martes, 29 de octubre de 2024

MES DE LOS SANTOS ÁNGELES – DÍA VIGESIMONOVENO

Dispuesto por el padre Alejo Romero, y publicado en Morelia por la Imprenta Católica en 1893, con licencia eclesiástica.
  
MES DE OCTUBRE, CONSAGRADO A LOS SANTOS ÁNGELES, EN QUE SE EXPONEN SUS EXCELENCIAS, PRERROGATIVAS Y OFICIOS, SEGÚN LAS ENSEÑANZAS DE LA SAGRADA ESCRITURA, LOS SANTOS PADRES Y DOCTORES DE LA IGLESIA.
 
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
Soberano Señor del mundo, ante quien doblan reverentes la rodilla todas las criaturas del cielo, de la tierra y del infierno; miradnos aquí postrados en vuestra divina presencia para rendiros los homenajes de amor, adoración y respeto que son debidos a vuestra excelsa majestad y elevada grandeza. Venimos a contemplar durante este mes las excelencias, prerrogativas y oficios con que habéis enriquecido en beneficio nuestro a esos espíritus sublimes que, como lámparas ardientes, están eternamente alrededor de vuestro trono, haciendo brillar vuestras divinas perfecciones. Oh Sol hermoso de las inteligencias, que llenáis de inmensos resplandores todo el empíreo, arrojad sobre nuestras almas un destello de esos fulgores, a fin de que, conociendo la malicia profunda del pecado, lo aborrezcamos con todas nuestras fuerzas, y se encienda en nuestros corazones la viva llama del amor divino, para que podamos camina por los senderos de la virtud, hasta llegar a la celestial Jerusalén, donde unamos nuestras alabanzas a las de los angélicos espíritus y bienaventurados, para glorificarlos por toda la eternidad. Amén.
   
DÍA VIGÉSIMONOVENO – SAN MIGUEL ARCÁNGEL, PRÍNCIPE DE LA MILICIA CELESTIAL
   
MEDITACIÓN
PUNTO 1º. Considera, alma mía, que si la excelencia y perfecciones del último de los Ángeles exceden la capacidad y alcances de nuestras pobres inteligencias; con mayor razón superan la fuerza de nuestros entendimientos la excelencia y perfecciones del primero y más encumbrado de los Ángeles. En el orden de la creación, es una ley constante e invariable que los seres superiores en cada género contengan de un modo eminente en su naturaleza todas las perfecciones y propiedades de sus inferiores, así vemos, por ejemplo, que el hombre contiene en sí cuantas perfecciones se encierran en los reinos mineral, vegetal y animal, además de las propias que lo diferencian de estos mismos. Ahora bien, ya hemos considerado con el profeta Daniel cuán asombroso es el número de los cortesanos de Dios, y con Santo Tomás hemos visto que de esta inmensa muchedumbre no hay ni siquiera dos Ángeles iguales que sean de una misma especie; pues que cada uno es por sí de una naturaleza diversa de la de los demás y hasta cierto modo infinita, porque agota todo el ser de la especie que lo constituye, de tal manera que nada hay ni puede haber fuera de él, que sea de esta misma especie. El Arcángel San Miguel es el Jefe de la milicia celestial, es, por decirlo así, el primero y el caudillo de esta gran república: «Míchaël et Ángeli ejus»: dice San Juan, «Miguel y sus Ángeles», como si dijera: el Rey y sus vasallos, el general y sus soldados. Reflexionemos ahora cuántos espíritus hay en cada jerarquía, en cada orden de estas tropas angélicas, todos diferentes unos de otros, constituyendo desde el último hasta el primero una serie numerosísima de grados de ser y de perfecciones cada vez más crecientes, más grandes y sublimes a medida que se acercan a nuestro Arcángel San Miguel, jefe o príncipe de todos ellos, el cual, por consiguiente, contiene en sí de un modo eminentísimo todos los atributos, excelencias y perfecciones de los Ángeles, Arcángeles, Principados, Potestades, Virtudes, Dominaciones, Tronos, Querubines y Serafines. Si, pues, el último de los Ángeles está tan elevado sobre nuestro conocimiento que no encontramos nombre que pueda expresar su naturaleza, ¿qué nombre podremos dar a este gran príncipe que está más arriba del común de todos los Ángeles, como éstos están más arriba de todos los hombres, y los hombres sobre todos los seres corpóreos? No hay, pues, nombre que exprese su excelente y sublime naturaleza; y sin embargo, él tiene un nombre que ha adquirido por la más santa, más heroica y meritoria de las acciones: esto es, lo que meditaremos en el siguiente punto.
    
PUNTO 2º. Considera que complaciéndose Dios en ser servido, honrado y glorificado el primero; exige siempre de sus criaturas los primeros actos, los primeros movimientos, los primeros frutos, las primicias de todas las cosas. El Arcángel San Miguel entre todas las criaturas, ha sido el primero que ha correspondido a esta voluntad soberana de Dios, porque él ha consagrado el primero a su Creador, el primer uso de su ser, el primer pensamiento de su espíritu, el primer esfuerzo de su voluntad y la primera efusión de su amor; pues en el primer instante de su creación, antes de contemplar a Dios con visión intuitiva, antes de que esta Majestad infinita se le descubriese en toda su grandeza y hermosura; Miguel la ha adorado perfectamente, le ha rendido el homenaje de sus perfecciones le ha dado gracias por los beneficios recibidos, y se ha abismado y anonadado en su Presencia, reconociendo su excelencia y soberanía con una sumisión profundísima. Miguel es la primera criatura del Cielo y de la tierra que ha combatido por la gloria de Dios: queriendo el Ángel rebelde igualarse a la Divinidad, Miguel se ha opuesto el primero a su soberbia, haciendo resonar por todo el empíreo estas sublimes palabras: «¿Quién como Dios? ¿Quis ut Deus?», como si dijera: «¿quién eres tú, Lucifer, quién soy yo y quiénes somos nosotros para ser comparados con Dios?». En estas breves palabras ha dado este espíritu bienaventurado la mayor alabanza el mayor honor que se pueden tributar a Dios En efecto, exclamar: «¿Quién como Dios?» es lo mismo que elogiar y ensalzar todo sus atributos y perfecciones, y no como quiera sino con una concisión y eminencia infinitas. «¿Quién como Dios?» es lo mismo que decir «¿quién hay grande como Dios? ¿Quién poderoso como Dios? ¿Quién es sabio, santo, infinito, incomprensible como Dios? ¿Quis ut Deus? ¿Quién fue, quién es, quién será, quién puede ser como Dios? Todo lo que ha sido, es, será o pueda ser, es nada delante de Dios». Las palabras del Profeta no son sino el eco de las del glorioso Arcángel San Miguel: «Todas las naciones como si nada fueran, así son delante de Dios, Omnes gentes quási non sint, sic sunt coram eo». ¡Qué tesoro, qué océano, qué abismo de gracias no habrá recibido este Ángel como premio debido al acto más heroico de humildad y abatimiento, que, con excepción de la Santísima Virgen, jamás ha sido practicado por criatura alguna! Seamos, por tanto, fieles devotos de este esclarecido Príncipe, cuyo poder es inmenso contra las potestades infernales, sobre todo en la hora de la muerte.
    
JACULATORIA
Príncipe de los Príncipes Angélicos, que os halláis tan cerca de la Majestad infinita, interceded por nosotros para que nos acerquemos a Dios por la práctica de las buenas obras.
    
PRÁCTICA
Invocad en todas las tentaciones de soberbia y vanidad el santo nombre de San Miguel, cuyo poder es de grande eficacia para vencerlas. Se rezan tres Padre Nuestros y tres Ave Marías con Gloria Patri, y se ofrecen con la siguiente:
   
ORACIÓN
Glorioso Príncipe de la milicia celestial, en cuyo ser resplandecen con vivos fulgores de un modo inefable todas las bellezas y perfecciones juntas de los demás espíritus bienaventurados, vos que tenéis un nombre que encierra la mayor alabanza que puede tributarse al Altísimo, y que es al mismo tiempo el terror y espanto de las potestades infernales; os suplicamos nos alcancéis por vuestro poderoso valimiento, que brille en nosotros la hermosura de la gracia por la práctica de las virtudes, y huyan para siempre de nuestro lado los espíritus malignos que trabajan sin cesar en perderno. Amén.
 
EJEMPLO
A fines del siglo V, apacentaba su ganado un pastor sobre la cima del monte Gárgano, en el reino de Nápoles. Un día se desmandó un novillo y se introdujo en una cueva, el pastor para obligarle a que saliese de allí, le disparó una flecha, la cual retrocediendo con la misma violencia con que había sido disparada, hirió al pastor; quedaron sorprendidos todos los circunstantes a vista de tan asombroso suceso, cuya noticia llegó en breve a la ciudad de Siponto situada a la falda del monte. Informado el Obispo, creyó desde luego que en aquel milagro se ocultaba algún misterio, y para conocer lo que Dios quería dar a entender por aquel prodigio; ordenó un ayuno de tres días exhortando a los fieles a que uniesen la oración al ayuno, pidiendo a Dios se dignase descubrir su voluntad. Oyó el Señor las oraciones del Santo Obispo. Al cabo de los tres días, se le apareció San Miguel y le declaró ser la voluntad de Dios, que el Ángel tutelar de su Iglesia, es decir, el mismo San Miguel, fuese singularmente reverenciado en el mismo sitio donde acababa de suceder aquella maravilla para encender y animar la devoción y confianza de los fieles, experimentando particularmente en aquel lugar, los dulces efectos de su poderosa protección. Penetrado el Obispo de los más vivos sentimientos de reconocimiento y piedad, reunió al clero y al pueblo, les declaró la visión que había tenido, y fue procesionalmente con todos al paraje mencionado. Encontraron en una cueva bastante capaz en forma de templo; erigieron un altar en que celebró el Señor Obispo el santo sacrificio de la Misa. Después se hizo la dedicación de la Iglesia con la mayor solemnidad, siendo desde entonces aquel santuario el lugar en que ha desplegado todo su amor y protección a los fieles, el glorioso Arcángel San Miguel.
     
ORACIÓN A LA REINA DE LOS ÁNGELES PARA TODOS LOS DÍAS
Oh, María, la más pura de las vírgenes, que por vuestra grande humildad y heroicas virtudes, merecisteis ser la Madre del Redentor del mundo, y por esto mismo ser constituida Reina del universo y colocada en un majestuoso trono, desde donde tierna y compasiva miráis las desgracias de la humanidad, para remediarlas con solicitud maternal; compadeceos, augusta Madre, de nuestras grandes desventuras. El mundo no ha dejado en nosotros más que tristes decepciones y amargos desengaños; en vano hemos corrido en pos de la felicidad mentida que promete a sus adoradores, pues no hemos probado otra cosa que la hiel amarga del remordimiento, y nuestros ojos han derramado abundantes lágrimas que no han podido enjugar nuestros hermanos. Por todas partes nos persiguen legiones infernales incitándonos al mal, y no tenemos otro abrigo que refugiarnos bajo los pliegues de vuestro manto virginal, como los polluelos perseguidos por el milano no tienen otro asilo que agruparse bajo las alas del ave que les dio el ser. Por esto, desde el fondo de nuestras amarguras clamamos a Vos para que enviéis hasta nosotros y para nuestra defensa a los espíritus angélicos, de quienes sois la Reina y Soberana, a fin de que nos libren de sus astutas asechanzas y nos guíen por el recto camino de la felicidad. Amén.

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