APARICIÓN EN RIANJO (ESPAÑA), AGOSTO DE 1931
En agosto de 1931, debido a una enfermedad, la Hermana Lucía estaba pasando una temporada en una casa amiga en Rianjo, España, una pequeña ciudad marítima cercana a Pontevedra, para descansar y recobrarse. Fue en la capilla de allí que la Mensajera de Fátima iba a recibir una vez más una comunicación del Cielo.
Aparición de Nuestro Señor a Sor Lucía de Fátima
El 29 de agosto, Nuestro Señor se quejó a la Hermana Lucía por la tardanza de Sus ministros, quienes demoraban la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María, como había pedido Nuestra Señora de Fátima el 13 de junio de 1929, dos años y dos meses antes. La Hermana Lucía informó a su obispo la importante revelación:
“Señor Obispo: mi confesor me manda que participe a V. Excelencia lo que hace poco ocurrió entre mí y Nuestro Buen Dios: pidiendo a Dios la conversión de Rusia, de España y Portugal, me pareció que su Divina Majestad me dijo:
Me consuelas mucho pidiéndome la conversión de esas pobres naciones. Pídelo también a mi Madre, diciendo muchas veces: Dulce Corazón de María, sed la salvación de Rusia, de España y de Portugal, de Europa y del mundo entero.
Y otra vez: Por vuestra pura e Inmaculada Concepción, oh María, alcanzadme la conversión de Rusia, de España, de Portugal, de Europa y del mundo entero.
Participa a Mis ministros que, en vista de que siguen el ejemplo del Rey de Francia, en la dilación de la ejecución de mi petición, también lo han de seguir en la aflicción. Nunca será tarde para recurrir a Jesús y a María”.
En otro texto ella escribió, en 1936:
Nuestro Señor estaba haciendo aquí una referencia explícita a los pedidos del Sagrado Corazón hechos el 17 de junio de 1689 al Rey de Francia, por intermedio de Santa Margarita María de Alacoque. Como resultado del rechazo del Rey Luis XIV –al igual que del rechazo de sus sucesores, los reyes Luis XV y Luis XVI– a consagrar públicamente Francia al Sagrado Corazón de Jesús, como fue pedido por el Cielo por intermedio de un reconocido santo francés de aquel tiempo, la contra-Iglesia, protestante y masónica, llevó a cabo el gran alzamiento de la Revolución Francesa. El 17 de junio de 1789 (fiesta del Sagrado Corazón), exactamente a cien años del día en que Santa Margarita María había escrito el gran designio del Cielo para el Rey, se alzó el Tercer Estado y se proclamó una Asamblea Nacional, despojando al Rey Luis XVI de su poder legislativo. El 21 de enero de 1793, Francia, ingrata y rebelde contra su Dios, se atrevió a decapitar a su Rey cristiano como si fuera un criminal.
Otro tanto sucedió entre 1931 y 1958: El momento idóneo para realizar la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María era antes de 1931. Pero no se hizo, trayendo como consecuencia la subida del régimen comunista en España, causando una gran persecución religiosa y la Guerra Civil, durante la cual 300 mil españoles (sacerdotes, monjas, religiosos y seglares) fueron masacrados por los republicanos, que siguiendo el ejemplo de Stalin, querían borrar el Catolicismo de la faz de la tierra en menos de una generación. Luego, en 1939, comenzó la II Guerra Mundial, por los acuerdos secretos entre Adolf Hitler y Josef Stalin para repartirse Polonia, y la intentona diplomática anglo-estadounidense para controlar el orbe. En el decurso de esa guerra, los judíos, mediante el actuar de los nazis, comunistas y los Aliados cometieron miles de crímenes –inclusive, se hablaba de matar a Pío XII–.
Pío XII realizó la Consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María en 1942, en medio de la guerra; y diez años después, consagró a Rusia. Ya era demasiado tarde: los errores de Rusia se expandieron por todo el mundo (el comunismo, las drogas, la represión contra la Iglesia); la apostasía caló entre el alto clero (Cardenales y Arzobispos partidarios del modernismo doctrinal). Pero no todo se perdió: Hubo sacerdotes, obispos y seglares que se mantuvieron firmes en la Fe; no hubo la temida III Guerra Mundial; Rusia se convirtió a la paz, dejando de ser una amenaza contra la Iglesia (aún no se ha convertido al Catolicismo); Portugal se mantiene como guarda del Dogma de la Fe…
Alguno objetará: Esas consagraciones no fueron agradables a Dios ni a la Virgen, porque no se hicieron como Ella pidió (“en comunión con todos los Obispos”). Respuesta: No era necesario que todos estuvieran, y aún, casi ninguno le interesó. El Papa podía hacerlo solo, por sí mismo, en cuanto era el Primero de los obispos. Y aquello de que TODOS debían concurrir, es acicate de la herejía de la “Colegialidad episcopal” que tanto ostenta el conciliábulo deuterovaticano.
Otro dirá: Y si la Consagración la hace el “Gran Papa-Emperador” tantas veces profetizado. Respuesta: ESTA SITUACIÓN DE APOSTASÍA SÓLO LA RESUELVE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO EN LA PARUSÍA. Esperar otra cosa, es caer en el error de los judíos del “Mesías guerrero” (luego vino Jesús y, ya sabemos lo demás).
En conclusión, el trasnochado llamamiento a una “Consagración de Rusia” es un distractor frente a las amenazas que se levantan contra la Iglesia, y han llegado a su máximo. El triunfo de los Sagrados Corazones de Jesús y María será después de Parusía, cuando el anticristo y sus agentes sean derrotados y arrojados al Infierno.
“Mas tarde, por medio de una comunicación íntima, Nuestro Señor me dijo, quejándose: ‘No han querido atender Mi petición… Al igual que el Rey de Francia se arrepentirán, y la harán, pero ya será tarde. Rusia habrá ya esparcido sus errores por el mundo, provocando guerras y persecuciones a la Iglesia. ¡El Santo Padre tendrá que sufrir mucho!’”.
Nuestro Señor estaba haciendo aquí una referencia explícita a los pedidos del Sagrado Corazón hechos el 17 de junio de 1689 al Rey de Francia, por intermedio de Santa Margarita María de Alacoque. Como resultado del rechazo del Rey Luis XIV –al igual que del rechazo de sus sucesores, los reyes Luis XV y Luis XVI– a consagrar públicamente Francia al Sagrado Corazón de Jesús, como fue pedido por el Cielo por intermedio de un reconocido santo francés de aquel tiempo, la contra-Iglesia, protestante y masónica, llevó a cabo el gran alzamiento de la Revolución Francesa. El 17 de junio de 1789 (fiesta del Sagrado Corazón), exactamente a cien años del día en que Santa Margarita María había escrito el gran designio del Cielo para el Rey, se alzó el Tercer Estado y se proclamó una Asamblea Nacional, despojando al Rey Luis XVI de su poder legislativo. El 21 de enero de 1793, Francia, ingrata y rebelde contra su Dios, se atrevió a decapitar a su Rey cristiano como si fuera un criminal.
La Revolución judeo-protestante-francmasónica fue el castigo que Dios Nuestro Señor envió a la pérfida Francia por no obedecer el mandato de la Consagración al Sagrado Corazón de Jesús
Otro tanto sucedió entre 1931 y 1958: El momento idóneo para realizar la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María era antes de 1931. Pero no se hizo, trayendo como consecuencia la subida del régimen comunista en España, causando una gran persecución religiosa y la Guerra Civil, durante la cual 300 mil españoles (sacerdotes, monjas, religiosos y seglares) fueron masacrados por los republicanos, que siguiendo el ejemplo de Stalin, querían borrar el Catolicismo de la faz de la tierra en menos de una generación. Luego, en 1939, comenzó la II Guerra Mundial, por los acuerdos secretos entre Adolf Hitler y Josef Stalin para repartirse Polonia, y la intentona diplomática anglo-estadounidense para controlar el orbe. En el decurso de esa guerra, los judíos, mediante el actuar de los nazis, comunistas y los Aliados cometieron miles de crímenes –inclusive, se hablaba de matar a Pío XII–.
Pío XII realizó la Consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María en 1942, en medio de la guerra; y diez años después, consagró a Rusia. Ya era demasiado tarde: los errores de Rusia se expandieron por todo el mundo (el comunismo, las drogas, la represión contra la Iglesia); la apostasía caló entre el alto clero (Cardenales y Arzobispos partidarios del modernismo doctrinal). Pero no todo se perdió: Hubo sacerdotes, obispos y seglares que se mantuvieron firmes en la Fe; no hubo la temida III Guerra Mundial; Rusia se convirtió a la paz, dejando de ser una amenaza contra la Iglesia (aún no se ha convertido al Catolicismo); Portugal se mantiene como guarda del Dogma de la Fe…
Alguno objetará: Esas consagraciones no fueron agradables a Dios ni a la Virgen, porque no se hicieron como Ella pidió (“en comunión con todos los Obispos”). Respuesta: No era necesario que todos estuvieran, y aún, casi ninguno le interesó. El Papa podía hacerlo solo, por sí mismo, en cuanto era el Primero de los obispos. Y aquello de que TODOS debían concurrir, es acicate de la herejía de la “Colegialidad episcopal” que tanto ostenta el conciliábulo deuterovaticano.
Otro dirá: Y si la Consagración la hace el “Gran Papa-Emperador” tantas veces profetizado. Respuesta: ESTA SITUACIÓN DE APOSTASÍA SÓLO LA RESUELVE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO EN LA PARUSÍA. Esperar otra cosa, es caer en el error de los judíos del “Mesías guerrero” (luego vino Jesús y, ya sabemos lo demás).
En conclusión, el trasnochado llamamiento a una “Consagración de Rusia” es un distractor frente a las amenazas que se levantan contra la Iglesia, y han llegado a su máximo. El triunfo de los Sagrados Corazones de Jesús y María será después de Parusía, cuando el anticristo y sus agentes sean derrotados y arrojados al Infierno.
Pues ya no hay tal distractor. Todos los conciliares dan por buena la "consagración" que hizo Bergoglio. Ya veremos la sorpresota que se llevarán cuando los acontecimientos se precipiten para peor.
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