lunes, 11 de enero de 2016

AGRAVIO INSTITUCIONALIZADO DESDE EL VATICANO II CONTRA NUESTRA SEÑORA

Elementos tomados de CATAPULTA y de ACTA APOSTATICÆ SEDIS.
  
Raniero Cantalamessa Giovannini OFMCap, predicador personal de Antipapa Bergoglio
 
El capuchino Raniero Cantalamessa Giovannini, predicador de la “Casa pontificia”, amigo de Bergoglio y simpaticone profesional de infeliz memoria, quien es uno de los símbolos contemporáneos de la Apostasía entronizada, en una prédica intitulada María en el misterio de Cristo y de la Iglesia (realizada el 18 de Diciembre de 2015, día de la Expectación de la Bienaventurada Virgen María), habló de la Santísima Virgen -para él nada más que “María”- y del ecumenismo a la luz de la Constitución “dogmática” Lumen Géntium del Vaticano II en la siguiente forma:
“No es éste el lugar para hacer una revisión histórica. Solamente quiero decir lo que me parece una vía de salida para la triste situación sobre María. Esa vía pasa por un sincero reconocimiento de parte de nosotros los católicos (sic) del hecho de que, especialmente en los últimos siglos, hemos contribuído a rendir a María algo que es inaceptable para los hermanos protestantes, honrándola de modo quizá exagerado y desconsiderado, sobre todo no colocando tal devoción en un cuadro bíblico bien claro, que hiciese ver su papel subordinado respecto a la Palabra de Dios, al Espíritu Santo y a Jesús mismo. La mariología de los últimos siglos se había convertido en una fábrica continua de nuevos títulos, nuevas devociones, a menudo polemizando con los protestantes, usando a veces a María como arma contra ellos”.
    
Para Cantalamessa (y como su homilía fue publicada en Radio Vaticana, significa -dentro de lo aceptable para los medios de comunicación- cierto respaldo a sus afirmaciones), los dogmas de la Inmaculada Concepción y de la Asunción, definidos ex cáthedra en los años 1854 y 1950 respectivamente) son “exageraciones” y “desconsideraciones” y forman parte de una “fábrica de títulos” y “nuevas devociones” para atacar a los protestantes, que tendrían razón para él. En una palabra, según Cantalamessa, ¡El Catolicismo tradicional (y las pocas expresiones que de él sobreviven en los fieles rasos conciliares) ESTÁ CONTAMINADO DE MARIOLATRÍA!
 
Pero no nos extrañemos por esto, toda vez que la Constitución deuterovaticana Lumen Géntium (irónicamente publicada el día de la Presentación de la Bienaventurada Virgen María), había iniciado el camino “desmariológico” para complacer a “los hermanos separados”:
En las expresiones o en las palabras eviten cuidadosamente todo aquello que pueda inducir a error a los hermanos separados o a cualesquiera otras personas acerca de la verdadera doctrina de la Iglesia. Recuerden, finalmente, los fieles que la verdadera devoción no consiste ni en un sentimentalismo estéril y transitorio ni en una vana credulidad, sino que procede de la fe auténtica, que nos induce a reconocer la excelencia de la Madre de Dios, que nos impulsa a un amor filial hacia nuestra Madre y a la imitación de sus virtudes”. (Antipapa Pablo VI, Concilio Vaticano II, Constitución Lumen Géntium, sobre la Iglesia, art. 67. 21 de Noviembre de 1964)
  
Pero esto no salió de la nada. En el libro Concilio Vaticano II: Una historia jamás escrita, del profesor Roberto de Mattei, se relata que en la tercera sesión (año 1964) los más representativos del frente modernista:
  • los franceses Yves Congar OP, Achille Liénart (masón grado 33º), y René Laurentin (tenido como autoridad mariológica y aparicionista entre los conciliares, defensor de Medjugorje y de Vassula Ryden),
  • los alemanes Joseph Frings, Julius Döpfner, Joseph Ratzinger (luego Antipapa Benedicto XVI) y Karl Rahner SJ, 
  • el suizo Hans Küng, 
  • el austriaco Franz König, 
  • el belga Leo Suenens (sostenedor de la Renovación Carismática), 
  • los holandeses Bernardus Alfrink y Edward Schillebeeckx OP, 
  • el italiano Giacomo Lercaro, 
  • el estadounidense Karl Atler, 
  • el brasileño Hélder Câmara (“el Arzobispo rojo”, y uno de los signatarios del “Pacto de las Catacumbas”), 
  • el chileno Raúl Silva Henríquez SDB
  • y el mexicano Sergio Méndez Arceo (el “Obispo rojo” de Cuernavaca) 
lideraron, enarbolando el estandarte protestante de la “mediación única, exclusiva y excluyente” de Jesucristo entre Dios y los hombres, una ofensiva contra la propuesta del cardenal Ottaviani para la proclamación dogmática de que la Bienaventurada Virgen María es Medianera de todas las Gracias (“Beátæ Maríæ Vírginis, Mediátrix ómnium Gratiárum”), propuesta sustentada con la Escritura, la Tradición Apostólica y Litúrgica (tanto griega como latina), y el Magisterio de la Iglesia. El capítulo “de Beátæ Maríæ Vírginis” fue remplazado por el “de Religiósis” para ser el capítulo VI de Lumen Géntium, con 1114 votos a favor frente a 1074 en contra. Luego fue incluído como el Capítulo VIII de la precitada, pero revisado, remplazando la expresión “Ómnium Gratiárum Mediatrícem” por el de “Matrem hóminum, máxime fidélium” (“Madre de los hombres, especialmente de los fieles” aunque Montini prefería el mero término “deprecatrícem” -intercesora-). Aunque
sin tener la intención de proponer una doctrina completa sobre María ni resolver las cuestiones que aún no ha dilucidado plenamente la investigación de los teólogos. Así, pues, siguen conservando sus derechos las opiniones que en las escuelas católicas se proponen libremente acerca de aquella que, después de Cristo, ocupa en la santa Iglesia el lugar más alto y a la vez el más próximo a nosotros”. (Antipapa Pablo VI, Concilio Vaticano II, Constitución Lumen Géntium, sobre la Iglesia, art. 55. 21 de Noviembre de 1964)
  
Estos modernistas estuvieron apoyados por Roncalli/Juan XXIII bis y Montini/Pablo VI, ya en forma abierta, ya velada. De Mattei refiere que en 1954, cuando Pío XII publicó la encíclica Ad Cœli Regínam e instituyó la fiesta de la Realeza de María Santísima, Roncalli se lamentó de ello y temía que esa declaración representase “un grave perjuicio acerca de la eficacia apostólica empeñada a devolverle la unidad de la Santa Iglesia Católica en el mundo”, unidad entendida como apertura a los herejes y cismáticos. 
  
De Montini, no nos extrañemos que no quisiere aceptar darle la honra a Santa María mediante el reconocimiento dogmático de su rol como Medianera de las Gracias, dado su notorio carácter antimariano (estuvo detrás del encubrimiento del Tercer Secreto -y quizá, del asesinato de Sor Lucía de Fátima-, nunca rezó el Ave María cuando fue arzobispo de Milán, y en Fátima no habló sobre el apelo de Nuestra Señora a la conversión). Para esa misma época, Montini consideró la decisión de Pío XII como “algo inoportuno, y de hecho, lesivo”, porque, según él, “el término Mediador debe atribuírsele única y exculsivamente a Jesucristo”.
  
Así, el Vaticano II fue la institucionalización por parte de la Ramera, la Iglesia Conciliar, del odio contra la Virgen Santísima, expresado en las blasfemias contra Ella y negación de sus privilegios y honores, sacrilegios contra sus imágenes y santuarios, persecución y censura a sus verdaderos devotos, y la profusión de falsas devociones y advocaciones marianas. La secta conciliar acabó en este aspecto y caso, pecando aún más contra el Espíritu Santo, ya que por respeto humano a los herejes protestantes, impugnaron la verdad conocida y proclamada constantemente por la Iglesia Católica, de que TODAS LAS GRACIAS QUE DIOS CONCEDE A LOS FIELES, DEBEN PASAR POR MEDIO DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN SANTA MARÍA, YA QUE POR ELLA NOS FUE CONCEDIDO EL CONOCER A JESUCRISTO NUESTRO SEÑOR. Y ya que han despreciado a la Virgen, se han hecho enemigos del Cristo al que dicen seguir, y por tanto, ellos se han condenado a sí mismos.

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