lunes, 9 de marzo de 2015

ALBINO LUCIANI/JUAN PABLO I: HECHOS

Traducción hecha por Antonio Moiño Munitiz (MOIMUNAN) del artículo publicado por NOVUS ORDO WATCH
  
El 26 de agosto de 1978, la Secta modernista eligió a Mons. Albino Luciani para el “cargo papal”, tomando él el nombre de Juan Pablo I, en honor de Juan XXIII y Pablo VI. Fue el primer reclamante papal en la historia que tuvo un nombre doble. 
  
Juan Pablo I, el antipapa conciliar de más breve duración.
  
En la Iglesia del Novus Ordo, por supuesto, está en la cola de espera para ser declarado “santo”… Muchos semi-tradicionalistas parecen tener debilidad por el “Papa” Luciani, y tal vez esto tenga que ver con el hecho de que murió inesperadamente a tan sólo 33 días después de su elección, el 28 de septiembre del mismo año. Aunque las circunstancias sugieren que en realidad fue asesinado después de intentar dejar al descubierto y erradicar a los masones del Vaticano y de limpiar el Banco del Vaticano, esta trágica realidad no puede cegarnos ante el hecho de que, al final, a pesar de que puede que no tuviera ninguna simpatía por los masones, Albino Luciani fue sin embargo un modernista que participó (maliciosamente o no) en la destrucción del catolicismo y se adhirió públicamente a los errores del Concilio Vaticano II y de Pablo VI. De hecho, en algunos aspectos el “humilde Papa” Francisco ya fue anticipado por Juan Pablo I.
  
Recapitulemos:
  
Fue Juan Pablo I quien abolió la ceremonia de coronación papal solemne, reemplazándolo con una simple “instalación”. Fue Juan Pablo I quien dejó de usar la silla gestatoria y sólo reanudó su uso después de que la gente se quejase de que ya no podían ver a su “Papa”. Fue Juan Pablo I quien primero optó por utilizar un curioso doble nombre porque no podía decidir a cuál de sus predecesores modernistas –Juan XXIII y Pablo VI– amaba más. Fue Albino Luciani quien aconsejó al “Papa” Pablo VI en 1965 que relajase las restricciones sobre el uso de anticonceptivos, a pesar de que Pablo VI decidió en el último momento, ser contrario a su uso (bueno, casi).
   
El texto que sigue está tomado de una base de datos biográfica profesional y da una imagen interesante de Luciani. Aunque reticente al principio, acabó abrazando las mismas ideas modernistas de sus dos predecesores a quienes tanto admiraba, aun cuando sabía muy bien que las nuevas enseñanzas contradecían las antiguas. Le gustaba participar durante el Concilio, en las reuniones con los aperturistas modernistas, dialogando con ellos, en lugar de rechazarlos y denunciarlos:
«Mons. Luciani mantuvo un perfil bajo durante el Concilio Vaticano II, que fue convocado en 1962 por el Papa Juan para la reforma, o, como se dice oficialmente con más delicadeza, para la ‘renovación’ de la Iglesia Católica Romana. Él fue uno de los prelados que tenían dificultades para adaptarse a algunas de las medidas liberalizadoras adoptadas por el Concilio, tal como la disminución de la autoridad papal en favor de la “colegialidad” de los obispos del mundo. “La tesis que encontré más difícil de aceptar fue la de la libertad religiosa”, dijo más tarde. “Durante años había enseñado las tesis públicamente aceptada como correcta del cardenal [Alfredo] Ottaviani, según la cual sólo la verdad [mantenida por la Iglesia Católica Romana] tenía derechos. Al final, me convencí de que había sido un error”.
   
Al igual que otros conservadores en el Concilio, Luciani no estuvo de acuerdo con la facción liberal contraria al punto de vista conservador, que demandaba una interpretación de la misión de la iglesia que la reducía a una mera agencia mundana de acción social. Al igual que ellos también, fue atacado por algunos progresistas de Alemania y Holanda que se esforzaban en desafiar tradiciones tales como el celibato clerical y el sacerdocio exclusivamente masculino. Pero a diferencia de la mayoría de los otros, trató de mantener abiertas líneas de comunicación y participó en muchas reuniones con los progresistas mayoritariamente rechazados.
   
Mons. Luciani fue consultor de la comisión internacional de sesenta miembros formada por el Papa Pablo VI en 1963 para hacer sugerencias en el tratamiento del problema del control de la natalidad. Luciani personalmente intervino para recomendar que se aceptaran como enseñanzas de la Iglesia algunas propuestas sobre el control artificial de la natalidad, y en este sentido hizo un escrito al Papa. La opinión de la mayoría en el informe presentado por la Comisión en 1965 fue que podría hacerse una modificación de la prohibición tradicional de la anticoncepción y que, por lo menos, no debería darse una prohibición general. Contra la recomendación de la mayoría, el Papa Pablo en 1968 publicó la encíclica Humánæ Vitæ, que reiteró firmemente la oposición papal al control de la natalidad en todas sus formas, incluyendo la “píldora”. Aunque entristecido por la deriva acelerada por la encíclica del católico medio, el obispo Luciani, leal a su papa, renunció a albergar cualquier pensamiento negativo respecto de la Humánæ Vitæ» (Fuente: Biografía actual (Bio Ref Bank), 1978; Base de datos: Banco de referencias biográficas [HW Wilson], entrada “Juan Pablo I, Papa”).
    
Es cierto que, en comparación con las trilladas tonterías modernistas que hemos escuchado durante décadas de Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI, y Francisco, Luciani podría sonar francamente a conservador y ser calificado con un “no está mal”, pero esto es simplemente por comparación e indicativo de la terrible forma que “el catolicismo” se encuentra en la actualidad. La Secta del Vaticano II difícilmente puede ser el estándar por el cual midamos la ortodoxia. Sería como preguntarle a un alcohólico sobre la cerveza que se debe beber.
   
Repasemos algunas pruebas del liberalismo de Albino Luciani.
   
En un sermón predicado en 1976, comentó que justo antes de que el Concilio Vaticano II comenzase, él “estaba leyendo al mismo tiempo dos escritos: uno de Freud, el otro de Gandhi” (Lori Pieper, ed., Una aventura apasionante: Vivir la Fe Católica Hoy, [Bronx, NY: Tau Cross Books, 2013]., loc Kindle 4564); y aunque denunció el anti-cristiano judío Talmud como “lleno de fábulas y cosas infantiles y extravagantes”, también sostuvo que la diabólica obra “nos puede ayudar a comprender el Evangelio en ciertos puntos” (ibid., loc. 2462). Recordemos que el Talmud «enseña que Jesucristo era ilegítimo y fue concebido durante la menstruación; que tenía el alma de Esaú; que era un necio, un mago, un seductor; que fue crucificado, sepultado en el infierno y puesto como ídolo desde entonces por sus seguidores» (Rev. I. B. Pranaitis, El Talmud Desenmascarado, p. 30).
    
En septiembre de 1978, después de calificar al presidente de Estados Unidos Jimmy Carter como “ferviente cristiano” en el Angelus del domingo, dijo lo siguiente:
«El Premier [israelí] Begin recuerda que el pueblo hebreo pasó momentos difíciles y se dirigió al Señor lamentándose y diciendo: “¡Nos has abandonado, nos has olvidado” “¡No!” – Él respondió a través del profeta Isaías: “¿Puede una madre olvidarse de su propio hijo. Pero incluso si esto sucediera, Dios nunca olvidará a su pueblo”. También nosotros, los que estamos aquí tenemos los mismos sentimientos; somos objetos de amor eterno por parte de Dios. Sabemos que Él siempre tiene los ojos abiertos puestos sobre nosotros, incluso cuando parece que todo está oscuro. Él es nuestro padre; más aún es nuestra madre. Él no quiere hacernos daño, él sólo quiere hacernos el bien a todos nosotros. Cuando los niños están enfermos, hay más motivo para que sean amados por su madre. Y también nosotros, si acaso estamos enfermos de maldad, o en el camino equivocado, tenemos un título más para ser amados por el Señor». (Juan Pablo I, Ángelus, 10 de septiembre 1978; el subrayado es nuestro).
Si bien es cierto que Dios Todopoderoso nos ama y cuida de nosotros como una madre lo haría (como se lee en Is. 49, 15; Mt. 23, 37), es una completa tontería decir que no Dios no sólo es nuestra madre, sino que incluso Él es madre más que Padre. La Santísima Trinidad se ha revelado como Padre, Hijo y Espíritu Santo (cf. Mt. 28, 19). Nuestro Señor Jesucristo se refirió a la Primera Persona de la Santísima Trinidad como “Padre”, no como “madre” (ver Mc. 14, 36), y nos enseñó a hacer lo mismo (cf. Mt. 6, 9). Y por lo que respecta a una madre, nuestro Señor nos dio a su propia Madre para ser nuestra madre espiritual (cf. Jn. 19, 26-27). Es imposible tener dos madres.
  
Tenemos que recordar las advertencias de los verdaderos Papas sobre los peligros de la herejía y otros errores que trabajan para la destrucción de las almas, especialmente cuando no están dichas claramente, sino que se esconden en la ambigüedad y la aparente contradicción, y se pronuncian con benevolencia de manera que sean acogidas por la gente.
 
Clemente XIII advirtió contra el «diabólico error [que] fácilmente se viste con apariencias de verdad, cuando con muy breves adiciones o cambios se corrompe el significado de las expresiones; ya que la confesión de fe, que opera la salvación, a veces, con un ligero cambio, nos lleva hacia la muerte» (Encíclica In Domínico Agro, n. 2).
  
El Papa Pío VI reprendió a aquellos que «por medio de ligeros cambios o adiciones en la fraseología, distorsionan la confesión de la fe que es necesaria para nuestra salvación, y lleva a los fieles con errores sutiles a su condenación eterna» (Bula Auctórem Fídei).
  
El Papa León XIII, advirtió que «nada puede ser más peligroso que aquellos herejes que admiten casi todo en la doctrina, sin embargo, con una palabra, al igual que con una gota de veneno, infectan a la fe verdadera y simple enseñado por nuestro Señor y transmitida por la tradición apostólica» (Encíclica Satis Cógnitum, n. 9).
  
Del mismo modo, la obra aprobado por el Vaticano de Don Félix Sarda El liberalismo es pecado es muy instructiva con respecto a los peligros de los métodos utilizados por los liberales/modernistas, y las excusas que normalmente hacen para escapar de la condenación.
  
Al final, independientemente de sus intenciones, Mons. Luciani fue un modernista más del Novus Ordo, cuyo apego a los errores de Angelo Roncalli y Giovanni Montini encontraron una expresión permanente en la elección de su nombre “papal”, “Juan Pablo”. El hecho de que, añadiese el número “I” –“primero”- a su nombre indica que desde el principio quería empezar toda una tradición de honrar a Roncalli y a Montini en los “nombres papales”... Y el resto, como dicen, es historia.

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