Desde SALUTARIS HOSTIA
La novena tiene el Imprimátur emitido por el
Gobierno Eclesiástico de la Archidiócesis de Buenos Aires en
1926.
NOVENA A NUESTRA SEÑORA DE LOURDES
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Señor mío Jesucristo, Redentor amoroso de las almas, que te dignaste enviar a la tierra a tu Madre Inmaculada para que fuese la mensajera de tu misericordia, anunciando a los hombres la penitencia, me postro humilde a tus pies, e imploro con profundo arrepentimiento el perdón de mis innumerables culpas. Para comprender el precio de la gracia y el amor que te inspira un alma sin mancha, me basta contemplar la incomparable hermosura de la cual te dignaste revestir a tu Madre purísima. Por lo mucho que el pecado ofende a tu bondad infinita y por lo mucho que deseo amarte, me pesa, pues, de corazón por haberte ofendido y manchado mi alma creada a tu imagen y semejanza. Derrama, Señor, sobre mí tu misericordia; yo, ayudado con tu gracia, haré la penitencia que, en tu nombre, me pide tu Santísima Madre; me haré digno de tu perdón y mereceré la perseverancia en tu santo amor y servicio hasta el fin de mi vida. Amén.
ORACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN PARA TODOS LOS DÍAS
Al presentarme ante tu imagen sagrada, ¡oh Inmaculada y bondadosa Madre!, para honrarte en esta novena, bajo el nombre bendito de Virgen de Lourdes, cumplo con el deseo que manifestaste a todos tus hijos por medio de Bernardita, la hija predilecta de tu amor. Quisiste ver a las muchedumbres postradas a tus plantas y para atraerlas más eficazmente, nos hiciste entrever los esplendores del Cielo, mostrándote en toda la hermosura de tu eterna juventud. Como la paloma del Cantar de los Cantares, te asomaste a las aberturas de la piedra, a la Gruta de la montaña, y el mundo contempló admirado los reflejos de tu resplandeciente rostro y oyó los ecos de tu voz dulcísima. Confirmando con tu palabra venida del Cielo la palabra del Pontífice Supremo que acababa de proclamarte, a la faz de la tierra, Inmaculada en tu Concepción, llenaste su corazón de consuelo y al mundo Católico de júbilo. Las lágrimas y los gemidos de tus hijos, agobiados bajo el peso de sus miserias, llegaron hasta el trono de tu misericordia, y llevada de tu inmensa compasión, acudiste presurosa para sanar sus cuerpos y sus almas. Mandaste, y luego de la tierra dócil salió el agua benéfica y cristalina, cuya misteriosa virtud devuelve vista al ciego y palabra al mudo, vida a los miembros muertos, imagen sensible de la gracia que, pasando por tu Corazón, transforma y resucita a las almas.
A tus pies vengo, pues, ¡oh Madre amante!, para escuchar tu voz, exponer mis necesidades y solicitar tus maternales favores. Bernardita era pura cuando se acercaba a la Gruta donde tú la atraías: yo, que soy criatura tan culpable, ¿me atreveré a acercarme al trono de la pureza que rodean los ángeles del Cielo? Tu bondad para con los pecadores me alienta, ¡oh María! Dadme luz, ¡oh Reina de la Sabiduría!, cúbreme con el manto de tu maternal protección, para que en esta novena comprenda tus enseñanzas, me someta a tus consejos, los practique con amor, aleje de mi alma la ira de Dios y merezca en cambio su gracia y su amor. Amén.
DÍA PRIMERO – 2 DE FEBRERO
MEDITACIÓN: PRIMERA APARICIÓN DE LA VIRGEN A BERNARDITA
Era Bernardita una niña desconocida del pueblo de Lourdes, en Francia. Inocente y piadosa, había llegado a la edad de 14 años, sin hacer su primera comunión, por haberse criado lejos de la casa de sus padres.
El día 11 de febrero de 1858 salió a buscar un poco de leña acompañada de otras dos muchachas, y se dirigió hacia la gruta de Massabielle. Al llegar al pie de dicha gruta, la niña oyó un ruido sordo semejante a un viento recio. Miró, y no vio nada. Ni los árboles se movían. “Me habré equivocado”, pensó. Tras pocos instantes, el ruido misterioso se volvió a oír. Alzó la niña la vista, y miró hacia la gruta y quiso dar un grito, pero la emoción apagó su voz. Atónita ante el espectáculo que contempla, cae de rodillas. ¿Qué ha visto? En medio de una luz deslumbradora, una Señora prodigiosamente bella aparece a los ojos de la muchacha. Va vestida con traje blanco, resplandeciente, ajustado el talle con ceñidor de color celeste. Un largo y ancho velo blanco cae de la cabeza hasta el suelo y envuelve en sus pliegues su cuerpo. Sus pies, de virginal pureza, están desnudos, pero adornados con rosas de oro. La dama tiene juntas las manos en la actitud de la más fervorosa oración. De sus brazos cuelga un precioso rosario.
Al contemplar esta celestial visión, el corazón de la niña parece derretirse en dicha y emoción. Bernardita buscó su rosario y quiere hacer la señal de la cruz, mas su brazo está paralizado. Entonces tiene miedo. Mas al momento la Visión, tomando en su mano la cruz de su rosario, hace con ella la señal de la cruz. Imítala Bernardita, y al ver las cuentas del rosario correr entre los dedos de la Señora, la niña reza su rosario hasta el fin, con inefable devoción. Al fin, la Señora extiende su brazo, sonríe con dulzura y desaparece.
La Virgen María, pues era Ella, ha vuelto otra vez al secreto impenetrable de los Cielos.
Réstanos ahora considerar cuán agradable debe ser a María la sencillez y la pureza, pues escoge para mensajera de sus voluntades para con los hombres, a la más inocente y más sencilla de las tres compañeras que han ido a la gruta. Y en efecto, escrito está: Bienaventurados los limpios de corazón, sólo ellos son capaces de ver a Dios y de comprender las cosas del Cielo.
Aquí se medita y se pide la gracia que se desea conseguir. En seguida se anuncian las intenciones generales: La Santa Iglesia, la Patria, los gobernadores eclesiásticos y civiles, la enseñanza católica, la salud de los enfermos, y la conversión de los pecadores.
NUESTRA SEÑORA DE LOURDES: Ruega por nosotros. (Cinco Padrenuestros, con sus respectivas Avemarías y Glorias)
SALUD DE LOS ENFERMOS: Ruega por nosotros. (Cinco Padrenuestros, con sus respectivas Avemarías y Glorias)
REFUGIO DE LOS PECADORES: Ruega por nosotros. (Cinco Padrenuestros, con sus respectivas Avemarías y Glorias)
Oración del día primero
¡Nuestra Señora de Lourdes! En memoria de esa primera aparición, cuya verdad atestiguarán tantos posteriores sucesos, en nombre del misterioso silencio que cerraba vuestros benditos labios, en nombre de la modestia de vuestros vestidos, en nombre de la elección que hicisteis de una gruta desierta para manifestaros a las miradas de la inocencia: dadnos el amor al retiro, a la simplicidad y al silencio; que aprendamos a huir del bullicio, de la agitación, del lujo, de cuánto separa de la gracia de Dios. Refrenad la libertad de nuestra lengua, recordad siempre a nuestra conciencia que de todas nuestras palabras debemos dar cuenta en el Juicio final. Curad nuestras extremas delicadezas y nuestras vanidades ridículas, nuestro apego insensato a la moda del día, a los adornos, a las joyas, a los muebles inútiles, a las frivolidades de toda especie, al afeminado deseo de bien parecer. Curad nuestro culpable amor por las pompas de satanás, a las que hemos renunciado en nuestro bautismo y que sólo son dignas de nuestro desprecio. Haced que comprendamos la verdadera riqueza de la pobreza.
Curad nuestra loca estimación por el mundo y hacednos siempre recordar que Jesucristo no ha rogado por el mundo y ha maldecido su espíritu. Además del amor al retiro, a la pobreza y el silencio, os suplicamos nos concedáis el amor a la oración. ¡Oh María!, en memoria del Rosario que vio Bernardita en vuestras sagradas manos, enseñadnos a invocaros con esa piedad filial que todo lo consigue y a deciros con los mismos sentimientos que el Ángel Gabriel y que los fieles corazones: “Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú entre las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”.
PRÁCTICA: Hacer despacio, bien y con mucha devoción la señal de la cruz.
GOZOS EN HONOR A NUESTRA SEÑORA DE LOURDES
Virgen Santa Inmaculada,
De la Gruta misteriosa,
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
Allá en las verdes riberas
Donde sus aguas de plata
El manso Gave desata
Dando vida, inspiración.
A la sombra de sus bosques
La humilde Lourdes reposa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
De verduras tapizadas
Se levantan sus montañas
De cuyas ricas entrañas,
Con admirable primor,
Se desprende una ancha Gruta
Que cubre silvestre roca.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
Hacia las faldas del monte
Subió un día Bernardita,
La aldeana de Dios bendita
Por sus gracias y candor,
A formar haces de leña
Que diera fuego a su choza.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
Súbitamente a la Gruta
De luz un rayo ilumina,
Y en una aureola divina
Más esplendida que el sol,
La reina del Cielo y tierra
Su planta en la roca posa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
“No temas, hija querida,
Levanta a mí tu mirada,
Soy María Inmaculada,
Soy la Madre de tu Dios
Por teatro elijo este sitio
De mi mano portentosa”.
Virgen Santa Inmaculada,
De la Gruta misteriosa,
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
Allá en las verdes riberas
Donde sus aguas de plata
El manso Gave desata
Dando vida, inspiración.
A la sombra de sus bosques
La humilde Lourdes reposa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
De verduras tapizadas
Se levantan sus montañas
De cuyas ricas entrañas,
Con admirable primor,
Se desprende una ancha Gruta
Que cubre silvestre roca.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
Hacia las faldas del monte
Subió un día Bernardita,
La aldeana de Dios bendita
Por sus gracias y candor,
A formar haces de leña
Que diera fuego a su choza.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
Súbitamente a la Gruta
De luz un rayo ilumina,
Y en una aureola divina
Más esplendida que el sol,
La reina del Cielo y tierra
Su planta en la roca posa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
“No temas, hija querida,
Levanta a mí tu mirada,
Soy María Inmaculada,
Soy la Madre de tu Dios
Por teatro elijo este sitio
De mi mano portentosa”.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
Dijo la Virgen, y envuelta
Por los pliegues de una nube
Al Cielo de nuevo sube
Que a su paso se entreabrió:
La aldeana vuelve a la vida,
De placer su alma rebosa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
Al pie de esta misma Gruta,
Diez y ocho veces la aldeana
De la Virgen soberana
La vista recibió,
Otras tantas desafiando
Al malvado victoriosa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
Sellar quiso sus bondades
La Señora eternamente,
Con una límpida fuente
Que entre las rocas brotó,
Al contacto repentino
De la niña candorosa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
En esas aguas del cielo
El hombre encuentra la vida,
Huye la muerte aterrada,
Calma el triste su dolor,
Y en los triunfos de María
La Iglesia Santa se goza.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
El lejano peregrino
Va a postrarse ante esa roca
Donde el mundo entero invoca
Tu Divina Concepción.
¡Bendita seas, María!
Que de Dios eres Madre, Hija y Esposa.
De tus hijos la oración.
Dijo la Virgen, y envuelta
Por los pliegues de una nube
Al Cielo de nuevo sube
Que a su paso se entreabrió:
La aldeana vuelve a la vida,
De placer su alma rebosa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
Al pie de esta misma Gruta,
Diez y ocho veces la aldeana
De la Virgen soberana
La vista recibió,
Otras tantas desafiando
Al malvado victoriosa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
Sellar quiso sus bondades
La Señora eternamente,
Con una límpida fuente
Que entre las rocas brotó,
Al contacto repentino
De la niña candorosa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
En esas aguas del cielo
El hombre encuentra la vida,
Huye la muerte aterrada,
Calma el triste su dolor,
Y en los triunfos de María
La Iglesia Santa se goza.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
El lejano peregrino
Va a postrarse ante esa roca
Donde el mundo entero invoca
Tu Divina Concepción.
¡Bendita seas, María!
Que de Dios eres Madre, Hija y Esposa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
Virgen Santa Inmaculada
De la Gruta Misteriosa,
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
De tus hijos la oración.
Virgen Santa Inmaculada
De la Gruta Misteriosa,
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
Acabo de recibir de tus labios divinos, ¡oh piadosa Madre!, las lecciones que das a la tierra por medio de tu gloriosa y misericordiosa aparición. Para probar tu misión divina a la tierra has multiplicado, como lo hizo tu hijo Jesús, los milagros a favor de los hombres, dando la vista a los ciegos, oído a los sordos; habla a los mudos y salud completa a los enfermos agobiados por toda clase de dolor.
En estos enfermos, ¡oh Madre piadosa!, reconozco las dolencias de mi alma que tú has venido a sanar. En su ceguedad, ¡oh María!, mi alma se ha extraviado del camino del bien. En su sordera, ha desentendido la voz de Dios que la llamaba atrayéndola con las caricias de su gracia. En su mudez, ha dejado de alabar a Dios por sus grandezas y beneficios y agobiada por sus múltiples enfermedades, ha dejado de practicar el bien y la virtud. ¡Oh María, refugio de los pecadores y salud de los enfermos!, sana mi alma de las enfermedades que la aquejan. Guíame sin cesar por el camino del bien, haz que mi alma oiga siempre la voz de Dios y no la desatienda jamás, y que cante siempre sus alabanzas; líbrala de todas las enfermedades que la agobian, para que libre del peso de la tentación y del pecado, siga tus huellas, imite tus virtudes y te acompañe en tu vuelo hacia la patria feliz. Así sea.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
DÍA SEGUNDO – 3 DE FEBRERO
DÍA SEGUNDO – 3 DE FEBRERO
En el nombre del Padre...
Acto de Contrición y Oración a la Santísima Virgen...
MEDITACIÓN: “HAZME EL FAVOR DE VENIR QUINCE DÍAS SEGUIDOS”…Acto de Contrición y Oración a la Santísima Virgen...
La inocente niña había comunicado a sus padres la visión que había tenido en la gruta. Por segunda vez, el día 14, había vuelto al peñasco bendito, gozando por segunda vez de la misma dicha. Y el día 18 volvía al mismo lugar acompañada de dos amigas suyas que deseaban ayudarla en sus relaciones con la visión. Al empezar la niña su rosario, la celestial visión se aparece por tercera vez.
-“Allí está”, dice la niña a sus amigas.
-“Pregúntale si le gusta que estemos aquí contigo”.
-“Podéis quedaros”…
Tras un momento de contemplación inefable, -“¡Señora mía, dijo la niña a la Visión, si tenéis algo que comunicarme tened la bondad de escribirlo en este papel!”
La Visión sonrió y dijo: “Lo que tengo que comunicarte no necesito escribirlo. Hazme el favor de venir aquí quince días seguidos”.
Se lo prometió la niña, y la Visión añadió: “Yo también te prometo hacerte dichosa no en este mundo, sino en el otro”.
“Vendrás quince días”... Con estas palabras la Santísima Virgen nos da a entender dos grandes lecciones: Que el cristiano debe ser perseverante en la oración, y que María se complace de un modo especial en recibir estas plegarias en los santuarios que Ella misma se ha escogido.
El Señor ha dicho: “Es necesario orar siempre sin desfallecer jamás”. En la oración continua el alma se comunica más íntimamente con Dios y recibe sus inspiraciones y caricias. Y cuando la plegaria sale de un corazón puro y humilde, en un lugar escogido por la Madre de Dios, María la oye y la despacha con bondad.
Acudamos asiduos y obedientes al templo donde nos llama nuestra Madre y nuestras oraciones no serán nunca desoídas.
Aquí se medita y se pide la gracia que se desea conseguir. En seguida se anuncian las intenciones generales, y se reza 5 Padrenuestros y Avemarías gloriados con las invocaciones.
Oración del segundo día
Nuestra Señora de Lourdes, también nosotros, como la pequeña niña a quien os aparecisteis, tenemos nuestros miedos y temores delante de las manifestaciones de lo alto. Nosotros también cuando a nuestra alma se presenta algo de divino, como el deber que cumplir, o la religión que practicar, experimentamos cierto temor y desfallecimiento. Enseñadnos, ¡oh María!, a vencer con la ayuda de la oración el primer temor de nuestra débil naturaleza. Hacednos comprender que la virtud es sólo austera en la apariencia y que si cierta timidez precede a las acciones, un gozo inefable las acompaña y las sigue: muy al contrario que con el pecado, nos seduce y nos engaña con el atractivo del placer y que deja sólo el vacío y decepción, la tristeza y la amargura.
Mil veces nuestros espíritus han experimentado esta verdad, y parece sin embargo, que la ignoramos enteramente: tan rebeldes o descuidados somos para hacer el bien, y tan fácilmente sucumbimos a la tentación. ¡Oh Madre nuestra!, haced penetrar esta verdad en el fondo de nuestros corazones, a fin de que ella ayude constantemente nuestra debilidad, y sigamos siempre los senderos del Señor.
¡Nuestra Señora de Lourdes, rogad por nosotros!
PRÁCTICA: A ejemplo de Bernardita, servirse del agua bendita para desterrar las tentaciones y otros asaltos del demonio.
Concluir con los Gozos y la Oración final.
DÍA TERCERO – 4 DE FEBRERO
En el nombre del Padre...
Acto de Contrición y Oración a la Santísima Virgen...
MEDITACIÓN: “YO TE PROMETO HACERTE DICHOSA NO EN ESTA VIDA SINO EN LA OTRA”
Una ley natural nacida en el corazón de todos los seres, los inclina a buscar siempre su felicidad; y más que todos, el hombre ansía el momento en que pueda ser feliz. Desgraciadamente el hombre busca su dicha allí donde no se encuentra: la busca en las riquezas, y estas son perecederas; la busca en los placeres, y éstos son amargos; la busca en los honores, y estos son vanos. El corazón del hombre está hecho para una dicha infinita, y nada de lo que es creado le puede saciar. María sabe dónde se encuentra la verdadera felicidad, y ésta es la que promete a Bernardita: “Yo te haré dichosa, no en esta vida sino en la otra”.
La verdadera dicha consiste en conseguir el fin para el cual hemos sido creados, y este fin es Dios. En Él está la verdadera felicidad. Y como para llegar a Dios es necesario seguir el camino del deber, la verdadera dicha para el cristiano aquí en la tierra, es el testimonio de la conciencia del deber cumplido. Esta dicha la podemos y aún la debemos buscar aquí en la tierra. Pretender otra felicidad es engañarse.
Además, no debemos olvidarnos que la tierra es el valle de lágrimas, es decir, el lugar del sufrimiento, y que mientras vivamos en él tendremos que sufrir, queramos o no. En primer lugar, porque somos pecadores y nuestros pecados necesitan una expiación; y en segundo lugar, porque a ejemplo de Jesús, para subir al Cielo, el cristiano debe merecerlo, pasando antes por los sufrimientos del Calvario. En cuanto a la eterna dicha, María nos la promete como se la prometió a Bernardita, con tal que oigamos sus consejos y cumplamos sus mandamientos.
Aquí se medita y se pide la gracia que se desea conseguir. En seguida se anuncian las intenciones generales, y se reza 5 Padrenuestros y Avemarías gloriados con las invocaciones.
Oración del día tercero
Nuestra Señora de Lourdes, nos atrevemos a pediros para nosotros mismos lo que vos habéis prometido a Bernardita.
Aseguradnos la felicidad no en esta fugitiva tierra, por donde no hacemos más que pasar, sino en el mundo definitivo y eterno, en medio de los Ángeles y Santos, donde, ¡oh Reina de los Bienaventurados!, estáis sentada sobre un trono de gloria. Dadme la virtud sólida, haced descender a nuestros corazones esa inmortal esperanza que alegrará todas las penas de nuestra vida, dulcificará todas las amarguras de nuestro destierro, y que nos hará gozar aquí abajo de la paz, de la dulce paz del cristiano, felicidad anticipada de la bienaventuranza eterna.
-“Allí está”, dice la niña a sus amigas.
-“Pregúntale si le gusta que estemos aquí contigo”.
-“Podéis quedaros”…
Tras un momento de contemplación inefable, -“¡Señora mía, dijo la niña a la Visión, si tenéis algo que comunicarme tened la bondad de escribirlo en este papel!”
La Visión sonrió y dijo: “Lo que tengo que comunicarte no necesito escribirlo. Hazme el favor de venir aquí quince días seguidos”.
Se lo prometió la niña, y la Visión añadió: “Yo también te prometo hacerte dichosa no en este mundo, sino en el otro”.
“Vendrás quince días”... Con estas palabras la Santísima Virgen nos da a entender dos grandes lecciones: Que el cristiano debe ser perseverante en la oración, y que María se complace de un modo especial en recibir estas plegarias en los santuarios que Ella misma se ha escogido.
El Señor ha dicho: “Es necesario orar siempre sin desfallecer jamás”. En la oración continua el alma se comunica más íntimamente con Dios y recibe sus inspiraciones y caricias. Y cuando la plegaria sale de un corazón puro y humilde, en un lugar escogido por la Madre de Dios, María la oye y la despacha con bondad.
Acudamos asiduos y obedientes al templo donde nos llama nuestra Madre y nuestras oraciones no serán nunca desoídas.
Aquí se medita y se pide la gracia que se desea conseguir. En seguida se anuncian las intenciones generales, y se reza 5 Padrenuestros y Avemarías gloriados con las invocaciones.
Oración del segundo día
Nuestra Señora de Lourdes, también nosotros, como la pequeña niña a quien os aparecisteis, tenemos nuestros miedos y temores delante de las manifestaciones de lo alto. Nosotros también cuando a nuestra alma se presenta algo de divino, como el deber que cumplir, o la religión que practicar, experimentamos cierto temor y desfallecimiento. Enseñadnos, ¡oh María!, a vencer con la ayuda de la oración el primer temor de nuestra débil naturaleza. Hacednos comprender que la virtud es sólo austera en la apariencia y que si cierta timidez precede a las acciones, un gozo inefable las acompaña y las sigue: muy al contrario que con el pecado, nos seduce y nos engaña con el atractivo del placer y que deja sólo el vacío y decepción, la tristeza y la amargura.
Mil veces nuestros espíritus han experimentado esta verdad, y parece sin embargo, que la ignoramos enteramente: tan rebeldes o descuidados somos para hacer el bien, y tan fácilmente sucumbimos a la tentación. ¡Oh Madre nuestra!, haced penetrar esta verdad en el fondo de nuestros corazones, a fin de que ella ayude constantemente nuestra debilidad, y sigamos siempre los senderos del Señor.
¡Nuestra Señora de Lourdes, rogad por nosotros!
PRÁCTICA: A ejemplo de Bernardita, servirse del agua bendita para desterrar las tentaciones y otros asaltos del demonio.
Concluir con los Gozos y la Oración final.
DÍA TERCERO – 4 DE FEBRERO
En el nombre del Padre...
Acto de Contrición y Oración a la Santísima Virgen...
MEDITACIÓN: “YO TE PROMETO HACERTE DICHOSA NO EN ESTA VIDA SINO EN LA OTRA”
Una ley natural nacida en el corazón de todos los seres, los inclina a buscar siempre su felicidad; y más que todos, el hombre ansía el momento en que pueda ser feliz. Desgraciadamente el hombre busca su dicha allí donde no se encuentra: la busca en las riquezas, y estas son perecederas; la busca en los placeres, y éstos son amargos; la busca en los honores, y estos son vanos. El corazón del hombre está hecho para una dicha infinita, y nada de lo que es creado le puede saciar. María sabe dónde se encuentra la verdadera felicidad, y ésta es la que promete a Bernardita: “Yo te haré dichosa, no en esta vida sino en la otra”.
La verdadera dicha consiste en conseguir el fin para el cual hemos sido creados, y este fin es Dios. En Él está la verdadera felicidad. Y como para llegar a Dios es necesario seguir el camino del deber, la verdadera dicha para el cristiano aquí en la tierra, es el testimonio de la conciencia del deber cumplido. Esta dicha la podemos y aún la debemos buscar aquí en la tierra. Pretender otra felicidad es engañarse.
Además, no debemos olvidarnos que la tierra es el valle de lágrimas, es decir, el lugar del sufrimiento, y que mientras vivamos en él tendremos que sufrir, queramos o no. En primer lugar, porque somos pecadores y nuestros pecados necesitan una expiación; y en segundo lugar, porque a ejemplo de Jesús, para subir al Cielo, el cristiano debe merecerlo, pasando antes por los sufrimientos del Calvario. En cuanto a la eterna dicha, María nos la promete como se la prometió a Bernardita, con tal que oigamos sus consejos y cumplamos sus mandamientos.
Aquí se medita y se pide la gracia que se desea conseguir. En seguida se anuncian las intenciones generales, y se reza 5 Padrenuestros y Avemarías gloriados con las invocaciones.
Oración del día tercero
Nuestra Señora de Lourdes, nos atrevemos a pediros para nosotros mismos lo que vos habéis prometido a Bernardita.
Aseguradnos la felicidad no en esta fugitiva tierra, por donde no hacemos más que pasar, sino en el mundo definitivo y eterno, en medio de los Ángeles y Santos, donde, ¡oh Reina de los Bienaventurados!, estáis sentada sobre un trono de gloria. Dadme la virtud sólida, haced descender a nuestros corazones esa inmortal esperanza que alegrará todas las penas de nuestra vida, dulcificará todas las amarguras de nuestro destierro, y que nos hará gozar aquí abajo de la paz, de la dulce paz del cristiano, felicidad anticipada de la bienaventuranza eterna.
¡Nuestra Señora de Lourdes, rogad por nosotros!
PRÁCTICA: Procurar en medio de los quehaceres de la casa rezar Avemarías hasta completar un rosario.
Concluir con los Gozos y la Oración final.
DÍA CUARTO – 5 DE FEBRERO
En el nombre del Padre...
Acto de Contrición y Oración a la Santísima Virgen...
MEDITACIÓN: ESTAMOS LLAMADOS A VOLVER A DIOS
Al dignarse bajar del cielo, la Santísima Virgen se proponía convertir a Dios el mundo materializado, resucitando la fe en los corazones. Se consigue esto de dos maneras: o por las manifestaciones públicas de la piedad cristiana, o por las manifestaciones de las maravillas de Dios. María lo sabe, y por eso pide a Bernardita que el mundo entero venga en procesión a la gruta que Ella se ha escogido, haga en ella actos de fe y de amor, y en cambio recibirá las manifestaciones de la misericordia divina.
La procesión procura la gloria de Dios. En ella y por ella el cristiano confiesa a Dios, canta sus alabanzas, proclama sus grandezas, e implora sus misericordias. En la procesión, el cristiano vence su pusilanimidad, triunfa del respeto humano, y con el ejemplo de sus hermanos se alienta en la fe, en la confianza y en el amor. Y ¡qué disposiciones para recibir las gracias divinas! Por eso la Santísima Virgen se complace en derramar sobre el pueblo cristiano los beneficios de su maternal misericordia. Cuando el pueblo reunido ha orado y cantado las alabanzas de Dios y pedido el auxilio de su Madre, llueve del cielo el rocío del milagro y viene a dar vista al ciego, oído al sordo, lengua al mudo, y salud al paralítico. Y la gente que le contempla, ve crecer su fe, renace a la esperanza perdida, y canta de nuevo las alabanzas de Dios.
Aunque no de un modo tan patente, ¡cuántas maravillas han contemplado nuestros ojos! ¡Cuántos favores han recibido nuestras almas! Y sin embargo, permanecemos fríos ante la gracia y sordos a la voz de Dios. También a nosotros nos llama la Virgen, cuando en su templo la piedad cristiana procura alguna manifestación. También nos llama, cuando en nuestro corazón sentimos el deseo de practicar alguna virtud para agradarla, o de apartarnos de algún pecado que la ofende. No nos hagamos sordos a su voz, seámosle siempre dóciles, y en cambio, Ella derramará sobre nuestras almas las gracias de salud y de conversión que tanto necesitamos.
Aquí se medita y se pide la gracia que se desea conseguir. En seguida se anuncian las intenciones generales, y se reza 5 Padrenuestros y Avemarías gloriados con las invocaciones.
Oración del día cuarto
Nuestra Señora de Lourdes, la presencia de las iniquidades de la tierra ha hecho pasar una dolorosa nube sobre vuestra frente celestial y contristado, por decirlo así, vuestra felicidad eterna. Nos habéis ordenado entonces que roguemos por los pecadores.
Os obedecemos, clementísima Virgen y elevamos nuestras ardientes súplicas a Vos y Dios, por todos los que os han ofendido en la tierra. Mas, nosotros también, somos pecadores, muy grandes pecadores, indignos de levantar hacia Vos nuestros ojos, y os invocamos por otros pecadores quizás menos culpables que nosotros a los ojos de vuestra justicia, que sólo exigirá a cada uno en proporción de lo que ha recibido.
Os suplicamos por los débiles, fortificadlos; os suplicamos por los extraviados, dirigidlos; os suplicamos por los enfermos, curadlos; os suplicamos por los que padecen del todo muertos a la gracia, ¡resucitadlos! ¿Acaso, Señor, la iniquidad de los hombres será mayor que vuestra misericordia e infinito poder? Alzad, ¡oh Dios de Jacob!, vuestra mano omnipotente y vengaos de este mundo culpable haciéndole caer de rodillas, postrándole delante de vuestra Cruz y convirtiéndolo en vuestro misionero apóstol.
¡Ah Señor!; todas las fuerzas humanas han llegado a su límite; venid a nosotros, ¡oh Salvador del mundo!, porque perecemos sin Vos. Dirigid la barca y se calmarán todas las furias del mar.
Nuestra Señora de Lourdes, rogad por nosotros.
PRÁCTICA: Hacer alguna oración especial por la conversión de algún pecador que tengamos en vista.
PRÁCTICA: Procurar en medio de los quehaceres de la casa rezar Avemarías hasta completar un rosario.
Concluir con los Gozos y la Oración final.
DÍA CUARTO – 5 DE FEBRERO
En el nombre del Padre...
Acto de Contrición y Oración a la Santísima Virgen...
MEDITACIÓN: ESTAMOS LLAMADOS A VOLVER A DIOS
Al dignarse bajar del cielo, la Santísima Virgen se proponía convertir a Dios el mundo materializado, resucitando la fe en los corazones. Se consigue esto de dos maneras: o por las manifestaciones públicas de la piedad cristiana, o por las manifestaciones de las maravillas de Dios. María lo sabe, y por eso pide a Bernardita que el mundo entero venga en procesión a la gruta que Ella se ha escogido, haga en ella actos de fe y de amor, y en cambio recibirá las manifestaciones de la misericordia divina.
La procesión procura la gloria de Dios. En ella y por ella el cristiano confiesa a Dios, canta sus alabanzas, proclama sus grandezas, e implora sus misericordias. En la procesión, el cristiano vence su pusilanimidad, triunfa del respeto humano, y con el ejemplo de sus hermanos se alienta en la fe, en la confianza y en el amor. Y ¡qué disposiciones para recibir las gracias divinas! Por eso la Santísima Virgen se complace en derramar sobre el pueblo cristiano los beneficios de su maternal misericordia. Cuando el pueblo reunido ha orado y cantado las alabanzas de Dios y pedido el auxilio de su Madre, llueve del cielo el rocío del milagro y viene a dar vista al ciego, oído al sordo, lengua al mudo, y salud al paralítico. Y la gente que le contempla, ve crecer su fe, renace a la esperanza perdida, y canta de nuevo las alabanzas de Dios.
Aunque no de un modo tan patente, ¡cuántas maravillas han contemplado nuestros ojos! ¡Cuántos favores han recibido nuestras almas! Y sin embargo, permanecemos fríos ante la gracia y sordos a la voz de Dios. También a nosotros nos llama la Virgen, cuando en su templo la piedad cristiana procura alguna manifestación. También nos llama, cuando en nuestro corazón sentimos el deseo de practicar alguna virtud para agradarla, o de apartarnos de algún pecado que la ofende. No nos hagamos sordos a su voz, seámosle siempre dóciles, y en cambio, Ella derramará sobre nuestras almas las gracias de salud y de conversión que tanto necesitamos.
Aquí se medita y se pide la gracia que se desea conseguir. En seguida se anuncian las intenciones generales, y se reza 5 Padrenuestros y Avemarías gloriados con las invocaciones.
Oración del día cuarto
Nuestra Señora de Lourdes, la presencia de las iniquidades de la tierra ha hecho pasar una dolorosa nube sobre vuestra frente celestial y contristado, por decirlo así, vuestra felicidad eterna. Nos habéis ordenado entonces que roguemos por los pecadores.
Os obedecemos, clementísima Virgen y elevamos nuestras ardientes súplicas a Vos y Dios, por todos los que os han ofendido en la tierra. Mas, nosotros también, somos pecadores, muy grandes pecadores, indignos de levantar hacia Vos nuestros ojos, y os invocamos por otros pecadores quizás menos culpables que nosotros a los ojos de vuestra justicia, que sólo exigirá a cada uno en proporción de lo que ha recibido.
Os suplicamos por los débiles, fortificadlos; os suplicamos por los extraviados, dirigidlos; os suplicamos por los enfermos, curadlos; os suplicamos por los que padecen del todo muertos a la gracia, ¡resucitadlos! ¿Acaso, Señor, la iniquidad de los hombres será mayor que vuestra misericordia e infinito poder? Alzad, ¡oh Dios de Jacob!, vuestra mano omnipotente y vengaos de este mundo culpable haciéndole caer de rodillas, postrándole delante de vuestra Cruz y convirtiéndolo en vuestro misionero apóstol.
¡Ah Señor!; todas las fuerzas humanas han llegado a su límite; venid a nosotros, ¡oh Salvador del mundo!, porque perecemos sin Vos. Dirigid la barca y se calmarán todas las furias del mar.
Nuestra Señora de Lourdes, rogad por nosotros.
PRÁCTICA: Hacer alguna oración especial por la conversión de algún pecador que tengamos en vista.
Concluir con los Gozos y la Oración final.
DÍA QUINTO – 6 DE FEBRERO
En el nombre del Padre...
Acto de Contrición y Oración a la Santísima Virgen...
MEDITACIÓN: ROGAR POR LA CONVERSIÓN DE LOS PECADORES
Bernardita sigue cumpliendo la promesa hecha a la visión de ir durante quince días a la gruta. El 21 de febrero, al terminar la niña su Rosario, la Virgen se le apareció, con el mismo traje, el mismo rosario y rodeada de la misma gloria. De repente el rostro de la Señora se puso triste.
DÍA QUINTO – 6 DE FEBRERO
En el nombre del Padre...
Acto de Contrición y Oración a la Santísima Virgen...
MEDITACIÓN: ROGAR POR LA CONVERSIÓN DE LOS PECADORES
Bernardita sigue cumpliendo la promesa hecha a la visión de ir durante quince días a la gruta. El 21 de febrero, al terminar la niña su Rosario, la Virgen se le apareció, con el mismo traje, el mismo rosario y rodeada de la misma gloria. De repente el rostro de la Señora se puso triste.
-“¿Qué tenéis, Señora? ¿Qué debo hacer?”, preguntó la niña.
-“Rogad por los pecadores”, contestó la Madre de la Misericordia. Y los circunstantes vieron dos gruesas lágrimas surcar las mejillas de Bernardita.
¡Rogar! ¡Rogar por los pecadores! He aquí el gran empeño del corazón de la Santísima Virgen, porque es también el grande, el único deseo de Dios: “No quiero, ha dicho Dios, no quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva”. Mas ¡ay!, contra esta conversión hay muchos impedimentos. El pecador está voluntariamente encadenado a su pecado. La justicia de Dios irritada quiere castigar al culpable. El hombre no puede convertirse de por sí, sin una gracia especialísima de Dios, y esta gracia no se la puede dar porque él no la merece. ¿Qué hacer para aplacar la ira de Dios; hacer que el pecador aborrezca su pecado y se haga digno de la gracia de la conversión? La Virgen nos lo indica. Rogar por los pecadores.
“La oración asidua del justo, dicen los libros santos, penetra los cielos”. ¡Cuántas veces Dios, irritado contra la maldad de un pecador, se deja mover por la oración de un alma justa, y le manda la gracia de la conversión, junto con el perdón! Y, ¡qué acto de caridad tan sublime aquel que consiste en librar de la muerte eterna al alma de su hermano! Pues que Dios en vista de nuestros ruegos se apiade de los pecadores, porque nada desea más que verlos convertidos, démosle este consuelo. Suban hasta Él nuestras caritativas plegarias y merezcan a estos desgraciados misericordia y perdón.
Aquí se medita y se pide la gracia que se desea conseguir. En seguida se anuncian las intenciones generales, y se reza 5 Padrenuestros y Avemarías gloriados con las invocaciones.
Oración del día quinto
Nuestra Señora de Lourdes, antes de decir vuestro nombre y de comenzar en el desierto lugar donde os aparecisteis la maravillosa serie de milagros que deben extenderse por todo el universo, habéis querido recordar a la tierra la gran Palabra que el Precursor de vuestro Hijo predicaba en las riberas del Jordán: “¡Penitencia! ¡Penitencia! ¡Penitencia!”. Habéis querido hacer comprender a nuestro empedernido sensualismo, que el arrepentimiento, la reparación y la expiación de las faltas cometidas son las más urgentes necesidades de nuestro culpable siglo, y la más saludable preparación para las gracias y beneficios del Cielo.
A quien fuera de la estación os pida la flor perfumada del rosal, vos le responderéis, ¡oh María!, recordándole la necesidad de las espinas.
Obtenednos, omnipotente Madre de Dios, el espíritu de penitencia, el espíritu que consiste en morir a sí mismo para resucitar en la vida nueva, en la misma vida de Nuestro Señor Jesucristo. Y haciendo esto, ¡oh Nuestra Señora de Lourdes!, Vos nos daréis en el invierno de este mundo la flor anticipada de la eterna primavera.
Nuestra Señora de Lourdes, rogad por nosotros. Amén.
PRÁCTICA: Ofrecer alguna mortificación por la conversión de los pecadores y en especial, besar la tierra con este fin, puesto que la Virgen nos lo pide.
Concluir con los Gozos y la Oración final.
DÍA SEXTO – 7 DE FEBRERO
En el nombre del Padre...
Acto de Contrición y Oración a la Santísima Virgen...
MEDITACIÓN: OFRECER SACRIFICIOS PARA ALCANZAR LA CONVERSIÓN
Muchas veces la oración no basta para obtener de Dios la conversión de un pecador. A fuerza de crímenes su alma se halla demasiado empedernida para oír la voz de Dios, y demasiada engolfada para salir del cieno del pecado. A fuerza de crímenes también ha irritado demasiado a Dios, que le niega su gracia. Su justicia se opone a que Él se apiade del pecador, y la oración no consigue nada de la justicia de Dios. Así, lo declaró El mismo un día a Santa Brígida. Entonces es necesario acudir a su misericordia, y obligarla a que se apiade del que ruega por el pecador.
“El reino de Dios sufre violencia, ha dicho Jesús, y sólo los que se hacen violencia le conquistan”. Para conseguir, pues, para sí o para otros este reino de Dios, es necesario hacerse violencia imponiéndose algún sacrificio, sacrificio que podamos presentar delante de Dios, diciendo: “Señor, ya que no oyes mi oración, mira a lo menos lo que sufro por tu amor para que perdones a este pobre ingrato”.
Es necesario que este sacrificio sea tan humilde que Dios al mirarle tenga compasión del que le ofrece, le reciba, y en vista de él perdone al pecador y le mande la gracia de la conversión. Ahora bien, entre todas las mortificaciones que podamos ofrecer a Dios, tal vez no la haya más meritoria que la de besar la tierra, porque es una de las que más nos humillan venciendo nuestra vanidad. Besar este polvo que hollamos con tanto desprecio, besar este polvo que tanto horror nos causa, porque es la figura de la nada en la cual se ha de convertir nuestro cuerpo, es un acto de profunda humildad, y por eso nos los pide la Virgen cuando queremos conseguir un gran favor del corazón de Dios, cual es la conversión de un pecador.
Aquí se medita y se pide la gracia que se desea conseguir. En seguida se anuncian las intenciones generales, y se reza 5 Padrenuestros y Avemarías gloriados con las invocaciones.
Oración del día sexto
Nuestra Señora de Lourdes, enseñadnos también a nosotros a no ir a beber a los ríos de la tierra, al Gave que pasa espumoso y revuelto; a las pasiones efímeras y desordenadas; a la vida aparente de los sentidos que no es más que una muerte; a los goces de la materia que matan al espíritu; a esas aguas que producen la sed en vez de apagarla; a esas desabridas aguas que dan la ilusión de un instante y dejan al hombre todos sus males, todos sus dolores, todas sus miserias. Que dejemos las tumultuosas y agitadas ondas, y abandonemos la corriente de esos ríos, de esos torrentes que se precipitan en el abismo. Conducidnos a la Fuente que calma y alienta, que cura y resucita. Conducidnos al manantial de la verdad y de la verdadera vida, a ese manantial que brota de la Roca inmutable sobre la cual la Iglesia ha echado sus fundamentos eternos.
Aún más, ¡oh María!, a través de nuestra corrompida naturaleza, haced brotar del fondo de nuestras almas un fluente de gracias que venzan nuestras resistencias, purifique nuestras manchas y cure nuestros inveterados males.
Que a un signo de vuestra mano, nazca y se ensanche en nosotros mismos esa fuente de agua de vida que conduce a la vida perdurable.
¡Oh Virgen de indecible ternura y sin igual pureza!, ablandad este corazón de mármol y que derrame lágrimas de arrepentimiento.
Nuestra Señora de Lourdes, rogad por nosotros.
PRÁCTICA: Privarse de un bocado que guste para conseguir la conversión de un pecador.
Concluir con los Gozos y la Oración final.
DÍA SÉPTIMO – 8 DE FEBRERO
En el nombre del Padre...
Acto de Contrición y Oración a la Santísima Virgen...
MEDITACIÓN: EXPIAR LOS PECADOS PROPIOS
En la precedente lección, la Santísima Virgen pedía a las almas fieles un gran acto de caridad para con sus hermanos los pecadores.
El 24 de febrero, Bernardita se encontraba al pie de la gruta en presencia de una gran muchedumbre de personas acudidas allí con el fin de presenciar alguna maravilla. Mientras la niña contemplaba extasiada la misericordiosa Visión, los circunstantes oyeron distintamente estas palabras: “¡Penitencia!, ¡Penitencia!, ¡Penitencia!”.
Con esta lección la Virgen nos quiere dar a comprender que antes de ejercer la caridad para con nuestros hermanos, debemos ejercerla hacia nuestra alma, y que, para que Dios se apiade de los pecadores por medio de nuestros ruegos, debemos primero merecer que Dios se apiade de nosotros, aplacando su ira con la expiación de nuestros propios pecados. Repetimos a menudo “El pecador tiene irritado a Dios”, y no nos acordamos a añadir “Este pecador que ha ofendido a Dios soy yo”.
Ahora bien, la fe nos enseña que el pecado, una vez cometido, debe ser expiado para ser perdonado, y mientras no lo sea, el brazo de Dios vengador amenazará siempre nuestras cabezas, y en vano pediremos la conversión de los demás por medio de nuestras plegarias.
La Santísima Virgen nos enseña esta verdad en su actual lección: “¡Penitencia! ¡Penitencia! ¡Penitencia!”. Sí, hagamos penitencia, porque somos pecadores. Hagamos penitencia, porque tenemos muchas culpas que expiar. Hagamos penitencia porque hemos irritado a Dios con nuestros pecados. “Si no hacéis penitencia, ha dicho Jesús, todos pereceréis”. Mas ¿cómo lo haremos? Llorando sin cesar la desgracia que hemos tenido de ofender a Dios, privándonos voluntariamente de los placeres, aún lícitos, puesto que hemos dado a nuestro cuerpo los placeres culpables; y admitiendo todo cuanto nos puede sobrevenir de duro y penoso, como un medio de satisfacer a la justicia de Dios. Al oír Bernardita el mandato de la Virgen, empezó a andar sobre sus rodillas. Más tarde le preguntaron “¿por qué hacías eso?” Y ella contestó: “En penitencia por mí y los demás”.
Aquí se medita y se pide la gracia que se desea conseguir. En seguida se anuncian las intenciones generales, y se reza 5 Padrenuestros y Avemarías gloriados con las invocaciones.
Oración del día séptimo
También a nosotros, Nuestra Señora de Lourdes, habéis hablado en secreto, haciéndonos oír íntimas palabras que parecen nacer de nosotros mismos y que no son sino vuestra misteriosa voz, haciendo eco en el fondo de nuestros corazones.
Nos habéis dicho: “Ve al Sacerdote, a fin de que un templo se eleve en este lugar”. Ve al depositario de las gracias de Dios, al hombre que puede buscar en nombre del Altísimo, absolver todos los pecados, quitar todos los obstáculos y crear limpio campo al nuevo edificio. “Ve al Sacerdote, y en los Sacramentos que distribuye por sus manos recibiréis con la inteligencia y la fuerza cuanto es necesario para el trabajo que de ti espero. Y este trabajo es, hijo mío, elevar un templo invisible en tu alma, el templo augusto de la virtud para que mi Jesús lo haga su tabernáculo para que yo descienda con él allí y el Cielo entero tenga sus complacencias en esta mansión de la tierra”. De este modo nos habláis todavía, pero nuestro oído desatento se deja distraer por otras voces; y menos dóciles que la pastora de Lourdes, no tomamos por regla las palabras de vuestra boca.
Humildemente postrados a vuestros pies, ¡oh Virgen María!, lloramos nuestras ingratitudes y dureza de corazón. Perdonadnos, ¡oh Madre ofendida!, perdonadnos y sanadnos.
Nuestra Señora de Lourdes, rogad por nosotros.
PRÁCTICA: Hacer algún sacrificio que nos cueste como perdonar a los que nos ofenden en satisfacción de nuestros pecados.
Concluir con los Gozos y la Oración final.
DÍA OCTAVO – 9 DE FEBRERO
En el nombre del Padre...
Acto de Contrición y Oración a la Santísima Virgen...
MEDITACIÓN: LA FUENTE DE LA GRUTA, SEÑAL DE LA CONFESIÓN
El cura de Lourdes había pedido a Bernardita como prueba de la veracidad de las apariciones que floreciese el agavanzo del peñasco. ¡Pobre inteligencia humana! ¡Cuánto más profundas son las miras de María! El hombre, aun cuando sea para asegurar su fe, pide un milagro que al fin solo satisfará su curiosidad, y María le va a abrir los tesoros de su misericordia, descubriéndole un venero de gracias inagotables que a través de los siglos manarán en provecho de la pobre humanidad. Era el 25 de febrero, al llegar la niña a la Gruta, la Virgen María le dijo: “Quiero confiarte, sólo para ti, el último secreto” (ya le había revelado otros dos). Y tras un corto instante añadió: “Ahora ve a beber y a lavarte en la fuente, y come la hierba que hay allí”.
Atónita la niña, mira alrededor, pues nunca hubo fuente en la Gruta. Bernardita quiere dirigirse hacia el torrente, mas la visión la detiene con un ademán y le dice: “No te he dicho que vayas al arroyo; ve a la fuente que está aquí”. Buscaba la niña, pero nada veía. Con otro ademán, la visión le indicó el lugar, y la niña empezó a escarbar con sus manos la arena.
De repente el hoyo hecho por la niña se humedeció, y bajó la mano de ésta, apareció un agua misteriosa que pronto llenó el hoyo. Como estaba mezclada con lodo, y de consiguiente turbia, la niña no se animaba a beberla. Mas al fin, al ver la sonrisa de la visión que la miraba sin cesar, venció su repugnancia, la bebió y se lavó con ella el rostro. Los concurrentes nada comprendían y pensaban que la niña estaba loca. El manantial casi imperceptible al principio siguió creciendo hasta alcanzar el chorro el grueso del brazo de un niño, y desde entonces ni creció ni disminuyó.
“Vete a lavar en la piscina”, dijo Jesús al ciego de Siloé. María repite la misma palabra, no sólo a Bernardita, sino a todos aquellos que van a implorar su protección, y como Jesús, María hace de las aguas de la fuente milagrosa el instrumento de sus innumerables prodigios y de sus maternas misericordias, y no hay casi milagro, en Lourdes, que no tenga o su principio o su conclusión en las benditas aguas, de las cuales parecen manar raudales de salud corporal. Mas, si María sana los cuerpos en las aguas benditas es para manifestarnos que también las almas tienen su baño divino en el cual se deben lavar para sanar. En efecto, las aguas de Lourdes, como las de Siloé, son la imagen de las aguas de la gracia cuyos canales son los Sacramentos y muy en particular el de la penitencia. “Ve y lávate en la fuente”. Almas cristianas, maculadas con la mancha del pecado, ¿queréis limpiaros para ser dignas de comparecer delante de vuestra Madre? Id a lavaros en la fuente. Almas enfermas de la lepra espiritual, ¿queréis recobrar la salud de vuestra alma? Id a lavaros a la fuente, acudid al Sacramento de la Penitencia, purificaos en él de todas vuestras culpas, y vuestra alma será sana y salva. El Sacramento de la penitencia purifica, fortalece, sana, resucita. En él nuestra alma recobrará la verdadera salud que nos hará seguir el camino del deber y nos introducirá después en la celestial mansión.
Aquí se medita y se pide la gracia que se desea conseguir. En seguida se anuncian las intenciones generales, y se reza 5 Padrenuestros y Avemarías gloriados con las invocaciones.
Oración del día octavo
Nuestra Señora de Lourdes, Vos que nada rehusáis a la fe de vuestros hijos, haced descender sobre nosotros la fe misma; no sólo la fe que consiste en creer las verdades que la Iglesia enseña, sino también la fe particular, esa fe viva y filial plena y ardiente que tanto agrada al corazón de Dios; esa fe poderosa y sin vacilaciones que recompensa en la tierra concediéndole todo lo que pide y haciendo por ella los mayores milagros. Dadnos la fe de esas almas rectas y sencillas que os han invocado en Lourdes y lejos de Lourdes, y que han obtenido de vuestra inmensa bondad esas extraordinarias curaciones que asombran al mundo. Ciertamente, ¡oh María!, nosotros creemos y con el socorro de la gracia sabríamos morir por nuestra fe, mas a pesar de todo, esta fe es tímida, vacilante y tiembla a cada paso en medio de las tinieblas. Hacedla valiente, firme y luminosa. ¡Oh María!, en Vos ponemos nuestra confianza.
¡Nuestra Señora de Lourdes, rogad por nosotros!
PRÁCTICA: Hacer la Comunión sacramental, y en caso de que no se pueda la comunión espiritual.
Concluir con los Gozos y la Oración final.
DÍA NOVENO – 10 DE FEBRERO
En el nombre del Padre...
Acto de Contrición y Oración a la Santísima Virgen...
MEDITACIÓN: LOURDES, TRONO DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
El mundo había visto las maravillas acaecidas alrededor de la gruta; había sido testigo de los prodigios obrados por la visión; había contemplado los éxtasis de la pastorcilla; había visto brotar la fuente milagrosa; conocía los milagros producidos ya por sus saludables aguas, pero aunque en el corazón de los creyentes no cupiera duda alguna acerca del origen de tanta maravilla, nadie, ni aún la niña sabía a punto fijo quién era la Señora de la Visión.
Aquí se medita y se pide la gracia que se desea conseguir. En seguida se anuncian las intenciones generales, y se reza 5 Padrenuestros y Avemarías gloriados con las invocaciones.
Oración del día quinto
Nuestra Señora de Lourdes, antes de decir vuestro nombre y de comenzar en el desierto lugar donde os aparecisteis la maravillosa serie de milagros que deben extenderse por todo el universo, habéis querido recordar a la tierra la gran Palabra que el Precursor de vuestro Hijo predicaba en las riberas del Jordán: “¡Penitencia! ¡Penitencia! ¡Penitencia!”. Habéis querido hacer comprender a nuestro empedernido sensualismo, que el arrepentimiento, la reparación y la expiación de las faltas cometidas son las más urgentes necesidades de nuestro culpable siglo, y la más saludable preparación para las gracias y beneficios del Cielo.
A quien fuera de la estación os pida la flor perfumada del rosal, vos le responderéis, ¡oh María!, recordándole la necesidad de las espinas.
Obtenednos, omnipotente Madre de Dios, el espíritu de penitencia, el espíritu que consiste en morir a sí mismo para resucitar en la vida nueva, en la misma vida de Nuestro Señor Jesucristo. Y haciendo esto, ¡oh Nuestra Señora de Lourdes!, Vos nos daréis en el invierno de este mundo la flor anticipada de la eterna primavera.
Nuestra Señora de Lourdes, rogad por nosotros. Amén.
PRÁCTICA: Ofrecer alguna mortificación por la conversión de los pecadores y en especial, besar la tierra con este fin, puesto que la Virgen nos lo pide.
Concluir con los Gozos y la Oración final.
DÍA SEXTO – 7 DE FEBRERO
En el nombre del Padre...
Acto de Contrición y Oración a la Santísima Virgen...
MEDITACIÓN: OFRECER SACRIFICIOS PARA ALCANZAR LA CONVERSIÓN
Muchas veces la oración no basta para obtener de Dios la conversión de un pecador. A fuerza de crímenes su alma se halla demasiado empedernida para oír la voz de Dios, y demasiada engolfada para salir del cieno del pecado. A fuerza de crímenes también ha irritado demasiado a Dios, que le niega su gracia. Su justicia se opone a que Él se apiade del pecador, y la oración no consigue nada de la justicia de Dios. Así, lo declaró El mismo un día a Santa Brígida. Entonces es necesario acudir a su misericordia, y obligarla a que se apiade del que ruega por el pecador.
“El reino de Dios sufre violencia, ha dicho Jesús, y sólo los que se hacen violencia le conquistan”. Para conseguir, pues, para sí o para otros este reino de Dios, es necesario hacerse violencia imponiéndose algún sacrificio, sacrificio que podamos presentar delante de Dios, diciendo: “Señor, ya que no oyes mi oración, mira a lo menos lo que sufro por tu amor para que perdones a este pobre ingrato”.
Es necesario que este sacrificio sea tan humilde que Dios al mirarle tenga compasión del que le ofrece, le reciba, y en vista de él perdone al pecador y le mande la gracia de la conversión. Ahora bien, entre todas las mortificaciones que podamos ofrecer a Dios, tal vez no la haya más meritoria que la de besar la tierra, porque es una de las que más nos humillan venciendo nuestra vanidad. Besar este polvo que hollamos con tanto desprecio, besar este polvo que tanto horror nos causa, porque es la figura de la nada en la cual se ha de convertir nuestro cuerpo, es un acto de profunda humildad, y por eso nos los pide la Virgen cuando queremos conseguir un gran favor del corazón de Dios, cual es la conversión de un pecador.
Aquí se medita y se pide la gracia que se desea conseguir. En seguida se anuncian las intenciones generales, y se reza 5 Padrenuestros y Avemarías gloriados con las invocaciones.
Oración del día sexto
Nuestra Señora de Lourdes, enseñadnos también a nosotros a no ir a beber a los ríos de la tierra, al Gave que pasa espumoso y revuelto; a las pasiones efímeras y desordenadas; a la vida aparente de los sentidos que no es más que una muerte; a los goces de la materia que matan al espíritu; a esas aguas que producen la sed en vez de apagarla; a esas desabridas aguas que dan la ilusión de un instante y dejan al hombre todos sus males, todos sus dolores, todas sus miserias. Que dejemos las tumultuosas y agitadas ondas, y abandonemos la corriente de esos ríos, de esos torrentes que se precipitan en el abismo. Conducidnos a la Fuente que calma y alienta, que cura y resucita. Conducidnos al manantial de la verdad y de la verdadera vida, a ese manantial que brota de la Roca inmutable sobre la cual la Iglesia ha echado sus fundamentos eternos.
Aún más, ¡oh María!, a través de nuestra corrompida naturaleza, haced brotar del fondo de nuestras almas un fluente de gracias que venzan nuestras resistencias, purifique nuestras manchas y cure nuestros inveterados males.
Que a un signo de vuestra mano, nazca y se ensanche en nosotros mismos esa fuente de agua de vida que conduce a la vida perdurable.
¡Oh Virgen de indecible ternura y sin igual pureza!, ablandad este corazón de mármol y que derrame lágrimas de arrepentimiento.
Nuestra Señora de Lourdes, rogad por nosotros.
PRÁCTICA: Privarse de un bocado que guste para conseguir la conversión de un pecador.
Concluir con los Gozos y la Oración final.
DÍA SÉPTIMO – 8 DE FEBRERO
En el nombre del Padre...
Acto de Contrición y Oración a la Santísima Virgen...
MEDITACIÓN: EXPIAR LOS PECADOS PROPIOS
En la precedente lección, la Santísima Virgen pedía a las almas fieles un gran acto de caridad para con sus hermanos los pecadores.
El 24 de febrero, Bernardita se encontraba al pie de la gruta en presencia de una gran muchedumbre de personas acudidas allí con el fin de presenciar alguna maravilla. Mientras la niña contemplaba extasiada la misericordiosa Visión, los circunstantes oyeron distintamente estas palabras: “¡Penitencia!, ¡Penitencia!, ¡Penitencia!”.
Con esta lección la Virgen nos quiere dar a comprender que antes de ejercer la caridad para con nuestros hermanos, debemos ejercerla hacia nuestra alma, y que, para que Dios se apiade de los pecadores por medio de nuestros ruegos, debemos primero merecer que Dios se apiade de nosotros, aplacando su ira con la expiación de nuestros propios pecados. Repetimos a menudo “El pecador tiene irritado a Dios”, y no nos acordamos a añadir “Este pecador que ha ofendido a Dios soy yo”.
Ahora bien, la fe nos enseña que el pecado, una vez cometido, debe ser expiado para ser perdonado, y mientras no lo sea, el brazo de Dios vengador amenazará siempre nuestras cabezas, y en vano pediremos la conversión de los demás por medio de nuestras plegarias.
La Santísima Virgen nos enseña esta verdad en su actual lección: “¡Penitencia! ¡Penitencia! ¡Penitencia!”. Sí, hagamos penitencia, porque somos pecadores. Hagamos penitencia, porque tenemos muchas culpas que expiar. Hagamos penitencia porque hemos irritado a Dios con nuestros pecados. “Si no hacéis penitencia, ha dicho Jesús, todos pereceréis”. Mas ¿cómo lo haremos? Llorando sin cesar la desgracia que hemos tenido de ofender a Dios, privándonos voluntariamente de los placeres, aún lícitos, puesto que hemos dado a nuestro cuerpo los placeres culpables; y admitiendo todo cuanto nos puede sobrevenir de duro y penoso, como un medio de satisfacer a la justicia de Dios. Al oír Bernardita el mandato de la Virgen, empezó a andar sobre sus rodillas. Más tarde le preguntaron “¿por qué hacías eso?” Y ella contestó: “En penitencia por mí y los demás”.
Aquí se medita y se pide la gracia que se desea conseguir. En seguida se anuncian las intenciones generales, y se reza 5 Padrenuestros y Avemarías gloriados con las invocaciones.
Oración del día séptimo
También a nosotros, Nuestra Señora de Lourdes, habéis hablado en secreto, haciéndonos oír íntimas palabras que parecen nacer de nosotros mismos y que no son sino vuestra misteriosa voz, haciendo eco en el fondo de nuestros corazones.
Nos habéis dicho: “Ve al Sacerdote, a fin de que un templo se eleve en este lugar”. Ve al depositario de las gracias de Dios, al hombre que puede buscar en nombre del Altísimo, absolver todos los pecados, quitar todos los obstáculos y crear limpio campo al nuevo edificio. “Ve al Sacerdote, y en los Sacramentos que distribuye por sus manos recibiréis con la inteligencia y la fuerza cuanto es necesario para el trabajo que de ti espero. Y este trabajo es, hijo mío, elevar un templo invisible en tu alma, el templo augusto de la virtud para que mi Jesús lo haga su tabernáculo para que yo descienda con él allí y el Cielo entero tenga sus complacencias en esta mansión de la tierra”. De este modo nos habláis todavía, pero nuestro oído desatento se deja distraer por otras voces; y menos dóciles que la pastora de Lourdes, no tomamos por regla las palabras de vuestra boca.
Humildemente postrados a vuestros pies, ¡oh Virgen María!, lloramos nuestras ingratitudes y dureza de corazón. Perdonadnos, ¡oh Madre ofendida!, perdonadnos y sanadnos.
Nuestra Señora de Lourdes, rogad por nosotros.
PRÁCTICA: Hacer algún sacrificio que nos cueste como perdonar a los que nos ofenden en satisfacción de nuestros pecados.
Concluir con los Gozos y la Oración final.
DÍA OCTAVO – 9 DE FEBRERO
En el nombre del Padre...
Acto de Contrición y Oración a la Santísima Virgen...
MEDITACIÓN: LA FUENTE DE LA GRUTA, SEÑAL DE LA CONFESIÓN
El cura de Lourdes había pedido a Bernardita como prueba de la veracidad de las apariciones que floreciese el agavanzo del peñasco. ¡Pobre inteligencia humana! ¡Cuánto más profundas son las miras de María! El hombre, aun cuando sea para asegurar su fe, pide un milagro que al fin solo satisfará su curiosidad, y María le va a abrir los tesoros de su misericordia, descubriéndole un venero de gracias inagotables que a través de los siglos manarán en provecho de la pobre humanidad. Era el 25 de febrero, al llegar la niña a la Gruta, la Virgen María le dijo: “Quiero confiarte, sólo para ti, el último secreto” (ya le había revelado otros dos). Y tras un corto instante añadió: “Ahora ve a beber y a lavarte en la fuente, y come la hierba que hay allí”.
Atónita la niña, mira alrededor, pues nunca hubo fuente en la Gruta. Bernardita quiere dirigirse hacia el torrente, mas la visión la detiene con un ademán y le dice: “No te he dicho que vayas al arroyo; ve a la fuente que está aquí”. Buscaba la niña, pero nada veía. Con otro ademán, la visión le indicó el lugar, y la niña empezó a escarbar con sus manos la arena.
De repente el hoyo hecho por la niña se humedeció, y bajó la mano de ésta, apareció un agua misteriosa que pronto llenó el hoyo. Como estaba mezclada con lodo, y de consiguiente turbia, la niña no se animaba a beberla. Mas al fin, al ver la sonrisa de la visión que la miraba sin cesar, venció su repugnancia, la bebió y se lavó con ella el rostro. Los concurrentes nada comprendían y pensaban que la niña estaba loca. El manantial casi imperceptible al principio siguió creciendo hasta alcanzar el chorro el grueso del brazo de un niño, y desde entonces ni creció ni disminuyó.
“Vete a lavar en la piscina”, dijo Jesús al ciego de Siloé. María repite la misma palabra, no sólo a Bernardita, sino a todos aquellos que van a implorar su protección, y como Jesús, María hace de las aguas de la fuente milagrosa el instrumento de sus innumerables prodigios y de sus maternas misericordias, y no hay casi milagro, en Lourdes, que no tenga o su principio o su conclusión en las benditas aguas, de las cuales parecen manar raudales de salud corporal. Mas, si María sana los cuerpos en las aguas benditas es para manifestarnos que también las almas tienen su baño divino en el cual se deben lavar para sanar. En efecto, las aguas de Lourdes, como las de Siloé, son la imagen de las aguas de la gracia cuyos canales son los Sacramentos y muy en particular el de la penitencia. “Ve y lávate en la fuente”. Almas cristianas, maculadas con la mancha del pecado, ¿queréis limpiaros para ser dignas de comparecer delante de vuestra Madre? Id a lavaros en la fuente. Almas enfermas de la lepra espiritual, ¿queréis recobrar la salud de vuestra alma? Id a lavaros a la fuente, acudid al Sacramento de la Penitencia, purificaos en él de todas vuestras culpas, y vuestra alma será sana y salva. El Sacramento de la penitencia purifica, fortalece, sana, resucita. En él nuestra alma recobrará la verdadera salud que nos hará seguir el camino del deber y nos introducirá después en la celestial mansión.
Aquí se medita y se pide la gracia que se desea conseguir. En seguida se anuncian las intenciones generales, y se reza 5 Padrenuestros y Avemarías gloriados con las invocaciones.
Oración del día octavo
Nuestra Señora de Lourdes, Vos que nada rehusáis a la fe de vuestros hijos, haced descender sobre nosotros la fe misma; no sólo la fe que consiste en creer las verdades que la Iglesia enseña, sino también la fe particular, esa fe viva y filial plena y ardiente que tanto agrada al corazón de Dios; esa fe poderosa y sin vacilaciones que recompensa en la tierra concediéndole todo lo que pide y haciendo por ella los mayores milagros. Dadnos la fe de esas almas rectas y sencillas que os han invocado en Lourdes y lejos de Lourdes, y que han obtenido de vuestra inmensa bondad esas extraordinarias curaciones que asombran al mundo. Ciertamente, ¡oh María!, nosotros creemos y con el socorro de la gracia sabríamos morir por nuestra fe, mas a pesar de todo, esta fe es tímida, vacilante y tiembla a cada paso en medio de las tinieblas. Hacedla valiente, firme y luminosa. ¡Oh María!, en Vos ponemos nuestra confianza.
¡Nuestra Señora de Lourdes, rogad por nosotros!
PRÁCTICA: Hacer la Comunión sacramental, y en caso de que no se pueda la comunión espiritual.
Concluir con los Gozos y la Oración final.
DÍA NOVENO – 10 DE FEBRERO
En el nombre del Padre...
Acto de Contrición y Oración a la Santísima Virgen...
MEDITACIÓN: LOURDES, TRONO DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
El mundo había visto las maravillas acaecidas alrededor de la gruta; había sido testigo de los prodigios obrados por la visión; había contemplado los éxtasis de la pastorcilla; había visto brotar la fuente milagrosa; conocía los milagros producidos ya por sus saludables aguas, pero aunque en el corazón de los creyentes no cupiera duda alguna acerca del origen de tanta maravilla, nadie, ni aún la niña sabía a punto fijo quién era la Señora de la Visión.
El día 25 de marzo, Bernardita sintió un irresistible impulso hacia la gruta. Obedece dichosa y se traslada a Massabielle. Extraordinaria concurrencia la espera. La niña se pone en oración con su rosario en la mano y pronto un súbito estremecimiento y alteración de su rostro anuncian que la Virgen aparece. La niña se acuerda entonces que su cura le ha mandado preguntar su nombre a la Visión.
-“Señora, le dijo, ¿queréis tener la bondad de decirme quién sois?”
Tres veces la pobre niña le hizo esta pregunta, pues a las dos primeras la Visión le contestaba con inefable sonrisa. A la tercera, elevando sus manos juntas a la altura del pecho, y alzando sus ojos al cielo, y envolviendo a la niña en arrobadora sonrisa contestó: “Soy la Inmaculada Concepción”. Al oír el párroco el relato de la niña lo comprendió todo. Ni él ni el pueblo cristiano se habían engañado, la Visión era Ella, la Virgen, la Madre de Dios. Esta aparición corona la obra de María en la gruta. En ninguna parte del mundo, María se ha aparecido con ese nombre; la gruta de Lourdes será el santuario privilegiado de la Virgen sin mancilla, escogido por Dios mismo para honrar este privilegio de su madre: “Yo soy la Inmaculada Concepción”.
En esta palabra tiene el cristiano toda su oración; ella encierra el secreto de todas sus esperanzas. Para honrar el privilegio de la Concepción Inmaculada, y por la virtud de la Inmaculada Concepción, brotan de las fuentes los milagros; y en la gracia de la Inmaculada Concepción hallan los pecadores las dulzuras de la misericordia, pues que la Concepción Inmaculada de María es el principio de esta Misericordia, siendo como lo es el principio de nuestra redención. Dichosos los templos encargados de custodiar este sagrado tesoro. ¡Dichosas las almas que hacen especial profesión de honrar con su devoción a la Santísima Virgen, bajo el nombre de Lourdes, en su Purísima Concepción! Dichosas más aún aquellas que para honrarla mejor privan a su cuerpo de todo placer carnal aún lícito, con el fin de imitar, en cuanto es dado a la pobre debilidad humana, la pureza Inmaculada de María. Estas almas, ángeles con cuerpo mortal, en la tierra recibirán las caricias maternales de María, y en el Cielo su pureza recibirá un aumento de gloria que sólo las almas puras tendrán la dicha de gozar.
Aquí se medita y se pide la gracia que se desea conseguir. En seguida se anuncian las intenciones generales, y se reza 5 Padrenuestros y Avemarías gloriados con las invocaciones.
Oración del día noveno
¿Qué te diremos, ¡oh Virgen de Lourdes!, en recuerdo de ese día en que, mostrándote vestida de luz y de celestial esplendor, has revelado tu nombre y pronunciado estas palabras: Yo soy la Inmaculada Concepción”? ¿Qué decirte sino caer a tus pies y contemplar tu hermosura sin mancha, que ha encantado, desde la eternidad, al Corazón mismo del Dios Todopoderoso?
Viéndote, ¡oh María!, la más hermosa de las criaturas, la Trinidad Santa se ha conmovido en la profundidad inmutable de la eternidad, y de un polo al otro de los cielos infinitos ha resonado un grito de admiración, de respeto y de amor, una exclamación trina y una, la exclamación de Dios. Dios Padre ha dicho: “He ahí mi Hija”. Dios Espíritu Santo ha dicho: “He ahí mi Esposa”. Dios Hijo ha dicho: “He ahí mi Madre”.
También nosotros, ¡oh Inmaculada!, nosotros a quienes Jesús ha elegido por hermanos rescatándonos con el precio de su Sangre, nosotros que hemos sido encomendados a Ti al pie de la Cruz, también nos atrevemos a decirte con filial confianza: “Virgen María, tú eres nuestra Madre. ¡Ven pues a nuestro socorro! ¡Ven, Tú que has sido concebida sin pecado, que has vivido sin pecado y has muerto sin pecado! ¡Ven, Inocencia íntegra, a curar a la pobre raza humana cubierta enteramente de la lepra del mal. ¿Quién nos salvará, ¡oh María!, sino aquella que ha criado al Salvador? ¿Quién tendrá bastante compasión y ternura, sino nuestra Madre? ¿Quién tendrá bastante fuerza y poder sino la Hija de Dios, la Esposa de Dios, la Madre de Dios?”.
Inmaculada Concepción, Nuestra Señora de Lourdes, ruega por nosotros. Amén.
PRÁCTICA: En todos los acontecimientos de este día, buenos o malos, acudir a María pidiéndole sobre toda la gracia de imitar en cuanto sea posible, su pureza inmaculada.
Concluir con los Gozos y la Oración final.
Aquí se medita y se pide la gracia que se desea conseguir. En seguida se anuncian las intenciones generales, y se reza 5 Padrenuestros y Avemarías gloriados con las invocaciones.
Oración del día noveno
¿Qué te diremos, ¡oh Virgen de Lourdes!, en recuerdo de ese día en que, mostrándote vestida de luz y de celestial esplendor, has revelado tu nombre y pronunciado estas palabras: Yo soy la Inmaculada Concepción”? ¿Qué decirte sino caer a tus pies y contemplar tu hermosura sin mancha, que ha encantado, desde la eternidad, al Corazón mismo del Dios Todopoderoso?
Viéndote, ¡oh María!, la más hermosa de las criaturas, la Trinidad Santa se ha conmovido en la profundidad inmutable de la eternidad, y de un polo al otro de los cielos infinitos ha resonado un grito de admiración, de respeto y de amor, una exclamación trina y una, la exclamación de Dios. Dios Padre ha dicho: “He ahí mi Hija”. Dios Espíritu Santo ha dicho: “He ahí mi Esposa”. Dios Hijo ha dicho: “He ahí mi Madre”.
También nosotros, ¡oh Inmaculada!, nosotros a quienes Jesús ha elegido por hermanos rescatándonos con el precio de su Sangre, nosotros que hemos sido encomendados a Ti al pie de la Cruz, también nos atrevemos a decirte con filial confianza: “Virgen María, tú eres nuestra Madre. ¡Ven pues a nuestro socorro! ¡Ven, Tú que has sido concebida sin pecado, que has vivido sin pecado y has muerto sin pecado! ¡Ven, Inocencia íntegra, a curar a la pobre raza humana cubierta enteramente de la lepra del mal. ¿Quién nos salvará, ¡oh María!, sino aquella que ha criado al Salvador? ¿Quién tendrá bastante compasión y ternura, sino nuestra Madre? ¿Quién tendrá bastante fuerza y poder sino la Hija de Dios, la Esposa de Dios, la Madre de Dios?”.
Inmaculada Concepción, Nuestra Señora de Lourdes, ruega por nosotros. Amén.
PRÁCTICA: En todos los acontecimientos de este día, buenos o malos, acudir a María pidiéndole sobre toda la gracia de imitar en cuanto sea posible, su pureza inmaculada.
Concluir con los Gozos y la Oración final.
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