Muchos católicos llevamos al cuello el Escapulario Carmelita y rezamos el Santo Rosario, y eso está bien. Lo malo es que hay algunos que ponen su fe en estos y otros sacramentales (agua bendita, crucifijos, etc.), con lo que caen en idolatría. Aclaro que con este artículo NO SE TRATA DE CRITICAR LA DEVOCIÓN A NUESTRA SEÑORA (o de lo contrario MILES CHRISTI pierde su ideal), sino de catequizar a los fieles a fin de no caer en los errores de Israel y el CV2 (Concilio Vaticano II).
Para este fin, reproducimos el artículo "LA FE EN LAS COSAS", escrito por Raúl Miguel, nuestro amigo y hermano en la Fe y la Causa, en su blog Sursum Corda.
LA FE EN LAS COSAS
El Arca de Dios entrando en el Templo (miniatura de "Las muy ricas horas del Duque de Berry")
“Ha pasado la gloria de Israel, porque ha sido capturada el arca de Dios” (I Sam IV, 21)
La mejor lectura es la Sagrada Escritura. En ella Dios nos habla de muchas maneras y su mensaje es siempre actual. Como dice San Agustín, Doctor de los Doctores
“Cuantos temen a Dios y por la piedad son mansos, buscan en todos estos libros la voluntad de Dios” (De Doctrina Christiana 2, c9).
Debemos hacercarnos a las Sagradas Escrituras, escritas para los hombres y su edificación con cuidado y respeto, tratando de escuchar lo que Dios quiere que escuchemos y no lo que nosotros queremos. En efecto, el afán de adecuar el mensaje de Dios a las modas y los tiempos es el origen de todas las herejías. Pelagio, quien fue derrotado por el Doctor de Hipona quiso hacer del cristianismo una suerte de “filosofía de vida”, como se dice hoy, que pudiera ser agradable a los oídos de sus contemporáneos imbuidos en el estoicismo. Lo mismo Lutero y más cercano a nosotros Von Balthassar y Congar, perfectos modernistas.
Hoy me entregué por varios minutos, como cada día a la lectura de Biblia. Me encontré con una de las historias que mas me cautivan: la derrota de Israel frente a los filisteos y la captura del Arca. En toda ella podemos ver la presencia y la omnipotencia de Dios, así como la ceguera de los hombres. Se relata que luego de una primer derrota contra los filisteos, los ancianos de Israel pensaron que podrían cobrar revancha si traían el Arca de la Alianza. Cuando esta estuvo en el Campamento, todo el pueblo gritó de júbilo y fueron ciegos a enfrentarse al enemigo porque tenían fe comandados por los hijos del Juez Helí, Ofni y Fines.
¿Pero en que tenían fe? Ciertame no en Dios, no en Yahveh Sebaot, el Dios de los Ejercitos. Tenian su fe puesta en un objeto, en el Arca. Y fueron derrotados y humillados. La esposa de Fines resume la fe en el Arca “Ha pasado la gloria de Israel, porque ha sido capturada el arca de Dios”.
Este pasaje merece nuestra reflexión. Nosotros también ponemos hoy en día nuestra fe en objetos. Confundimos las cosas sagradas con Lo Sagrado. Confundimos lo creado con el Creador y pensamos que es lo mismo, porque estamos acostumbrados a ello y no lo razonamos, no nos damos cuenta, pero involuntariamente violamos el precepto de no cometer idolatría:
¿Cuántas veces depositamos nuestra fe y nuestra confianza en escapularios o rosarios?
¿Cuántas veces decimos “mientras tenga el escapulario Dios no me iré al infierno?
Eso es burlarse de la justicia de Dios. El escapulario es algo precioso que nos entregó el Señor por medio de su Madre, la Augusta Virgen María, empero quien lo usa y peca a conciencia, creyéndose a salvo por el escapulario en sí, ha cometido sacrilegio al burlarse de lo sagrado y pensar que puede engañar a Dios. Lejos de liberarlo del fuego, el Escapulario se convierte para él en la marca, en un ancla que lo hunde en el Abismo, en lo más profundo.
El Rosario es quizás la devoción más extendida entre nosotros, los católicos. Sabemos además que agrada a la Virgen María, la Madre de Dios, la Theotokos como dicen los griegos y ella misma lo ha pedido. El Rosario es un tesoro único. Pero es como el Arca de la Alianza. ¿Tenemos la fe puesta en el Rosario o en Cristo? ¿A quien rezamos en el Rosario? ¿Le oramos a María por María en sí o elevamos nuestra plegaria por Dios, solicitándolo todo en Nombre de Nuestro Señor Jesucristo? Y además ¿Portamos con dignidad nuestro rosario? El rosario siempre tiene que estar a mano, no es un adorno, no es un objeto de lujo. Igual vale un rosario de perlas preciosas que otro hecho solo con una cuerda. Lo mismo vale, porque el Rosario nos debe servir para orar a Nuestro Señor y aplacar su Ira, para que su juicio sea benevolente con nosotros.
Dicen algunos: “rezamos con alegría”. ¿Alegría de qué? Así oraba el Fariseo, alegre, soberbio y altanero. Así estaban alegres las cinco vírgenes necias que solo tomaron las lámparas, pero no el aceite (Mt XXV, 3). Veamos las sonrisas de los “grupos de oración” que se reúnen en los templos que la Iglesia Conciliar usurpó, los vemos felices y riendo. En cambio, el católico reza con pesar, porque sabe que no es digno siquiera de mencionar el nombre del Verbo, y como el publicano pide que tenga piedad de él, porque es un pecador.
El buen católico al orar se considera indigno de mencionar el Santo y Terrible nombre del Verbo por causa de sus pecados, en tanto que los conciliares (y muchos "tradicionalistas") oran con altivez farisaica
Vemos las fotos y las imágenes de algunas congregaciones religiosas que se llaman a sí mismas “Tradicionalistas”. ¿Qué vemos? Vemos a sacerdotes con largos rosarios y que predican su devoción, pero podemos preguntarnos ¿La devoción al rosario por el rosario en sí? ¿el rosario como hábito? ¿Es que acaso Cristo mandó a sus apostoles “id y predicad el rosario”? ¡No! Nuestro Señor fue claro:
“Id pues; enseñad a todas las gentes, bautizándolas en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt XXVIII, 19).
Pero estos sacerdotes tradicionalistas, de porte tan augusto y severo nos recuerdan a la perfección al Fariseo que decía de pié:
“¡Oh Dios! Te doy gracias de que no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros ni como este publicano. Ayuno dos veces a la semana, pago el diezmo de todo cuanto poseo” (Lc XVIII 11-12)
Como el fariseo, ciertos “sacerdotes tradicionalistas” hacen galas de su barroquismo, empero, como las cinco vírgenes solo poseen las lámparas, mas les falta el aceite de la caridad y la fe. Porque su fe, como la de los Israelitas que fueron derrotados por los fariseos no está en Dios, sino en sus objetos: en sus sotanas, en sus crucifijos, en sus rosarios y en sus escapularios. Si su fe en Dios fuera tan grande como la que depositan en sus “lámparas”, si su fe en Dios fuera tan grande como la que ponen en el “Arca” entonces predicarían la Verdad con las palabras y con el ejemplo. Se terminaría este cisma interno que vive la Resistencia Católica contra la Iglesia Conciliar y unidos en Cristo, que es uno, podrían marchar en Paz contra el común enemigo que es el modernismo. Empero, estos sacerdotes (“pobrecitos…” como diría un Obispo de la Tradición Católica) se han puesto en el púlpito y desde allí juzgan. Dicen “quienes no están contra nosotros no están con Cristo”, o peor aún, “Si se hace esclavo de María, si se pone esta cadena, si usa este escapulario usted se salva”. Tan vana esa confianza como la del calvinista que cree estar predestinado a la Gloria, cuando en si está confirmando con su apego a la herejía su condena a las llamas del Averno.
Por eso, amigos, hoy quise compartir con ustedes esta reflexión. Confiemos en Dios y pongamos en Dios nuestra fe, no en los objetos y recordemos que el Rosario y el Escapulario no salvan por sí mismos, porque el único que salva es Jesucristo, Nuestro Señor. Ellos son medios para acercarnos a él, para recordarnos su presencia y nuestra sujeción a su Gracia Salvadora e invencible, porque mientras estemos sujetos a él, nada ni nadie podrá arrebatarnos, empero, si el aleja de nosotros su vista, por más rosarios, cadenas o escapularios que portemos, al igual que Israel seremos derrotados y pereceremos como los hijos de Helí.
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