miércoles, 22 de junio de 2016

CARTA “Sacratíssimi Cordis Jesu, Salva Colúmbiæ”, POR EL ANIVERSARIO DE LA CONSAGRACIÓN DE LA REPÚBLICA DE COLOMBIA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Amados hermanos en Jesús y María que vivís en Colombia, salud.

«¡SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, SALVA A COLOMBIA!». Ese es el grito que nos vemos precisados a dirigir precisamente hoy, al ver tantas calamidades naturales y sociales que campean por nuestra desdichada Nación. Y es precisamente la razón de nuestra presente carta, el recordar que solamente en Dios Nuestro Señor, que se dignó manifestarle a Santa Margarita María de Alacoque el inagotable tesoro de las Misericordias que es su Sacratísimo Corazón, podemos obtener consuelo, paz y la salvación propia y la de nuestra patria. Así lo entendieron nuestros antepasados y las autoridades civiles y eclesiásticas del pasado.
 
El 18 de octubre de 1899 estallaba en Colombia una guerra civil que duró tres años, la “Guerra de los mil días”. Esta prolongada guerra fratricida, surgida de la ambición y la sed de venganza del Partido Liberal tras haber perdido el poder, poder que detentaron haciendo gala del odio masónico contra la Iglesia Católica, produjo varios efectos verdaderamente lamentables, como lo reconocen todos los historiadores: En dicho conflicto murieron entre 100 y 130 mil colombianos (la población de ese entonces era de 4 millones de habitantes), la economía nacional se paralizó, especialmente en el sector agrícola, presentándose una hambruna que no respetó a ninguna clase social en todo el territorio patrio. La infraestructura del país se desplomó y se dio una devaluación tremenda, llegando al extremo que la libra esterlina (moneda de referencia internacional) pasó de cotizarse en 1899 a 15,85 pesos hasta llegar a cotizarse en 1903 a 505 pesos, empeorando la ya alta deuda interna y externa. A tal punto llegó la destrucción que amenazaba con desembocar en una verdadera catástrofe nacional, dándose así justificación para una eventual intervención militar norteamericana (materializada en el robo de Panamá), bajo el inicuo principio del “Destino Manifiesto”.
  
Mas la misericordia de Dios comenzó a manifestarse en ese momento tan doloroso para la nación: Monseñor Bernardo Herrera Restrepo, Arzobispo de Bogotá, guiado por una luz interior, vio que sólo en el Sagrado Corazón de Jesús se hallaría la paz y la restauración de la Patria. Pero para ello, era necesario que la política aceptara dicho socorro. Y esa aceptación era fácil de obtener, habida cuenta que la Constitución de 1886 reconocía que de Dios procede toda autoridad y declaraba al Catolicismo como la religión nacional, a la cual el Estado debía promover, engrandecer y defender.
  
En el gobierno del Doctor Manuel Antonio Sanclemente, fue promulgada la Ley 26 de 1898, que expresó: 
“La República (...), al terminar el siglo en que empezó su vida de nación libre y soberana, cumple el deber de reconocer, de una manera explícita, la divina autoridad social de Jesucristo y de agradecerle los beneficios que de Él ha recibido...”. 
  
La doctrina de la Realeza Social de Jesucristo había sido muy divulgada en los medios católicos por el teólogo jesuita Henri Ramière, fundador de la revista francesa Le Messager du Cœur de Jésus, informativo mensual del otrora glorioso Apostolado de la Oración.
 
Dirigióse el prelado a la Presidencia de la República, y sugirió al vicepresidente, Doctor José Manuel Marroquín, la Consagración de la República al Sagrado Corazón de Jesús y el hacer un voto de construir un templo en su honor, como único medio para conseguir la tan anhelada paz. El Presidente Encargado (Marroquín) aceptó gustoso la sugerencia, y el 22 de junio de 1902, en ceremonia inolvidable, consagró la República de Colombia al Sagrado Corazón de Jesús y puso la primera piedra para el templo que es el actual Voto Nacional. Para la consagración, se empleó la siguiente fórmula:
ACTO DE CONSAGRACIÓN DE LA REPÚBLICA DE COLOMBIA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
  
Jesús, Rey de Reyes y Señor de los señores: aquí tenéis a vuestro pueblo, objeto de vuestra predilección y solicitud paternal, que lleno de gratitud por vuestras bondades, y por la especial protección que le habéis dispensado, viene en esta solemne ocasión, a rendiros el homenaje de adoración y de amor que por tantos títulos os debe. 
  
Nosotros, inspirados en el espíritu de nuestra cristiana Constitución, que declara la Santa Religión Católica esencial elemento del orden social, venimos hoy, a nombre del Pueblo colombiano, a hacer voto explícito de consagración a vuestro Corazón adorable. 
  
Dignaos aceptar, ¡Corazón Santísimo!, este voto nacional como homenaje de amor y gratitud de la Nación colombiana; acogedla, bajo vuestra especial protección; sed el inspirador de sus leyes, el regulador de su política, e! sostenedor de sus cristianas instituciones, para disfrutar del don precioso de la paz. No permitáis que nunca se separe de Vos, ni deje de reconoceros oficialmente delante de los hombres, para tener derecho a que Vos la reconozcáis ante vuestro Padre que está en los cielos. 
  
Bendecid a nuestro pueblo, a nuestra República y a sus mandatarios, a nuestra Iglesia y sus Pastores, a la Santa Iglesia Universal, y a su Pastor Supremo; y acelerad el día de vuestro triunfo sobre todas las naciones, para gloria de vuestro Divino Corazón. Amén. 
   
A los 5 meses de realizada la Consagración, se firmaba el tratado del USS Winsconsin, el 21 de noviembre de 1902, poniendo punto final a la sangrienta y prolongada guerra, iniciándose una era de paz y de concordia nacional, a pesar que constantemente se manifestaba el odio de los laicistas, promotores de la impiedad, hacia la Iglesia y los fieles, pugnando por reencender los conflictos que tanta sangre, ruina y descalabro moral dejaron a la Nación en el siglo XIX, valiéndose del sindicalismo clasista en los años veinte, pasando por la República Liberal y la Violencia de 1948. Recordando la merced otorgada en el pasado, la Ley 1ª de 1952 dispondrá que la Consagración sea renovada cada año, concurriendo a ello el Presidente de la República:
LEY 1ª DE 1952
(Enero 8)
 
Por la cual se conmemora el cincuentenario de la consagración oficial de la República de Colombia al Sagrado Corazón de Jesús y se declara una fiesta nacional.
 
El Congreso de Colombia,
CONSIDERANDO:
1. Que el día 22 de junio de 1952 se conmemora el cincuentenario de la consagración oficial de la República al Sagrado Corazón de Jesucristo;
2. Que desde ese día la Nación colombiana ha recibido grandes beneficios y extraordinarias muestras de la providencial protección del Salvador del mundo; y
3. Que tanto el hecho solemne de la consagración oficial como los singulares beneficios divinos concedidos a Colombia merecen ser encomendados a la perpetua memoria de los colombianos,
 
DECRETA:
Artículo 1º. Renuévase la consagración oficial de la República de Colombia al Sagrado Corazón de Jesús por intermedio del Excelentísimo señor Presidente de la República o un representante suyo, ceremonia que se verificará el día en que la Iglesia Católica celebra esa festividad religiosa en el próximo año de 1952, de acuerdo con su Liturgia.
 
Artículo 2º. Cada año se renovará la consagración oficial de la República en análoga forma y en el día, en que se celebra la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, la que será nacional a partir del año venidero, y se denominará de “Acción de Gracias”.
 
Artículo 3º. En reconocimiento a los grandes beneficios que la Providencia ha dispensado a la República, autorízase al Gobierno para que realice una obra social benéfica que haga perdurable entre los colombianos la fecha que se conmemora por medio de esta Ley.
  
Artículo 4º. En el Salón Elíptico del Capitolio Nacional y en el sitio que el Gobierno determine, se colocará una lápida en que se inscriba el texto de la presente Ley.
 
Artículo 5º. Esta Ley regirá desde su sanción.

La consagración se renovó anualmente hasta 1993, cuando las viejas asechanzas del protestantismo, del comunismo, de la masonería y de otras sectas enemigas de la Iglesia se hicieron al poder y destronaron a Jesucristo Rey mediante la Carta Política de 1991, aprovechando el odio visceral que la Iglesia Conciliar profesa contra la Realeza Social de Cristo. La Carta Política de marras ha causado que el Estado prescinda por entero de la Religión, para que ésta pierda influencia en la sociedad y sea reducida al fuero interior de las conciencias (aunque llegará el día, YA ESTAMOS EN ÉL, en que también la extinguirán de esa esfera). Y en 1994, la Corte Constitucional (la misma que legalizó el consumo de drogas alucinógenas, la cátedra de inmoralidad o “educación sexual”, la eutanasia, el aborto, la adopción por parejas aberrosexuales y más recientemente, el “matrimonio igualitario”) suprimió dicha práctica devocional.
  
Por eso es que vemos desde hace pocos lustros en nuestra doliente patria numerosas catástrofes naturales, la violencia de las guerrillas comunistas, el paramilitarismo (y su sucesor las bandas criminales), epidemias nuevas y desconocidas, el auge de las sectas, la corrupción en todos niveles y que hoy el verdadero Catolicismo esté reducido a su más mínima expresión. Todo lo anterior y más, es el justo castigo que Dios envió por haber renunciado el Estado, desde su cúpula, a la protección del Salvador y expresado los poderes públicos su determinación de que la Nación dejase de profesar su militancia católica, en connivencia con una jerarquía eclesiástica corrompida por las masónicas leyes del deuterovaticano concilio.

Mas nuestra carta no es para poner más sal en la herida, sino para recordaros que la Consagración que se hiciera al Sagrado Corazón de Jesús ha sido el consuelo y puntal de nuestra nación en los momentos más difíciles de la historia. Y actualmente, este mismo Corazón que ha de reinar a pesar de sus enemigos, como dijera a Santa Margarita María, es nuestro refugio en estos tiempos apocalípticos. A Él hemos de dirigirnos con confianza y suplicarle nos defienda y conceda fortaleza para seguir resistiendo en la batalla contra el mundo y el mal.

Pidámosle a la Santísima Virgen María, bajo el título de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, que continúe intercediendo por nosotros ante su Hijo Nuestro Señor, para que nos conceda la gracia de una sincera conversión, y que nuestra nación no perezca en el día del Castigo final.

¡SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, SALVA A COLOMBIA!

Frater Jorge Rondón Santos
22 de Junio de 2016
Fiesta de San Paulino de Nola Obispo y Confesor, y Aniversario de la Consagración de Colombia al Sagrado Corazón de Jesús

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