El año pasado, Antonio Socci publicó unas actas del Vaticano II afirmando que Mons. Lefebvre había aprobado las 16 constituciones conciliares, noticia que entre los conciliares fue recibida con el acostumbrado júbilo, y por algunos sedevacantistas viscerales (sirianistas, loganistas y cassiciacum por igual) como la prueba reina de que Lefebvre no era del todo tradicionalista. ¡Cuán fácil es atacar a quien no se puede defender por estar muerto! Pero en realidad, él no firmó ninguna de dichas constituciones, antes bien les plantó oposición, porque de otra manera sería una contradicción consigo mismo.
La siguiente entrevista con el Arzobispo Marcel Lefebvre hubiera sido publicada en 1978 por la revista Catholic Press si la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos no hubiese amenazado a su editor con la excomunión y el virtual cierre de la publicación... De hecho, los obispos prohibieron a la prensa católica publicar esta entrevista. Una versión editada fue publicada finalmente por el extinto semanario The Spotlight de Washington, D.C., en su edición del 18 de Julio de 1988. La edición completa e inédita fue cedida por éstos al Distrito de Asia de la FSSPX, que la publicó en 2002 (por lo cual agradecen -y agradecemos- profundamente a “SPL”, 300 Independence Ave., S.E., Washington, D.C. 20003); y fue publicada en italiano por CHIESA E POST CONCILIO y RADIO SPADA en junio de 2016.
Aunque en esta entrevista hay ciertas afirmaciones que pueden no ser de recibo, hay que tener presente que para la época la claridad práctica sobre el Sedevacantismo no estaba tan definida como en nuestros días. Pero con todo, actualmente se comprenden completamente las razones del por qué Mons. Lefebvre, hombre de Fe, era tan temido por aquellos sacerdotes y religiosos que con sus manejos cumplieron el masterplán de Satanás. Sería interesante que tanto los seguidores de Bernard Fellay y Franz Schmidberger, como los de Richard Williamson y Jean Michel Faure y Dom Tomás de Aquino OSB leyesen este artículo y reflexionen cuánto distan ellos de su fundador.
LA ENTREVISTA PROHIBIDA (por la USCBC) AL ARZOBISPO MARCEL LEFEBVRE
CATHOLIC PRESS: Vd. ha debatido y tomado parte en las deliberaciones del Concilio Vaticano II, ¿cierto?
Mons. MARCEL LEFEBVRE: Sí.
C. P.: ¿No firmó ni aceptó las decisiones de este Concilio?
Mons. M. L.: No. En primer lugar, yo no he firmado todos los documentos del Vaticano II a causa de las dos últimas actas. El primero, respecto a la “Religión y Libertad” (“La libertad religiosa”, que será publicado como «Dignitátis Humánæ») no lo firmé. Tampoco firmé el otro, el de “La Iglesia en el mundo contemporáneo”. Este segundo documento es, según mi opinión, el más inspirado por el modernismo y el liberalismo.
C. P.: ¿Vd. es conocido no solo por no firmar los documentos, sino por oponerse públicamente a ellos?
Mons. M. L.: Sì. En un libro que he publicado en Francia acuso al Concilio de errores sobre estas resoluciones, y he suministrado todos los documentos con los cuales ataco la posición del Concilio, principalmente las dos resoluciones sobre las cuestiones de la libertad religiosa y de “La Iglesia en el mundo contemporaneo” (Constitución Conciliar «Gaudium et Spes»).
C. P.: ¿Por qué Vd. está contra estas deliberaciones?
Mons. M. L.: Porque estas dos decisiones son inspiradas por una ideología liberal tal cual la describieron los Papas de siempre, vale decir, una libertad religiosa entendida y promovida por los Masones, los humanistas, los modernistas y los liberales.
C. P.: ¿Qué objeta de ellos?
Mons. M. L.: Esta ideología dice que todas las culturas son iguales, todas las religiones son iguales, y que no existe una única fe verdadera Todo esto conduce al abuso y al error que es la libertad de pensamiento. Todos estos errores sobre la libertad, que han sido condenados en todos los siglos por todos los Papas, ahora han sido aceptados por el Concilio Vaticano II.
C. P.: ¿Quién puso estas decisiones particulares en el orden del día?
Mons. M. L.: Creo que fueron algunos de los cardinales, asistidos por peritos teológos, que adhieren a las ideas liberales.
C. P.: ¿Quiénes, por ejemplo?
Mons. M. L.: El cardenal [Agustín] Bea (jesuita alemán), el cardenal [Leo] Suenens (de Bélgica), el cardenal [Josef] Frings de la Alemania, y el cardenal [Franz] König [de Austria]. Estos personajes ya se habían reunido y habían discutido estas resoluciones antes del Concilio, y su preciso objetivo era el de hacer un compromiso con el mundo secular, de introducir las ideas ilustradas y modernistas en la doctrina de la Iglesia.
C. P.: ¿Quiénes eran los Cardenales estadounidenses que sostenían estas ideas y resoluciones?
Mons. M. L.: No recuerdo ahora sus nombres, pero no eran pocos. Aunque, una fuerza importante a favor de estas resoluciones fue el padre Murray.
C. P.: ¿Se refiere Vd. al padre John Courtney Murray (jesuita)?
Mons. M. L.: Sí.
C. P.: ¿Qué rol desempeñó?
Mons. M. L.: Ha desarrollado un papel muy activo en el curso de todas las deliberaciones y en la redacción de estos documentos.
C. P.: ¿Vd. le puso de presente al Papa [Pablo VI] sus preocupaciones e inquietudes sobre tales resoluciones?
Mons. M. L.: He hablado con el Papa. He hablado en el Concilio. Hice tres intervenciones públicas, dos de las cuales deposité en la secretaría. Por tanto habían cinco intervenciones contra estas decisiones del Vaticano II. De hecho, la oposición dirigida contra estas decisiones fue tal que el Papa intentó establecer una comisión con el fin de conciliar las partes opuestas en el interior del Concilio. En dicha comisión debían hacer parte tres miembros, uno de los cuales era yo. Cuando los cardenales liberales vieron que mi nombre estaba en esta comisión, fueron a buscar al Santo Padre y le dijeron tajantemente que ni aceptarían esta comisión ni aceptarían mi presencia en ella. La presión sobre el Papa fue tal que renunció a la idea. Yo hice todo lo que estuvo en mi mano para detener estas decisiones, que juzgo contrarias y destructivas para la Fe Católica. El Concilio fue convocado legítimamente, pero fue con el propósito de difundir todas estas ideas.
C. P.: ¿Hubo otros cardenales que lo apoyaban a Vd.?
Mons. M. L.: Sí. Estaban el cardenal [Ernesto] Ruffini de Palermo, el cardenal [Giuseppe] Siri de Génova y el cardenal [Antonio] Caggiano de Buenos Aires.
C. P.: ¿Hubo obispos que lo apoyaban a Vd.?
Mons. M. L.: Sí. Muchos obispos sostuvieron mi posición.
C. P.: ¿Cuántos obispos?
Mons. M. L.: Fueron más de 250 obispos. Incluso ellos se habían constituido en un grupo con el fin de defender la verdadera Fe Católica (el Cœtus Internationális Patrum).
C. P.: ¿Qué ha sido de todos ellos?
Mons. M. L.: Algunos han muerto; otros están dispersos por el mundo; muchos aún me apoyan en su corazón, pero tienen miedo de perder una posición que piensan puede serles útil en un momento posterior.
C. P.: ¿Alguno lo sigue apoyando hoy (1978)?
Mons. M. L.: Sí. Por ejemplo, el obispo Pintonello de la Italia, y el obispo De Castro Mayer del Brasil. Muchos otros obispos y cardenales a menudo me contactan para expresarme su apoyo, pero por el momento desean permanecer en el anonimato.
C. P.: ¿Qué hay con los obispos que no son liberales, pero que se oponen a Vd. y lo critican?
Mons. M. L.: La su oposición es basada sobre una idea imprecisa sobre la obediencia al papa. Es, quizás, una obediencia en buena fe, que podría ser reconducible a la obediencia de los ultramontanos del siglo pasado, obediencia que entonces era buena porque los Papas eran buenos. Todavía hoy hay una obediencia ciega que tiene poco que ver con la práctica y la adhesión a la verdadera Fe Católica. En este momento es importante recordar a los Católicos de todo el mundo que la obediencia al papa no es una virtud primaria. La jerarquía de la virtud parte de las tres virtudes teologales de la Fe, Esperanza y Caridad, seguida de las cuatro virtudes cardinales de Justicia, Templanza, Prudencia y Fortaleza. La obediencia es un derivado de la virtud cardinal de la Justicia. Por tanto está muy lejos de ser clasificada como la primera en la jerarquía de las virtudes. Algunos obispos no quieren dar la menor impresión de desobedecer al Santo Padre. Yo entiendo cómo se sienten. Es claro que es muy displacentero, si no muy doloroso. A mí ciertamente no me gusta estar en la oposición al Santo Padre, pero no tengo otra opción considerando qué viene para nosotros desde Roma en el presente, que está en oposición a la Doctrina Católica y es inaceptable para los Católicos.
C. P.: ¿Sugiere que el Santo Padre acepta estas ideas particulares?
Mons. M. L.: Sí. Lo acepta. Pero no solo el Santo Padre. Es una tendencia general. Le he mencionado algunos cardenales involucrados en estas ideas. Ha más de un siglo, las sociedades secretas, Illuminatis, humanistas, modernistas y otros, de los cuales nosotros tenemos ahora todos los documentos y pruebas, se estaban preparando para un Concilio Vaticano en el cual habían infiltrado sus propias ideas para una iglesia humanista.
C. P.: ¿Cree que algunos cardenales podrían ser miembros de tales sociedades secretas?
Mons. M. L.: No es una cuestión muy importante, en este momento, si lo fueron o no. Lo que es importante y grave es que, para todos los efectos, ellos actuaron como si fuesen agentes o servidores de sociedades humanistas secretas.
C. P.: Según Vd., ¿estos cardenales han adherido deliberadamente a tales ideas o fueron inclinados a informaciones equivocadas o fueron engañados, o una combinación de todo esto?
Mons. M. L.: Yo pienso que las ideas humanistas y liberales se difundieron en todo el siglo XIX y XX. Estas ideas seculares fueron propagadas en todos lados, tanto en los gobiernos como en las iglesias. Estas ideas han penetrado en los seminarios y en toda la Iglesia, y hoy la Iglesia se despierta hallándose en una camisa de fuerza liberal. Esto es porque uno se encuentra la influencia liberal, que ha penetrado en todos los estratos de la vida secular en el curso de los últimos dos siglos, hasta dentro de la Iglesia. El Concilio Vaticano II fue planificado por los liberales; era un concilio liberal; el Papa es un liberal y aquellos que lo rodean son liberales.
C. P.: ¿Está diciendo que el Papa es un liberal?
Mons. M. L.: El Papa nunca ha negado que lo es.
C. P.: ¿Cuándo el Papa ha dicho que es un liberal?
Mons. M. L.: El Papa ha afirmado en muchas ocasiones que es favorable a las ideas modernistas, favorable a un compromiso con el mundo. Según sus mismas palabras, es necesario “levantar un puente entre la Iglesia y el mundo secular”. El Papa ha dicho que era necesario aceptar las ideas humanistas, que era necesario discutir tales ideas; que era necesario dialogar. En este momento es importante recordar que el diálogo es contrario a la doctrina de la Fe Católica. El diálogo presupone el encuentro de dos partes iguales y opuestas; por tanto, en ninguna manera podría tener nada que ver con la Fe Católica. Nosotros creímos y aceptamos nuestra fe como la única verdadera Fe en el mundo. Toda esta confusión lleva a compromisos que destruyen la doctrina de la Iglesia, para la desgracia de la humanidad y de la Iglesia misma.
C. P.: Vd. ha afirmado conocer la razón hodierna del declive de la frecuentación de la iglesia y de la falta de interés ante la Iglesia, que, en base a cuanto ha referido, Vd. atribuye a las decisiones del Vaticano II. ¿Es correcto?
Mons. M. L.: No diría que el Vaticano II habría prevenido lo que está sucediendo en la Iglesia actualmente. Las ideas modernistas lo han penetrado todo por mucho tiempo y esto no ha sido un bien para la Iglesia. Pero el hecho es que algunos miembros del clero han profesado tales ideas, vale decir, ideas de libertad adulterada, en esto caso, permisivismo. La idea que todas las verdades son iguales, todas las religiones son iguales, y por consecuencia todas las morales tienen igual dignidad, que toda consciencia es válida a su manera, que cualquiera puede juzgar teológicamente lo que puede hacer, todas estas son ideas humanistas de laxismo total sin alguna disciplina de pensamiento, que conducen a la posición de que cualquiera puede hacer lo que quiera. Todo esto es absolutamente contrario a nuestra Fe Católica.
C. P.: Vd. ha dicho que la mayor parte de estos consejeros teológicos y peritos fingen solamente representar la mayoría del pueblo, que en realidad el pueblo no está realmente representado por estos teólogos liberales. ¿Podría explicarlo?
Mons. M. L.: Por “mayoría del pueblo” entiendo todas las personas que trabajan honestamente para vivir. Quiero decir las personas con los pies sobre la tierra, las personas de buen sentido en contacto con el mundo real, el mundo venidero. Estas son la mayoría de las personas, que prefieren las tradiciones y el orden al caos. Este es un movimiento de todas estas personas en todo el mundo, que está lentamente coagulándose en oposición total a todos los cambios que han sido hechos en su nombre, en su religión. Estas personas de buena voluntad han estado tan traumatizadas por estos cambios dramáticos que ahora son reluctantes a frecuentar la iglesia. Cuando van a una iglesia modernista, ellos no encuentran lo sagrado, el carácter místico de la Iglesia, todo lo que es verdaderamente divino. Lo que conduce a Dios es divino y ellos no encuentran más a Dios en estas iglesias. ¿Por qué deberían ir a un lugar donde Dios está ausente? Los fieles perciben esto muy bien y los cardenales liberales y sus consultores han seriamente subvalorado la lealtad de la mayoría de los fieles a su verdadera Fe. ¿Cómo [alguien] se puede explicar que, ni bien abrimos una capilla o una iglesia tradicional, la gente viene de todos lados? Hemos solo levantado el lugar. Las Misas se realizan todo el día para hacer participar a todos los fieles. ¿Por qué? Porque ellos encuentran nuevamente eso que necesitan: lo sagrado, lo místico, el respeto por lo sagrado. Por ejemplo, Vd. pudiera ver esta escena en el aeropuerto: diversas personas yendo hacia los sacerdotes que habían ido allí a recibirme, y agitando sus manos, ¡y eran perfectos extraños! ¿Por qué? Porque cuando las personas encuentran un sacerdote, un verdadero sacerdote, un sacerdote que se comporta como sacerdote, que viste como un sacerdote, inmediatamente son atraídas por él y lo siguen. Esto sucede en los Estados Unidos, sucede en Europa y en todas partes del mundo. Gente en las calles que va a saludar a un sacerdote; vienen de la nada solo para congratularse con él y decirle cuán gozosos están de ver un real sacerdote, para decirle que están dichosos de que aún hay sacerdotes.
C. P.: ¿Está diciendo que el hábito y la túnica hacen la diferencia en la calidad del sacerdote?
Mons. M. L.: Las túnicas y los hábitos son, obviamente, solo un símbolo, pero es por lo que este símbolo representa que las personas son atraídas, no, obviamente, el símbolo mismo.
C. P.: ¿Por qué vosotros dais tanta importancia a los rituales de la “Misa Tridentina”? [1]
Mons. M. L.: Nosotros ciertamente no insistimos sobre los rituales solo por los rituales, sino solamente como símbolos de nuestra fe. En tal contexto estamos convencidos que son importantes. Sin embargo, es la sustancia y no los ritos de la Misa Tridentina los que han sido removidos.
C. P.: ¿Podría ser más específico?
Mons. M. L.: Las nuevas oraciones del Ofertorio no expresan la noción católica del sacrificio. Ellas simplemente explican el concepto de una mera participación del pan y del vino. Por ejemplo, la Misa tridentina dirige a Dios la oración “Súscipe, sancte Pater, omnípotens ætérne Deus, hanc immaculátam hóstiam, quam ego indígnus fámulus tuus óffero tibi Deo meo vivo et vero, pro innumerabílibus peccátis, et offensiónibus, et neglegéntiis meis” (“Recibe, oh Padre Santo, omnipotente y eterno Dios, esta que va a ser Hostia inmaculada y que yo, indigno siervo tuyo, te ofrezco a Ti, mi Dios vivo y verdadero, por mis innumerables pecados, ofensas y negligencias”). Dice la nueva Misa: “Ofrecemos este pan como el pan de vida”. No hay ninguna mención del sacrificio o de la víctima. Este texto es vago e impreciso, se presta a la ambigüedad y ha sido pensado para que fuese aceptable para los protestantes. Es, sin embargo, inaceptable para la verdadera Fe y la Doctrina Católica. La sustancia ha sido cambiada en favor de la acomodación y del compromiso.
C. P.: ¿Por qué le da tanta importancia a la Misa latina en lugar de la Misa en vernáculo aprobada por el Concilio Vaticano II?
Mons. M. L.: Por un lado, esta pregunta sobre el latín en la Misa es una cuestión secundaria, bajo algunos puntos de vista. Pero por otro lado es una pregunta sumamente importante. Es importante porque es un modo de fijar el lenguaje de nuestra Fe, el dogma católico y la doctrina. Es un modo para no cambiar nuestra Fe, porque en las traducciones que afectan las palabras latinas, no se encuentran exactamente las verdades de nuestra Fe como han sido expresadas y encarnadas en el latín. Esto es ciertamente muy peligroso, porque poco a poco se puede perder la misma Fe. Estas traducciones no reflejan las palabras exactas de la Consagración. Estas palabras son cambiadas en el vernáculo.
C. P.: ¿Podría darme un ejemplo?
Mons. M. L.: Sí. Por ejemplo, en lengua vernácula se dice que la Preciosísima Sangre ha sido derramada “por todos”, cuando en el texto latino (incluso en la última versión latina revisada) se dice que la Preciosísima Sangre es “por muchos” y no “por todos”. Todos es ciertamente diferente a muchos. Esto es solo un pequeño ejemplo que demuestra las imprecisiones de las traducciones actuales [2].
C. P.: ¿Podría citar una traducción que contradiga efectivamente el dogma católico?
Mons. M. L.: Sí. Por ejemplo, en el texto latino la Virgen María es llamada “Semper Virgo”, “Siempre Virgen”. En todas las traducciones modernas la palabra “siempre” ha sido eliminada. Esto es muy grave, porque hay una grande diferencia entre “Virgen” y “Siempre Virgen”. Es muy peligroso manumitir traducciones de este tipo. El latín es también importante para mantener la unidad de la Iglesia, porque cuando se viaja (y las personas viajan más y más al extranjero cada día), es importante para ellos encontrar el mismo eco que ellos han oído de un sacerdote en casa, sea en los Estados Unidos, Suramérica, Europa, o cualquiera otra parte del mundo. Ellos están en casa en cualquier iglesia (católica). Es su Misa Católica la que se está celebrando. Ellos han siembre escuchado las palabras latinas desde su infancia, sus padres antes de ellos, y sus abuelos antes de ellos. Se trata de un signo que identifica su Fe. Ahora, cuando vamos a una iglesia extranjera, ellos no entienden ni una sola palabra. Los extranjeros que vienen aquí no entienden ni una palabra. ¿Cuál es la ventaja de ir a una Misa en inglés, italiano o español si ninguno puede entender ni una palabra?
C. P.: ¿Pero la mayor parte de estas personas no entienden mucho menos el latín? ¿Cuál es la diferencia?
Mons. M. L.: La diferencia es que el latín de la Misa Católica siempre ha sido enseñado a través de la instrucción religiosa desde la infancia. Hay escritos varios libros sobre el tema. Ha sido enseñado en el transcurso de los siglos; no es difícil de recordar. El latín es una expresión exacta que ha sido familiar a generaciones de Católicos. Cada vez que se encuentra el latín en una iglesia, inmediatamente se crea la atmósfera correcta para la adoración de Dios. Esa es la lengua distintiva de la Fe Católica, que une a todos los Católicos del mundo a pesar de su lengua nacional. Ellos no están desorientados o confusos. Dicen: “Esta es la mía Misa, es la Misa de mis padres, es la Misa que hay que seguir, es la Misa de Nuestro Señor Jesucristo, es la Misa eterna e inmutable”. Por tanto, desde el punto de vista de la unidad, es un lazo simbólico muy importante; es un signo de identidad para todos los Católicos. Pero se trata de algo de más profundo que un simple cambio de lengua. En el espíritu del ecumenismo, es una tentativa de crear un reacercamiento con los protestantes.
C. P.: ¿Qué pruebas tiene de esto?
Mons. M. L.: Es muy evidente, porque habían cinco protestantes (efectivamente seis ministros) que asistieron en la reforma de nuestra Liturgia. El Arzobispo de Cincinnati, que estaba presente durante estos trabajos, ha dicho que no solo estos cinco protestantes estaban presentes, sino también que ellos tomaron una parte muy activa en los debates y participaron directamente en la reforma de nuestra Liturgia.
C. P.: ¿Quiénes eran estos protestantes?
Mons. M. L.: Eran ministros protestantes representantes de distintas sectas protestantes (específicamente las iglesias Anglicana y Luterana, el Consejo Mundial de Iglesias y la Comunidad de Taizé), los cuales fueron llamados por Roma para participar en la reforma de nuestra Liturgia, lo que demuestra claramente que había una intención voluntaria en todo esto. Ellos eran el Dr. A. R. George, el canónigo (Ronald) Jasper, el Dr. (Massey) Sheperd, el Dr. (George) Smith, el Dr. (Frederick) Koneth y el hermano (Max) Thurian. Mons. Bugnini (el principal autor de la nueva Misa) no escondió este intento. Él lo expresó muy claramente. Dijo: “Nosotros haremos una Misa ecuménica, así como habíamos hecho una Biblia Ecuménica”. Todo esto es muy peligroso porque es nuestra Fe la que es atacada. Cuando un protestante celebra la misma Misa como la hacemos nosotros, él interpreta el texto en un modo diverso, porque su fe es diversa. Consecuentemente, es una Misa ambigua. Es una Misa equívoca. No es más una Misa Católica.
C. P.: ¿A cuál Biblia ecuménica se está refiriendo?
Mons. M. L.: Hay una Biblia ecuménica hecha hace dos o tres años que ha sido reconocida por muchos obispos [3]. Yo no sé si el Vaticano la había aprobado públicamente, pero ciertamente no le sorprendería, porque se usa en muchas diócesis. Por ejemplo, hace dos semanas el obispo de Friburgo, en Suiza, ha tenido pastores protestantes que han explicado esta Biblia ecuménica a todos los niños de las escuelas católicas. Estas lecciones eran las mismas para católicos y protestantes. ¿Qué tiene que ver esta Biblia ecuménica con la Palabra de Dios? Dal momento que la Palabra de Dios no puede ser cambiada, todo esto conduce siempre más a confusión. Cuando pienso que el arzobispo de Houston, Texas, no admite los niños católicos a la confirmación si no van con los padres a seguir un curso de instrucción de 15 días dictado por el rabino local y por el ministro protestante… Si los padres se rehúsan a enviar a sus niños a tales instrucciones, ellos (los niños) no pueden ser confirmados. Ellos deben exhibir un certificado firmado por el rabino y por el ministro protestante que ambos padres y los niños han asistido debidamente a la instrucción, y solo entonces (los niños) pueden ser confirmados por el obispo. Estas son las absurdidades a las que se llega cuando se sigue la senda liberal. No solo ellos, sino que ahora se recurre también a budistas y musulmanes. Muchos obispos están sorprendidos cuando el medio papal fue recientemente recibido en manera vergonzosa por los musulmanes.
C. P.: ¿Qué sucedió?
Mons. M. L.: No recuerdo todos los detalles específicos, pero este incidente sucedió en Trípoli, en Libia, donde el representante del papa (Sergio Pignedoli, Presidente de la Secretaría para los no cristianos) ha querido orar con los musulmanes. Los musulmanes rechazaron esto y han se fueron a otro lado a rezar a su manera, dejando al representante solo, no sabiendo qué hacer [4]. Esto demuestra la ingenuidad de estos “católicos liberales” que piensan que es suficiente ir a hablar con estos musulmanes para inmediatamente aceptar de ellos un compromiso de la propia religión. El solo hecho de querer tener para tal fin una estrecha relación con los musulmanes atrae el desprecio de ellos hacia nosotros. Es una realidad que los musulmanes no cambiarán nada de la su religión; es absolutamente fuera de discusión. Si los católicos van a equiparar nuestra religión con la de ellos, ellos obtendrán solo confusión y desprecio de parte suya, que interpretan esto como un atentado de desacreditar la su religión y no preocuparse de la nuestra religión. Ellos son de lejos más respetuosos con aquellos que dicen: “Soy un Católico; no puedo rezar contigo porque no tenemos las mismas creencias”. Esta persona es más respetada por los musulmanes en comparación a quien sostiene que todas las religiones son iguales, que todos creemos en lo mismo, que todos tenemos la misma fe. Ellos se sienten insultados por esto.
C. P.: ¿Pero el Corán no contiene versos conmovedores de encomio hacia Jesús y María?
Mons. M. L.: El Islam acepta a Jesús como profeta y tiene un gran respeto por María, y esto pone ciertamente al Islam más cerca a nuestra religión que, por ejemplo, el Judaísmo, que es mucho más lejano a nosotros. El Islam ha nacido en el siglo VII y ha tomado ventajas, hasta cierto punto, de las enseñanzas cristianas de aquel tiempo. El Judaísmo, al contrario, es el heredero del aparato que ha crucificado al nuestro Dios, y los miembros de esta religión, que no se han convertido a Cristo, son los que están opuestos radicalmente a nuestro Dios Jesucristo. Para ellos no es una cuestión cualquiera reconocer a Nuestro Señor. Sobre este punto ellos están en contraposición a la fundación y existencia de la verdadera Fe Católica. Con todo, no podemos estar a medias aguas. O Jesucristo es el Hijo de Dios y el Señor y Salvador, o no lo es. Se trata de un caso donde no se puede tener el mínimo compromiso sin destruir el fundamento mismo de la Fe Católica. Esto no vale solo para las religiones que son directamente contrarias a la divinidad de Jesucristo como Hijo de Dios, sino también para las religiones que, sin oponerse a Él, no Le reconocen como tal.
C. P.: ¿Por tanto Vd. es muy seguro y dogmático sobre este punto?
Mons. M. L.: Completamente dogmático. A modo de ejemplo, los musulmanes tienen un modo muy diverso del nuestro de concebir a Dios. Su concepción de Dios es muy materialista. No es posible decir que su Dios es el mismo Dios nuestro.
C. P.: ¿Pero Dios no es el mismo Dios para todas las personas del mundo?
Mons. M. L.: Sí. yo creo que Dios es el mismo Dios para el universo entero, según la Fe de la Iglesia Católica. Pero la concepción de Dios difiere notablemente de religión a religión. Nuestra Fe Católica es la sola y única verdadera Fe. Si Vd. no adhiere plenamente a ella, no se puede profesar como Católico. Nuestra Fe no podemos comprometerla en modo alguno con el mundo. El Dios según los musulmanes dice: “Cuando entréis al Paraíso, seréis cien veces más rico de lo que sois ahora sobre la tierra. Esto vale también para el número de mujeres que tenéis aquí en la tierra”. Esta concepción de Dios está demasiado lejos de la de nuestro Dios y Salvador.
C. P.: ¿Por qué Vd. da más importancia al Papa San Pío V que al Papa Pablo VI? Después de todo ambos son Papas (sic). ¿No acepta la doctrina de la infalibilidad papal? ¿Piensa que esta doctrina valga más para el uno que para el otro?
Mons. M. L.: Constato por una parte que el Papa San Pío V ha querido comprometer su infalibilidad, porque ha usado todas las condiciones que todos los papas han usado tradicionalmente y generalmente cuando han querido manifestar su infalibilidad. Por otra parte, el Papa Pablo VI dice, él mismo, que no ha querido usar su infalibilidad.
C. P.: ¿Cuándo ha indicado esto?
Mons. M. L.: Él ha indicado esto al no comprometer su infalibilidad sobre cualquier cuestión de fe, contrariamente a cuanto han hecho todos los otros papas en toda la historia. Ninguno de los decretos del Concilio Vaticano II fue publicado con el peso de la infalibilidad. Además, él nunca comprometió su infalibilidad en relación a la Misa. Cuando él (Pablo VI) decidió permitir que esta nueva Misa fuera impuesta fraudulentamente a los fieles, nunca empleó los términos que fueron utilizados por el Papa San Pío V. Yo no puedo comparar los dos actos promulgatorios porque son completamente diferentes entre si.
C. P.: ¿El Papa Pablo VI ha dicho que no cree en la infalibilidad papal?
Mons. M. L.: No. En verdad nunca ha dicho esto categóricamente. Pero Pablo VI es un liberal y no cree en la fijeza de los dogmas. Él no cree que un dogma deba permanecer inmutado para siempre. Él está a por la evolución de éstos según los deseos de los hombres. Él está a por los cambios que tienen orígen en las fuentes humanistas y modernistas, y es por esto que tiene tantos problemas para fijar una verdad para siempre. De hecho, es reacio para hacerlo tan personalmente y se pone muy mal cada vez que estos casos se presentan. Esta actitud refleja el espíritu modernista. El Papa (Pablo VI), hasta hoy, nunca ha comprometido su infalibilidad en materia de Fe y de Moral.
C. P.: ¿Ha afirmado el Papa mismo ser un liberal o modernista?
Mons. M. L.: Sí. El Papa ha manifestado esto en la misma naturaleza no dogmática del Concilio. También lo ha afirmado claramente en la su encíclica “Ecclésiam suam”. Él ha declarado que no quería que sus encíclicas definiesen las cuestiones, sino que deseaba que fuesen aceptadas como consejo y pudiesen llevar a un diálogo. En su Credo (el “Credo del pueblo de Dios”, promulgado a la clausura del Año de la Fe de 1968), dice que no quería empeñar su infalibilidad, lo que muestra claramente cuáles son sus enseñanzas.
C. P.: ¿Vd. piensa que esta evolución ante el diálogo le permite estar en desacuerdo con el Papa?
Mons. M. L.: Sí. Desde el punto de vista liberal ellos deberían, coherentemente, permitir este diálogo. Cuando el Papa no usa su infalibilidad en materia de Fe y de Moral, se está mucho más libre de discutir las sus palabras y los sus actos. Desde mi punto de vista, yo estoy obligado a oponerme a esto que ha sucedido, porque subvierte las bimilenarias enseñanzas infalibles de los Papas. Sin embargo, yo no soy favorable a similares discusiones, porque no se puede seriamente discutir sobre la verdad de la Fe Católica. De ahí que esto es verdaderamente un diálogo inverso, al cual soy constreñido.
C. P.: ¿Qué sucedería si el Papa improvisamente utilizase su infalibilidad para ordenarle que le obedezca? ¿Qué haría Vd.?
Mons. M. L.: En la medida en que el Papa comprometa su infalibilidad como sucesor de San Pedro, en modo solemne, entonces el Espíritu Santo no le permitiría caer en error. Naturalmente seguiría al Papa.
C. P.: Pero si el Papa invocase su infalibilidad para confirmar los cambios a los que Vd. ahora se opone, ¿cuál será su actitud entonces?
Mons. M. L.: La cuestión no se levantaría en ningún modo, porque, afortunadamente, el Espíritu Santo está siempre allí, y el Espíritu Santo intervendría de manera que el Papa no use de su infalibilidad para algo que sería contrario a la doctrina de la Iglesia Católica. Es por esta razón que el Papa no empeña su infalibilidad, porque el Espíritu Santo no permitiría que tales cambios tomen lugar bajo el imprimátur de la infalibilidad.
C. P.: ¿Qué cosa sucedería si esto llegase a acontecer?
Mons. M. L.: Es inconcebible, mas si sucediese, la Iglesia cesaría de existir. Lo que significaría que allí no estaría Dios, porque Dios estaría en contradicción conSigo mismo, y eso es imposible.
C. P.: ¿El hecho de que el Papa Pablo VI ocupe el lugar de San Pedro no es suficiente para Vd. para reconocerle como el pontífice, como Vicario de Cristo sobre la tierra, si le pidiesen hacerlo, así como lo hacen los otros católicos?
Mons. M. L.: Desafortunadamente esto es un error. Se trata de un malentendido sobre la infalibilidad papal, en cuanto desde el Concilio Vaticano I, cuando el dogma de la infalibilidad fue proclamado (1870), el Papa era ya infalible. Esta no era una invención improvisada. La infalibilidad fue comprendida mucho mejor entonces que no ahora, porque era bien sabido que el Papa no era infalible a priori sobre cualquier cosa bajo el sol. Él era infalible solamente en las cuestiones bien específicas de Fe y Moral. En aquel tiempo, muchos enemigos de la Iglesia hacían todo lo posible para ridiculizar este dogma y propagar ideas equivocadas. Por ejemplo, los enemigos de la Iglesia decían a los ignorantes e ingenuos que si el papa hubiese dicho que un perro era un gato, era deber de los católicos aceptar ciegamente esta posición, sin cuestionarlo. Naturalmente esta era una interpretación absurda y los católicos lo sabían. Hoy los mismos enemigos de la Iglesia, ahora que sirve a su objetivo, están laborando duramente a fin de que cualquier cosa que diga el Papa sea aceptado, sin preguntas, como infalible, más o menos como si sus palabras fuesen pronunciadas por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Esta concepción, aunque es ampliamente promovida, es todavía completamente falsa. La infalibilidad está extremadamente limitada, y es atinente solo a casos muy específicos que el Vaticano I ha definido y detallado claramente. No es posible decir que cada vez que el Papa habla es infalible. El hecho es que este Papa (Pablo VI) es un liberal, que toda esta tendencia liberal ha tenido lugar durante el Concilio Vaticano II, y ha trazado un sendero que lleva a la destrucción de la Iglesia; una destrucción que podría suceder de un momento a otro. Después que todas estas ideas liberales se han infiltrado en los seminarios, en los catecismos, y en todas las manifestaciones de la Iglesia, ahora se me pide alinearme con estas ideas liberales. Porque no me alíneo con estas ideas liberales que destruirían la Iglesia, ellos intentan suprimir mis seminarios. Y es por esta razón que me insinúan que no ordene más sacerdotes. Sobre mí está siendo ejercida una extraordinaria presión a fin de que me alinee y acepte este orientamiento de la destrucción de la Iglesia, un camino que yo no puedo seguir. No acepto estar en contradicción con lo que los Papas han enseñado por 20 siglos. O mis defensores y yo obedecemos a todos los Papas que nos han precedido, o le debemos obediencia al Papa presente. Si lo hacemos (obedecer al Papa presente, esto es, a Pablo VI), desobedeceríamos a todos los Papas que lo han antecedido. En conclusión, terminaríamos desobedeciendo a la Fe Católica y a Dios.
C. P.: Pero si los obispos [de antes] obedecieron a los papas de su tiempo, ¿Vd. no debería obedecer al papa de ahora?
Mons. M. L.: Los obispos no deben obedecer las órdenes humanistas que contradicen la Fe católica y la doctrina establecida por Jesucristo y por todos los papas en el curso de los siglos.
C. P.: ¿Entonces ha decidido deliberadamente desobedecer al actual Papa?
Mons. M. L.: Es una elección consciente y dolorosa, porque los eventos han verdaderamente llevado a la decisión de desobedecer en lugar de obedecer. Estoy haciendo esta elección sin duda o vacilación. He decidido desobedecer al Papa actual para poder estar en comunión con los 262 papas [precedentes].
C. P.: Su independencia es atribuída por muchos a una tradición galicana [5].
Mons. M. L.: Al contrario, yo soy completamente romano y nunca galicano. Estoy por el Papa como sucesor de San Pedro en Roma. Todo lo que nosotros pedimos es que el Papa sea, de hecho, el sucesor de San Pedro, no el sucesor de J. J. Rousseau, de los Masones, de los humanistas, de los modernistas ni de los liberales.
C. P.: Desde el momento que Vd. ha dicho que estas ideas están ampliamente difundidas y aceptadas en todo el mundo, también en el seno de la Iglesia, ¿no cree estar cargando un fardo demasiado pesado? ¿Cómo piensa la Fraternidad San Pío X contrarrestar una tendencia que parece abrumadora?
Mons. M. L.: Confío en Nuestro Dios y Salvador. Los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X tienen confianza en Nuestro Señor y no tengo duda de que Dios nos ha inspirado a todos nosotros. Todos aquellos que luchan por la verdadera Fe tienen el pleno apoyo de Dios. Naturalmente, respecto a la maquinara liberal, nosotros somos un “David” pequeñísimo. Yo podría morir mañana, pero Dios está permitiéndome vivir un poco más para ayudar a los otros en la lucha por la Fe verdadera. Ya esto había sucedido antes en la Iglesia. Los verdaderos Católicos han debido trabajar por la supervivencia de la Fe bajo el oprobio general y la persecución de parte de aquellos que fingían ser católicos. Es un pequeño precio que hay que pagar para estar de parte de Jesucristo.
C. P.: ¿Cuándo ha sucedido esto?
Mons. M. L.: ¡Esto sucedió con el primer Papa! San Pedro estaba conduciendo a los fieles al error con su mal ejemplo de seguir las prescripciones de la Ley de Moisés. San Pablo rehusó obedecer a este error y se opuso a él. San Pablo venció, y San Pedro tuvo que rescindir de su error (cf. Gálatas II, 11-21). En el siglo IIII, San Atanasio se rehusó obedecer a las órdenes del Papa Liberio. En aquel tiempo, la Iglesia estaba infectada por las ideas de la herejía arriana y el papa estaba presionando para que las abrazara. San Atanasio se puso a la cabeza de la oposición a esta desviación de la doctrina de la Iglesia. Él (San Atanasio) fue atacado despiadamente por la jerarquía. Fue suspendido. Cuando se rehusó a someterse, fue excomulgado. Finalmente la oposición a la herejía venció, y a la muerte del Papa Liberio, un nuevo Papa ocupó el trono de San Pedro. Él reconoció que la Iglesia estaba en deuda con San Atanasio. La excomunión fue revocada y el santo fue reconocido como un salvador de la Iglesia y fue canonizado. En el siglo VII, el Papa Honorio I favoreció la herejía monotelita, la proposición de que Jesucristo no poseía una voluntad humana y por consecuencia no era verdadero hombre. Muchos Católicos que conocían la doctrina de la Iglesia se negaron a aceptar esto e hicieron todo lo posible para contener la difusión de esta herejía. El Concilio de Costantinopla condenó a Honorio en el año 681 y lo anatematizó [6]. Existen otros muchos ejemplos de este tipo, en los cuales los verdaderos Católicos se opusieron firmemente contra una aparente mayoría aplastante, no para destruir o cambiar la Iglesia, sino para mantener la verdadera Fe. Yo no tengo en consideración la disparidad abrumadora. Uno de los objetivos principales de la nuestra Fraternidad es ordenar sacerdotes, verdaderos sacerdotes, en modo que el Santo Sacrificio de la Misa continúe, para que el Catecismo continúe, para que la Fe Católica continúe. Por supuesto algunos obispos nos atacan y critican. Algunos intentan frustrar nuestra misión. Pero todo esto es solo temporal, porque cuando todos los sus seminarios estén vacíos (algunos ya casi lo están), ¿qué harán los obispos? Entonses ya no habrán sacerdotes [7].
C. P.: ¿Por qué piensa que no habrán más sacerdotes?
Mons. M. L.: Porque los seminarios de hoy están enseñando nada para la formación de un sacerdote; se enseñan la psicología liberal, la sociología, el humanismo, el modernismo y muchas otras ciencias y semi-ciencias que son contrarias a la Doctrina Católica o no tienen nada que ver con las enseñanzas de la Iglesia o con lo que debería saber un sacerdote. En lo concerniente a las enseñanzas católicas, difícilmente son enseñadas en los seminarios de hoy.
C. P.: ¿Qué viene enseñándose en los seminarios de hoy?
Mons. M. L.: Por ejemplo, en un seminario de Nueva York, los profesores de teología están enseñando a los seminaristas que “Jesús no veía claramente lo que sería el resultato de Su muerte de Cruz”; que: “Nadie es tan completamente coherente para no decir algo que resulte en desacuerdo con lo que ha dicho en el pasado. Esto vale también para Jesús”; que “José pudo haber sido el padre natural de Cristo”; y otro profesor enseña que: “Un psiquiatra recomienda las relaciones sexuales extramatrimoniales como una cura para la impotencia, yo estoy abierto en este campo y no me cierro a la posibilidad”.
C. P.: ¿Estas aserciones están documentadas y registradas?
Mons. M. L.: Sí.
C. P.: ¿Han sido llevadas a la atención de la jerarquía?
Mons. M. L.: En numerosas ocasiones.
C. P.: ¿La jerarquía ha hecho algo para poner fin a estas y similares enseñanzas?
Mons. M. L.: Hasta donde sé, no.
C. P.: ¿Se siente solo y aislado?
Mons. M. L.: ¿Cómo puedo sentirme aislado cuando estoy en comunión con 262 Papas y la entera Fe Católica? Si se entiende solo entre los otros obispos, la respuesta es no. Difícilmente pasa un día que yo [no] reciba comunicación de obispos, sacerdotes, laicos de diversas partes del mundo que me expresan apoyo y coraje.
C. P.: ¿Por qué no se exponen públicamente y lo sostienen?
Mons. M. L.: Como he dicho antes, muchos (obispos) quieren conservar su puesto, a fin de estar en una posición útil para poder hacer algo cuando surja la ocasión.
C. P.: ¿Su posición le ha separado aún más de las otras confesiones cristianas?
Mons. M. L.: No totalmente. Apenas hace cinco días, algunos líderes ortodoxos han venido a encontrarme para expresar su apoyo a nuestra posición.
C. P.: ¿Por qué deberían expresarle apoyo cuando de hecho Vd. dice que tiene razón y que ellos están en el error?
Mons. M. L.: Es precisamente porque mi posición es clara que ellos me apoyan. Muchas otras denominaciones cristianas han considerado siempre a Roma como una suerte de áncora estabilizante en un mundo tumultuoso. Ellos sentían que pasara lo que pasara, Roma estaba siempre allí, eterna e inmutable. Esta presencia les daba descanso y confianza. Aún más sorprendentes son los líderes islámicos que se han congratulado vivamente conmigo por mi posición, aunque ellos saben perfectamente que yo no acepto su religión.
C. P.: ¿La caridad cristiana no intentaría evitar endurecer las diferencias y divisiones que podrían ser aplanadas?
Mons. M. L.: Las diferencias y las divisiones hacen parte de este mundo. La unidad de la Iglesia puede ser alcanzada solamente con el ejemplo y el constante compromiso por nuestra Fe Católica. La caridad comienza con la fidelidad a la propia Fe.
C. P.: ¿Qué le hace creer que un número significativo de ortodoxos, protestantes o musulmanes o apoyan?
Mons. M. L.: Aparte de los contactos directos y frecuentes que estas personas han tenido conmigo, hubo, por ejemplo, un amplio sondeo dirigido por un conocido diario de París, y fueron interrogados los miembros de varias confesiones religiosas. El resultado es que, lejos de encontrar a nuestra fe como ofensiva o amenazadora para ellos, admiraban la posición clara que estamos manteniendo. Al contrario, ellos muestran desprecio absoluto a todos aquellos “católicos liberales” que están intentando hacer un batiburrillo de nuestra Fe Católica y de sus religiones de ellos.
C. P.: ¿El Papa no le ha invitado a reconciliarse? ¿Ha aceptado esta invitación?
Mons. M. L.: Pedí ver al Papa el pasado Agosto (tiempo después, ese mismo año, Mons. Lefebvre tuvo una breve audiencia con Juan Pablo II). El Papa rechazó, a menos que firmara una declaración de aceptación incondicional de todas las resoluciones del Concilio Vaticano II (y todas las “orientaciones” posconciliares). Me gustaría mucho ver al Papa, pero no puedo firmar resoluciones que pavimenten el camino a la destrucción de la Iglesia.
C. P.: ¿Cómo se puede ser fieles a la Iglesia y desobedientes al Papa?
Mons. M. L.: Se debe entender el significado de la obediencia y se debe distinguir entre la obediencia ciega y la virtud de la obediencia. La obediencia indiscriminada es en realidad un pecado contra la virtud de la obediencia. Si nosotros desobedecemos a fin de practicar la virtud de la obediencia, en lugar de someternos a mandatos ilícitos contrarios a las enseñanzas morales católicas; todo lo que uno tiene que hacer es consultar cualquier libro de teología católica para comprender que no estamos pecando contra la virtud de la obediencia.
NOTAS DEL TRADUCTOR AL ESPAÑOL
[1] La llamada “Misa Tridentina” (en realidad Misa Romana Tradicional) es aquella que fue instituida por Nuestro Señor Jesucristo el 24 de Marzo del año 33, antes de ser crucificado; y celebrada en Roma por los Santos Apóstoles Pedro y Pablo. El Rito Romano Tradicional fue codificado por primera vez por San Gregorio Magno, conservado por los frailes franciscanos, canonizado por el Concilio de Trento y declarado permanente e irrevocable por San Pío V con la Bula Quo primum témpore en 1570, y restaurado en su gloria por San Pío X mediante la Constitución Apostólica Divíno Afflátu en 1911. Incluso, el mismo Montini admitió en su Constitución Apostólica Missále Románum la antigüedad del Rito Romano Tradicional y que éste ha nutrido a muchísimos santos.
[2] Aunque sea un ejemplo menor, representa cuán grave es la adulteración hecha por Montini sobre las palabras de Consagración, hasta el punto de hacer inválido el Novus Ordo. La expresión “por
todos” significa la suficiencia (virtud) de la Sangre de Cristo para salvar a todos, pero en la Última Cena, Jesús escogió una buena razón para decir “por muchos”,
refiriéndose a la eficiencia (fruto) de Su Sangre Preciosa que, a través de la
Misa, realmente salvará a los que pertenecen a la Iglesia y son fieles a su Doctrina. Cfr. Catecismo del Concilio de Trento).
[3] Se refiere a la Traduction œcuménique de la Bible, coordinada por el sacerdote François Refoulé OP y el pastor calvinista Georges Casalis, y publicada en 1975 por la casa Éditions du Cerf (de los dominicos de Francia) y las Sociedades Bíblicas Unidas. Actualmente, van por la cuarta edición.
[4] Sergio Pignedoli fue representante de Pablo VI en el Seminario sobre el Diálogo Islámico-Cristiano, evento auspiciado por el líder libio Muamar Gadafi y realizado del 1 al 6 de Febrero de 1976 en Trípoli, en el cual los casi 500 interlocutores musulmanes presentes en el evento reiteraron sus acusaciones tradicionales contra el catolicismo (adulterar las Escrituras, liderar las Cruzadas y hacer proselitismo entre los musulmanes). De dicho seminario salió un comunicado de 24 puntos que incluía una condena al sionismo, por lo cual el régimen de Tel Aviv protestó y Pablo VI desautorizó a su representante en el evento (que hasta su muerte en 1980 sostuvo que fue víctima “de una traducción incompleta si no errónea presentada a último minuto”). Este hecho le costará a Pignedoli (conocido como “el Kissinger delPapa”) la papabilidad en los cónclaves de 1978, de donde surgirá el “principio Pignedoli” (las posibilidades de que un hombre se convierta en Papa son inversamente proporcionales al número de veces que aparezca en los mass media).
[5] El Galicanismo era un movimento francés de resistencia a la autoridad papal, el cual manejaba dos aspectos: el primero (galicanismo real) afirmaba los derechos del monarca sobre la Iglesia Católica francesa, y el segundo (galicanismo eclesial) afirmaba los derechos de los concilios generales sobre el Papa. Ambas acepciones fueron condenadas como herejía durante el Concilio Vaticano (de 1870).
[6] El monotelismo planteaba que en Jesucristo existía una única voluntad y operación “Teándrica”, de ahí a que sea considerado como el punto máximo de la herejía monofisista (que enseñaba que la naturaleza humana de Cristo era absorbida en tal manera por la naturaleza divina hasta el punto de ser inexistente). Esta herejía surgió cuando el patriarca Sergio de Constantinopla planteó la expresión ἓν θέλημα καί μία θεανδρική ἐνέργεια (una voluntad y única energía teándrica) como un compromiso entre la Catolicidad y los herejes monofisistas para recuperar la unidad eclesial (y silenciar así al patriarca y monje carmelita San Sofronio Jerosolimitano, que consideraba herético dicho postulado). El Papa Honorio I respondió a Sergio aprobando el celo de éste en recuperar la unidad de la Iglesia y adoptando su posición (aunque sin comprometer su infalibilidad). La doctrina monotelita (que aún los mismos monofisistas consideraban ridícula) fue condenada oficialmente en el III Concilio Constantinopolitano (680-681), donde se confirmó como Dogma de fe la doctrina de las dos naturalezas, voluntades y operaciones de Cristo “sin división, sin conmutación, sin separación y sin confusión, según la enseñanza de los Santos Padres”, y se anatematizó a Teodoro de Farán, Ciro de Alejandría, Sergio, Pirro y Pablo II de Constantinopla. Honorio en particular fue condenado no tanto por enseñar específicamente la herejía, sino porque “no intentó santificar su Sede Apostólica con la enseñanza de la tradición apostólica sino que por una traición profana permitió que su pureza fuera manchada” al silenciar la ortodoxia y dar pábulo a la predicación herética (de ahí que se pueda considerar que Honorio, en cuanto doctor privado, incurrió en herejía material; y que durante un tiempo, en el juramento papal de coronación, se proclamase el anatema contra Honorio).
[7] Aún con sus seminarios a reventar, igual el sacerdocio conciliar se acabó completamente. Se pueden contar fácilmente cuántos obispos y sacerdotes (de muy avanzada edad) fueron ordenados antes de 1968 con el Rito Romano Tradicional. Mientras, los presbíteros y obispos instalados por el Rito Montiniano son simples laicos, toda vez que el Ritual Montiniano de Ordenación es tan inválido y nulo como el Rito Anglicano contenido en el Libro de Oración Común condenado por el Papa León XIII en Apostólicæ Curæ.
[3] Se refiere a la Traduction œcuménique de la Bible, coordinada por el sacerdote François Refoulé OP y el pastor calvinista Georges Casalis, y publicada en 1975 por la casa Éditions du Cerf (de los dominicos de Francia) y las Sociedades Bíblicas Unidas. Actualmente, van por la cuarta edición.
[4] Sergio Pignedoli fue representante de Pablo VI en el Seminario sobre el Diálogo Islámico-Cristiano, evento auspiciado por el líder libio Muamar Gadafi y realizado del 1 al 6 de Febrero de 1976 en Trípoli, en el cual los casi 500 interlocutores musulmanes presentes en el evento reiteraron sus acusaciones tradicionales contra el catolicismo (adulterar las Escrituras, liderar las Cruzadas y hacer proselitismo entre los musulmanes). De dicho seminario salió un comunicado de 24 puntos que incluía una condena al sionismo, por lo cual el régimen de Tel Aviv protestó y Pablo VI desautorizó a su representante en el evento (que hasta su muerte en 1980 sostuvo que fue víctima “de una traducción incompleta si no errónea presentada a último minuto”). Este hecho le costará a Pignedoli (conocido como “el Kissinger del
[5] El Galicanismo era un movimento francés de resistencia a la autoridad papal, el cual manejaba dos aspectos: el primero (galicanismo real) afirmaba los derechos del monarca sobre la Iglesia Católica francesa, y el segundo (galicanismo eclesial) afirmaba los derechos de los concilios generales sobre el Papa. Ambas acepciones fueron condenadas como herejía durante el Concilio Vaticano (de 1870).
[6] El monotelismo planteaba que en Jesucristo existía una única voluntad y operación “Teándrica”, de ahí a que sea considerado como el punto máximo de la herejía monofisista (que enseñaba que la naturaleza humana de Cristo era absorbida en tal manera por la naturaleza divina hasta el punto de ser inexistente). Esta herejía surgió cuando el patriarca Sergio de Constantinopla planteó la expresión ἓν θέλημα καί μία θεανδρική ἐνέργεια (una voluntad y única energía teándrica) como un compromiso entre la Catolicidad y los herejes monofisistas para recuperar la unidad eclesial (y silenciar así al patriarca y monje carmelita San Sofronio Jerosolimitano, que consideraba herético dicho postulado). El Papa Honorio I respondió a Sergio aprobando el celo de éste en recuperar la unidad de la Iglesia y adoptando su posición (aunque sin comprometer su infalibilidad). La doctrina monotelita (que aún los mismos monofisistas consideraban ridícula) fue condenada oficialmente en el III Concilio Constantinopolitano (680-681), donde se confirmó como Dogma de fe la doctrina de las dos naturalezas, voluntades y operaciones de Cristo “sin división, sin conmutación, sin separación y sin confusión, según la enseñanza de los Santos Padres”, y se anatematizó a Teodoro de Farán, Ciro de Alejandría, Sergio, Pirro y Pablo II de Constantinopla. Honorio en particular fue condenado no tanto por enseñar específicamente la herejía, sino porque “no intentó santificar su Sede Apostólica con la enseñanza de la tradición apostólica sino que por una traición profana permitió que su pureza fuera manchada” al silenciar la ortodoxia y dar pábulo a la predicación herética (de ahí que se pueda considerar que Honorio, en cuanto doctor privado, incurrió en herejía material; y que durante un tiempo, en el juramento papal de coronación, se proclamase el anatema contra Honorio).
[7] Aún con sus seminarios a reventar, igual el sacerdocio conciliar se acabó completamente. Se pueden contar fácilmente cuántos obispos y sacerdotes (de muy avanzada edad) fueron ordenados antes de 1968 con el Rito Romano Tradicional. Mientras, los presbíteros y obispos instalados por el Rito Montiniano son simples laicos, toda vez que el Ritual Montiniano de Ordenación es tan inválido y nulo como el Rito Anglicano contenido en el Libro de Oración Común condenado por el Papa León XIII en Apostólicæ Curæ.
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