Tomado de CUADERNO DE BITÁCORA
Ayer publiqué algunas de las expresiones que Lutero usaba para vomitar su odio a la Santa Misa católica, por ejemplo aquello de «[...] ESTE ABOMINABLE CANON QUE HACE DE LA MISA UN SACRIFICIO. La acción de un sacrificador. La miramos [solo] como sacramento o como testamento. Llamémosle bendición, EUCARISTÍA, mesa del Señor, Cena del Señor, o Memorial del Señor», una breve explicación de la herejía que inspiraba su odio y las consecuencias de ello llevadas a la liturgia.
Resulta "curioso", por decir lo menos, que en el lenguaje común del católico sedicente de hoy día se haya adoptado el término «eucaristía» (del griego εὐχαριστία: acción de gracias) como SINÓNIMO TOTAL de «misa» -para referirse a la "misa nueva"- sin hacer las distinciones pertinentes y, prácticamente, sin usar las expresiones «Santo Sacrificio» o «Santo Sacrificio del Altar» que SIEMPRE uso la Santa Iglesia católica. La sinonimia total se da cuando dos términos son totalmente intercambiables en un mismo contexto, ejemplos: burro/asno.
Lutero niega que la Santa Misa sea la re-presentación -en el sentido de volver a hacer presente- incruenta del Sacrificio de Cristo en la Cruz, llamando "abominable" esa doctrina católica, y por eso insiste en que la "misa", "su misa", solo sea llamada "eucaristía", "mesa, cena o memorial del Señor". Eso explica por qué las "misas" de tantas sectas protestantes, incluida la del novus ordo, hayan devenido en mitote (del náhuatl mitoti: bulla, pendencia, alboroto): resulta natural que «cenando a la mesa para conmemorar» algo se termine en bulla, alboroto o pendencia, en manifestaciones sentimentales, sentimentaloides y hasta psicosis colectivas propias de la «celebración de un banquete». Por el contrario, la doctrina católica de la Santa Misa -como la re-presentación incruenta del sacrificio sangriento que Jesús ofreció al Eterno Padre en la Cruz- explica la solemne gravedad de la función litúrgica católica: resulta natural que en un sacrificio se actúe con unción, devoción, recogimiento y perfección…
... lo que no resulta natural es que haya "católicos bien formados" a quienes les parecen "ortodoxas" y "normales" las charangas de las "misas" del novus ordo.
Antes de la de-forma deuterovaticana, todos los misales para los fieles, todos los devocionarios, y hasta los catecismos para parvulitos, usaban -habitual, común, normal y ordinariamente- las expresiones «Santo Sacrificio» o «Santo Sacrificio del Altar» para referirse a lo que denominamos «Misa». Eran las expresiones que, habitualmente, usaba el pueblo católico para referirse a la Santa Misa. El uso del término «eucaristía», como SINÓNIMO TOTAL para referirse a la "misa nueva", es una novedad de cuño protestante porque, ciertamente, el eucarístico (eυχαριστιακή) es uno de los frutos del Santo Sacrificio pero no el único... NI EL MÁS IMPORTANTE. Fue por ello que la Santa Iglesia, después de la herejía luterana, acentuó con mucho mayor vigor algunos gestos litúrgicos que expresan que la Santa Misa ES un sacrificio: la renovación incruenta del sacrificio sangriento que Jesucristo ofreció al Eterno Padre en la Cruz, cuyos frutos fueron lautétricos, expiatorios, EUCARÍSTICOS, propiciatorios e impetratorios.
¿Es un error decir que la Santa Misa es eucaristía? ¡Desde luego que no!, porque uno de los frutos de la voluntaria inmolación de Cristo en la cruz (su Santo Sacrificio) fue ofrecer un presente de acción de gracias al Eterno Padre, pero referirnos a la Santa Misa como «eucaristía», USANDO EL TÉRMINO COMO SINÓNIMO TOTAL DE LA MISMA, SIN DISTINGUIR LOS ASPECTOS DE LA SANTA MISA Y LOS FRUTOS QUE HA DADO, acusa una visión reduccionista y rematadamente imprecisa del Santo Sacrificio del Altar.
Los Cánones del Concilio de Trento (1545 – 1563), en los que se definió la Doctrina católica sobre la Santa Misa y la defendió de los errores luteranos y de otros de-formadores, la llama con las expresiones «sacrosanto sacramento de la eucaristía», «sacrosanto sacramento de la eucaristía», «venerable sacramento de la eucaristía» o «admirable sacramento de la eucaristía» pero, SIEMPRE, usa esas expresiones en sentencias dadas para definir y defender la Presencia Real de Jesucristo, el Santo Sacrificio y el Sacramento.
En el lenguaje da la inmensa mayoría de los católicos sedicentes de hoy día se usa como sinónimo de “ir a misa” la expresión “ir a dar gracias”, como si se tratara de una pura acción de gracias, cada ocho días, por los favores recibidos y esto no es así: quienes asisten a la Santa Misa, asisten a un VERDADERO Y PROPIO SACRIFICIO (la Doctrina de la Santa Iglesia católica, que es la Iglesia de Cristo, enseña que la Santa Misa debe ser considerada un verdadero y propio sacrificio, y no admite la falsa doctrina de que el Santo Sacrificio sea idéntico a la Sagrada Comunión. Ése es el sentido de un Canon del Concilio de Trento que dice: «Si alguno dice que en la misa no se ofrece a Dios un verdadero y propio sacrificio; o, que ser ofrecido es sólo que Cristo se nos da como alimento; sea anatema») en el que Cristo mismo, siendo Sacerdote, Víctima y Hostia, tributa adoración a la Majestad divina y reconoce el supremo dominio de Dios sobre todas las cosas, expía los delitos de todos los hombres pasados, presentes y venideros, ofrece un presente de acción gracias (eucaristía) por los beneficios recibidos en su santa humanidad y por los que recibimos todos los hombres en los órdenes de naturaleza y de gracia, y ruega –impetra- para que Dios nos sea propicio y nos otorgue todos los dones conducentes a nuestra salvación. El Santo Sacrificio del altar es el único perfecta e infinitamente agradable al Eterno Padre por tratarse de la re-presentación incruenta del Sacrificio en la Cruz de su Hijo unigénito, que es perfecto Dios.
¿Entonces resulta una exageración distinguir los aspectos de la Santa Misa?, ¿se es “más papista que el Papa” al intentar precisarlos? ¡Desde luego que no! No en vano la Iglesia los distinguió y precisó. Son tiempos de terrible confusión y tenemos el deber de precisar los contenidos de la Fe.
Seamos cuidadosos de no despreciar, por ignorancia, la cultura que dos mil años de cristianismo nos heredó. Me viene a la cabeza lo escrito por santo Tomás de Aquino en la Summa Theologiae, III, q. 16, art. 8, corpus: «Como escribe Jerónimo, por las palabras proferidas confusamente, se viene a parar en la herejía. Por lo que con los herejes no debemos tener en común ni siquiera las palabras, para que no dé la impresión de que favorecemos su error».
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