jueves, 7 de agosto de 2014

EL NOVUS ORDO Y LA MISA DE LUTERO Y CRANMER

Nos dirigimos a todos los fieles que asisten a la “nueva misa”. ¿Es ésta una Misa católica o una diabólica perversión? Muchos se escandalizarán y dirán que no puede ser una diabólica perversión de la Misa, pues la celebran en las iglesias a las que siempre asistieron, sacerdotes de la diócesis y que han estado en las parroquias muchos años. Pero recordemos que en tiempos pasados, la Misa fue pervertida y finalmente destruida por miembros de la jerarquía y del clero, quienes usaron edificios Católicos para hacerlo.
 
A principios del siglo XVI, los países europeos eran Católicos. No había más clero que el Católico. Y, sin embargo, antes de finalizar ese siglo, en algunos países Europeos el Santo Sacrificio de la Misa había sido destruido, principalmente en Alemania y en Inglaterra. Y los católicos asistían a los nuevos servicios religiosos en la misma iglesia a la que siempre habían asistido, y los servicios eran conducidos por los mismos obispos y sacerdotes que habían conocido siempre.
  
Las destrucciones de la Misa Católica fueron organizadas por clérigos y jerarcas que abusaron de su autoridad para sembrar la herejía; y aceptadas por los fieles bajo una falsa obediencia.
  
Demostraremos el paralelismo existente entre los eventos del siglo XVI y el período post-conciliar.
   
En Alemania, Martín Lutero, sacerdote católico, fue el primero en instigar la destrucción de la Misa. Veamos algunas de sus afirmaciones, tal y como se encuentran en sus escritos:
... “Cuando hayamos aniquilado la Misa, habremos aniquilado el Papado en su totalidad. Porque es sobre la Misa, como sobre una Roca que el Papado se apoya con sus monasterios, sus obispados, sus colegios, sus altares, sus ministros y sus doctrinas. Todos estos caerán cuando su sacrílega y abominable Misa haya sido reducida a polvo... Sin embargo, para conseguir este fin con éxito y sin peligro, será necesario preservar algunas de las ceremonias de la misa antigua para los de mente débil, quienes se escandalizarían con un cambio muy rápido”. 

Lutero destruyó la Misa por consejo e instigación de satanás, pretendiendo acabar con la Iglesia Católica
   
Atendiendo al ruego ardiente de sus primeros discípulos, Lutero escribió su famosa “Formula Missae”. Con relación a ésta nos dice: “Debemos declarar en primer lugar que nuestra intención jamás ha sido abolir la adoración a Dios, sino únicamente purgar la forma que se usa de todas las adiciones que la han mancillado. Me refiero a ese abominable Canon que es una confluencia de lagunas repugnantes; han hecho de la Misa un Sacrificio, le han agregado ofertorios. La Misa no es un sacrificio, no es el acto de un sacerdote supremo ofreciendo un sacrificio. Considerémosla como un sacramento, o un testamento. Llamémosla una bendición, o eucaristía, o la Mesa del Señor, o el memorial del Señor. O démosle cualquier título que nos guste, con la condición de que no se mancille con el término de sacrificio o representación. Al descartar el Canon, descartemos todo lo que implica Oblación, y nos quedamos con lo que es puro y Santo”. (Recordemos que estas son las palabras de un sacerdote Católico legítimamente ordenado). 
    
La “Formula Missae” de Lutero (antecesora de la “Deutsche Messe” del mismo Lutero) comenzó el camino para convertir el Santo Sacrificio de la Misa Católica en una cena protestante (el Novus Ordo Missae).
   
Tengamos en la mente lo dicho por Lutero, y leamos ahora la declaración que apareció en L'Osservatore Romano (periódico del Vaticano) en octubre 13 de 1967: “La reforma litúrgica ha dado un notable paso al frente en la senda del ecumenismo. Se ha acercado más a las reformas litúrgicas de la Iglesia Luterana”. ¿No es esto escalofriante? La intención confesada de Lutero era la destrucción de la Misa y encontramos que el periódico del Vaticano se jacta de que hemos llegado muy cerca de la forma Luterana de dar culto a Dios.
    
Efectivamente Lutero consiguió destruir la Misa. Pero no pensemos que Lutero y sus discípulos simplemente anunciaron se estaban deshaciendo de la Misa. Si así hubiera sido, los católicos se hubieran opuesto. Al contrario, lenta y gradualmente cambiaron la Misa, explicando a la gente que sólo querían simplificar la liturgia para que les fuera más fácil comprenderla. El primer paso fue una nueva traducción de la Biblia, seguida por la traducción de la Misa del latín al alemán. Mas como Lutero no creía que la Misa es un sacrificio, ni creía en la Transubstanciación, es decir, que el pan y el vino se transforman en el Cuerpo y Sangre de Cristo, escribió su Formula Missae. En la nueva misa en vernáculo muchas partes de la Misa Tradicional fueron preservadas, pero se eliminó el Ofertorio y la Consagración. También se insertaron más lecturas de la Biblia. Luego, los altares fueron abolidos porque representan el carácter de sacrificio de la Misa y en su lugar se pusieron mesas, de manera que los sacerdotes estuvieran frente al pueblo. También se quitaron todos los crucifijos pues éstos recuerdan el Sacrificio del Calvario.
    
Una vez que Lutero hubo abierto las puertas e introducido los cambios, otros sacerdotes aparecieron en la escena con cambios más drásticos aún. Se deshicieron de sus vestimentas; permitieron a la gente que recibiera la Sagrada Comunión en la mano; descartaron el canto gregoriano y el uso del órgano. En su lugar promovieron el uso de música folklórica con platillos, trompetas e instrumentos de cuerdas. Estos sacerdotes y monjes católicos, infectados con un entusiasmo fiero por los cambios, destruyeron altares, quemaron imágenes, hicieron añicos las estatuas y descartaron sus hábitos.
       
Los sacerdotes y monjes que apostataron de la Fe para seguir la herejía protestante, quisieron destruir todo cuanto recordara la Iglesia Católica
   
La Misa era gradualmente transformada de la renovación del Sacrificio del Calvario a una reunión comunal del pueblo de Dios. Y esta profanación fue realizada por sacerdotes, usando templos católicos, monasterios y conventos católicos. La mayoría de la gente era católica en sus tradiciones e ideas, pero a medida que continuaron asistiendo a los servicios pervertidos en sus iglesias “católicas” perdieron la fe y cayeron en la apostasía. Y, por supuesto, sus hijos, expuestos a los nuevos servicios pervertidos desde temprana edad, crecieron sin un conocimiento real de la Una y Verdadera Iglesia, fundada por Cristo.
      
Son de lamentar las consecuencias tan tremendas, si recordamos que la Iglesia siempre ha enseñado: “FUERA DE LA IGLESIA CATÓLICA NO HAY SALVACIÓN”.
     
Las religiones Protestantes que vemos hoy, resultaron de los esfuerzos de unos sacerdotes católicos de “reformar” la Iglesia. Estas iglesias protestantes no ofrecen un sacrificio al Santo e Infinito Dios, no reconocen a María, la Inmaculada Madre de Dios, no tienen devoción a los Ángeles o a los Santos, no rezan por las almas de sus parientes y amigos fallecidos. Y todo esto es el resultado de la destrucción del Santo Sacrificio de la Misa por medio de sacerdotes que usaron los templos católicos para hacerlo.
     
Lutero dijo que era necesario conservar algunas de las ceremonias de la Misa Tradicional para no asustar a los débiles. ¿Somos nosotros de estas personas débiles que están siendo conducidas ciegamente a la apostasía? ¿O deseamos unirnos al pequeño grupo de católicos que desean conservarse fieles a Cristo, a su Cruz, a sus enseñanzas? Si deseamos mantenernos fieles, preparémonos para sufrir con Cristo en el Calvario, padeceremos soledad, ridículo y falta de comprensión de parte de los demás. Pero no estaremos solos.
      
Al principio del siglo XVI, Inglaterra era un país católico. La Fe estaba arraigada a través de siglos de catolicismo. Todas las iglesias, eran iglesias católicas: Westminster Abbey, Winchester, Coventry, Canterbury, eran algunas de las iglesias principales de esos días. Y Oxford y Cambridge eran centros de educación católica. Y aun así, al finalizar el siglo XVI, Inglaterra se había transformado en un país protestante, el clero y la jerarquía celebraban servicios protestantes en aquéllas que una vez fueron iglesias católicas. En nuestros días, Inglaterra es aún protestante y las famosas catedrales, como la abadía de Westminster, son centros de Protestantismo. ¿Cómo sucedió esto? ¿Sucedió de la noche a la mañana? Los que detentaban el Gobierno y comandaban la Iglesia ¿proclamaron que iban a abolir la Santa Misa? ¡Claro que no! Una acción repentina de esta naturaleza hubiera levantado tanta resistencia de parte del pueblo, que hubiera sido peligroso. Sin embargo, El Santo Sacrificio de la Misa fue esencialmente destruido en unos pocos años sin que la gran mayoría de los católicos se dieran cuenta.
    
El principal responsable de la destrucción de la Misa fue Tomás Cranmer, Arzobispo católico de Canterbury. Este hombre poseía un odio apasionado por la teología católica de la Misa por virtud del sacerdocio sacrificador y la Víctima ofrecida en Sacrificio. Cranmer negaba la Doctrina de la Transubstanciación, es decir, que el pan y el vino se transforman, en la Consagración, en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Sin embargo, mientras Enrique VIII vivía, hipócritamente continuó ofreciendo la Santa Misa y aún celebró la Misa en la coronación de Eduardo VI, sucesor de Enrique, en 1547. 
  
Tomás Cranmer, Primer "Arzobispo" anglicano de Canterbury, fue discípulo de Lutero, y como él, adulteró la Misa.
      
Pero antes de que terminara ese año, Cranmer había preparado un libro de sermones, y ordenó a los sacerdotes que los leyeran cada domingo en Misa. El fin de estos sermones era preparar a la gente a aceptar cambios más drásticos que iban a aparecer más tarde al presentar la idea de que la Biblia había sido reprimida por la Iglesia por largo tiempo, y que la Biblia era la única fuente de conocimiento verdadero de Dios. En las iglesias, los sacerdotes tuvieron que leer la nueva traducción de la Biblia. El siguiente paso fue cuidadosamente tomado en 1548. En este cambio se le agregó a la Comunión un prefacio con exhortaciones en inglés en las cuales la Presencia Real y Corporal fueron omitidas. Al año siguiente apareció un nuevo libro de oraciones: El primer Libro de Oraciones de Eduardo VI. El título decía: “La cena del Señor y Sagrada comunión, comúnmente llamada la Misa”. El orden del servicio era el mismo de la Misa, pero había algunas cosas en las cuales se manifestaban las innovaciones: la primera era el cambio en el lenguaje, la otra era el cambio por deducción indirecta de la doctrina. El cambio en el lenguaje era el desafío obvio presentado a los católicos comunes y corrientes, pero se les convenció diciéndoles: “el culto debe ser en un lenguaje que todos los hombres entiendan”... y la gente aceptó. Sin embargo, los cambios doctrinales resultaron mucho más importantes, aun cuando para el hombre común no significaba nada y casi no se daba cuenta de los mismos. Pero en este servicio en lengua vernácula, omitieron no sólo lo que pudiera enfatizar la Presencia Real, sino también el carácter de Sacrificio de la Santa Misa. La primera introducción del nuevo rito tuvo lugar en la Fiesta de Pentecostés en 1549. Mientras tanto, el Parlamento había decretado un estatuto ordenando que la Sagrada Comunión fuera administrada a los fieles bajo las dos especies.
    
El Rito de Cranmer entró en vigencia el día de Pentecostés de 1549 (coincidencialmente, el Novus Ordo Missae de Bugnini entró en vigencia el día de Pentecostés de 1969).
    
Al año siguiente el Parlamento abolió el rito antiguo de la ordenación de sacerdotes y de la consagración de obispos. El nuevo rito, compuesto principalmente por el Arzobispo Cranmer, eliminó toda frase o ceremonia que indicara que el propósito del rito era conferir el poder de ofrecer el Sacrificio. El único propósito del nuevo rito era dedicar al que lo recibía, para presidir la asamblea de Dios como miembro autorizado de la Iglesia, por medio de la predicación del Evangelio y administración de los Sacramentos. Y casi nadie se dio cuenta de este cambio. El servicio de la Comunión y el rito de la ordenación habían sido así desasociados de la idea del Sacerdocio con poder de ofrecer el Santo Sacrificio.
         
El orden sacerdotal y la consagración de obispos en el anglicanismo JAMÁS indica referencia al poder de ofrecer el Santo Sacrificio de la Misa. Por ello, León XIII declaró inválidas, nulas y sin efecto las ordenaciones anglicanas.
  
Aún quedaba en las iglesias la piedra llamada Ara... Por eso, los Obispos ordenaron que se sacaran éstas y se destruyeran los altares. Cada parroquia debía ahora proporcionar una mesa de madera. La explicación oficial a estos cambios fue: “... la forma de mesa deberá cambiar la idea de la Misa papista al uso correcto de la Cena del Señor, en la mente de la gente sencilla. Porque el uso del Altar es para ofrecer sacrificio, el uso de la mesa es para servir a los hombres que coman sobre ella”.
       
 
La misa anglicana evoca una cena, no el Sacrificio. Por ello, se le llama “la Cena del Señor”, como también llaman al Novus Ordo.
    
Los obispos que se resistieron a seguir los cambios fueron despojados de sus diócesis. Así que de 23 Obispos en el país, sólo 4 defendieron la teología sacramental de la Iglesia y estos CUATRO fueron encarcelados.
      
En 1552, el Rey, como jefe de la Iglesia, impuso las Actas para la Uniformidad de la Oración Común y Administración de los Sacramentos. Estas Actas imponían graves castigos, no sólo para los que públicamente criticaban los nuevos servicios, sino también para el clero que usara cualquier otro servicio religioso
    
Entre tanto Cranmer y sus asociados ordenaron que todas las imágenes fueran sacadas de las iglesias, que se rompieran las vidrieras de colores, quitaron todos los vasos sagrados hechos de metales preciosos, predicaran en contra de la idea de la Cuaresma, del largo ejercicio penitencial en preparación de la fiesta de la Resurrección, ridiculizaran la creencia católica de que las almas de los fieles difuntos pueden ser socorridas por medio del Santo Sacrificio de la Misa.
    
“El que tenga oídos para oír, que oiga”. Este resumen de como un país que una vez fuera completamente católico, se hizo protestante en unos cuantos años, debería ser la voz de alarma para todos nosotros. Está sucediendo aquí, hoy, desde hace más de cincuenta años ¿Qué debemos hacer? Debemos mantenernos alejados de estos servicios religiosos pervertidos y no concurrir a las parroquias que los celebran, porque de hacerlo, estaríamos ayudando a traicionar a Cristo al contribuir a esta apostasía.
      
Hemos narrado brevemente fue destruida la Fe en Alemania e Inglaterra mediante la gradual profanación y destrucción de la Misa. Para examinar y condenar los errores de Lutero y los demás Reformadores, en el mismo siglo, el Papa Paulo III convocó el Concilio de Trento. Este Concilio decretó que el Papado debería producir y publicar un Misal para que los sacerdotes supieran qué oraciones, rituales y ceremonias se deberían usar a perpetuidad en la celebración del santo Sacrificio de la Misa. Hizo esto para salvaguardar a todas las generaciones de Católicos, de la tragedia que sobrevino a los Católicos en Alemania e Inglaterra.
      
El Papa Paulo III convocó el Concilio de Trento para contrarrestar la devastación que los malditos Lutero, Cranmer y demás herejes causaron en la Iglesia Católica.
   
Este trabajo fue terminado durante el reinado de San Pío V, y el Misal Romano fue instaurado como el Misal oficial de la Iglesia. El Papa publicó la Bula “QUO PRIMUM TEMPORE” sobre el Misal y desde entonces y hasta los cambios efectuados por la Comisión Litúrgica del Vaticano II, este decreto apareció en Latín al frente de todo Misal para uso de los Altares
   
San Pío V llevó a culminación plena las labores del Concilio de Trento, con la codificación del Ritual Romano de la Santa Misa (o Misa Tridentina), y con la bula “Quo Primum Tempore” le confirió perpetuidad irrevocable
   
Como podemos ver, el Papa, por virtud de su autoridad Apostólica, decretó que este Misal Romano debería ser usado en la Iglesia a perpetuidad, sin ningún cambio o alteración, y que ningún sacerdote podría jamás verse obligado a ofrecer la Santa Misa de manera diferente. Como dijimos antes, esto se hizo a fin de evitar que la Santa Misa fuera nuevamente destruida, como sucedió en Alemania e Inglaterra.
     
No permitamos que nadie venga con el cuento de que el Papa y el Concilio de Trento no tenían autoridad para establecer reglas y decretos a perpetuidad. No nos dejemos engañar por aquellos que dicen que otro Papa y otro Concilio pueden rechazar los decretos solemnes de un Papa o un Concilio anterior. Si esto fuese cierto, no habría Autoridad en la Iglesia y no podríamos creer la promesa de Cristo de que permanecería con la Iglesia hasta el fin de los siglos. Cualquier Papa o Concilio que intente revocar las enseñanzas solemnes de un Papa o Concilio anteriores está actuando en deliberado desafío y desobediencia a la autoridad de la Iglesia.
     
Observemos por un momento lo que ha pasado en la Iglesia desde 1953, cuando empezaron los cambios en la liturgia. La Misa se celebra hoy sólo en el idioma vernáculo. Mesas de madera han sustituido al Altar del Sacrificio. Han sacado los comulgatorios. En algunas diócesis, las estaciones del viacrucis, las imágenes, las pilas de agua bendita, los reclinatorios y los crucifijos se han eliminado en todas las parroquias. El canto Gregoriano, y el uso del órgano han desaparecido. En su lugar, tenemos "misas" folklóricas (la “misa criolla” en Argentina), panamericanas, y “rock”. Pero el cambio de mayor significado está en las oraciones del Canon. En el Canon nuevo, la mayoría de la doctrina y dogmas contenidos en el Misal Romano han sido totalmente SUPRIMIDOS o ELIMINADOS.
  
Las palabras de la Consagración han sido cambiadas de tal manera que el pan y el vino ya no se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. Vemos, en consecuencia, que en nuestros días, la Santa Misa ha sido destruida tal como lo fuera en Alemania e Inglaterra hace 500 años, sin que los católicos se den cuenta. Esta iniquidad fue llevada a cabo por la jerarquía y el clero usando iglesias Católicas, monasterios y conventos católicos, exactamente en la misma forma en que se hizo durante la Pseudo-reforma.
   
Así como a los católicos de Alemania se les dio la “Formula Missae” de Martín Lutero y a los católicos de Inglaterra, el Primer Libro de Oraciones de Eduardo VI, que resultaron ser la completa eliminación del Santo Sacrificio de la Misa, a nosotros nos han dado el misal del “Novus Ordo”. Esta nueva misa se viene celebrando oficialmente en todo el mundo, desde 1969. Sin embargo, dos cardenales se armaron de valor, negándose a participar en esta destrucción de la Santa Misa, dejando oír su voz en abierta oposición. (Ver: CARTA DE LOS CARDENALES OTTAVIANI Y BACCI A PABLO VI y: BREVE EXAMEN CRÍTICO DEL NUEVO ORDO DE LA MISA
   
El “Novus Ordo Missae” es simple y llanamente la misma liturgia protestante
    
Luego, de algunas partes de Europa llegaron voces de fieles y grupos valientes, negándose a celebrar este rito que representa la perversión de nuestra Fe Católica.
      
Católicos Tradicionalistas de Alemania dicen: "Este ‘Ordo Missae’ aniquila el Ofertorio (recuerden la palabras de Lutero). Estos son los ritos paganos de Ceres y Baco. Esta no puede ser la verdadera Misa Católica".
 
El Novus Ordo Missae, en su ofertorio, se refiere al trabajo del hombre y los frutos de la tierra como ofrenda presentada ante Dios (como Caín al ofrecer en sacrificio las primicias de sus cosechas).
      
Monseñor Domenico Celada, en Italia, dijo: “El nuevo Misal contiene varios errores manifiestos, explícitamente condenados por Papas en tiempos anteriores. Por lo mismo, cualquiera que use esta misa se excomulga a sí mismo”.
      
En Inglaterra, Abbé Bryan Houghton de Suffolk ha preferido renunciar públicamente a usar la nueva liturgia, diciendo que, si llegara a cumplir con las instrucciones oficiales de los obispos y de Roma, no podría seguir celebrando la Santa Misa de acuerdo con el rito para el cual había sido ordenado.
      
Ya no es necesario que el sacerdote celebre en un altar, el Ara no es necesaria. El sacerdote es el “presidente de la asamblea del pueblo de Dios”. “Peor aún, a ningún sacerdote se le permite celebrar la Misa Latina de San Pío V, en público. HA SIDO PROHIBIDA”.
      
¿Qué debemos hacer? Si deseamos seguir siendo católicos verdaderos, no debemos asistir a ninguno de estos servicios. Ni tampoco contribuir económicamente, porque de hacerlo, estaríamos ayudando a mantener una iglesia que ha apostatado, que se ha separado de la verdadera Iglesia. Nos damos cuenta del terrible sacrificio que esto significa. Unámonos en oración a la Santísima Virgen María a quien Dios ha dado el poder de aplastar todas las herejías, y un día la Verdadera Iglesia resurgirá de las catacumbas, cuando Cristo Rey vuelva.
    
La gran mayoría de los católicos asisten a estos actos pervertidos que se llevan a cabo en sus parroquias, pero recordemos las preguntas y respuestas del Catecismo Ripalda (o Baltimore, en Estados Unidos) de “Primeras Nociones”:
¿Qué es la santa Misa? La santa Misa es el sacrificio de Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, ofrecido en nuestros altares en memoria del Sacrificio de la Cruz.
     
¿Es la Misa el mismo Sacrificio que el de la Cruz? Sí, la Misa es el mismo Sacrificio que el de la Cruz, porque en él se ofrece y sacrifica el mismo Jesucristo, aunque de un modo incruento, es decir, sin padecer o morir como en la Cruz.
     
¿La ceremonia que se celebra hoy en prácticamente todas las iglesias, es el reverenciado Sacrificio de la Cruz -el Sacrificio del Calvario-? Meditemos unos minutos sobre un aspecto de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor. Como sabemos por las Sagradas Escrituras, en el Calvario, al pie de la Cruz, había tres grupos de personas, reaccionando en distintas maneras. Primero, estaban los Fariseos y los Sacerdotes jefes de los judíos. Estos estaban al pie de la Cruz y se mofaban de Nuestro Señor. Recordemos que estos hombres eran los dirigentes religiosos, hombres que se habían dedicado a estudiar las Sagradas Escrituras; estaban encargados de interpretarles y de explicarlas a la gente. Estos hombres eran responsables del culto y del servicio de Dios. En otras palabras, eran la jerarquía y el clero de la Raza Escogida. Como los ungidos y expertos en las Sagradas Escrituras y las Profecías, deberían haber sido los primeros en reconocer y aceptar a Cristo como al Mesías prometido y en haber conducido al pueblo a Él. Sin embargo, fueron los que lo odiaron y tramaron su Muerte.
  
Los sacerdotes judíos, quienes guardaban la Escritura y realizaban los sacrificios, fueron los que por odio a Jesús ordenaro su muerte.
   
El domingo de Ramos el pueblo judío, que amaba a Jesús y lo había seguido y escuchado y que había presenciado sus milagros durante tres años, lo aclamó como a su Rey, exclamando: “Hosanna al Hijo de David”. Y sin embargo, antes de finalizar la semana, ese mismo pueblo se unió al grito de “¡Crucifícale!”. Esta gente común había amado a Jesús, no tramaron nada en su contra. No deseaban su muerte. Pero, se dejaron guiar ciegamente hasta demandar su Crucifixión ¿Por quién? POR SUS DIRIGENTES RELIGIOSOS. POR LA JERARQUÍA. Mucha de esta gente se alineó al lado del Calvario a ver pasar a Cristo cargado con su pesada cruz y no le ofrecieron ayuda. En la cima del Calvario, cuando Cristo había sido clavado en la Cruz, los dirigentes religiosos de la gente judía, se dedicaron a mofarse de Cristo. Y esta gente regresó a sus hogares sin darse cuenta de que había presenciado la muerte del Mesías Prometido, al cual habían estado esperando. De todos los dirigentes religiosos, sólo uno creía en Jesús, Nicodemo, pero tenía miedo de reconocerlo públicamente. Fue a buscar a Cristo por la noche. Los Evangelios no mencionan que estuviera presente en el Calvario como amigo de Cristo.
     
Hoy, entre los escogidos de Dios (los católicos) la situación es muy parecida. La gente común y corriente amaba a la Iglesia, sus Sacramentos, sus Enseñanzas y siempre creyó que Cristo aún vivía entre nosotros en el Santísimo Sacramento del Altar y en el Tabernáculo. Nosotros no hemos tramado nada en contra de la Iglesia. Nunca hemos deseado la muerte del Santo Sacrificio de la Misa. No hemos pedido los cambios. Y, aun así, seguimos ciegamente a nuestros dirigentes religiosos a la Corte del Moderno Pilatos y ayudamos a destruir la Santa Misa. Nos hemos alineado en el camino al Calvario, observando la destrucción de la Santa Misa, sin hacer nada para evitarlo.
     
Nuestros obispos han permanecido en la cima del Calvario, mofándose de Nuestro Señor al cambiar la Misa, y hemos regresado a nuestros hogares indiferentes, sin importarnos. Así como en el tiempo de Cristo había un Nicodemo, nosotros también tenemos a un Nicodemo por ahí, pero no tiene el valor de reconocer abiertamente el verdadero y Santo Sacrificio.
     
El segundo grupo en el Calvario lo formaban los soldados romanos, quienes no conocían realmente a Cristo, ni la promesa de Dios de enviar un redentor. Eran paganos que adoraban muchos dioses falsos. Se les asignó, como parte de su deber, el crucificar a Cristo. Clavaron las Sagradas Manos y Pies de Jesús y levantaron la Cruz en alto. Luego se felicitaron y se sentaron a contar cuentos, a reírse y a jugar dados. Se divertían porque no comprendían lo que estaba sucediendo. ¿No nos recuerda esto lo que está pasando en nuestras iglesias? Las jovencitas con sus minifaldas se agrupan en el santuario tocando sus guitarras, la gente se amontona alrededor de la mesa abrazándose, besándose, o dándose la mano, y nos preguntamos, ¿cuánta de esta gente está pensando en la Cruz, en el Calvario o en el Sacrificio?

La mayoría (si no son todos) los que asisten al Novus Ordo, no les interesa el Sacrificio de la Cruz (que de todos modos, no está presente en él)  
    
El tercer grupo en el Calvario era muy pequeño y silencioso. Se componía de María, la Inmaculada Madre de Dios, San Juan, el único apóstol que tuvo el valor de seguir a Cristo hasta el fin; Santa María Magdalena, pecadora arrepentida quien se arrodilló llena de dolor al pie de la Cruz; y unas pocas mujeres santas que habían seguido a Jesús y creyeron en Él hasta el final. En ninguna parte de las Sagradas Escrituras dice que esta gente platicó, o se rio, o se divirtió en forma alguna en el Calvario. Permanecieron en doloroso silencio ante el Santo e Infinito Misterio que tuvieron el privilegio de presenciar.
 
Sólo María Santísima, San Juan y la Magdalena reconocían el sentido de la Crucifixión
       
¿Dónde están hoy sus imitadores? No los encontraremos en las parroquias. ¡No existe lugar ahí para el silencio! Es sólo una reunión alegre de la gente de la comunidad, que se han reunido para cantar, darse la mano y comer juntos. Y esto es lo que miles de Católicos están haciendo hoy.
      
Así como los judíos de entonces regresaron a sus hogares sin darse cuenta quién era el que había muerto en la Cruz, así también, los católicos de hoy han visto la muerte del Santo Sacrifico de la Misa y regresaron a sus hogares sin saberlo. ¿Esta alegre reunión de la comunidad, es el Santo Sacrificio del Calvario? Cuando se entran a una iglesia, ¿puede aún percibirse la presencia de Dios? ¿Se siente aún el callado gozo y la santidad de antes? O, ¿están todos tan ocupados cantando y saludando al vecino para pensar acerca del Calvario y el Sacrificio de Cristo y su Madre Dolorosa?
        
Sin embargo, insisten en seguir asistiendo a esas iglesias, semana tras semana. ¿Por qué?
    
Algunos se preocupan por lo que su familia o sus amigos dirán si no van a su iglesia. Los tildarán de fanáticos, o de locos, anticuados, retrógrados, que no se han modernizado. ¿No es Cristo más importante que lo que piense la gente? ¿No es más importante salvar nuestras almas, que complacer a los demás?
  
El miedo de no poder casarse, o ser enterrados o bautizar a sus hijos en una de estas iglesias los paraliza. Sin embargo, si no hay VERDADERA MISA, CRISTO NO ESTÁ PRESENTE ALLÍ. Y si Cristo no está presente ¿por qué quieren casarse, o que los entierren, o bautizar allí a sus hijos?
   
Dicen: sé que no está bien, pero ¿qué puedo hacer? Si en su lugar de residencia, no hay ninguna capilla en donde se celebre la verdadera Misa (en muchos lugares las hay), pueden hacer lo mismo que hicieron los católicos leales de Inglaterra y Alemania en tiempos de la Reforma. Se quedaron en casa y desde ahí dijeron sus oraciones. Pueden hacer lo mismo que los católicos irlandeses durante siglos de persecución. Reunían a sus familias cada noche y rezaban el Rosario. Pueden hacer lo mismo que los fieles católicos en Polonia, Hungría y las demás naciones tras la Cortina de Hierro. Se mantenían lejos de las iglesias, en donde los sacerdotes, colaborando con los comunistas, celebraban sus “misas”, mientras ellos rezaban el Rosario en sus hogares. Todos ellos siguen siendo verdaderos católicos, manteniéndose lejos de las misas pervertidas y arrodillándose en oración ante la Madre Dolorosa, que fue la única que entendió el misterio del Calvario. Los que continúan asistiendo a las iglesias en donde Cristo está siendo burlado, al final perderán la Fe.
 
Los católicos que no puedan asistir a la verdadera Misa (porque no hay capilla o por no haber sacerdotes válidos), pueden y deben reunirse en sus casas para rezar el Santo Rosario.
   
Cristo dijo que no podemos servir a dos señores. “Aquel que no está Conmigo, está contra Mí”. Tenemos la responsabilidad de escoger. Y de esta elección depende nuestra salvación o nuestra condenación eterna.
   
Anónimo, en nombre del Grupo de Laicos pro-Misa Tridentina

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