miércoles, 23 de octubre de 2024

DOS DECESOS PROGRES EN 24 HORAS


En la noche del 22 de Octubre de 2024 falleció a los 96 años de edad el sacerdote-presbítero peruano Gustavo Adolfo Gutiérrez-Merino Díaz.
   
Nacido el 8 de junio de 1928 en Lima como el primogénito y único varón de los tres hijos de Gustavo Oswaldo Gutiérrez Merino y María Raquel Díaz Salaverry, Gustavo Adolfo estudió Medicina y Letras en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (donde se cambió el apellido a Gutiérrez-Merino) mientras militaba en la Acción Católica, y luego fue a estudiar Filosofía y Teología en las Universidades Católicas de Lovaina y Lyon respectivamente, donde tuvo como profesores al jesuita Henri de Lubac (de la Escuela de Fourvière) y los dominicos Yves Congar, Marie Dominique Chenu, Christian Ducoq y varios otros de Le Souchoir (vamos, que el pituco se formó con el modernismo y la “Nueva teología”), fue influenciado por el fraile dominico Edward Schillebeeckx, el jesuita Karl Rahner, y los sacerdotes diocesanos Johann Joseph “Hans” Küng Gut y Johann Baptist Metz, y se interesó en autores protestantes como Karl Barth, Jürgen Moltmann, Dietrich Bonhoeffer y científicos sociales como François Perroux y su idea del desarrollo, y sin duda con el humanismo integral de Jacques Maritain, del personalismo de Emmanuel Mounier, del evolucionismo progresivo de Teilhard de Chardin, del dogma social de De Lubac, de la teología del laicado de Congar, de la teología del desarrollo de Louis Lebret, de la teología de la revolución de José Julio Hipólito Comblin Bresseurs y de la teología política de Metz que influyeron en su obra. Fue ordenado sacerdote en 1959 para la Archidiócesis de Lima, y al año siguiente se licenció de Teología en la Gregoriana de Roma. Fue profesor de teología en la Pontificia Universidad Católica de Perú y en la Universidad de Notre Dame (Indiana, Estados Unidos), y fundador del Instituto Bartolomé de Las Casas de Lima en 1974. Ejerció el ministerio pastoral en la parroquia de Cristo Redentor, del barrio popular del Rímac, donde en las dos décadas que estuvo allí raramente se lo veía celebrando misa porque pasaba metido en política. Participó en el Concilio Vaticano II como asesor teológico del obispo de Talca (Chile) Manuel Larraín Errázuri (uno de los firmantes del Pacto de las Catacumbas). En el 2001, ingresó a la Orden dominica, para escapar de la jurisdicción del arzobispón limano Juan Luis Cipriani Thorne y del Opus Dei y el Sodalicio de Vida Cristiana que buscaban contrarrestar su influencia.

En 1971, tres años después de haber sido consultor de la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano de Medellín, escribió su obra más famosa, a saber, “Teología de la Liberación: Perspectivas”, donde plantea que la pobreza es «un estado escandaloso, ofensivo a la dignidad humana y contrario a la voluntad de Dios», y que para solucionarla es necesaria una acción desde la Fe. Mas en realidad esta perversión de la Fe asoló comunidades religiosas, mató vocaciones y contaminó la vida pastoral de la Iglesia, todo en nombre de unos “pobres” a los que nunca sirvió y que en cambio, se fueron al redil del ministro protestante.

En 1984, el entonces prefecto para la Doctrina de la Fe Joseph Ratzinger declaró en la instrucción “Libertátis núntius” que, si bien se elogia su interés por los pobres y la justicia, varios aspectos de la “Teología de la Liberación” sintetizada por Gutiérrez-Merino (porque más que creador –que en realidad lo fue la KGB soviética, como lo reveló el ex espía rumano Ion Mihai Pacepa– o quien le puso el nombre –que lo fue el pastor presbiteriano brasileño Rubem Azevedo Alves, el cual en 1968 tituló su tesis doctoral de Filosofía en el Seminario Teológico de Princeton como “Hacia una Teología de la Liberación Humana”–, la organizó en un sistema teológico), al basarse en la teoría económica marxista, no eran compatibles con la fe cristiana, pero Gutiérrez-Merino (porque, luego de la instrucción “Libertátis consciéntia” de 1986 que le proponía un plan de desarrollo de la “Teología de la Liberación”, en la cuarta edición de su obra maquilló el concepto sustituyendo la terminología marxista por otra más asimilable) no recibió una condena canónica como sí sucedió a otros como Küng o Leonardo Boff. El cardenal Gerhard Ludwig Müller Straub, prefecto para la Doctrina de la Fe bajo Benedicto XVI Ratzinger y los primeros años de un Francisco Bergoglio (quien sigue la “Teología del pueblo” de su corrreligionario Juan Carlos Scannone) fu su amigo y alumno y, en su libro de 2014 “Pobre para los pobres. La misión de la Iglesia”, incluyó dos capítulos escritos por Gutiérrez-Merino y un prólogo de Bergoglio, quien lo felicitó en 2018 por sus 90 años de vida.

Valga recordar un par de episodios que no aparecerán en la oración fúnebre de circunstancia que son las necrológicas de la prensa mundana y conciliar:
  • Durante la visita de Juan Pablo II al Perú el 15 de Mayo de 1988, Gutiérrez-Merino fue interceptado por voluntarios de seguridad pertenecientes al Sodalicio mientras intentaba con una credencial falsa acceder a la tarima donde se realizaba el servicio de clausura del Congreso Eucarístico Mariano Bolivariano en la Plaza de San Miguel, donde buscaba una oportunidad de parecer más cercano al mismo Wojtyła a quien seis años antes, durante su primera visita a Méjico, lo insultó llamándolo “polaco de mierda”.
       
  • Cuando Müller reveló su amistad con Gustavo Gutiérrez-Merino, Clelia Susana Luro Rivarola († 2013), la esposa del obispo retirado de Avellaneda Jerónimo José Podestá Wilmart († 2000), le escribió una carta abierta recordándole que en 1970, en un evento de Córdoba (Argentina) para el Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo, este le hizo el feo a Podestá y le exigió a retirarse del recinto donde iba a dar la conferencia. He aquí el texto de la carta abierta:
    «Querido Gustavo: Soy Clelia Luro, la compañera de Jerónimo Podestá ¿recuerdas?
      
    Tú habías viajado a Córdoba a una charla a los curas del Tercer Mundo. Lo habían invitado a Jerónimo por primera vez por medio de Marimachi. Jerónimo partió muy contento a Córdoba, era la 1.ª vez que los curas del Tercer Mundo lo invitaban. Pasó que al día siguiente apareció Jerónimo en casa de regreso, le pregunté ¿qué le pasó?, y su respuesta sin ocultar su dolor me dijo: “me echaron, Gustavo no quería comenzar si Jerónimo estaba en la sala”.
        
    Yo pensé “teólogo de la liberación, ¿qué liberación sostenía?”. ¿La liberación clerical de valores falsos? Y me dio pena por tu persona.
        
    También supe que de la misma forma te comportaste con Leonardo Boff, el mejor teólogo que hoy tiene la Iglesia.
        
    El sábado me llamó Francisco y le hice recordar de aquel episodio, y me respondió que se acordaba porque yo ya se lo había contado cuando aún era nuestro Cardenal Bergoglio.
        
    Gustavo, si la Teología de la Liberación nos lleva a ser jueces de nuestros hermanos, habría que hacer la Liberación de esa Teología. ¿Qué pasará cuando la Iglesia reforme esa ley –que es sólo una ley hecha por hombres–, y vean la forma de admitir las parejas sacerdotales o el celibato optativo? ¿Entonces cambiarías de opinión?
         
    Leonardo Boff no dejó su lucha ni se fue de la Iglesia: lo sacaron en un juicio injusto de la Institución, pero la Iglesia Pueblo de Dios –como dice el Vaticano II– no lo condenó, y tampoco a Jerónimo que siempre se sintió Obispo de la Iglesia y como Pablo eligió a los Gentiles, a todos aquellos que sufrían persecución del clericalismo; los compensó a todos aquellos sancionados por una ley que no respetaba la primacía y el respeto a la conciencia como sancionó el Vaticano II.
       
    Si Dios quiere hoy con Francisco que está rescatando la Iglesia Pueblo de Dios, las sanciones terminarán, pertenecen al pasado y a los espíritus clericales que irán desapareciendo para llegar a ser “¡Uno para que el mundo crea!”.
        
    Clelia».
        
   
   
Pocas horas después y con dos años más encima, en el hogar sacerdotal San Vicente de Bilbao, falleció José Ángel Ubieta López, otrora vicario general de la diócesis bilbaína.
   
Nació el 21 de Marzo de 1926 en Bilbao como el primogénito y único varón de los tres hijos del médico Jesús Ubieta (quien falleció cuando José Ángel tenía ocho años) y María López, y fue ordenado sacerdote el 29 de Junio de 1950 para la diócesis de Vitoria. Estudió teología en la Gregoriana y se licenció en Sagrada Escritura en el Pontificio Instituto Bíblico de Roma en 1954, y se doctoró en Ciencias Bíblicas en la Escuela Bíblica de Jerusalén en 1956. Regresando a España, se incardinó en la recién creada diócesis de Bilbao donde acumuló títulos y cargos como banderillas: profesor de Sagrada Escritura en el seminario (1956-1968); censor de oficio y consiliario de la Hermandad de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro (1956-1980); profesor de Nuevo Testamento en la Facultad de Teología de la Universidad de Deusto (1967-1970); vicario general de la diócesis (1968-1980); director del Secretariado Interdiocesano de Pamplona, Bilbao, San Sebastián y Vitoria (1969-1986); director del Instituto Diocesano de Teología y Pastoral de Bilbao (1980-1990); auxiliar de la Unidad Pastoral San Ignacio de Loyola en Deusto (1983-1992); vicepresidente de la Comisión Organizadora de la Asamblea Diocesana de Bilbao (1984-1987); presidente del Cabildo de la Catedral de Santiago en Bilbao (1985-); miembro del colegio de Consultores (1985-1990) y del Consejo Pastoral Diocesano (1988-1990); miembro de Equipo de Ponencias en el Congreso de Evangelización (1985) y de Parroquia Evangelizadora (1989); secretario del Servicio Vicarial del Clero (1990-1998); auxiliar de San Pedro de Deusto (1993-1999); y miembro del equipo presbiteral de San Antón, Santos Juanes, San Nicolás y Santiago de Bilbao (1999-2001). Fue además editor de la edición española de la Biblia de Jerusalén; y en 2018 recibió de manos del entonces obispón de Bilbao Mario Iceta Gavicagogeascoa la Mención Honorífica diocesana “Carmelo Echenagusia Uribe” y la condecoración pontificia “Pro Ecclésia et Pontífice”.
  
Como Vicario general, Ubieta López fue protagonista junto al obispo Antonio Añoveros Ataún en los conflictos entre la Jerarquía española y el Generalísimo Franco en sus últimos años, por su apoyo al separatismo vasco contemporáneo y al grupo terrorista ETA (nacido precisamente en las sacristías):
  • El 9 de Abril de 1969, el taxista Fermín Monasterio Pérez de 38 años de edad, casado y con tres hijas, fue asesinado en el Casco Viejo de cuatro tiros a bocajarro en el corazón, el tórax, la ingle y la mano por el etarra Miguel Echevarría Iztueta alias “José”, “Mecagüen”, “Felipe” o “Yhon”, porque se negó a permitirle escapar de la policía (que había capturado a sus conmilitones Mario Onaindia Nachiondo alias “Jon Lariz”, Jesús Abrisqueta Corta alias “Chucho” y Víctor Arana Bilbao –quienes fueron juzgados en el Proceso de Burgos–; Echevarría alcanzó a huir herido de dos disparos en un hombro y un brazo), lo que constituyó el primer acto terrorista de ETA en las Vascongadas y en el que muere un civil. Según la prensa de la época, Echevarría se escondió en un caserío en Orozco (donde llegó por recomendación del cura párroco José María Ortúzar), donde fue atendido por su propietario Heliodoro Elcoro Alday y su esposa Beatriz Ugarte Porres, y con la ayuda del cura coadjutor de Ermitabarri-Ceberio Amadeo Rementería Basterreche y otros dos clérigos (el párroco de Ceánuri Martín Orbe Monasterio –que le consiguió un médico para extraerle las balas–, y el párroco de San Adrián José María Acha) le facilitaron la huida transpirenaica en un coche SEAT 600 (Echevarría fue detenido en San Luis Potosí, Méjico en 1998 y condenado solamente por fabricación de explosivos –ya que fue cobijado por la Amnistía de 1977–). Varios sacerdotes fueeon detenidos y acusados de complicidad, entre ellos nuestro Ubieta López, quien habiendo sido detenido en el Hospital Militar el 23, salió libre tres días después. En su homilía del 15 de Mayo en el santuario de la Virgen de Begoña, el obispo de San Sebastián y administrador apostólico sede vacánte de Bilbao José María Cirarda Lachiondo (quien oyó al obispo de Canarias Antonio Pildain y Zapiaín decir que la única manera de detener la aprobación de Dignitátis Humánæ era «que se derrumbase la cúpula de San Pedro sobre nosotros») condenó las detenciones como una violación del Concordato, defendió el secreto profesional en el caso de su vicario y arremetió contra los medios que lo acusaron a su vicario de proteger al asesino. 
  • El 19 de Junio 1970, se negó a hacer parte de los actos oficiales conmemorativos de la batalla de Bilbao.
  • Y sobre todo, el “caso Añoveros”: El 24 de Febrero de 1974, en las parroquias de Bilbao se leyó como homilía la carta pastoral “El cristianismo, mensaje de salvación para los pueblos”, en la que se decía que «El pueblo vasco, igual que los otros pueblos del Estado español, tiene derecho a conservar su propia identidad, cultivando y desarrollando su patrimonio espiritual, dentro de una organización sociopolítica que pueda reconocer su justa libertad». El presidente de Gobierno Carlos Arias Navarro calificó la carta como «gravísimo ataque a la unidad nacional», y el 27 de Febrero ordenó la detención domiciliaria de Añoveros y Ubieta (que presidió el Consejo Episcopal que redactó la homilía y la distribuyó) y fletó un avión para sacarlos de España. Añoveros se negó a abordar, diciendo que solo a la fuerza o por mandato de Pablo VI Montini. El cardenal Vicente Enrique y Tarancón, presidente de la Conferencia Episcopal Española y agente de Montini, convocó entonces el Comité Ejecutivo del episcopado y emitió una nota en la cual sacaron del estante el rayo de la excomunión contra quienes «directa o indirectamente impidiesen la jurisdicción eclesiástica de un obispo» (ergo, Arias Navarro y el Jefe superior de la Policía de Bilbao Enrique de la Hoz Gabiola). En respuesta, el ministro de Asuntos Exteriores Pedro Cortina Mauri amenazó con la ruptura de las relaciones con la Santa Sede declarando persona non grata al nuncio nuncio Luigi Dadaglio Sardi (quien aparece en la “Lista Pecorelli” con fecha de iniciación masónica 8 de Septiembre de 1967, matrícula # 43-B, nombre clave “LUDA”), pero solo la intervención personal de Franco (quien reprendió a Arias diciendo:  «¿A dónde quiere llevarnos?») impidió que el conflicto pasase a mayores. Luego, con la participación del legado pontificio Ángelo Acerbi (próximamente cardenal), Añoveros se iría de vacaciones el 14 de Marzo y Ubieta tres días después, pero sin abjurar de su carta. El episodio, sintomático de la descristianización de España producto del Vaticano II, amargó los últimos años de Franco.
   
QUE ARDAN EN EL INFIERNO POR TODA LA ETERNIDAD.

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