miércoles, 5 de junio de 2024

MES EN HONOR A SAN PEDRO APÓSTOL – DÍA QUINTO

Dispuesto por el padre Charles Alphonse Ozanam, Misionero Apostólico y Canónigo honorario de Troyes y Évreux, publicado en francés en París por Victor Palmé en 1863, y en italiano en Nápoles por Ferrante y Cía. en 1864.
  
MES DE SAN PEDRO, O DEVOCIÓN A LA IGLESIA Y A LA SANTA SEDE
  
MEDITACIONES SOBRE LA IGLESIA

Antes de la Meditación, recita un Pater noster y un Ave María con la Jaculatoria: San Pedro y todos los Santos Sumos Pontífices, rogad por nosotros.
  
MEDITACIÓN V: NECESIDAD DE LA ACCIÓN DE LA IGLESIA SOBRE TODOS LOS ACTOS DE LOS HOMBRES Y DE LA SOCIEDAD CIVIL
1.º La Iglesia es la mediadora, a través de la cual Dios, sol eterno de justicia, quiere ver a todo hombre que aparece en este mundo. Su autor divino la estableció con el único propósito de guiar y apoyar al hombre y a la sociedad civil en el camino de la vida, y conducirlos, a través del reivindicado dominio del espíritu sobre la materia, a la felicidad suprema y espiritual del cielo. Es la Iglesia la que, mediante el santo bautismo, toma posesión de las almas en su primera entrada a este mundo, y luego las forma en la educación espiritual, enseñándoles a reducir la carne y a sujetar las cosas temporales al yugo de las esperanzas y promesas eternas. Ésta es la única razón de mérito para poder pertenecer a tal instituto. Ahora bien, ¿qué hombre, qué sociedad humana, que ansiosa por alcanzar el fin para el que fueron creados los hombres, es decir, alcanzar el bien supremo después de la peregrinación terrena, podría razonablemente escapar de la acción de la Iglesia sobre él para seguir sus propias luces, o aquella, rechazar la ley y el gobierno que Dios mismo nos ha dado?
  
2.º Sin embargo, como todos los actos privados del hombre, y más aún, todos los actos colectivos de la sociedad civil, tienen un cierto poder, por débil o eficaz que sea, sobre el desarrollo o retardo del espíritu, respecto de el dominio que ésta debe ejercer sobre la materia; y ninguna de estas acciones puede ser indiferente, porque en este caso no ganar terreno es perderlo, es contundente concluir que todas las acciones humanas, cualquiera que sea su importancia, deben someterse al poder saludable de la Iglesia, establecida por Dios precisamente para poder guiar a los hombres hacia la meta que se ha propuesto y sostener la fragilidad humana hasta alcanzarla.
   
3.º De ahí la rigurosa obligación, a la que están obligados todos los hombres y toda la comunidad civil, de conformarse a la voluntad de Dios, sometiéndose a las leyes y al gobierno de la Iglesia que Él fundó, so pena de vivir aquí abajo bajo el yugo tiránico de la fuerza brutal, y bajo la humillante esclavitud de la materia y de las pasiones, sin otra expectativa para el futuro que la de los inevitables castigos que Dios, como sanción de sus leyes y de sus instituciones, reserva para quienes los han despreciado, o que al menos han actuado según su talento y conveniencia, sin tener la más mínima consideración de su voluntad. ¡Ah!, el número de estos ciegos es grande, ya que la parte material de nuestro ser está más movida por los goces temporales y presentes que nuestro espíritu por las promesas del supremo bien futuro y eterno. Oremos a Dios para que no participemos también nosotros en esta locura y desgracia.
   
ELEVACIÓN EN TORNO A LA NECESIDAD DE LA ACCIÓN DE LA IGLESIA EN TODOS LOS ACTOS DEL HOMBRE Y DE LA SOCIEDAD CIVIL
I. Verdaderamente sois bueno, oh Señor, porque dirigisteis una mirada llena de misericordia al hombre que, al desobedeceros, había perdido todas las prerrogativas de su dignidad original, y porque le disteis los medios necesarios para recuperar los títulos de su nobleza y de su gloria. ¿Cómo podríamos mantener como servidumbre la sumisión a las leyes y al gobierno establecido, para escapar de la esclavitud de la carne, de los sentidos y de la materia? ¿Por qué, en cambio, no todos los hombres ajustan sus pensamientos, sus planes, sus acciones, su conducta y toda su vida a las sabias reglas que les habéis asignado con vuestra propia mano? ¿Cómo no se dejan gobernar por la paternal y sana autoridad que habéis establecido para su beneficio, para guiarlos y sostenerlos en los caminos de la verdad y la felicidad eterna?

II. ¿Qué razones podrían, pues, parecer adecuadas para autorizar al hombre a escapar de la acción de la Iglesia? Sería tal vez porque la humanidad, que tiene una visión tan corta, una ciencia tan limitada y una facultad de juzgar tan fácilmente falible, la supera en capacidad sobre Dios y sobre el gobierno que él ha establecido para orientar a sus criaturas hacia el bien, ¿Por el laberinto de los errores y la ceguera de las pasiones que inundan la tierra? Pero tal presunción sería el colmo del absurdo y la locura. ¿Será alguna vez porque el hombre exige tanto en nombre de su libertad? ¿Quizás querría sostener que no depende de nadie más que de sus creencias y su voluntad personal? En primer lugar, ¿qué es una creencia que existe el tiempo suficiente para producir y mantener buena fe? Es la consecuencia de un estudio profundo y serio, y quienes se toman la libertad de poner tales excusas normalmente sólo han abordado la cuestión religiosa de manera muy superficial, si es que alguna vez la han abordado. Por otra parte, ¿sería Dios alguna vez justo si no nos hubiera prometido y asegurado a cada uno de nosotros las gracias y la iluminación suficientes para hacernos reconocer la verdad y hacerla brillar en nuestra mente? Además, depender sólo de la propia voluntad sería no reconocer el dominio supremo de Aquel que es el árbitro de nuestro destino y que tiene en sus manos nuestra vida y nuestra muerte. ¡Oh Dios, no permitas que la debilidad de mi razón sea jamás engañada por tales ineptitudes! No, ya lo veo, nunca ofendes mi libertad, ni cuando te dignas mostrarme el camino que debo recorrer para alcanzar el bien supremo, ni cuando me asignas una caritativa escolta para que me conduzca hasta allí.

III. Oh Señor, tú eres mi creador, mi amo y mi padre, pero yo te pertenezco como obra de tus manos, como tu siervo y tu hijo; ¿Qué, pues, es más razonable que sufrir tu acción, o la de tu gobierno, es decir, la de tu Iglesia en mis pensamientos, en mis planes, en mis obras, sean importantes o no? Tú eres mi Señor, por tanto nada hay que me pertenezca; eres mi padre, por lo tanto tienes derecho a todo mi amor; ¡Y yo, porque te amo, te entregaré voluntariamente todo mi ser, mi intelecto, mi voluntad, todo mi corazón, mi conducta, mi vida! Ya sean mis intereses materiales, o mis espirituales; de mis deberes para conmigo mismo, o de los que unen a los hombres en el seno de la comunidad civil; ya sea la palabra de cuestiones muy serias, que pueden agitar a pueblos e imperios, o de una simple práctica de piedad, todo depende sólo de ti, Dios mío, y en consecuencia de la autoridad de tus leyes y de tu Iglesia, y yo me someto a contigo con amor y respeto.

Se repite la Jaculatoria: «San Pedro y todos los Santos Sumos Pontífices, rogad por nosotros», añadiendo el Credo Apostólico:
   
Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor: que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen; padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado: descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

JACULATORIAS
  • «Peregrino soy yo sobre la tierra; no me ocultes tus preceptos» (Salmo CXVIII, 20).
  • «Me contaron los impíos mil fábulas y fruslerías, ¡cuán diferente es todo esto de tu santa ley!» (Salmo CXVIII, 83).
PRÁCTICAS
  • En todas las acciones, sean privadas o públicas, no te avergüences de mostrarte fiel seguidor de los preceptos, consejos y máximas de nuestra Madre, la Iglesia Católica.
  • Huye de aquellos que, aunque dicen con sus labios que respetan a la Iglesia, luego restringen su autoridad sólo a las cosas espirituales.
℣. Tú eres Pedro.
℟. Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.
  
ORACIÓN
Oh Dios, que acordaste a tu bienaventurado Apóstol San Pedro el poder de atar y desatar, concédenos, por su intercesión, ser libertados de las cadenas de nuestras culpas. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

1 comentario:

  1. En el pasado tenía la cristiandad la espada de la POTESTAD, con la que podar los males manifiestos en el siglo. Y ahora no hay nación alguna donde impere la iglesia, toda nación pone primero la fe en la abominación de desolación francesa(las constituciones).
    Definitivamente, si existiese nación cristiana, esta tendría que estar más oculta que aldea ninja. Lo mismo va para los queramos hacer ordenes cristianas... lamentabilis...

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