Traducción hecha del original en inglés por Alejandro Villarreal. Tomada de BIBLIA Y TRADICIÓN
“El verdadero mito es creer que nunca nadie jamás creyó en una tierra plana”.
Durante la labor de promoción de mi libro How the Catholic Church Built Western Civilization (Cómo la Iglesia católica construyó la Civilización Occidental), he dejado claro que los principales historiadores de la ciencia actual ya no sostienen la incauta posición de que la “religión” no es más que un obstáculo para la “ciencia”. Esta opinión, indudablemente, es sorpresiva para algunas personas, ya que todos nosotros, en algún momento de nuestras vidas hemos escuchado repetir esta idea.
Esta generalización fue planteada por Andrew Dickson White (1832-1918) en su obra de dos volúmenes History of the Warfare of Science with Theology in Christendom -1896- (Historia del enfrentamiento entre la ciencia con la teología en el Cristianismo). Aún así, se puede decir con seguridad que escasamente algún historiador de la ciencia serio en la actualidad ve al trabajo de White como algo más que historiografía risible. Y mientras las afirmaciones de Pierre Duhem y Stanley Jaki acerca de que ciertas ideas teológicas cristianas fueron indispensables para el levantamiento de la ciencia, ver por ejemplo la discusión de Jaki sobre el movimiento inercial y, por supuesto, toda su tesis en Science and Creation: From Eternal Cycles to an Oscillating Universe (Ciencia y creación: desde los ciclos eternos al universo oscilante), ciertamente no ha logrado permear todavía y convertirse en una tesis dominante, pero la postura de la oposición, la que fue taladrada dentro de las mentes del 99.9% del estudiantado estadounidense, en todos los niveles, desde la primaria en adelante, ha sido abandonada para cualquier propósito.
Esto no puede ser cierto, dicen mis críticos, después de todo, ¿no fue la Iglesia quien enseñaba que el mundo era plano?
En realidad no. Esencialmente nadie, durante la Edad Media, creía que el mundo era plano. De los muchos mitos acerca de la Edad Media, este quizás es de los más propagados, y aún así, al mismo tiempo, el que de mejor forma y con más contundencia se ha refutado.
De hecho, la evidencia es de tal contundencia en desmentir este mito como lo sería el refutar la idea de que la luna es de queso.
Las dos figuras que rutinariamente citan los creyentes del mito son **Lactancio (c. 245-325) y el trotamundos y geógrafo griego Cosmas *Indicopleustes. Lactancio en realidad fue un hereje cristiano quien decía que Dios deseaba positivamente el mal y quien sostuvo una visión maniquea que consideraba a Cristo y Satán como iguales, aunque creaciones opuestas de Dios. El creía que los filósofos paganos no tenían buenos argumentos a favor de considerar a la tierra como una esfera, y ya que la Biblia no toma posición ni de un lado ni de otro, lo consideraba sin importancia. Al menos, algunas de sus posiciones contrarias, al considerar a la tierra plana, pueden atribuirse a un entusiasmo mal encauzado de un ex pagano que deseaba contradecir todo lo que los paganos decían. Pero su opinión, de ninguna manera, fue representativa de los pensadores del Cristianismo temprano y sus ideas no parecen haber sido muy influyentes.
Cosmas construyó un elaborado y peculiar modelo del universo físico que representaba a la tierra de forma plana. E incluso él no deseó que su modelo se tomara como una descripción literal sobre el orden real del cosmos. El pensó en el universo físico en términos análogos de significado espiritual, un poco como Dante, quien más tarde abordaría un intento literario mucho más elegante.
El contemporáneo de Cosmas, Juan Filópono (490-570), criticó con mucha agudeza su trabajo. Cualquiera que haya sido la intención de Cosmas, por su gran énfasis en el detalle físico ciertamente daba la impresión de que su deseo era construir un modelo real del cosmos. Juan Filópono adoptó la opinión de San Agustín, la cual sería expresada por Alberto Magno y Tomás de Aquino posteriormente. Consistía en que los cristianos debían abstenerse de realizar afirmaciones sobre el mundo físico que entraran en conflicto con la razón, ya que de lo contrario ganarían para su Fe el desprecio y el oprobio.
Algunos estudiosos solían decir que la visión de Cosmas Indicopleustes fue la responsable por los llamados “temores a las orillas de la tierra” de los navegantes del siglo XV, aún cuando incluso Cosmas fue totalmente desconocido en dicho siglo. No existieron, en absoluto, manuscritos en latín de Cosmas durante la Edad Media. La primera traducción de su trabajo se realizó hasta 1706. Se puede decir con bastante seguridad que Cosmas no influyó en nadie.
El hecho es que la esfericidad de la tierra fue atestiguada en el aplastante consenso de los pensadores cristianos europeos, la idea de la tierra plana, en la medida que se manifestaba, fue ridiculizada.
La mayoría de las enciclopedias y trabajos de referencia han eliminado acertadamente sus alusiones a la tierra plana con Cristóbal Colón en sus tratados, aunque ocasionalmente vuelven a surgir, incluso hoy, en tanto exista alguna excusa para continuar divulgando esto. Los libros de texto, por otro lado, han corregido con mucho menos agilidad este error, con la consecuencia de que a los estudiantes de nivel primario, secundario y preparatorio aún se les continúa diciendo esto. Citando un texto de quinto año de primaria, refiriéndose a la época de Colón: “muchos europeos aún creían que el mundo era plano. Colón, pensaban ellos, caería en las orillas de la tierra”. Un destacado texto universitario explica que el conocimiento de los antiguos griegos sobre la esfericidad de la tierra, se perdió durante la Edad Media.
Incluso, ocasionalmente, algún estudioso notable aún continúa propagando este mito. John Huchra del Harvard-Smithsonian Institute for Astrophysics (Intituto Harvard-Smithsoniano para la Astrofísica), tiene una grabación donde menciona que durante la edad de los descubrimientos “algunos pensaban que el mundo podría ser plano y que se podía caer en sus orillas, pero los exploradores lo enfrentaron y encontraron la verdad”. Inclusive el muy respetado historiador Daniel Boorstin repitió el mito en su libro de 1983 The Discoverers (Los descubridores) diciendo que de 300 A. D. hasta al menos 1.300, “la fe cristiana y el dogma suprimieron la útil imagen del mundo que se había delineado tan lenta, dolorosa y escrupulosamente por los antiguos geógrafos”.
Andrew Dickinson White, el devaluado gurú de la turbamulta que cree en la batalla entre la religión y la ciencia, empeñó su prestigio en la absurda teoría de la caída en las orillas, la cual no tiene fundamento alguno.
«Muchos valientes navegantes –escribió White-, quienes podían enfrentar bravos piratas y tempestades, se amedrentaban ante el pensamiento de que su nave volcase en una de las aberturas hacia el infierno, lo cual era una creencia común, y que sucedería en el Atlántico a una distancia desconocida de Europa. Este terror entre los marineros fue el principal obstáculo en el gran viaje de Colón».
David Lindberg, quien está entre los más consumados historiadores modernos de la ciencia, corrige este episodio:
«Según el relato popular, existiría una creencia imaginaria respecto a la tierra plana que sería superada por la evidencia empírica de su esfericidad. La verdad es que la esfericidad de la tierra fue una figuración central en la creencia teórica, cuando se habla de la Edad Media, tan central que no existe argumentación alguna, teórica o empírica que la desplace».
La vacilación inicial de los monarcas europeos para apoyar la propuesta de Colón no tiene nada que ver con la idea de que el mundo fuese plano y que podía caer en sus orillas. Fue precisamente la precisión de su conocimiento de la tierra lo que los mantenía escépticos: ellos correctamente concluyeron que Colón había subestimado drásticamente el tamaño de la tierra, y por lo tanto, él y sus hombres pasarían por hambre, hasta morir, antes de llegar a las Indias. Afortunadamente para ellos, por supuesto, las Américas, desconocidas para los demás, providencialmente apareció en su camino.
La pregunta natural que surge en todo esto es, ¿cómo es que tal mito llegó a popularizarse? Sería lógico encontrar su origen en el Renacimiento y la “Ilustración”, ya que en ambas épocas puede encontrarse desdén y desprecio al mundo medieval, y particularmente en la última. Aún así, el mito no puede rastrearse en ninguno de estos periodos. El historiador del siglo XIX, William Edward Hartpole Lecky, un bien conocido crítico de la Iglesia católica, fue capaz, en épocas tan posteriores como 1867, de discutir la visión de Cosmas Indicopleustes sin extrapolarlas hacia una idea de que los Padres de la Iglesia creyeran en la tierra plana. La principal crítica de hombres como Lecky y Charles Kingsley fue que el escolasticismo medieval se había esclavizado a las ideas de Aristóteles. Ellos no podían acusar entonces, con justicia, a los hombres de la Iglesia de creer en una tierra plana, ya que la posición de Aristóteles fue que la tierra era redonda.
Los orígenes e historia del mito se pueden encontrar en un útil librito, sin notas ni índice y de sólo 77 páginas, del autor Jeffrey Burton Russell, llamado Inventing the Flat Earth: Columbus and Modern Historians (Inventando la Tierra Plana: Colón y los historiadores modernos), Nueva York, 1991.
Russell identifica varias versiones del mito. El más absurdo, ya que muestra ignorancia del antiguo conocimiento griego, dice que nadie creía que la tierra fuese esférica, hasta la época en que se demostró. Otra versión admite que los griegos sabían acerca de la forma de la tierra, pero alega que este conocimiento se perdió, o quizás fue deliberadamente suprimido –¡lo que prefieran!- durante la “inculta” Edad Media. Mientras que otra versión conjunta prácticamente todo, a través de toda la historia se creyó que la tierra era plana, con la excepción de unas pocas mentes brillantes, aquí y allá, como Aristóteles y Tolomeo.
En la época de Boorstin, dice Russell, el mito “se había establecido tan firmemente que era más fácil mentir y creerlo: era fácil evitar comprobar las fuentes, era fácil que todos estuvieran de acuerdo, era fácil evitar el rigor histórico necesario para descartar el error”. Cuando Andrew Dickinson White repitió el mito, a finales del siglo XIX, basó su opinión, como podemos corroborarlo en sus notas, no en fuentes originales, las cuales desconocía en gran medida, sino en fuentes secundarias que sólo propagaban este mito.
Russel identificó a dos villanos del siglo XIX como las fuentes principales del mito: el escritor estadounidense Washington Irving y, el más significativo, el historiador francés Antoine-Jean Letronne (1787-1848). Los escritos medio históricos y medio ficticios de Irving frecuentemente hacían borrosa esta distinción entre hecho y ficción, una diferenciación que de la misma manera era poco clara para sus lectores. Determinado en retratar a Colón como un héroe romántico, Irving incluyó en su History of the Life and Voyages of Christopher Columbus -1828- (Historia de la vida y viajes de Cristóbal Colón), un registro ficticio de un concilio que supuestamente habría sermoneado a Colón con las teorías de Lactancio; el heroico Colón, por supuesto, resueltamente resistió estos intentos de persuadirlo con todas esas tonterías medievales. [Nota de B&T: Esta es la poco original táctica de autores anticlericales actuales como Dan Brown, y en México, de Francisco Martín Moreno, quienes combinan la historia con sus propias versiones, generalmente mezcladas con exageraciones e interpretaciones históricamente indemostrables, pero que tienen la particularidad de alimentar el morbo y el odio a la Iglesia en algunas personas]. [Nota de MILES CHRISTI: Esa misma estrategia la utiliza el renegado Fernando Vallejo].
En cuanto a Letronne, recibió mucho de su entrenamiento académico de hombres quienes propagaban el acostumbrado chisme de la “Ilustración” sobre la ignorancia de la Edad Media. Aunque concedía que unos pocos teólogos sabían que la tierra era esférica, Letronne inventó la idea de que la vasta mayoría eran unos tontos creyentes de la idea de la tierra plana. La idea de la tierra plana, decía, fue dominante en Europa hasta el tiempo de Colón.
La aceptación sin crítica del mito es muy tentadora para algunos estudiosos, ya que coincide con la caricatura que se forman del Cristianismo y por lo tanto, ya están naturalmente predispuestos. “Si los cristianos hubieran, por siglos, insistido en que la tierra era plana, en contra de la evidencia clara y disponible”, dice Russell, “ellos hubieran sido enemigos, no sólo de la verdad científica, sino unos enemigos desdeñables y lamentables”.
El crimen de los supuestos creyentes de la tierra plana fue que ellos habrían adoptado una posición contraria ante un hecho y ante la evidencia disponible. ¿No son los propios críticos de esto, víctimas de su crítica, cuando ante la evidencia documental ellos sostienen lo contrario, que los cristianos creían que la tierra era plana?
Thomas E. Woods
Nota de B&T: **Lucio Cecilio Firmiano Lactancio fue entrenado como retórico por Arnobio el Viejo [1]. Fue designado como el principal maestro de retórica por el Emperador Diocleciano (c. 245-313) en Nicomedia, aproximadamente en 300 AD, renunciando a este cargo cuando se convirtió al Cristianismo. Desde 317 sirvió a Constantino (c. 274-337) como tutor de su hijo Crispo [2]. Sus trabajos que sobrevivieron y los testimonios de sus sucesores demuestran que fue un teólogo ineficaz, siendo “… más adepto a mostrar las incongruencias de la idolatría politeísta que en establecer la enseñanza cristiana”. [3] San Jerónimo escribió sobre él, diciendo: “Si tan sólo Lactancio, un río de elocuencia casi ciceroniana, fuese capaz de sostener nuestra causa, ¡con la misma facilidad con la que anula la de nuestros adversarios!” [4] El propósito de los escritos de Lactancio fue presentar al cristianismo de una forma que resultara atractiva a los filósofos paganos [5]. En la práctica resultó en una amalgama poco armoniosa de cristianismo, platonismo, estoicismo y pitagorismo. Sus ideas lo llevaron a su condenación póstuma como hereje. El interés en sus trabajos revivió durante el Renacimiento, no debido a su sobresaliente contenido teológico, sino debido a su “excelente estilo en el latín”. [6]. [Rob Bradshaw].
Notas de ByT:
[1] Metodio, Castidad 9.2 (Musurillo, 134-135).
[2] Jerónimo, Vidas, 80;
Epístola 70.5 (NPNF, 2nd series, Vol. 3, 378). [3] F.L. Cross & E.A.
Livingstone (editores). The Oxford Dictionary of the Christian Church, III ed. (Oxford: OUP, 1997) (3) ODCC, 791.
[4] Encyclopedia Britannica
Micropedia., Vol. 7, XV ed., 1993, 90.
[5] Jerónimo, Epístola 58, 10.
[6]
Lactancio, Institutes, 1.1 (ANF, Vol. 7, 10); R.M. Ogilvie, La Biblioteca de Lactancio. (Oxford: Clarendon Press, 1978), 96.
Nota de Miles Christi: * Cosmas Indicopleustes fue un marino griego de
Alejandría que viajó a Etiopía, la India y Sri Lanka durante el siglo
VI. Luego de sus viajes, se convirtió en monje nestoriano y hacia el 550
escribió su Topografía, considerando que la tierra era plana y rectangular
(inclusive, con las proporciones del Tabernáculo del Antiguo Testamento), visión que desde luego fue rechazada por los estudiosos bizantinos y occidentales de su tiempo.
The Myth of the Flat Earth
ResponderEliminarSummary by Jeffrey Burton Russell (Author) for the American Scientific Affiliation Conference
August 4, 1997 at Westmont College
How does investigating the myth of the flat earth help teachers of the history of science?
First, as a historian, I have to admit that it tells us something about the precariousness of history. History is precarious for three reasons: the good reason that it is extraordinarily difficult to determine "what really happened" in any series of events; the bad reason that historical scholarship is often sloppy; and the appalling reason that far too much historical scholarship consists of contorting the evidence to fit ideological models. The worst examples of such contortions are the Nazi and Communist histories of the early- and mid-twentieth century.
Contortions that are common today, if not widely recognized, are produced by the incessant attacks on Christianity and religion in general by secular writers during the past century and a half, attacks that are largely responsible for the academic and journalistic sneers at Christianity today.
A curious example of this mistreatment of the past for the purpose of slandering Christians is a widespread historical error, an error that the Historical Society of Britain some years back listed as number one in its short compendium of the ten most common historical illusions. It is the notion that people used to believe that the earth was flat--especially medieval Christians.
It must first be reiterated that with extraordinary few exceptions no educated person in the history of Western Civilization from the third century B.C. onward believed that the earth was flat.
A round earth appears at least as early as the sixth century BC with Pythagoras, who was followed by Aristotle, Euclid, and Aristarchus, among others in observing that the earth was a sphere. Although there were a few dissenters--Leukippos and Demokritos for example--by the time of Eratosthenes (3 c. BC), followed by Crates(2 c. BC), Strabo (3 c. BC), and Ptolemy (first c. AD), the sphericity of the earth was accepted by all educated Greeks and Romans.
Nor did this situation change with the advent of Christianity. A few--at least two and at most five--early Christian fathers denied the sphericity of earth by mistakenly taking passages such as Ps. 104:2-3 as geographical rather than metaphorical statements. On the other side tens of thousands of Christian theologians, poets, artists, and scientists took the spherical view throughout the early, medieval, and modern church. The point is that no educated person believed otherwise.
Historians of science have been proving this point for at least 70 years (most recently Edward Grant, David Lindberg, Daniel Woodward, and Robert S. Westman), without making notable headway against the error. Schoolchildren in the US, Europe, and Japan are for the most part being taught the same old nonsense. How and why did this nonsense emerge?
In my research, I looked to see how old the idea was that medieval Christians believed the earth was flat. I obviously did not find it among medieval Christians. Nor among anti-Catholic Protestant reformers. Nor in Copernicus or Galileo or their followers, who had to demonstrate the superiority of a heliocentric system, but not of a spherical earth. I was sure I would find it among the eighteenth-century philosophes, among all their vitriolic sneers at Christianity, but not a word. I am still amazed at where it first appears.
No one before the 1830s believed that medieval people thought that the earth was flat.
(Continúa en la próxima mitad, en el siguiente mensaje)
(Segunda mitad de la nota del autor, de 1997):
ResponderEliminarNo one before the 1830s believed that medieval people thought that the earth was flat.
The idea was established, almost contemporaneously, by a Frenchman and an American, between whom I have not been able to establish a connection, though they were both in Paris at the same time. One was Antoine-Jean Letronne (1787-1848), an academic of strong antireligious prejudices who had studied both geography and patristics and who cleverly drew upon both to misrepresent the church fathers and their medieval successors as believing in a flat earth, in his On the Cosmographical Ideas of the Church Fathers (1834). The American was no other than our beloved storyteller Washington Irving (1783-1859), who loved to write historical fiction under the guise of history. His misrepresentations of the history of early New York City and of the life of Washington were topped by his history of Christopher Columbus (1828). It was he who invented the indelible picture of the young Columbus, a "simple mariner," appearing before a dark crowd of benighted inquisitors and hooded theologians at a council of Salamanca, all of whom believed, according to Irving, that the earth was flat like a plate. Well, yes, there was a meeting at Salamanca in 1491, but Irving's version of it, to quote a distinguished modern historian of Columbus, was "pure moonshine. Washington Irving, scenting his opportunity for a picturesque and moving scene," created a fictitious account of this "nonexistent university council" and "let his imagination go completely...the whole story is misleading and mischievous nonsense."
But now, why did the false accounts of Letronne and Irving become melded and then, as early as the 1860s, begin to be served up in schools and in schoolbooks as the solemn truth?
The answer is that the falsehood about the spherical earth became a colorful and unforgettable part of a larger falsehood: the falsehood of the eternal war between science (good) and religion (bad) throughout Western history. This vast web of falsehood was invented and propagated by the influential historian John Draper (1811-1882) and many prestigious followers, such as Andrew Dickson White (1832-1918), the president of Cornell University, who made sure that the false account was perpetrated in texts, encyclopedias, and even allegedly serious scholarship, down to the present day. A lively current version of the lie can be found in Daniel Boorstin's The Discoverers, found in any bookshop or library.
The reason for promoting both the specific lie about the sphericity of the earth and the general lie that religion and science are in natural and eternal conflict in Western society, is to defend Darwinism. The answer is really only slightly more complicated than that bald statement. The flat-earth lie was ammunition against the creationists. The argument was simple and powerful, if not elegant: "Look how stupid these Christians are. They are always getting in the way of science and progress. These people who deny evolution today are exactly the same sort of people as those idiots who for at least a thousand years denied that the earth was round. How stupid can you get?"
But that is not the truth.