viernes, 7 de septiembre de 2012

LA IGUALDAD VA EN CONTRA DE DIOS

Nuestro compañero de armas, Hector el Cruzado (escritor en el blog ESPADA CATÓLICA), presenta una reflexión basada en las enseñanzas del Angélico Doctor Santo Tomás de Aquino, sobre la conveniencia de la Jerarquía:

La diversidad de las criaturas y su escalonamiento jerárquico son un bien en sí

Cada día es más frecuente oír hablar de “educación igualitaria”, “relaciones sociales igualitarias”, igualdad en las remuneraciones, etc. De ese modo la desigualdad va siendo presentada como antipática, injusta, cruel, anticristiana.

Santo Tomás, Doctor de la Iglesia

En realidad no se trata tanto de saber si debe haber patrones y empleados; no se trata de saber si debe haber quien gobierne y quien obedezca. Se trata de saber algo más profundo: En el universo, ¿la igualdad es un bien o un mal? Huir de esta cuestión es escabullirse del fondo del problema.

Claro está que esto no quiere decir que la desigualdad es siempre y necesariamente un bien.

¿Cuáles serían entonces los límites de la igualdad y de las desigualdades justas?

Todos los hombres son iguales por naturaleza, y diferentes sólo en sus accidentes. Los derechos que les vienen del simple hecho de ser hombres son iguales para todos: derecho a la vida, a la honra, a condiciones de existencia suficientes, al trabajo y, pues, a la propiedad, a la constitución de una familia, y sobre todo al conocimiento y práctica de la verdadera Religión. Y las desigualdades que atenten contra esos derechos son contrarias al orden de la Providencia. Sin embargo, dentro de estos límites, las desigualdades provenientes de accidentes como la virtud, el talento, la belleza, la fuerza, la familia, la tradición, etc., son justas y conformes al orden del universo.

Santo Tomás enseña que la diversidad de las criaturas y su escalonamiento jerárquico son un bien en sí, pues así resplandecen mejor en la creación las perfecciones del Creador. Y dice que tanto entre los Ángeles como entre los hombres, en el Paraíso Terrenal como en esta tierra de exilio, la Providencia instituyó la desigualdad. Por eso, un universo de criaturas iguales sería un mundo en que se habría eliminado, en toda la medida de lo posible, la semejanza entre criaturas y Creador. Odiar, en principio, toda y cualquier desigualdad es, pues, colocarse metafísicamente contra los mejores elementos de semejanza entre el Creador y la creación, es odiar a Dios.

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