Traducción del artículo editorial publicado en HAARETZ (Israel).
Los sostenedores de la solución de los dos Estados para poner fin al conflicto israelí-palestino –la mayoría de las personas en Israel y en el resto del mundo, o casi– no pueden observar impotentes la aceleración de la espiral destructiva provocada por la gestión irresponsable del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu.
El 22 de Septiembre, en su discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente palestino Mahmud Abás ha avisado al mundo de la reversión de tendencia. Por primera vez Mahmud Abás ha descrito detalladamente la última opción que le queda a los palestinos: librar una nueva batalla por la paridad de los derechos en todos los territorios de Israel y Palestina, en otras palabras, la solución del Estado único.
Estas son sus palabras: “Ni vosotros ni nosotros tenemos otra elección que continuar la batalla y perdir derechos plenos y paritarios para todos los habitantes de la Palestina histórica”. El 27 de Septiembre Netanyahu ha demostrado que Mahmud Abás tiene razón. En un discurso pronunciado en ocasióne de la ceremonia organizada en Gush Etzion para conmemorar los cincuenta años de los asentamientos en Judea, Samaria, Cisjordania y en los Altos del Golán, el primer ministro israelí ha dicho que “ninguna comunidad será más desarraigada de la tierra de Israel”. En otras palabras, no habrá más evacuaciones de asentamientos: una declaración que señala el fin de cualquier esperanza para la solución de los dos Estados, basada en el concepto simple y justo de la cesión de tierras en cambio de la paz.
El objetivo de la colonización israelí, comenzada hace cincuenta años, ha sido el de reducir la posibilidad de crear un estado palestino junto al israelí y de destruir cualquier esperanza de llegar a un acuerdo de paz con el pueblo palestino. Esta misión destructiva parece ahora cercana a su realización. Solo una movilización urgente de todas las fuerzas, en el seno de Israel y de la Comunidad Internacional, que quisieran un estado israelí fuerte y libre junto a un estado palestino independiente, podría frenar esta deriva y reproponer la solución más lógica, justa y factibile para poner fin a la ocupación israelí y obtener la paz.
Es nuestra última posibilidad. Todo lo que no obtendremos en tiempos breves, no lo obtendremos nunca más.
Los sostenedores de la solución de los dos Estados para poner fin al conflicto israelí-palestino –la mayoría de las personas en Israel y en el resto del mundo, o casi– no pueden observar impotentes la aceleración de la espiral destructiva provocada por la gestión irresponsable del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu.
El 22 de Septiembre, en su discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente palestino Mahmud Abás ha avisado al mundo de la reversión de tendencia. Por primera vez Mahmud Abás ha descrito detalladamente la última opción que le queda a los palestinos: librar una nueva batalla por la paridad de los derechos en todos los territorios de Israel y Palestina, en otras palabras, la solución del Estado único.
Estas son sus palabras: “Ni vosotros ni nosotros tenemos otra elección que continuar la batalla y perdir derechos plenos y paritarios para todos los habitantes de la Palestina histórica”. El 27 de Septiembre Netanyahu ha demostrado que Mahmud Abás tiene razón. En un discurso pronunciado en ocasióne de la ceremonia organizada en Gush Etzion para conmemorar los cincuenta años de los asentamientos en Judea, Samaria, Cisjordania y en los Altos del Golán, el primer ministro israelí ha dicho que “ninguna comunidad será más desarraigada de la tierra de Israel”. En otras palabras, no habrá más evacuaciones de asentamientos: una declaración que señala el fin de cualquier esperanza para la solución de los dos Estados, basada en el concepto simple y justo de la cesión de tierras en cambio de la paz.
El objetivo de la colonización israelí, comenzada hace cincuenta años, ha sido el de reducir la posibilidad de crear un estado palestino junto al israelí y de destruir cualquier esperanza de llegar a un acuerdo de paz con el pueblo palestino. Esta misión destructiva parece ahora cercana a su realización. Solo una movilización urgente de todas las fuerzas, en el seno de Israel y de la Comunidad Internacional, que quisieran un estado israelí fuerte y libre junto a un estado palestino independiente, podría frenar esta deriva y reproponer la solución más lógica, justa y factibile para poner fin a la ocupación israelí y obtener la paz.
Es nuestra última posibilidad. Todo lo que no obtendremos en tiempos breves, no lo obtendremos nunca más.
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