“La soberbia es peor y más condenable, porque busca el recurso de la excusa aun para los pecados más evidentes. Así hicieron los primeros hombres. Ella dijo: 'La serpiente me engañó y comí', y él a su vez: 'la mujer que me diste por compañera me dio el fruto y comí'. Nunca suena la petición del perdón, nunca impetración del remedio. Aunque, como Caín, no nieguen que lo han cometido, con todo, la soberbia busca descargar sobre otro la responsabilidad de sus malas obras. La soberbia de la mujer culpa a la serpiente, y la del varón, a la mujer. Mas cuando se da una transgresión formal del mandato divino, hay una auténtica acusación más bien que una excusación. Y no se vieron libres de pecado, porque la mujer lo cometió aconsejada por la serpiente, y el varón a instancias de la mujer, como si hubiera de creerse o de ceder a algo antes que Dios”.
San Agustín. La ciudad de Dios, T IIº, Lib. XIV, Cap. XIV. BAC. Madrid, 1965.
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