.
  
Existe un nuevo individuo humano desde el momento de la concepción. El cigoto posee la información genética necesaria para convertirse en un bebé: lo único que necesita es no ser destruido. Su desarrollo es muy rápido: el corazón empieza a latir a los 24 días de gestación. A los 35 días están tomando forma boca, oídos y nariz. A las ocho semanas, las manos y pies están formados, y aparecen sensores nerviosos del dolor. A las doce, el nasciturus da patadas, cierra el puño, frunce el ceño. En todas esas etapas –hasta las catorce semanas- puede ser destruido por simple voluntad de la mujer, según la ley española. Es una ley injusta que legitima el exterminio de inocentes.
  
Los abortistas hablan con eufemismos, para escamotear el horror del aborto. Por eso, es importante revelar los detalles materiales del procedimiento. Hasta las once semanas, el embrión es aspirado y muere en un depósito adosado al succionador. Entre las 12 y las 16, se despedaza al feto con un pequeño cuchillo y se aspiran los trozos. A partir de las 16 semanas, se provoca un parto prematuro y se deja morir en el quirófano al feto nacido vivo (o bien se le aplica una inyección intra-amniótica que le envenena lentamente, causándole antes terribles quemaduras). El aborto es legal en España hasta la semana 22 en casos de “grave peligro para la salud del feto”; el síndrome de Down, por ejemplo, se cuenta entre tales “peligros”, y el 90% de los Down son exterminados en el seno materno. Engañamos nuestra conciencia entregando el Premio Goya a alguno de los escasos supervivientes.
  
Los argumentos que justifican el aborto son falacias. No es cierto que un embarazo inesperado hipoteque definitivamente la vida de la mujer, pues puede entregar al niño en adopción. No es cierto que tengamos derecho a matar al feto solo porque es pequeño: la dignidad humana no depende del tamaño, ni de la edad, ni del grado de desarrollo. Si podemos matarle porque carece por el momento de inteligencia y voluntad, deberíamos poder matar a los niños de un año, que tampoco la tienen, así como a los enfermos en coma o los aquejados de Alzheimer.
  
No es cierto que el aborto sea inevitable, y que con una ley restrictiva solo se consiga su paso a una clandestinidad insalubre: en Polonia, una ley restrictiva consiguió que el número de abortos anuales pasase de más de 60.000 a menos de mil.
  
No es cierto que el aborto sea una conquista democrática: el primer país en legalizarlo fue la Rusia comunista en 1918. Le siguió la Alemania nazi, que lo permitía para las mujeres no arias. Los países democráticos no legalizaron el aborto hasta la década de los 70. Y perdieron legitimidad cuando lo hicieron, porque negaron el derecho a la vida a los miembros más débiles de la sociedad. Hoy día, el lugar más peligroso para un español es el vientre materno: 20% de probabilidad de muerte.
  
El bebé no es la única víctima del aborto: también lo es la mujer. La intervención presenta riesgos físicos como la perforación uterina. Y, sobre todo, su mente quedará herida para siempre con el síndrome post-aborto; por eso tantas mujeres que abortaron requieren después atención psicológica.
   
El aborto masivo nos envilece como sociedad y nos condena a una muerte lenta por falta de niños. Un país civilizado no destruye a los niños en el vientre materno.
 
No es cierto que el futuro pertenezca a la cultura de la muerte. Muchos Estados norteamericanos han adoptado recientemente importantes restricciones al aborto; también se ha hecho en Polonia, Hungría y otros lugares. En un horizonte de invierno demográfico, solo sobrevivirán los países que vuelvan a respetar la vida.
  
En el futuro, la humanidad se asombrará de que matásemos a los niños en el vientre de sus madres, de la misma forma que ahora nos horrorizan la esclavitud o los sacrificios humanos practicados en otros tiempos.
  
En VOX luchamos para que ese futuro llegue cuanto antes.
  
SÍ A LA VIDA, NO AL ABORTO

Sin entrar en el aspecto político de España, VOX ha sido y es el único partido -fuera del carlismo tradicionalista- que se ha levantado por la defensa de la vida, la familia y la Patria (cosa que no se puede decir de los peperos, aliados del contubernio PSOE-PODEMOS-Separatismos y de la corrupta e ilegítima “Casa Real” Puigmoltó-Borbón). Y queda claro que el Arzobispado de Sevilla (y su cofrade ministerial, el emérito tingitano Santiago Agrelo Martínez OFM), con tal de seguir recibiendo del 8 por mil de la planilla, echa a tierra la moral y defiende el aborto.

DE MONTINI A BERGOGLIO: EL CAMBIO CONTINUO EN LA “IGLESIA CONCILIAR”

Traducción del artículo publicado en RADIO SPADA.
   
   
A menudo quien, en la descripción de la crisis que devasta la Iglesia después del último concilio, traza una línea continua entre Pablo VI y Francisco es acusado de ser un tradicionalista movido por un celo amargo, afectado por una rabia burda, etc., etc.…
   
Ahora, nosotros creemos firmemente que tal continuidad entre los pontífices conciliares y postconciliares existe; pero no somos los únicos en creerlo: el mismo Bergoglio, que es fruto último de la experiencia conciliar, y de las doctrinas del concilio es gran pregonero, lo cree.
   
No solo lo cree, sino que lo afirma. Lo ha afirmado fieramente cuando debía justificar la apóstata declaración de Abu Dhabi por ejemplo,y lo ha afirmado también el 21 de diciembre al dar su saludo navideño a la Curia Romana que se apresta a reformar.
  
Leemos precisamente en la nota 18:
«San Pablo VI, hace aproximadamente cincuenta años, presentando a los fieles el nuevo Misal Romano, evocó la ecuación entre la ley de la oración (lex orándi) y la ley de la fe (lex credéndi), y describió el Misal como “demostración de fidelidad y vitalidad”. Concluyendo su reflexión afirmó: “No decimos por tanto ‘nueva Misa’, sino más bien ‘nueva época’ de la vida de la Iglesia” (Audiencia general, 19 de noviembre de 1969). Es cuanto, análogamente, se podría decir también en nuestro caso: no una nueva Curia romana, sino más bien una nueva época».
Bergoglio mismo traza la línea que hay entre él y Montini, y en el trazarla se muestra la verdad: o sea el estremecimiento epocal operado por el Vaticano II, la creación de una nueva iglesia –aquella que Mons. Giovanni Benelli llamaba “iglesia conciliar”– con sus doctrinas y sus liturgias. Doctrinas y liturgias evidentemente diversas (si no contrarias) a las de la Iglesia Romana [1]. Diversas y en continuo cambio: la evolucióne del modernismo. Evolución hacia el agnosticismo (y el ateísmo) por un lado, y por el otro el panteísmo: Pachamáma docet!  
  
Todo para complacer al mundo “avanzado” respecto a una Iglesia “retrógrada” –tal fin es mostrado por la cita del nefasto Carlo María Martini Maggia– por la creación de una anti-iglesia que sea sierva, cuando no esclava del mundo, pregonera de un mensaje que se pone evidentemente como anti-crístico.

NOTA
[1] Y aquí es justo recordar la no catolicidad de la misa de Pablo VI, con las fuertes acusaciones de los Cardenales Ottaviani y Bacci: “El Novus Ordo Missæ, considerados los elementos nuevos, susceptibles de diferente evaluación, que parecen conocidos e implicados, representan tanto en conjunto como en los particulares, un impresionante alejamiento de la teología católica de la Santa Misa, como fue formulada en la sesión XXII del Concilio de Trento”.

lunes, 30 de diciembre de 2019

BERGOGLIO INSULTA (OTRA VEZ) A LOS CATÓLICOS

Traducción del Comentario de los Padres de TRADITIO.
   
Francisco Bergoglio nuevamente insulta a los Católicos tradicionales: Dice que son “desequilibrados”, porque ellos no capitulan a su programa marxista/modernista para destruir a la Iglesia Católica en un “cambio de época”.
Está avanzando más rápido hacia su objetivo anticatólico en la medida en que prevé el final de su seudopontificado por la muerte, abdicación, o condenación por muchos más cardenales.
 
Parece que el antipapa marxista/modernista está volviéndose más paranoico en su obsesión para destruir la Fe Católica. Ha revelado abiertamente que intenta imponer sobre la iglesia del Nuevo Orden «no una época de cambios, sino un cambio de época». Está avanzando más rápido hacia su objetivo anticatólico en la medida en que prevé el final de su seudopontificado por la muerte, abdicación, o condenación por muchos más cardenales.
  
Cualquiera que se levante contra los planes de Bergoglio para convertir a la Iglesia Conciliar en una institución seglar anticatólica dirigida hacia los objetivos del marxismo e incluso el comunismo, dijo ante los funcionarios de la Curia Romana el 21 de Diciembre de 2019, es un “desequilibrado”. Él encabezó sus declaraciones con la notoria herejía de que «la tradición no es estática, es dinámica». Esta es una clásica expresión de la herejía modernista, que ha sido abiertamente condenada por el Papa Pío IX, el Papa León XIII, y especialmente el Papa San Pío X, que la denunció como “summa ómnium hæréseon”, la síntesis de todas las herejías, y excomulgó de la Iglesia Católica a aquellos clérigos que enseñaban tal herejía.
  
Es claro que Bergoglio es un hereje marxista/modernista anticatólico por la forma en que insulta a los verdaderos Católicos. Él pasa expandiendo su repertorio de adjetivos odiosos y vulgares, de las cuales nuestro contador ha logrado 42:
  1. Arrogantes
  2. Ateos
  3. Aterradores
  4. Clericales
  5. Encerrados en el pasado
  6. Defensivos
  7. Doctrinarios
  8. Donatistas (adherentes estrictos de la doctrina Católica)
  9. Elementos disruptivos
  10. Ensimismados
  11. Fomentadores de la coprofagia
  12. Fundamentalistas
  13. Hipócritas
  14. Ideólogos
  15. Judases
  16. Legalistas
  17. Líquidos
  18. Monstruitos
  19. Momias de museo
  20. Asquerosos
  21. Nazis (15 de Noviembre de 2019).
  22. Neuróticos
  23. Obsesionados
  24. Obstinados
  25. Paganos
  26. Pelagianos (rechazan la necesidad de la gracia de Dios)*
  27. Cara de pimienta
  28. Perniciosos
  29. Pietistas
  30. Plaga (18 de Noviembre de 2019)
  31. Presuntuosos
  32. Rebeldes
  33. Restauracionistas
  34. Rígidos
  35. Rigurosos
  36. Ritualistas
  37. Solteronas
  38. Aduladores idólatras
  39. Vanos
  40. Esperanza débil
  41. Taimados
  42. Desequilibrados (21 de Diciembre de 2019) [Parte de la información para este Comentario proviene de Breitbart News].
Verdaderos Católicos, de los cardenales conciliares abajo, finalmente se están levantando contra este antipapa herético, pero es muy poco y demasiado tarde. Mientras ellos intentan encontrar el coraje para regresar a la Fe Católica, Francisco Bergoglio habrá destruido su Iglesia Conciliar, la cual de todas formas está perdida, como que ciertamente no es la Iglesia Católica.

sábado, 28 de diciembre de 2019

LA VIDA “MARAVILLOSA” DE SIMÓN WIESENTHAL

  
BREVE BIOGRAFÍA DE SIMÓN WIESENTHAL: DE CENICIENTO, Y SIN ESCALAS, A BARÓN DE MÜNCHHAUSEN
(No me vengan a decir que es poca cosa para este coso)
  
¿Quién es este señor que refleja la acuarela de mi pintora? ¿Acaso Don Quijote? No. Porque Don Quijote era un caballero andante, castellano de cuño real y cristiano cabal, enamorado, sabio, poeta y medio loco, pero no un embustero oxidado. Es el Barón de Münchhausen, quien fuera un mentiroso incorregible muy lejano a Don Quijote y muy cercano a don Simón Wiesenthal, según él mismo lo acredita con su imaginación agreste.
   
Un pequeño introito a modo de tentempié
Es muy difícil que en nuestros tiempos exista persona alguna que no haya escuchado, aunque más no sea someramente, del polaco don Simón Wiesenthal, el implacable cazador de nazis y, por tal motivo un Benemérito de la Humanidad. Pero como se ve, éste era poco y, sobre el pucho la escupida: apareció Beate Klarsfeld, miembro de la terrible organización sionista Sherit Hapleitá (con la invalorable ayuda de su marido Serge Klarsfeld), quien se dedicó con ahínco a ser cazadora de nazis (el caso Klaus Barbie, en Bolivia es el mayor de sus éxitos), a la par de denunciar la aparición de líderes nazis en Hispanoamérica, entre los cuales se encontraba nuestro General Juan D. Perón y otros fascistas de alcurnia, que da siempre la casualidad o son peronistas o son nacionalistas. Del otro lado: liberal y bolchevique no encontraron uno. Y, en el fondo, es este el motivo por el cual les dedico, como un caballero que soy, a estos dos cazadores, los renglones que siguen. Es decir, les devuelvo la gentileza, aunque sin necesidad de tornarme macaneador.
    
Cita la literatura infantojuvenil, aquella que nos hacían leer nuestros maestros en la época nefasta del Tirano Prófugo, al Barón de Münchhausen como el mayor mentiroso que haya existido sobre la faz de la tierra en todos los tiempos, a extremo tal que le mató el punto a Néstor Diletante, que no es poco. En verdad no he tenido el placer de leer por completo las andanzas de este personaje por los prados del Señor, aunque sí he espigado algunos capítulos que me han prestado por aquí y por allá, en ayer y otrora. Mas como Dios me ha negado esta suerte, la que acepto sin pestañar, porque debe hacerse su voluntad y no la mía, no me ha negado la otra: de tener amigos esparcidos en los rincones por doquier. Y, gracias a uno de éstos, me ha llegado un envío del doctor don Gervasio Fernández Funes, que vive en Montevideo cerca del coqueto Miguelete, el libro Los Asesinos entre Nosotros, que son las memorias traducidas al castellano de Simón Wiesenthal, editado por Noguer, de Barcelona, en España. Lectura recomendable para todos aquellos que se dedican a estos estudios y mucho más para los que desean reírse un rato a costillas de un delirante.
   
Amistades que me hicieron mal y sin embargo las quiero
En la presentación de su libro, dice don Simón que ha estado en una docena de campos de concentración y que sólo sobrevivió por una serie de milagros. Los que en realidad no parecen ser tales, si se tiene en cuenta la promiscuidad en la que vivía Wiesenthal con los oficiales de la Schutz-Staffeln (SS), dado que como ingeniero diplomado ejerció importantes 2 funciones durante cuatro años y dos meses al lado de los terribles nazis, los que, desde luego, sabían que don Simón era judío, todo lo cual resulta desde ya, más que un milagro, una maravilla sin abuela. Tal es el caso de su amistad con el ex oficial de la SS, Heinrich Guentheret, a quien en diciembre de 1965, es decir, 20 años después de guerra que involucra su martirio, lo invitó especialmente para el casamiento de su hija. Por este botón para la muestra, el lector se habrá dado cuenta que nos encontramos ante uno de los buenos y, que por tal hecho, debería ser simplemente descalificado de todo lo que dice en adelante. Conste además que a esto lo dice Wiesenthal y no quien esto escribe, que ya el lector lo puede haber calificado de nipo-nazi-facho-falanjo-peronacionalista. Y en una de esas, con tal etiqueta, se ha quedado corto el decidor.
   
Una vida maravillosa

Szymon/Simón Wiesenthal Rapp (שִׁמְעוֹן וִיזנְטל רֶאפּפ)

Wiesenthal nació un 31 de diciembre de 1908. Y, aunque tenía a esa fecha madre y padre, fue su abuelo materno quien lo anotó en los registros, sin que medie explicación alguna del autor, el día 1° de enero de 1909. Así anduvo a las gambetas y agachadas por esta causa, hasta que la policía lo descubrió y fue acusado de haber adulterado tal fecha para evitar el servicio militar. Una falta muy grave ayer y hoy. Mas hete aquí que sobrevino el primer milagro: convenció a la severa policía polaca de que el culpable había sido su abuelo, el que no pudo ser llamado a atestiguar porque se había muerto. Y colorín colorado este cuento ha terminado.
 
En el almacén que tenía su padre, próspero comerciante, gustaba pasar las horas armando casitas y castillos con panecillos de azúcar, los que luego aquél recogía de la mesa, el suelo y el jergón del perro, aunque manoseados, pisoteados y babeados por el niñito, reintegrándolos a su caja para la venta a la confiada clientela del barrio. Es que don Simón quería ser arquitecto, por lo que luego se recibió de ingeniero, que es como decir que le gustaba el triciclo pero se hizo aviador. Y esto no fue por maldad, sino porque en los exámenes que le tomaron en la ciudad de Lwow, no pudo responder más de cuatro preguntas de las sesenta que le hicieron. Lo que quiere decir que era mejor que [Domingo Faustino] Sarmiento, que tenía 14 años y estaba en primer grado haciendo la “o” con un vaso, como nos cuenta en Recuerdos de Provincia (¿será por esto que lo llamaban Padre del Aula?). Decepcionado Simón ingreso a la universidad técnica de Praga, donde y desde luego, no había examen de ingreso y la única exigencia era llenar un formulario, cortarse las uñas y tener el certificado de la vacuna contra el coqueluche. Bueno: en verdad, a veces, todo no se puede. Y demos al hombre el mérito que tiene. Además, ¿para que tanta exigencia con un postulante a ingeniería?
 
En la página 29 nos cuenta: “Pasé (en Praga, se entiende) los días más felices de mi vida. Era muy popular entre mis compañeros como estimulante polemista en reuniones estudiantiles y como brillante maestro de ceremonias en actividades sociales. Tenía excelente memoria para divertidas historias aderezadas con mímicas. Tenía también talento para la sátira. Mi humor era particularmente del gusto de mis amigos no judíos, a quienes encantaba la profundidad y la oculta ironía de mis historias. Cuando iba a pasar las vacaciones de Navidad y Pascua a mi casa, llevaba toda la noche en el tren con mis amigos, contando historias, y al llegar a casa, estaba tan ronco que no podía hablar”. Digan si no es un capullito de alelí. Se ve que de jovencito ya estaba practicando lo que después haría toda su vida: darle al macaneo sin asco.
 
Una misa milagrosa
Resulta que en 1941, los granujas ucranianos que ayudaban a las malvadas tropas alemanas entraron en Lwow (pero no dice por qué él no estaba estudiando en Praga). Entonces los ucranianos que estaban en la ciudad aprovecharon para hacer un progrom que duró tres días y tres noches. Al final habían asesinado unos 600 judíos de los cuales don Simón no recuerda el nombre de ninguno a pesar de ser sus vecinos y correligionarios. Más tarde él y otros 40 judíos, entre abogados, médicos, profesores e ingenieros, fueron apresados y llevados al patio de la prisión de Brigki. En el centro de aquella explanada había una mesa repleta de botellas de vodka, salchichas y zakusky (digamos entre nosotros: una picadita), más con fusiles y municiones. Y ahí nomás les ordenaron a los judíos de la arriada ponerse cara a la pared con las manos en la nuca.
 
Un ucraniano comenzó a disparar haciendo centro en la nuca de cada judío (justo donde tenían las manos). Cada dos disparos el verdugo interrumpía las ejecuciones y se iba a la mesa a beber vodka y darle al zakusky que parece estaba muy bueno. En el ínterin otro hombre le alcanzaba otro fusil recién cargado (¿qué fusiles usarían estos ucranianos en 1941 que cargaban dos tiros? ¿Acaso el arcabuz de Pizarro o el que llevaba Robinson Crusoe?). Otros ucranianos iban depositando a los judíos muertos en sus ataúdes. Y así los gritos y los disparos se fueron acercando a don Simón, quien recuerda que del miedo que tenía solamente miraba a la pared (pero veía todo lo que pasaba a su lado y a sus espaldas, lo que no deja de ser portentoso, pero no tanto si se sabe que fue un Elegido del Señor de Israel). Y cuando parece que le tocaba el turno a él, comenzó el tañido de las campanas de la iglesia llamando a misa vespertina. Entonces resonó una voz aguardentosa de uno de estos borrachines que dijo: “¡Basta! ¡Tenemos que ir a misa a comulgar” (lo que prueba, aunque él no lo diga, que don Simón por lo menos entendía el ucraniano). Parece mentira, pero los ucranianos, terribles asesinos y temulentos sin costura, no querían perderse la misa, ni la comunión (¿qué le dirían estos asesinos en la confesión al cura del pueblo?). Pero no es una mentira lector, es uno de los tantos milagros que le sucedieron a don Wiesenthal y él los cuenta con intrepidez haciéndome poner los pelos como un cepillo.
 
Después de esto parece que se quedó dormido en ese mismo lugar y no recuerda por cuanto tiempo (parece que la misa fue larga; y a la mortadela con queso de la picadita, ¿quién se la comió?). Hasta que la luz mortecina de una linterna le dio en la cara despertándolo. Se trataba de Bodnar, un polaco que había sido su capataz en una de sus obras y lo quería salvar. Entonces don Simón pidió que también ayudase a su amigo Gross (de los restantes judíos supuestamente vivos no dice nada) por tener a su madre viejita. Y Bodnar ideó un plan que consistía en darle un garrotazo a cada uno de estos dos y hacerlos pasar por espías rusos, para llevarlos luego al comisario ucraniano de la calle de la Academia. Y fue así que este polaco le dio semejante garrotazo a don Simón que lo dejó sin dientes y los labios como riñón partido. Pero en fin, así son los amigos, y agrego de metido no más: menos mal que era un amigo, porque de haber sido un conocido simplemente, le arranca la cabeza del palazo. El asunto fue que esa noche Wiesenthal estaba en su casa (que se ve los del progrom no la tocaron y a sus progenitores tampoco, porque su padre seguía con el próspero negocio), lo más campante, aunque reconoce que no pudo silbar por varios días. Un detalle importante. Gracias a la misa y a un ex empleado, don Simón había salvado su vida.
   
Lwow - iglesia de las santas Olga e Isabel
   
Comienza su ascenso de canillita a campeón
A fines de 1941, Wiesenthal fue remitido a un campo de trabajos forzados (lamentablemente no nos dice por qué). Era un taller de reparaciones de locomotoras del Ferrocarril del Este. El forzado trabajo que haría don Simón, ponga y dele a sudar, consistía en pintar el águila alemana y la cruz gamada en las locomotoras capturadas a los rusos, tarea que hacía con gran primor según él lo dice con detalle y merecía las felicitaciones de los nazis. Estando en esto, un día muy frío, se le presentó su jefe, el nazi Heinrich Guentheret (el invitado al casamiento de su hija veinte años más tarde), y se compadeció de él porque tenía las manos azules por el frío por lo que el malvado le regaló sus guantes. Interrogado por Guentheret sobre dónde había estudiado tuvo miedo, porque él sabía de la envidia que los alemanes les tenían a los judíos por ser más inteligentes que ellos. Entonces don Simón mintió diciendo que lo había hecho en una escuela de comercio (complicados estos polacos: en una escuela de comercio en lugar de llevar los libros le enseñaban dibujo y pintura). Pero otro judío que estaba a su lado y preso como él, lo desmintió a los gritos diciéndole a Guentheret que Simón era ingeniero y que no le creyera nada porque todo lo que decía eran mentiras (aquí, lector, esto se merece, si usted me permite, un ¡Oh! y un ¡Huy!). Sorprendido el nazi le preguntó por qué le había mentido y si no sabía que ese era un delito muy grave en Alemania. Lleno de indignación Guentheret, en lugar de mandarlo a la moledora de carne, lo ascendió a Técnico y Orientador. Por lo que aquí Wiesenthal consumó otro milagrito.


Cuenta don Wiesenthal que este nuevo cargo lo hizo gozar a de la más completa libertad “en aquel mar de locuras”. Y trabó amistad con los 50 oficiales SS que estaban a cargo de los talleres (aquí me largo otro ¡Oh! y un ¡Ayayai!), los que se comportaron siempre correctamente con los judíos y los polacos. También lo fue con el Inspector Superior Adolf Kohlrautz, a cargo de aquel asentamiento maldito. Y fue tan grande aquella intimidad con Kohlrautz que le permitió a Wiesenthal tener en su escritorio dos pistolas cargadas, que había obtenido clandestinamente y de hecho robadas (¿para qué querría un hombre pacífico como Wiesenthal, un capullito de petunia, dos pistolas cargadas donde todos, supuestamente, eran amigos?). De esto se deduce que a don Simón le tocaron unos nazis macanudos, ¿o no? Aparte de que, como él mismo lo dice, tenía despacho privado y escritorio, mientras que los restantes pobrecitos judíos andaban a salto de mata, comiendo gambeta, muertos de frío y con un par de latigazos de yapa. ¿Otro milagro? Parece que sí, y ¿cuántos van? (Confieso: estoy por abandonar esto; pero no, seguiré, en honor a vosotros).
 
El cumpleaños del Führer
El día 20 de abril de 1943 se cumplía el 54° aniversario del nacimiento del Führer, que dice don Simón “fue día de sol y primavera”. Wiesenthal había salido temprano de la cama para terminar un enorme cartel que decía: “Wir lieben unseren Führer” (nosotros amamos a nuestro conductor). Relata que con anterioridad había pintado enormes cartelones con la cruz gamada para las celebraciones de las SS. Y estando en esta faena, cayó un oficial de apellido Dyga que, sin decir agua ni viene, tomó a Wiesenthal y otros judíos y los condujo a otro campo de concentración distante a tres kilómetros de aquellos talleres ferroviarios, donde él la estaba pasando pichichú con sus amigotes nazis.

Estampilla con motivo del cumpleaños de Hitler (20 de Abril de 1943)
   
El motivo de aquel cambio fue que, para conmemorar el cumpleaños del Führer, iban a ejecutar a 54 judíos. Esto es, uno por cada año de vida de Hitler (no me digan que esto no es original). En cuanto llegó al lugar pudo reconocer entre los judíos elegidos para inmolar, que eran todos científicos de primer nivel, catedráticos, abogados, médicos y todos los otros intelectuales que había en el campo (del que don Simón se le olvidó darnos el nombre). Una pesada lluvia caía en ese momento (lo que ya presagia otro milagro, porque a tres kilómetros de allí era un “día de sol y primavera”) sobre el tenebroso campo de ejecución. En el lugar se había cavado una zanja de 450 m de largo (para enterrar 54 judíos, de donde pueden ocurrir una de dos: o la zanja era demasiado larga o los judíos eran muy grandotes, porque le corresponderían más de 8m para cada uno).
 
Los a ejecutar fueron puestos al borde de aquella cuneta horripilante, y don Wiesenthal vio al SS de nombre Kautzer (acababa de llegar y ya sabía el nombre del fusilador), ir matando de a uno a los judíos que caían en la fosa. Hasta que le llegó el turno a don Simón, que parece siempre era el último porque le había tocado el número 54, dado que pudo contar los 53 anteriores. Pero en ese preciso instante se sintió una voz férrea que gritó: “¡Wiesenthal!”, por lo que giró un poco su cabeza muy tímidamente; entonces la voz volvió a sonar: “¡Sí, usted, Wiesenthal!” (lo que revele ya dos cosas: o que este alemán era un idiota redomado o que don Simón no nos dice la verdad; porque allí había, según sus dichos, una sola persona: él, esperando que lo faenen, y no 350, y justamente esta persona se llamaba Wiesenthal y no Pototo Mangiafiore). No habrán sonado las campanas, pero don Simón se salvó de la Huesuda Parca de nuevo. He aquí otro milagro.
 
Los 11.000.000
Es el cálculo que hace Wiesenthal de los que perecieron en el holocausto. Y no quiere saber nada con que hayan sido menos. Sí señor: 6 millones de judíos, 5 millones de yugoeslavos, rusos, polacos, checoslovacos, holandeses, franceses y muchos otros más. Sólo de niños dice que perecieron un millón reventándolos contra las paredes. Don Simón participó activamente en el proceso de Nüremberg. Sus testimonios fueron tomados al pie de la letra sin que ofreciera un solo documento. De este proceso salieron los linchamientos de los jerarcas del nazismo y otras condenas durísimas, como la de Rudolf Hess (que ya llevaba cinco años de prisión, incomunicado).
 
Una de cow boys para la muchachada ignara
En el campo de concentración de Lwow –dice afligido don Simón–, uno de los más perversos guardias de las SS, era conocido con el sobrenombre de Tom Mix, como el muchachito de las (añejas) películas del Far West, porque su pasatiempo favorito era montar a caballo, y disparar a los prisioneros.” Simón Wiesenthal tiene muchos testimonios, pero no conocía el nombre del artista que encarnaba a Tom Mix, así como se ve que tampoco conocía el nombre del alemán que hacía semejantes barbaridades. En fin, todo no se le puede pedir a un hombre que sufrió tanto y que hizo más milagros que el Pastor Jiménez en la cancha de Boca, ¿no le parece? Además este libro tiene su mérito: fue lectura obligatoria en Alemania.
  
Forma práctica de rellenar los hoyos de las bombas
Don Simón, aunque hombre sabio si lo hubo enantes, comenzó a entender los misterios que encierra la mente alemana después de la guerra. Antes parece que no. Y esto ocurrió cuando tuvo acceso a la correspondencia que los SS escribían a sus esposas. Por ejemplo, recuerda una carta en que un führer de las SS describía como tal cosa que una unidad bajo su mando había sido designada para rellenar el cráter abierto por una bomba rusa en Umán, cerca de Kiev, en Ucrania (¡qué bombita, madre mía!, ¿será como las de 15 toneladas que le tiraron los yanquis a los afganos para salvaguardar los Derechos Humanos?). Los matemáticos alemanes (¡mire el lector en la que andaban estos sinvergüenzas!) calcularon después de varias semanas, que los cuerpos de 1.500 judíos serían suficientes para rellenar semejante agujero.
 
Por este motivo, e inmediatamente, se ejecutaron 1.500 judíos, cuyos cadáveres fueron tapando el hoyo; después les colocaron tierra y una tela metálica por arriba. Así habría desaparecido el socavón. No haré hincapié en el lamentable antecedente de que la socava de don Simón jamás fue encontrada. No. Pero si me llama la atención de la frialdad en el relato, el cual se encuentra desprovisto de todo rasgo emotivo que haga notar la afectación espiritual de quien haya presenciado, o simplemente conocido, semejante inhumanidad.
 
Pero en la primera carilla de esta carta (su letra fue sometida a un grafólogo de renombre y nos dijo que su autor no padecía ninguna patología mental), el SS le preguntaba a su esposa sobre las flores de su jardín con gran melancolía, prometiéndole que le conseguiría una empleada rusa para que le ayudase en los quehaceres domésticos.
 
Wiesenthal cita otra carta que vio, donde un SS le cuenta a su esposa cómo mataban a los niños recién nacidos en cautiverio, arrojándolos contra las paredes (¡qué no diría sobre esto la Carlotto que es Wiesenthal con polleras!) y, al cambiar de tema, el alemán le pregunta por su propio hijito que sabía estaba cursando un sarampión. Ahora digo yo, siempre puro metido, que hacer estas cosas es una barbaridad peor que la del canalla de Herodes. Pero imaginarlas, sin que jamás hayan existido, es digno de la psiquiatría, por lo que el dicente es poseedor de un mente extraviada, vaya saberse en qué vericuetos de su criminalidad.
 
Eichmann
“Pasé una semana en Nüremberg –cuenta don Wiesenthal–, leyendo día y noche (esto, ¿acaso sería parte de los trabajos forzados a los que fue sometido?, y, ¿cómo haría para conseguir libros en un campo de concentración?). Eichmann aparecía como jefe ejecutor de la máquina aniquiladora, que constantemente pedía grandes sumas (¿cómo sabía Simón que Eichmann pedía más y más dinero al gobierno central de Berlín, si él no salía de su barraca?), con el objeto de construir más cámaras de gas y crematorios y para financiar institutos de investigación especial (y a esto último, ¿cómo lo habrá conocido si no pasaba de su condición de recluso?), para estudiar los gases letales y sus métodos de ejecución.” Visto esto resulta que Eichmann era lo que yo pensaba: un majadero incurable. Todos los venenos, sólidos, líquidos y gaseosos vienen con una cartilla editada por su fabricante, con todos los efectos que produce en animales y vegetales, entonces, ¿qué andaba averiguando el alemán exterminador? Tenía que leer el prospecto solamente. O levantar el teléfono y hablar con el proveedor. Aunque habría sido más fácil hablar con la Cruz Roja internacional que la tenía a tiro de mata gatos. Y hablando de proveedores y de la Cruz Roja, recuerdo que en el proceso contra Ernst Zundel, llevado a cabo en Toronto, Canadá, el 8 de enero de 1985, se ventiló el asunto de que el Zyclon-B (Z-B) que habrían usado los nazis para exterminar judíos fue provisto por los EE. UU. (la Dupont, su único fabricante), por lo menos hasta 1943. ¿Y la Cruz Roja no le avisó a los yanquis lo que estaban haciendo los nazis con semejante pesticida? No quiero pensar que los gringos les proveyeron el Zyclon-B y después los acusaron de asesinatos de lesa humanidad. Un negocio redondo.
 
El Doctor Menguele
“El nombre del Dr. Josef Menguele era conocido de cuantos estuvieron en Auschwitz y aún para los que no estuvieron allí. Millares de niños y adultos, tiene Menguele en la conciencia (…) Odiaba especialmente a los gitanos, tal vez porque parecía uno de ellos y por eso ordenó la muerte de millares” (no me digan que no es un buen motivo). En ninguna parte dice don Simón que haya conocido personalmente al doctor Menguele, luego habla por boca de un tercero con versión de segunda, o vaya a saber de qué mano. Y bien, así sigue toda esta parte sobre el supuesto galeno asesino, con versiones “de un hombre que me contó”; lo que “Hermann Langbein, escritor judío, que me contó una vez”; que “escuchó que había dado muerte a millares de niños mellizos por toda Europa (…) para cambiarle el color de sus ojos, de pardos a azules”; que escuchó decir que “Menguele era el SS perfecto, pero no cuenta cómo este nazi maldito cortaba la churretera con té de barba de choclo. Le refirieron que le “sonreía a las muchachas bonitas mientras las enviaba a la muerte (…) y frente al crematorio de Auschwitz alguien lo oyó decir: Aquí los judíos entran por la puerta y salen por la chimenea”; etc. Y así sigue esta narración de historias chapuceras, cuyo autor las escribió porque es evidente que sus motivos tendrían. Lo grave en todo esto es que haya gente que se las haya creído y mucho más grave que exista gente que aún se las crea. Sin embargo estas declaraciones “que me contaron”; “yo no lo ví pero me dijeron”; “me lo manifestó una chica, cuyo nombre no recuerdo, que ella vio a Fulanita de Tal encadenada”; que “al lado del coso estaba un foso donde se quemaban los cadáveres y las llamas llegaban a catorce metros de altura”; “que una amiga le dijo que Merengadita de Cual había tenido un bebé y que los captores la rifaron en una partida de truco de hacha y tiza”; etc., me parece haberlo escuchado en alguna parte. No hace mucho. Ante un juez y un fiscal. Pero no me acuerdo a dónde. Disculpará el lector esta imprecisión de mi parte.
 
La aguja infalible
Reconozco que el título es muy raro pero, como verá el lector, es la que se deduce de la historia contada por don Simón en las pp. 227 y 228 de su memoria.

Dice que Ruth le contó una historia, pero él en realidad pensaba en otra cosa, que era en “una pequeña habitación gris oscura (digo yo de puro metido: ¿cuántas personas habrá que hayan visto en su vida una habitación pintada de gris oscuro?). La entrada está a la izquierda, la salida en el centro de la pared de atrás, y esa salida conduce directamente al crematorio de campo de concentración de Grossronsen, próximo a lo que era entonces Breslau y hoy es Wroclaw, en Polonia (palabras por las que pienso Wiesenthal fue un testigo ocular). En el escenario no hay nada más que una mesita con varias jeringas y unos pocos frascos llenos de un líquido incoloro, y una silla, no más que una (da la impresión que don Simón conocía bien el ambiente). Un ligero olor a carne quemada flotaba en el aire (¿los nazis estaban haciendo un asadito o estaban quemando gente?). Estamos en el año de 1944 y la hora puede ser cualquiera del día o de la noche (esto, para ser una acusación, es bien precisa, no me digan que no, porque lo narrado no es un chiste)”.

“Nosotros nos hallamos –dice Wisenthal- en la antecámara del crematorio de Grossronsen. No hay cámara de gas en este campo de concentración (aunque no sea de don Simón es ¡otro milagro!), y el crematorio es manejado por un ruso llamado Iván el Negro, porque el humo constante le dejó negras las manos y la cara (¡Santo Cielo! Aparte que este Iván no se bañaba nunca, parece que Wiesental lo conocía hasta por el apodo antes que por el olor, ¿cómo habrá hecho?). Iván tiene un aspecto terrible, pero pocos internados lo ven cuando están vivos (pero él estaba internado, vivo y lo vio). Cuando Iván se ocupa de ellos, la gente ya no le tiene más miedo (esto es humor negro puro). Él lleva sus cenizas hasta una huerta vecina, donde son usadas como fertilizantes, en ella los guardias plantan verduras para la cocina del campo (de donde se deduce que estos nazis eran ecologistas). Sé de esto porque soy uno de los prisioneros que trabajaban en la huerta (de donde se deduce que don Simón de ingeniero pasó a pintor, y de allí, por ahora, a hortelano).
 
Ahora aparece un joven –sigue diciendo el sobreviviente del holocausto– en el centro de la sala (o sea que él estuvo allí, fue un espectador, ¿qué estaría haciendo el bueno de don Simón?). Sobre su uniforme de las SS, lleva una ropa blanca de médico (es decir: él lo vio). La mayoría de los prisioneros no conocían hasta aquel momento al joven doctor (pero parece que él sí lo conocía de antes, ¿tal vez de la huerta? ¡Wiesenthal conocía a todos! He aquí otro milagro), que era miembro del comité de recepción.

Cuando llegan los transportes de prisioneros, les es ordenado bajar la rampa y quedarse en posición de firmes frente a la mesa (nótese que Wiesental hace su narración como un espectador, ¿acaso no estaba entre los prisioneros?). El doctor sentado atrás de ella, mueve el índice para la derecha, vida, o para la izquierda, muerte (¿y don Simón a dónde estaría?, ¿acaso detrás del doctor?) Un SS va haciendo señales en una lista (Wiesenthal vio las señales y la lista). El doctor hace una segunda revisación en el despojo humano que tiene enfrente (seguro que él no era, porque cuando lo encontraron estaba gordo).”
   
“¡Abra la boca! –cuenta que dijo el galeno alemán– ¡Más! Hace una señal de asentimiento con la cabeza. El prisionero vale algo: tres dientes de oro (parece que él los contó). El doctor marca una gran cruz negra en la frente del prisionero, con un grueso lápiz mojado (¡ni locos los nazis, tan apegados al oro y los dólares, iban a dejar escapar esos dientes!).
   
SIMÓN WIESENTHAL... Su credibilidad es cuestionada
   
“¡Abtreten! (salir de las filas). Todos los marcados tienen que registrarse en los escritorios del campo y los dientes de oro que poseen en la boca (él seguro que no porque su amigo, el polaco Bodnar, de un garrotazo se los extrajo sin anestesia dejándole la boca como una morcilla), son debidamente registrados. ¡Ya no les pertenecen, pero los SS les permiten usarlos mientras están vivos, porque ¿quién dijo que los SS eran inhumanos? (mire don Simón: esto si que es humor negro de pésimo gusto). No serían capaces nunca, de arrancar los dientes de oro de un hombre vivo (parece que su amigo, el polaco Bodnar, no pensaba lo mismo).

Puestas en fila las víctimas, el doctor (dice don Simón más adelante que era de apellido Babor, es decir también lo conocía, así como su sobrenombre que era Herr Doktor, ¿cómo habrá hecho para conocer tal apellido y su mote?) llenaba una jeringa y le ordenaba a la persona a inmolar que se desnudase hasta la cintura. Hecho esto le indicaba que se sentase en la única silla que allí había. Simultáneamente dos SS tomaban al sujeto por ambos brazos y el médico le clavaba la aguja en el corazón inyectándole el líquido, que era ácido fenólico que mata instantáneamente (observe el lector que Wiesenthal conoce hasta el nombre del compuesto químico). Y el resto de los prisioneros que estaban en la cola esperando el turno para ser inyectados, ¿qué hacían? No. De esto don Simón no nos cuenta nada, por lo que supongo nada habrán hecho.
   
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Y bien señor lector: a esto yo no lo sigo más. Me duele la cabeza. Que lo siga otro si puede. Pero algo de fuerzas me quedan para darle un consejo a la muchachada de la Organización Wiesenthal que veo son muy jóvenes: hagan desaparecer este libro y eviten, como lo han hecho hasta ahora, que se reedite. Porque miren: no hay nada peor que avivar a la gilada, que después se vuelve contra. Bien, me dirán seguramente, pero ¿cómo hacemos para ocultar un libro escrito por nuestro fundador? ¡Ah, no, esa es harina de otro costal! Habrá que inventar algo. Total la gilada es capaz de manducarse un adoquín con mayonesa.
 
Mientras se les ocurre algo yo les aconsejaría que sigan insistiendo en que el General Perón era un nazi; que los peronistas son todos nazis; que los nacionalistas son lo peor de lo peor en este horripilante sentido; que el oro nazi robado a los judíos fue el financista de la Revolución NacionalJusticialista y que el oro nazi está enterrado en algún lugar de la Patagonia. En cambio el General Justo (el edificio del Colegio Militar de la Nación construido durante su presidencia es copia exacta de un cuartel de los SS, cosa que demostraré en breve con fotografías: una por una; lo sabrá a esto la Garré que se las da de bataclana), Lonardi, Rojas, el Gordo Codovila (enterrado en Moscú), Norteamérico Ghioldi, los hermanitos Frondizi, Santucho, Gorriarán Merlo, todos los Virreyes y ahora Kirchner con su fámula, no. Ellos fueron y son hombres y mujeres de la Democacacracia.
  
JUAN PAMPERO
 
FINALMENTE PARA MUESTRA UN BOTÓN, PORQUE NO FALTARÁN LOS SIMONADICTOS QUE DIRÁN QUE TODO ES MENTIRA, QUE EL ANTISEMI… eso… que pobrecitos que no les creen… bla, bla, bla……
  
SIN COMENTARIOS
   
En 1946 él publicó las memorias “KZ Mauthausen”. En ese libro él reprodujo un bosquejo que él dijo haber hecho de memoria en 1945, de las ejecuciones bestiales realizadas por los carceleros nazis.
 
La revista Life Magazine, 1946, exhibió las fotografías de tres jóvenes soldados alemanes que sus comandantes habían enviado a través de las líneas enemigas vistiendo uniformes capturados de los E.E. U.U. en misiones del sabotaje, durante la ofensiva a las Ardenas del diciembre de 1944, Sorprendidos fueron condenados a la muerte por un consejo de guerra de los E.E. U.U., el 24 de Diciembre de 1944”.
  

Mas antecedentes sobre el mitómano en cuestión:
http://www.vho.org/GB/Journals/JHR/15/4/Weber8-16.html (Ingles)
Faked Holocaust Memoirs – Simon Wiesenthal
http://www.zundelsite.org/english/wiesenthal/bogus_nazi_hunter/index.html
 
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¿Cuántos cadáveres se necesitan para rellenar los cráteres que dejaron las bombas en la ciudad de Wesel, después de una incursión civilizadora de las aviaciones de los EE. UU. y de su Graciosa Majestad Británica?

viernes, 27 de diciembre de 2019

LA RETRACTACIÓN DE MONS. GUÉRARD DES LAURIERS DE LA TESIS DE CASSICIACUM

Traducción del artículo publicado por Louis-Hubert Rémy en CATHOLICAPEDIA BLOG. Tomada de CATÓLICOS ALERTA.
   
——— UN MARAVILLOSO REGALO DE NAVIDAD 2019 ———

LA RETRACTACIÓN DE MONSEÑOR GUÉRARD DE LA TESIS DE CASSISIACUM
Louis-Hubert Remy
     
La Retractación de MONSEÑOR GUÉRARD sobre la TESIS DE CASSICIACUM
    
Unos meses antes de su muerte (el 27 de febrero de 1988), después de haber recibido de mí (por los buenos oficios de un amigo suizo) un estudio detallado que demuestra sus aberraciones, el interesado expresamente reconoció:
«Ave María  
Querido señor,
  
Cuando llegué aquí, encontré su envío y su carta. GRACIAS.
  
Así que mantengo, al menos temporalmente (me lo dirá), el estudio de Alfred Denoyelle.
  
Personalmente, estoy de acuerdo con todas sus conclusiones. ¡Su estudio es excelente!
  
Ahora, creo que mi tesis contiene enormes errores teológicos.
  
En ferviente unión, al servicio de la Verdad y en la oración.
M. L. G. des Lauriers, O.P.».
Murió sin haber tenido (o tomado) el tiempo para retractarse públicamente (y si por casualidad lo hizo, no lo sabemos).

* * *

Esta carta y su comentario nos llegaron a través de un nuevo folleto (de primordial importancia) de Éditions saint Remi.
 
     
    
CORREO DE MARC WINCKLER SOBRE LA RED RAMPOLLA
Henri BARBIER – Judaísmo – Franmasonería francesa – 57 páginas

– Nuevo – Precio: 8,00 €
  
En este escrito, Henri Barbier, autor del exitoso libro Le Réseau Rampolla et l’Éclipse de l’Église (segundas ediciones, prefacio de Pierre Hillard, 680 páginas), completa los testimonios de Marc Winkler permitiendo una mejor comprensión de la mafia que asumió el liderazgo de la Iglesia para destruirla. Indispensable y convincente, conociendo la seriedad de Marc Winkler.
  
En la última página, sin ningún otro comentario, monseñor Guérard des Lauriers nos cita este texto manuscrito. Merece una aclaración. No sabemos sobre el estudio del Sr. Denoyelle que cambió de opinión.
  1. Una gran alegría. ¡Qué gran regalo de Navidad! Tal retractación al final de una vida de combate es muy importante y consoladora para aquellos que entendieron el error del obispo Guérard.
  2. Qué amor de la verdad. Conocíamos a Monseñor Guérard, un gran amante de la Verdad, un ejemplo de la Verdad, pero haber reconocido que había cometido tal error y confesarlo y corregirlo es un acto heroico, del que muy pocos clérigos son capaces hoy. También lo fue el Padre Joseph Vérité, quien después de decir cientos de nuevas “misas” insistió en volver a la misa de su ordenación.
  3. Un milagro. Como dice San Pablo: «Porque es imposible para aquellos que alguna vez fueron iluminados, que probaron el don celestial, que tomaron parte en el Espíritu Santo, que probaron la dulzura de la palabra de Dios y las maravillas del mundo por venir, y que, sin embargo, cayeron, renovarlos por segunda vez llevándolos a la penitencia, los que por su parte crucifican de nuevo al Hijo de Dios y lo entregan a la ignominia» (Hb. VI, 4-6), terribles palabras que se han verificado durante sesenta años. Hay algunas excepciones muy raras a la regla general enseñada por San Pablo, y todas ellas poseen una gracia milagrosa. 
  4. ¡Qué acto de fe! ¡Y en qué términos!: «mi tesis contiene enormes errores teológicos». ¡Qué humildad ante la verdad! Qué acto de fe antes. 
  5. Todos los que conocían a Mons. Guérard de cerca tenían una veneración ilimitada por él y este error los molestó. Esta retractación repara todo. Me gusta recordarle, como me dijo su sobrina, que Mons. era un confesor de Pío XII. A diferencia del cardenal Bea, no lo proclamó por los tejados. Además, nombrado cardenal por Pío XII (siempre confiado por su sobrina), De Gaulle se opuso. Cuando le recordé que el joven Guérard des Lauriers fue, toda su vida, el primero en su clase y en todos los asuntos, me respondió seriamente al decir: ¡excepto en gimnasia!
Esta retracción no nos sorprendió por completo, aunque no nos lo contó, ni a mi, ni a mis amigos cercanos cuando lo visitamos en su cama del hospital poco antes de su muerte, y tampoco lo dijo en su último sermón [1].
  
¿Por qué ese silencio? Tenemos algunas ideas sobre esta cuestión, pero dejémose el motivo de este silencio al Obispo, que fue quien tomó la decisión.
  
Monseñor había tratado de justificar este texto del Vaticano I: la Iglesia siempre será visible, y había propuesto esta tesis, que era considerada plausible para muchos. Lo compartimos hasta su muerte.
  
Sin embargo, un día le pregunté: «Monseñor, ¿cuál es el valor de los actos de un papa materialiter?». Inmediatamente respondió con una palabra: «Nulo». Lo que me hizo expresar una conclusión obvia: «Entonces, monseñor, su tesis se extingue a tiempo», y Monseñor respondió: «absolutamente».
  
La misma pregunta hecha a los sacerdotes que defienden la tesis, es seguida por una respuesta en el género (me ha pasado) «¿Quién es usted para permitirse hacer este tipo de preguntas? ¡Hay que ser teólogo para entender!». ¡Orgullo de los sacerdotes entrenados por Écône y desprecio por los laicos! ¡Clásico!
  
Fue solo después de descubrir el terrible texto del padre Vincent-Marie Zins (autor de la expresión la fou-thèse [N. del T. neologismo traducible como “Tesis loca o ridícula”, y homófono con “foutaise” -del que deriva nuestra “futesa”-, en español bagatela, porquería]), Tres herejías del P. Guérard des Lauriers [2], y luego la irrefutable refutación de Myra Davidoglou, Análisis lógico de la llamada tesis de Cassiciacum (ediciones ACRF, € 10), que declaré la guerra contra el materialiter-formaliter, afirmando que eran muy distintos, pero que no podían separarse: un Papa solo materialiter nunca existió (sin referencias de teólogos anteriores) y no puede existir, así como el cuerpo y el alma son distintos, pero un cuerpo sin alma es un cadáver. Pagué un alto precio por esta pelea, soportando la abominable calumnia de los clérigos que hablan a todos de caridad pero que tienen una gran necesidad de ella con Louis-Hubert Remy.
  
Cuando el padre Francesco Ricossa habló de una Iglesia material, ¡fue la gota que colmó el vaso! [3] No entiendo a este hombre. A través de algunas de sus intervenciones, demuestra una inteligencia superior, un conocimiento profundo, una rara capacidad de análisis; sin embargo, choca con temas esenciales, como La Salette, la “Tesis”, Rampolla, las obras de Rore Sanctifica, el Apocalipsis. Lee todas nuestras obras, denigrándolas, sin refutarlas seriamente. ¿Cómo explicar un comportamiento tan contradictorio? En última instancia, ¿qué deberíamos pensar de este sacerdote? ¿Está realmente del lado de la Verdad, como lo estaba el obispo Guérard? Ya nos imaginamos cómo va a reaccionar ante esta retractación y nuestros comentarios, o cómo los enterrará en un silencio cauteloso.
  • «Los laicos pueden ser engañados, pero los clérigos son difíciles de engañar a no ser de mala fe, especialmente por mucho tiempo» (Mons. De Castro-Mayer). 
  • «Quien, aunque sea en un sólo punto, niega su asentimiento a las verdades reveladas divinamente, realmente abdica de la fe, pues se niega a someterse a Dios que es la Verdad soberana y el motivo apropiado de fe» (Leo XIII, Satis cognitum).
Entonces, ¿Cómo reaccionarán los miembros del Instituto Mater Boni Consilii, Mons. Donald Sanborn, el padre Hervé Belmont, el padre Jacques-Marie Seuillot, etc.? Los laicos ya lo han entendido, y hace mucho tiempo que han abandonado la Tesis, pero ¿el clero corregirá su error? El obispo Guérard dio el ejemplo. Monseñor Andrés Morello también renunció a la tesis y lo declaró públicamente. ¿Tendrán el mismo coraje?
  
Agradezcamos a la Providencia que nos permitió descubrir esta retractación en este tiempo de Navidad.
   
Muchas gracias, Monseñor, y oremos por los sacerdotes que quieren permanecer fieles a la Iglesia de siempre
   
Escudo episcopal de Mons. Guérard: “Verdad y Sabiduría”.
   
NOTAS
[1] http://www.a-c-r-f.com/documents/Mgr_GUERARD_des_LAURIERS_dernier-sermon_plus-2-articles.pdf. Sermón que fue su testamento y que nos sirve de guía en todas nuestras acciones ulteriores. Invitamos a nuestros lectores a releerlo: ¡se verá su importancia!

SOBRE LA MUERTE DE SAN JUAN EVANGELISTA

Traducción del artículo publicado por M.V. en MANCIPIUM VIRGINIS (Parte 1 y Parte 2).
   
  
«Aquel primado apostólico que el Romano Pontífice posee sobre toda la Iglesia como sucesor de Pedro, príncipe de los apóstoles, incluye también la suprema potestad de magisterio. Esta Santa Sede siempre lo ha mantenido, la práctica constante de la Iglesia lo demuestra, y los concilios ecuménicos, particularmente aquellos en los que Oriente y Occidente se reunieron en la unión de la fe y la caridad, lo han declarado». (Concilio Vaticano I, Constitución Pastor Ætérnus, cap. IV).
  
Habiendo pues visto el dogma de la infalibilidad del Papa, y admitiendo que aunque los santos pueden errar, ellos no se separan de la enseñanza de la Santa Sede, exploremos algunos testimonios sobre la cuestión por largo tiempo debatida de la muerte de San Juan Evangelista.

En su sexto volumen de su “Histoire générale de l’Église”, página 512, el padre Joseph-Epiphane Darras acepta la muerte de San Juan:
«Él se durmió en el Señor, el último de los doce apóstoles, casi a los cien años (99) de edad. Puede ser que los Efesios se halagaran de que “Juan no moriría”. Pero, como el santo evangelista lo había observado él mismo, Nuestro Señor no había hablado de tal suerte. El cuerpo de San Juan recibió la sepultura sobre una montaña vecina de Éfeso».
En su Historia de San Juan, en la página 352, donde se lee también las opiniones contradictorias de los autores graves sobre la muerte de San Juan Evangelista, el padre Étienne Maistre da una narración auténtica de los discípulos de San Juan que le han visto morir con sus propios ojos:
«Después descendió y se acostó en la tumba, donde había extendido sus vestiduras, y nos dijo: -¡Hermanos, la paz esté con vosotros!
 
Habiendo enseguida bendecido a todos los asistentes, y les había dicho adiós, él se depositó vivo en su sepulcro, y ordenando que le cubrieran y glorificaran al Señor, entregó el espíritu en el mismo instante».
En la Vida de los santos, Los Pequeños Bolandistas, volumen 14, página 492, Mons. Paul Guérin, camarero del Papa Pío IX, se expresa también sobre la muerte de San Juan Evangelista:
«Habíamos dicho ya que algunos autores habían creído que él no moriría, sino que Nuestro Señor le había reservado con Enoc y Elías, para combatir al Anticristo al fin del mundo. Esta es la opinión de San Hipólito, obispo de Porto, en su Tratado de la consumación del mundo, pero ello no es sostenible; pues, por un lado, San Juan lo rechaza él mismo en su Evangelio, por estas palabras: Et non dixit Jesus: non móritur: “Y Jesús no dijo que este discípulo no debía morir”; por el otro, en su Apocalipsis, hablando de los combates contra el Anticristo no hace mención sino de dos testigos, que predicarán por mil doscientos sesenta días, revestido de sacos, y que serán finalmente masacrados por la bestia, toda la antigüedad no duda de su muerte, no más que de las de los otros Apóstoles... El papa San Celestino I, en su Epístola a los Padres del Concilio de Éfeso, habla así de sus reliquias, que eran honradas en esta ciudad... La Iglesia cree que su muerte fue natural y que, después de haber bebido el cáliz del Señor al pie de la cruz y luego que fue arrojado en Roma en un caldero de aceite hirviendo, expiró apaciblemente en Éfeso el 27 de diciembre».
En su Año litúrgico, tiempo de Navidad, tomo 1, Dom Guéranger, habiendo citado los cánticos que la Iglesia griega consagra a San Juan (página 353), se expresa también sobre su muerte, en la página 342:
«Este pasaje del Evangelio [sobre la muerte de San Juan] ha frecuentemente ocupado a los Padres y los comentadores. Se ha creído ver la confirmación del sentimiento de aquellos que han pretendido que San Juan fue eximido de la muerte corporal, y que incluso esperará, en su sede, a la venida del Juez de vivos y muertos. Debe verse, por tanto, con la mayor parte de los santos doctores, la diferencia de las dos vocaciones de San Pedro y de San Juan. El primero seguirá a su Maestro, muriendo, como Él, sobre la cruz; el segundo será reservado; asistirá a una feliz vejez; y verá venir a su Maestro que le llevará de este mundo por una muerte tranquila».
Según los comentarios de la Biblia de Fillion, tomo 7, página 462, está escrito que San Juan murió en Éfeso, hacia el año 100, bajo el imperio de Trajano.
  
La Biblia Martini es otra fuente muy importante donde se encuentran notas preciosas sobre la muerte de San Juan Evangelista. Esta es la Vulgata traducida al italiano con notas y citas de los Padres de la Iglesia por Mons. Antonio Martini. Ella fue la gran Biblia católica oficial italiana casi por 200 años. La Biblia Martini fue aprobada en su totalidad por el Papa Pío VI con un Breve del 16 de abril de 1778. Ella no es solamente la traducción en italiano de la Vulgata, sino también una comparación y una verificación escrupulosa, palabra por palabra, con los manuscritos hebreos, griegos y arameos. En cada uno de sus 26 volúmenes se encuentran también las variaciones entre estos manuscritos y la Vulgata. Está dicho también que en las ediciones después de 1870, todas las notas originales fueron remplazadas.
  
Para los interesados, la Biblia Martini con las notas originales puede ser descargada enteramente aquí http://www.liber-liber.it/biblioteca/inlavorazione/02_dacontrollare/bibbiamartini/bibbia.zip
  
En el prefacio del Evangelio de San Juan, volumen 22 de la Biblia Martini, página 327, y también según los comentarioss del verso 21:21, está escrito que San Juan murió alrededor de 30 años después de la destrucción de Jerusalén. En cuanto a la creencia de que San Juan no moriría, que no resucitaría, sino que vivirá hasta el último día del mundo para pasar después de la vida temporal a la vida eterna con Jesucristo, el Evangelista dice que esta interpretación no se ajusta a las palabras de Cristo, que jamás había dicho que Juan no moriría o que debía esperar en el mundo Su última venida.
  
Terminemos con la Biblia de Vence, muy conocida como para hacer su elogio.
  
En el volumen 19, páginas 628-643, se halla una disertación detallada sobre la muerte de San Juan Evangelista. Los autores sagrados (Padres de la Iglesia, doctores, etc.) de la Iglesia griega y latina dan opiniones contrarias sobre la muerte del Evangelista. Se puede consultar por sí mismo estas opiniones, porque actualmente la Biblia de Vence está casi totalmente disponible en línea. Le falta solamente el volumen 3, que no ha sido numerizado todavía. Los otros 24 volúmenes de la cuarta edición de esta Bibia pueden consultarse aquí: http://books.google.fr/books?id=3Nw7AAAAcAAJ&printsec=frontcover&dq=%22augustin+calmet%22&lr=&as_brr=1&cd=17#v=onepage&q=&f=false
  
Léase la conclusión magistral de esta disertación, volumen 19, página 643, conclusión que responde también a los cánticos que la iglesia griega consagra a San Juan:
«Se hace pues concluir que la opinion que tienen que San Juan no está muerto, o que está resucitado, no está apoyada sobre ningún fundamento sólido, y que ni los antiguos ni los modernos, a excepción de un muy pequeño número de autores, jamás la consideró sino una opinión popular, que no merecía ninguna creencia. Es en vano que se vea poner en este partido a la Iglesia latina; ella jamás adoptó este sentimiento. Para los griegos, nosotros los abandonamos sin pena. Después de su cisma, están sepultados en una ignorancia, en los errores y las supersticiones bien lejanas de la antigua capacidad y de la piedad de sus antepasados».
La Santa Iglesia Católica Romana cree y enseña la muerte de San Juan y su pertenencia a la Iglesia triunfante en el Cielo.
  
Pruebas extraídas de la interpretación de la Santa Escritura
   
En la página 48 del libro del padre Joachim Joseph Berthier, Abrégé de théologie dogmatique et morale, (1928), el precioso manual que ha recibido el elogio de Roma, de muchos Obispos y Superiores de diversas Congregaciones, está escrito:
«[...] es evidente que la Iglesia es infalible en la disciplina general, de tal suerte que ella no puede ordenar nada contra las buenas costumbres; ella es infalible en la interpretación de la Sagrada Escritura, en los juicios que ella hace sobre las traducciones de los Libros Santos, en las cosas que en la tradición de las verdades reveladas...».
En la página 62, se lee:
«Toda la Escritura ha sido divinamente inspirada. (II. Tim., III, 16)...
  
León XIII dice: “El Espíritu Santo de tal manera excitó y movió con su influjo sobrenatural a los Escritores inspirados para que escribieran, de tal manera los asistió mientras escribían, que ellos concibieran rectamente todo y sólo lo que Él quería, y lo quisieran fielmente escribir, y lo expresaran aptamente con verdad infalible; de otra manera, Él no sería el autor de toda la Sagrada Escritura” (Encíclica Providentíssimus Deus, sobre los estudios de la Sagrada Escritura).
 
[...] Es cierto, es incluso de fe, después del Concilio de Trento, que la inspiración se extiende a cada uno de los Libros Santos, y a sus diversas partes, y por consiguiente a las historias, aunque ellas no sean todas dogmas de fe, puesto que no tocan aquí en nada la fe ni las costumbres, pero, negándolas, se niega implícitamente la inspiración, que es de fe. No se puede tolerar, dijo el Papa León XIII, la opinion de los que piensan falsamente que la Inspiración divina no se aplica sino a los objetos que interesan a la fe o las costumbres».
En la página 66, se lee:
«León XIII estableció en Roma una Comisión Bíblica para responder a las preguntas que se presenten al respecto sobre la Escritura Santa. Pío X declaró que uno debe someterse a las respuestas dadas por esta comisión y aprobadas por el Santo Padre, como a las de las congregaciones romanas, y que no se las puede combatir de palabra o por escrito sin falta grave».
Esta declaración del Papa San Pío X sobre la autoridad y las decisiones de la Comisión Bíblica Pontificia se puede encontrar en su Motu Próprio Præstántia Scriptúræ, del 18 de noviembre de 1907 (Denzinger: 2113).
   
En la página 48 del libro del padre Berthier se lee:
«[...] en la encíclica Quanta cura del 8 de diciembre de 1864, Pío IX condenó, como soberanamente contraria al dogma, la opinión que pretende: “a aquellos juicios y decretos de la Silla Apostólica, cuyo objeto se declara pertenecer al bien general de la Iglesia y a sus derechos y disciplina, con tal empero que no toque a los dogmas de la Fe y de la moral, puede negárseles el asenso y obediencia sin cometer pecado, y sin detrimento alguno de la profesión católica”».
Después que todas las obras de Mons. Louis Gaston de Ségur fueron honradas por los Breves del Papa Pío IX. En el libro Le Dogme de l’infaillibilité, Mons. de Ségur escribió:
«[...] Hay bastantes puntos de doctrina que, sin ser definidos formalmente, son por tanto enseñados de tal forma por la Iglesia, que exigen la sumisión entera del espíritu; estos son los que “son admitidos por el consentimiento común y constante de los católicos como verdades teológicas, y aun como conclusiones tan ciertas, que las opiniones opuestas a ellas, aunque no puedan ser apeladas heréticas, no merecen menos otra censura teológica”. Así habló el Papa Pío IX, en su Breve Apostólico Tuas libénter del 23 de diciembre de 1863, al obispo de Maguncia» (Œuvres de Mgr. de Ségur, tomo VI, página 264).
En el mismo libro, en las páginas 225-226, está escrito:
«[...] Y después, se confunde aquí dos cosas totalmente distintas: la autoridad de la Iglesia y la infalibilidad de la Iglesia: La infalibilidad no trata y no puede tratar sino sobre las cuestiones de doctrina, en tanto que sean o no conformes a la revelación; la autoridad trata sobre las cuestiones de conducta, de gobierno, de administración. La infalibilidad nos obliga a creer las verdades que ella define; la autoridad, a obedecer a las leyes, a las prescripciones impuestas.
 
[...] Si se comprenden mejor las cosas de la fe, se encontrará sencillo que el Jefe de la Iglesia sea infalible. Puesto que el Papa es el Jefe de la Iglesia, de ahí que su infabilidad no es, después de todo, sino la infalibilidad de la Iglesia, determinada con más precisión».
 
«[...] El espíritu católico romano es la antípoda de la revuelta; el orgullo y la insumisión no le son menos opuestos que la ignorancia y la mentira. Él detesta los subterfugios por los cuales se atenta sustraerse al yugo de la obediencia; entre otras estas máximas, estos usos, que se han puesto desde mucho tiempo atrás, como una muralla china que aísla nuestras Iglesias y las defiende contra las influencias de la Santa Sede. “En Francia, se dice, esto no obliga...”» (Œuvres de Mgr. de Ségur, tomo III, página 301).
Y el gran Papa Pío IX, en su encíclica Qui Plúribus del 9 de noviembre de 1848 escribió esto:
«[...] “De aquí aparece claramente cuán errados están los que, abusando de la razón y tomando como obra humana lo que Dios ha comunicado, se atreven a explicarlo según su arbitrio y a interpretarlo temerariamente, siendo así que Dios mismo ha constituido una autoridad viva para enseñar el verdadero y legítimo sentido de su celestial revelación, para establecerlo sólidamente, y para dirimir toda controversia en cosas de fe y costumbres con juicio infalible...
 
[...] Donde está Pedro allí está la Iglesia [San Ambrosio, in Ps. 40, 30 (Migne, Patrología Latina 14, Mansi, Colléctio Conciliórum 6, col. 971-A 1134-B)], y Pedro habla por el Romano Pontífice [Concilio de Calcedonia, Actio 2 (Mansi, Colléctio Conciliórum 6, col. 971-A)], y vive siempre en sus sucesores, y ejerce su jurisdicción [Concilio de Éfeso, Actio 3 (Mansi, Colléctio Conciliórum 4, col. 1295-C)] y da, a los que la buscan, la verdad de la fe [San Pedro Crisólogo Epístola a Eutiques (Migne, Patrología Latina 52, col. 71D)]. Por esto, las palabras divinas han de ser recibidas en aquel sentido en que las tuvo y tiene esta Cátedra de San Pedro, la cual, siendo Madre y Maestra de las Iglesias [Concilio de Trento, sesión 7ª, De baptísmo. Canon III (Mansi, Colléctio Conciliórum 33, col. 53)], siempre ha conservado la fe de Cristo Nuestro Señor, íntegra, intacta. La misma se la enseñó a los fieles mostrándoles a todos la senda de la salvación y la doctrina de la verdad incorruptible.
  
Y puesto que ésta es la principal Iglesia de la que nace la unidad sacerdotal [San Cipriano, Epístola 55 al Pontíce Cornelio (Migne, Patrología Latina 3, Epist. 12 Corn., col. 844-845)], ésta la metrópoli de la piedad en la cual radica la solidez íntegra y perfecta, de la Religión cristiana [Cartas sinodales de Juan de Constantinopla al Pontífice Hormisdas; y Sozomeno, Historia Eclesiástica, lib. 3, cap. 8], en la que siempre floreció el principado de la Cátedra apostólica [San Agustín, Epístola 162 (Migne, Patrología Latina [Epist. 43, 7] 33, col. 163)], a la cual es necesario que por su eminente primacía acuda toda la Iglesia, es decir, los fieles que están diseminados por todo el mundo [San Ireneo, Contra Hæréses, lib. 3, cap. 3 (Migne, Patrología Græca 7-A, col. 849-A)], con la cual el que no recoge, desparrama [San Jerónimo, Epístola 15, 2, al Papa Dámaso (Migne, Patrología Latina 22, col. 356)]...”.
  
[...] Así han hablado todos los Papas... » (Idem, tomo III, páginas 190-192).
  
«[...] No sería demasiado decir y repetir: Roma, la ciudad de la tradición papal, es la única fuente que hace pura la ciencia religiosa; y ahora, como a comienzo del siglo décimo, cada uno de nosotros puede repetir con toda verdad las bellas palabras de un sabio Obispo de Verona: “¿Dónde puedo aprender más fácil y más segura las cosas que ignoro, sino en la escuela de la Iglesia Romana? En materia de doctrinas, ¿saber en cualquier parte lo que se ignora en Roma? Es allá donde brilla la plenitud de los más grandes doctores, los príncipes más distinguidos de la Iglesia universal, Roma es la ciudad que hace las leyes; ella es el encuentro de todos los Pontífices; allá se discuten los cánones sagrados, y se aprueba o se rechaza lo que debe ser observado y lo que no merece serlo. Lo que Roma anula, no lo puede sostener nadie, y lo que ella sostiene, nadie lo puede anular. ¿Dónde, pues, mi insuficiencia encontrará un remedio más eficaz que en esta ciudad santa donde se ve brotar la fuente de la luz?” [Raterio, Itinerárium romanórum]» (Idem, tomo III, página 300).
  
«[...] La autoridad e infalibilidad del Papa son una de las más grandes pruebas de amor, de misericordia, de bondad, que la Providencia haya podido dar a cada uno de nosotros» (Idem, tomo VI, página 194-195).
   
«[...] Es del Papa, es de Pedro que todo viene, porque es de Pedro quiense recibe todo. La Iglesia toda entera, basada en la infalibilidad de Pedro, es infalible; como el edificio todo entero, levantado sobre la inmovilidad del cimiento, es inmovible con él. Y no lo olvidemos: la inmovilidad, común a todo el edificio, el cimiento no la recibe, él la da... » (Idem, tomo VI, páginas 229-230).
   
«[...] La infalibilidad de la Iglesia y de los Concilios reposa pues sobre la infalibilidad de la Iglesia Romana; la infalibilidad de la Iglesia Romana viene de Pedro, que es su Doctor, su Pastor infalible; y es el Hijo de Dios mismo quien ha investido a San Pedro de este pastorado y de esta divina infalibilidad» (Idem, tomo VI, página 241).
«[...] En la enseñanza de la Iglesia, hay dos cosas muy distintas:
  1. La exposición y la definición de las verdades reveladas o inspiradas; y esta parte de la enseñanza católica nos obliga a creer, so pena no solamente de desobediencia, sino so pena de herejía. El conjunto de estas verdades reveladas y definidas son el objeto de la fe propiamente dicha;
  2. Todo el resto de la enseñanza de la Iglesia, que exige de parte de todos los cristianos sin excepción no la fe, sino la sumisión sincera, cordial, interior y exterior: esta obediencia, no menos que la fe, obliga bajo pena de pecado grave. Ella trata, sin distinción alguna, sobre todo lo que la Iglesia enseña, decreta, decide, ordena y defiende. La fe reposa sobre la infalibilidad doctrina propiamente dicha: la obediencia sobre la autoridad sobrerana de la Iglesia y de la Santa Sede Apostólica.
Todo esto que la Iglesia decide y decreta, Nuestro Señor lo decide y lo decreta por ella. Ella es la gran voz de Jesucristo en medio del mundo...
 
[...] No, la Iglesia no puede errar en nada. Ella no puede engañarse ni sobre el dogma ni sobre la moral, ni sobre la santidad de los reglamentos y de las reformas disciplinarias; ella no puede engañarse sobre la extensión ni sobre la aplicación de su propio poder; lo que ella enseña, en y por esto solo que ella enseña, el el derecho de enseñar; lo que ella rdena, ella tiene el derecho de ordenar; lo que ella condena, ella tiene el derecho de condenar. Incluso ella no puede actuar imprudentemente, no puede volver sobre los derechos legítimos de lo que es. Ella no puede incluso quererlo. Nuestro Señor y el Espíritu Santo, el Espíritu de verdad y de justicia, son los que pueden impedirlo, pero ella no tiene la menor envidia, ni la menor necesidad...
 
[...] Por tanto, la infalibilidad de Jesucristo es la infalibilidad del Papa; y la infalibilidad de Jesucristo y la del Papa es la infalibilidad del Concilio y de la Iglesia...» (Idem, tomo VI, páginas 138-153).
Luego que el Papa o la Iglesia Católica unida a él aprueba una interpretación de la Sagrada Escritura, esta interpretación es infalible y ella debe ser aceptada por los fieles al menos bajo pena de pecado grave. Los fieles no pueden mantener opiniones contrarias a esta interpretación porque ella es precisamente una enseñanza infalible de la Iglesia Católica.
  
Es un hecho histórico que la Biblia de Mons. Antonio Martini, la traducción de la Vulgata con las notas, fue aprobada por el Papa Pío VI con un Breve del 16 de abril de 1778. Y en esta Biblia, tomo 22, página 327, la muerte de San Juan es aceptada.
  
La traducción alemana de la Vulgata con comentarios del Dr. Joseph-Franz d’Allioli fue también aprobada por el Santo Padre, el Papa Pío VIII, el 23 de junio de 1817. En el comentario del verso 23 del capítulo XXI del Evangelio de San Juan, tomo 7, en la traducción francesa aprobada, está escrito:
«Los contemporáneos de San Juan creían también que él no moriría. Según la tradición de los Santos Padres, Juan murió a una edad muy avanzada hacia finales del primer siglo, en Éfeso, de una muerte tranquila y dulce».
En relación al Padre Fillion, miembro de la Pontificia Comisión Bíblica, escribes que su opinión no es la enseñanza del magisterio.
   
Ahora, en las primeras páginas del volumen 7 de la Biblia de Fillion, encontré una carta del cardenal François Richard, Arzobispo de París, dirigida al padre Louis-Claude Fillion el 25 de marzo de 1899. La eminencia escribió cuanto sigue:
«[...] Tu comentario del Antiguo Testamento está ahora concluido. Tengo que felicitarte públicamente y decirte además que estoy gozoso de bendecir tu obra.
         
Quiero resaltar primeramente que este trabajo de uno de nuestros profesores del Instituto Católico de París no se distingue menos por la pureza de la doctrina que por la solidez. Tú estás firmemente adherido a las enseñanzas de la Iglesia, no te has dejado deslumbrar por el brillo engañoso de una falsa ciencia, y has tomado por guías, no a estos hombres temerarios que, privados de las luces de la fe, se dejan llevar, en la explicación de las Santas Escrituras, por todos loségarements de su imaginación, sino a los Padres y los doctores que Jesucristo ha suscitado después de los Apóstoles para interpretar su palabra.
         
Tú has sabido, al mismo tiempo, no omitir nada de lo que hay de bueno y de útil en los trabajos exegéticos de nuestro siglo. En todo te has aprovechado, en un comentario sobrio, conciso y no por eso menos completo en lo que permitían los límites de tu plan.
         
Por demás, has sabido abreviar el comentario propiamente dicho y apartado una serie de explicaciones inútiles, haciendo del texto sacro un análisis sabio, que es la parte más destacada de tu trabajo. Por la indicación de las divisiones y subdivisiones de cada libro sagrado y por la exposición clara y precisa del concatenamiento lógico de las ideas, muchos de los desarrollos que se encuentran en los antiguos comentarios y que a veces los encubren no tienen más su razón de ser; y gracias a este hilo conductor que pones en nuestras manos, podemos, para servirme de tu expresión, “descansemos a la sombra en el bello jardín de las Escrituras”. El sentido literal se muestra de tal manera, con nitidez, brilla más, cuando lo hay, que las notas históricas, geográficas y arqueológicas.
         
Me queda exprezar el voto que puedas llegar igualmente a un buen fin, con la ayuda de Nuestro Señor, del comentario al Nuevo Testamento. Tú has trabajado eficazmente como verdadero hijo de D. Jean-Jacques Olier [fundador de Compañía Sacerdotal de San Sulpicio], por la santificación y a la instrucción de los seminaristas y del clero de Francia...».
Según los comentarios de la Biblia de Fillion, tomo 7, página 462, San Juan murió en Éfeso, hacia el año 100, bajo el imperio de Trajano.
   
Termínese esta sección apoyándose sobre la autoridad de un miembro honorable de la Pontificia Comisión Bíblica que se expresa sobre la muerte de San Juan. Mons. Pierre-Édouard Puyol, presidente de la Comisión de examen de libros, informa también sobre su libro Saint Jean et la fin de lâge apostolique:
«[...] En ninguna parte aparece mejor la vasta erudición del autor que en este estudio sobre la vida, las obras y el siglo del Apóstol San Juan. Todas las fuentes históricas y exegéticas, antiguas y modernas, de Alemania, de Inglaterra, de Francia, de Italia, están puestas en contribución. En medio de esta documentación considerable, el sabio autor se mueve audazmente sin duda, pero con una impecable prudencia, rechazando lo que es frelaté, desligándose de lo que es paradójico, desviándose del culto al ídolo del sentido propio, evitando toda curiosidad temeraria, como también de toda inepta credulidad.
 
[...] Pero, critica él mismo, y critica de primer orden, no este espíritu crítico que, según Bossuet, “hace a los hombres determinativos y les hace preferir su gusto y sus conjeturas, que creen dictadas por el buen sentido, a toda tradición y a toda autoridad” (Disertación sobre Hugo Grocio).
  
Según el aviso de San Pablo (I Thess., V. 21), no hace falta examinar, sino que retiene lo que es bueno. Penetrado de respeto por la doctrina de la Iglesia y la tradición de los Santos Padres, no se aparta de las venerables direcciones del pasado, sobre ligeras apariencias o de atrevidas conjeturas. Parece no haber olvidado jamás la bella máxima de Jean Mabillon: “No hay camino más corto para poder perder la fe que el querer criticar demasiado la Fe misma” (Études monastiques, parte II, cap. XIII). No sorprende en su discusión exceso o abuso alguno. La obra puede ser propuesta como modelo a los escritores católicos».
Hablo del padre Constant Fouard. En su libro Saint Jean et la fin de lâge apostolique, páginas 303-306, escribe así sobre la muerte cierta de San Juan Evangelista:
«[...] San Jerónimo relata que en los últimos días de su vida, el venerable apóstol, no pudiendo caminar más, fue llevado a la iglesia por sus discípulos. Allá, incapaz de largos discursos, se contentó en dirigir a los fieles esta palabras: “Hijitos, amaos los unos a los otros”. Fatigados de escucharlo sin cesar, los que lo rodeaban lloraron: “Maestro, ¿por qué repites lo mismo?”. Les dio esta respuesta digna de San Juan: “Este es el precepto del Señor: observarlo es suficiente” (San Jerónimo, In Galat., VI, 10).
 
La obra, por la cual el hijo de Zebedeo había sobrevivido a sus hermanos de apostolado, estaba terminada. Quedaba al Salvador cumplir su promesa (Joan., XXI, 22), de volver a su bienamado, y teniéndolo sobre su corazón como en la Cena, cerrarle los ojos. Sobre este punto, la tradición es unánime: la muerte de Juan fue dulce como un sueño. Uno quisiera conocer los detalles; pero, sobre este hecho, como sobre los precedentes, todo lo que sabemos ha pasado por los gnósticos. En verdad, su narración de los últimos días del Apóstol es un de los raros episodios de las Actas apócrifas que nos ha llegado intacto: no habían transcurrido más de treinta años entre la muerte del santo anciano y la redacción de los recuerdos que se aportan; pero este lapso de tiempo es suficiente a los falsarios para su trabajo de invención. El único trazo de verdad que creemos y reconocemos es que, prevenido por Jesús de su muerte cercana, Juan hizo cavar una fosa, y puesto su manto, se tendió: “Tú estás conmigo, Señor”, murmurábale; luego, dirigiéndose a los discípulos que con lágrimas le rodeaban: “Paz a vosotros todos, hermanos míos”, y se durmió en el descanso que deseaba (Estos detalles se encuentran igualmente en los dos manuscritos de París y de Vienne que nos conservan este fragmento de las Actas primitivas, como también las traducciones siríacas y armenias, Theodor Zahn, Acta Joannis, pág. 250).
 
[...] En tiempo del concilio de Éfeso, el Papa Celestino, dirigiendo a los Padres una palabra de San Juan, les recuerda que tienen ante sus ojos las reliquias del Apóstol y le deben sus homenajes (Mansi, Colléctio Conciliórum, tomo IV, pág. 1286).
 
[...] Pero si la tradición se ha mostrado tan firme como unánime sobre este punto, que Juan murió en Éfeso y tuvo su tumba, no sucede lo mismo con las leyendas que nacieron alrededor del monumento sagrado. Una vez más, las fantasías gnósticas pronto habían hecho carrera; encontramos la primera traza en las Actas de Juan compuestas poco tiempo después de su muerte: “Los discípulos, leemos en esta obra apócrifa, habiendo vuelto al día siguiente a la tumba, no encontraron más al Apóstol; no hallando más que sus sandalias y la tierra moviéndose” en el lugar que había preparado para morir.
   
Este relato, ya sospechoso a todas vistas, fue distintamente amplificado, en el curso de los tiempos, por la devoción popular. San Agustín informa que, entre las Iglesias de África, el dicho común era que el Apóstol, esperando la venida del Señor, reposaba dormido en su tumba, y que su respiración agitaba dulcemente la tierra (San Agustín, tr. CXXIV in Joan., 2). En Siria, se oía de un perfume que fluía en ese lugar y que lo recogían (San Efraín de Antioquía, citado por Focio, Cod. 229); en la Galia, de un manna que brotaba de su se pulcro, y que transportado a lo lejos, obraba milagros. Esto no es más que místicas imaginaciones, símbolos de lo que había dado y dejado al mundo el ministerio del “bienamado de Jesús”... ».
   
Pruebas tomadas de la Santa Liturga Católica Romana
  
En su encíclica sobre la Sagrada Liturgia, Mediátor Dei, del 20 de noviembre de 1947, el Papa Pío XII escribió:
«[...] si queremos distinguir y determinar de manera general y absoluta las relaciones que existen entre fe y liturgia, se puede con razón afirmar que: Lex credéndi legem statúat supplicándi, “la ley de la fe debe establecer la ley de la oración”. Lo mismo hay que decir también cuando se trata de las otras virtudes teologales: In… fide, spe, caritáte continuáto desidério semper orámus, “En la... fe, en la esperanza y en la caridad oramos siempre con deseo continuo” (San Agustín, Epist. 130, a Proba, 18).
   
[...] Ahora bien: si, por una parte, vemos con dolor que en algunas regiones el sentido, el conocimiento y el estudio de la liturgia son a veces escasos o casi nulos, por otra observamos con gran preocupación que en otras hay algunos, demasiado ávidos de novedades, que se alejan del camino de la sana doctrina y de la prudencia; pues con la intención y el deseo de una renovación litúrgica mezclan frecuentemente principios que en la teoría o en la práctica comprometen esta causa santísima y la contaminan también muchas veces con errores que afectan a la fe católica y a la doctrina ascética.
   
La pureza de la fe y de la moral debe ser la norma característica de esta sagrada disciplina, que tiene que conformarse absolutamente con las sapientísimas enseñanzas de la Iglesia.
   
[...] Este inconcuso derecho de la jerarquía eclesiástica se prueba también por el hecho de que la sagrada liturgia está íntimamente unida con aquellos principios doctrinales que la Iglesia propone como parte integrante de verdades ciertísimas, y, por consiguiente, tiene que conformarse a los dictámenes de la fe católica, proclamados por la autoridad del Magisterio supremo, para tutelar la integridad de la religión por Dios revelada.
 
[...] El culto que ella tributa a Dios Santísimo es, como breve y claramente dice San Agustín, una continua profesión de fe católica y un ejercicio de la esperanza y de la caridad: Fide, spe, caritáte coléndum Deum, Dios debe ser honrado con la fe, la esperanza y la caridad, afirma. (Enquiridión, cap. 3.) En la sagrada liturgia hacemos explícita y manifiesta profesión de fe católica, no sólo con la celebración de los misterios divinos, con la consumación del sacrificio y la administración de los sacramentos, sino también rezando y cantando el símbolo de la fe, que es como insignia y distintivo de los cristianos; con la lectura de otros documentos y de las Escrituras Sagradas, escritas por inspiración del Espíritu Santo. Toda la liturgia tiene, por consiguiente, un contenido de fe católica, en cuanto que testimonia públicamente la fe de la Iglesia.
    
La liturgia, por consiguiente, no determina ni constituye en sentido absoluto y por virtud propia la fe católica, sino más bien, siendo como es una profesión de las verdades divinas, profesión sujeta al supremo Magisterio de la Iglesia, puede proporcionar argumentos y testimonios de no escaso valor para aclarar un punto determinado de la doctrina cristiana.
   
[...] Por eso el Sumo Pontífice es el único que tiene derecho a reconocer y establecer cualquier costumbre cuando se trata del culto, a introducir y aprobar nuevos ritos y a cambiar los que estime deben ser cambiados (cf. C. J. C., can. 1257); los obispos, por su parte, tienen el derecho y el deber de vigilar con diligencia, a fin de que las prescripciones de los sagrados cánones referentes al culto divino sean observadas con exactitud (cf. C. J. C. can. 1261)».
Como lo explica el Papa Pío XII, la Santa Iglesia Católica Romana ora lo que cree y enseña. Y ella cree y enseña infaliblemente en su Santa Liturgia Romana que San Juan está muerto y que hace parte de la Iglesia triunfante del Cielo. Considérense dos pruebas que atestiguan este hecho:
   
Entre los siete libros litúrgicos del Rito Romano, tomo como ejemplo el primero y el último: el Misal Romano y el Martirologio Romano.
   
En el Misal Romano, en la oración del Santo Canon, el sacerdote, después de haber orado, con los brazos extendidos, por la Iglesia militante, invoca también el recuerdo de la Iglesia triunfante:
«[...] Unidos por la comunión de los Santos, veneramos primeramente la memoria de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo, y también la de tus Santos Apóstoles y Mártires Pedro y Pablo, Andrés, Santiago, Juan, Tomás, Santiago, Felipe, Bartolomé, Mateo, Simón y Tadeo; Lino, Cleto, Clemente, Sixto, Cornelio, Cipriano, Lorenzo, Crisógono, Juan y Pablo, Cosme y Damián, y de todos tus Santos; por cuyos méritos y ruegos concédenos que en todo seamos fortalecidos con el auxilio de tu protección. Por el mismo Cristo Nuestro Señor. Amén».
La prueba de la muerte de San Juan Evangelista se encuentra también en el Martirologio Romano. Tomo como ejemplo una edición publicada por orden del Papa Gregorio XIII, revisado por autoridad del Papa Urbano VII y del Papa Clemente X, aumentado y corregido en 1749 por el Papa Benedicto XIV. La edición que he verificado es la publicada en Malinas en 1859, una «traducción nueva según el ejemplar impreso en Roma en MDCCCXLV [1845], bajo el auspicio y el patronato del Soberano Pontífice Gregorio XVI, en la cual se encuentran los martirologios de las órdenes religiosas y los elogios de los Santos y Beatos aprobados hasta nuestros días por la Sagrada Congregación de Ritos».
  
En este Martirologio, en la página 295, está escrito:
«[...] EL DÍA VEINTISIETE DE DICIEMBRE,
 
[...] En Éfeso, el nacimiento al cielo de San Juan, Apóstol y Evangelista, quien, después de haber escrito el Evangelio, sufrió el exilio, y compuso el libro divino del Apocalipsis. vivió hasta los tiempos de Trajano. Fundó y gobernó todas las iglesias del Asia; finamente, cassé de vejez, murió en el año sesenta y ocho después de la Pasión de Nuestro Señor, y fue sepultado cerca de esta ciudad...».
  
De la liturgia de la Iglesia griega, de la superioridad de la Santa Iglesia Romana sobre todas las otras Iglesias, y de la autoridad suprema del Papa infalible
Querido Sr. Padre,
 
Concerniente a este himno griego:
«La plenitud de los Apóstoles, la trompeta de la teología, la guía espiritual que sometido a Dios el universo, venid, fieles, celebrad su bondad: este es el ilustrísimo Juan, transportado de la tierra y no tomado de la tierra; sino viviente y esperando la segunda y terrible venida del Señor, ante el cual, para que nosotros que celebramos tu memoria podamos asistir sin reproche, dígnate recomendarnos, oh amigo místico de Cristo, tú que amorosamente reposaste sobre tu pecho» (citado por Dom Guéranger en el Año Litúrgico al 27 de diciembre).
En el foro escribes que la liturgia de la Iglesia griega es tan infalible como la liturgia latina, y que es evidente que dom Guéranger cita la liturgia griega unida a Roma. Supongamos por un momento que en su libro dom Guéranger cita un cántico de la Iglesia Católica griega unida a Roma (y no un himno griego de la Iglesia cismática).
 
El libro de dom Guéranger se puede descargar y consultar aquí: http://books.google.fr/books?id=blguAAAAYAAJ&printsec=frontcover&dq=editions:09yJHIDfazbdOb1e1YEht&lr=&ie=ISO-8859-1#v=onepage&q=&f=false
 
En este libro, El Año litúrgico, tiempo de Navidad, 1871, 3ª edición, tomo 1, páginas 348-353, Dom Guéranger escribió:
«[...] Escuchemos ahora a las distintas Iglesias proclamar la gloria de San Juan, en sus elogios litúrgicos. Comenzaremos por la Santa Iglesia Romana, de quien tomaremos este bello Prefacio del Sacramentario Leonino...
 
[...] Daremos ahora algunas estrofas de los Cánticos que la Iglesia griega, en su lenguaje pomposo, consagra a honor de San Juan, cuya fiesta es celebrada por ella el 26 de septiembre....»
Además, dom Guéranger mismo acepta la muerte de San Juan en su pequeño comentario respecto del Santo Evangelio de la Misa de San Juan, en la página 342:
«[...] Este pasaje del Evangelio ha frecuentemente ocupado a los Padres y los comentadores. Se ha creído ver la confirmación del sentimiento de aquellos que han pretendido que San Juan fue eximido de la muerte corporal, y que incluso esperará, en su sede, a la venida del Juez de vivos y muertos. No se hace ver, por tanto, con la mayor parte de los santos doctores, sino la diferencia de las  dos vocaciones de San Pedro y de San Juan. El primero seguirá a su Maestro, muriendo, como Él, sobre la cruz; el segundo será reservado; asistirá a una feliz vejez; y verá venir a su Maestro que le llevará de este mundo por una muerte tranquila»
Los cánticos de la Santa Iglesia Romana y de la Iglesia griega (páginas 348-353) difieren entre ellos en la manera de tratar la muerte de San Juan. En el cántico de la Santa Iglesia Romana, la muerte de San Juan no es tratada. ¿Se puede concluir entonces que la Santa Iglesia Romana no enseña la muerte de San Juan? Por el contrario, ella enseña infaliblemente la muerte de San Juan Evangelista tanto por la interpretación de la Sagrada Escritura como por su Santa Liturgia. Pues, como escribió también el Papa Pío XII en su encíclica Mediátor Dei, la liturgia, por consiguiente, no determina ni constituye en sentido absoluto y por virtud propia la fe católica. Por eso el Sumo Pontífice es el único que tiene derecho a reconocer y establecer cualquier costumbre cuando se trata del culto, a introducir y aprobar nuevos ritos y a cambiar los que estime deben ser cambiados (enc. Mediátor Dei).
  
Si uno se apoya sobre el cántico de la Iglesia griega, se pensaría por un momento que la Iglesia griega enseña que San Juan está vivo, pero eso no puede ser porque suponemos siempre que este canto pertenece a la Iglesia Católica griega unida a la Santa Iglesia Romana. Según esta suposición, la Iglesia Católica griega cree y enseña infaliblemente, en su santa liturgia también, todo lo que cree y enseña infaliblemente el Soberano Pontífice o la Santa Iglesia Romana unida a él, Maestra de todas las otras Iglesias. Y la Santa Iglesia Romana enseña infaliblemente la muerte de San Juan.
«[...] Por ello enseñamos y declaramos que la Iglesia Romana, por disposición del Señor, posee el principado de potestad ordinaria sobre todas las otras, y que esta potestad de jurisdicción del Romano Pontífice, que es verdaderamente episcopal, es inmediata. A ella están obligados, los pastores y los fieles, de cualquier rito y dignidad, tanto singular como colectivamente, por deber de subordinación jerárquica y verdadera obediencia, y esto no sólo en materia de fe y costumbres, sino también en lo que concierne a la disciplina y régimen de la Iglesia difundida por todo el orbe; de modo que, guardada la unidad con el Romano Pontífice, tanto de comunión como de profesión de la misma fe, la Iglesia de Cristo sea un sólo rebaño bajo un único Supremo Pastor [Cf. Juan 10, 16]. Esta es la doctrina de la verdad católica, de la cual nadie puede apartarse de ella sin menoscabo de su fe y su salvación.
 
[...] Ya que el Romano Pontífice, por el derecho divino del primado apostólico, presida toda la Iglesia, de la misma manera enseñamos y declaramos que él es el juez supremo de los fieles [Pío VI, Carta Super soliditáte (28 de noviembre de 1786)], y que en todos las causas que caen bajo la jurisdicción eclesiástica se puede recurrir a su juicio [De la profesión de fe del Emperador Miguel Paleólogo, leída en el segundo Concilio de Lyon, sesión IV, 6 de julio de 1274]. El juicio de la Sede Apostólica (de la cual no hay autoridad más elevada) no está sujeto a revisión de nadie, ni a nadie le es lícito juzgar acerca de su juicio [San Nicolás I, Carta al Emperador Miguel, 28 de septiembre de 865 (Migne, Patrología Latina 119, col. 954)].
 
[...] Y con la aprobación del segundo Concilio de Lyon, los griegos hicieron la siguiente profesión: “La Santa Iglesia Romana posee el supremo y pleno primado y principado sobre toda la Iglesia Católica. Ella verdadera y humildemente reconoce que ha recibido éste, junto con la plenitud de potestad, del mismo Señor en el bienaventurado Pedro, príncipe y cabeza de los Apóstoles, cuyo sucesor es el Romano Pontífice...” [De la profesión de fe del Emperador Miguel Paleólogo, leída en el segundo Concilio de Lyon, sesión IV, 6 de julio de 1274].
 
Finalmente se encuentra la definición del Concilio de Florencia: “El Romano Pontífice es el verdadero vicario de Cristo, la cabeza de toda la Iglesia y el padre y maestro de todos los cristianos; y a él fue transmitida en el bienaventurado Pedro, por nuestro Señor Jesucristo, la plena potestad de cuidar, regir y gobernar a la Iglesia universal” [Concilio de Florencia, sesión VI]». (Mons. Guérin, Concilio ecuménico del Vaticano, Constitución dogmática Pastor Ætérnus, sobre la Iglesia de Cristo, 1877, caps. III-IV, páginas 181-184).
En la alocución consistorial Ubi primum nullis del Papa Pío IX del 17 de diciembre de 1847, está escrito:
«Mas ahora, Venerables hermanos, os queremos comunicar la grande sorpresa que hemos tenido al recibir un escrito compuesto y publicado por cierto hombre revestido de Dignidad eclesiástica [Alusión a la carta pastoral de Charles-Thomas Thibault, Obispo galicano de Montpellier, fechada a 14 de agosto de 1847]. Pues, este personaje, hablando en su escrito de ciertas tradiciones de las Iglesias de su país, y que tienden a restringir los derechos de esta Silla Apostólica, no se ha avergonzado de afirmar que estas tradiciones eran tenidas en estima por Nos. Lejos de Nos, Venerables Hermanos, la sospecha de que jamás hayamos pensado ni tenido la menor idea de apartarnos en cosa alguna de lo instituido por nuestros mayores, o despreciado el conservar y defender la autoridad de esta Santa Sede en toda su integridad. Ciertamente que Nos tenemos en estima las tradiciones particulares, pero sólo aquellas que no se apartan del sentido de la Iglesia Católica; y principalmente respetamos y defendemos con toda firmeza aquellas que se hallan de acuerdo con la tradición de otras Iglesias, y en primer lugar con esta Santa Iglesia Romana, a la que, para servirnos de las palabras de San Ireneo, “es necesario a causa de su primacía se adhiera toda Iglesia, esto es, los fieles que se hallan por todas partes, y en la que se ha conservado por los que se hallan en todo lugar esta tradición que viene de los Apóstoles” [Contra Hæréses, lib. III, cap. 3 (Migne, Patrología Græca 7-A, col. 849-A)]» (Don Charles-Alphonse Ozanam, Méditations sur L’Église et sur  la Papauté, 1870, página 168).
  
«[...] En 1579, el clero de Francia, reunido en Melun, propuso, sin restricción, a todos los fieles, “por regla de su creencia, lo que cree y profesa la Santa Iglesia de Roma, la cual es la Maestra, Columna y Apoyo de la Verdad; porque todas las otras Iglesias deben estar de acuerdo con ella, a causa de su principado”» (Œuvres de Mgr. de Ségur, tomo III, páginas 116-117).
En consecuencia, es imposible que el cántico del Año Litúrgico de dom Guéranger en la página 355 sea de la Iglesia Católica griega unida a Roma. Este cántico pertenece a la Iglesia cismática griega.
«[...] Para los griegos, nosotros los abandonamos sin pena. Después de su cisma, están sepultados en una ignorancia, en los errores y las supersticiones bien lejanas de la antigua capacidad y de la piedad de sus antepasados» (Biblia de Vence, tomo XIX, página 643).
Al contrario, existen pruebas de que la Iglesia Católica griega, siguiendo a la Santa Iglesia Romana, cree y enseña la muerte de San Juan.
   
El Eucologio es uno de los libros litúrgicos más importantes de la Iglesia bizantina; corresponde a nuestro Misal y Ritual Romano.
  
El célebre helenista dominico P. Jaqcues Goar tradujo todo el Eucologio o las Liturgias bizantinas para las Iglesias Orientales del griego al latín, y les agregó notas abundantes, de una riqueza incomparable tanto por la erudición como por la piedad. La obra del célebre Dominico francés es todavía al día de hoy la base indispensable de todo estudio de las liturgias bizantinas (P. Sévérien Salaville).
  
La prueba de la muerte de San Juan y su pertenencia a la Iglesia Triunfante del Cielo se encuentra en el Eucologio, en el Oficio de los Santos (Offícium Sancti), página 336: 
«[...] Tonus Secúndus
Magnitúdinem tuam quis enarráre suffíciat, o virgo Joánnes!
miráculis enim scatúris et curatiónibus abúndas,
et pro animábus nostris intercédis, ut Theólogus et amícus Christi».