jueves, 24 de octubre de 2024

MES DE LOS SANTOS ÁNGELES – DÍA VIGESIMOCUARTO

Dispuesto por el padre Alejo Romero, y publicado en Morelia por la Imprenta Católica en 1893, con licencia eclesiástica.
  
MES DE OCTUBRE, CONSAGRADO A LOS SANTOS ÁNGELES, EN QUE SE EXPONEN SUS EXCELENCIAS, PRERROGATIVAS Y OFICIOS, SEGÚN LAS ENSEÑANZAS DE LA SAGRADA ESCRITURA, LOS SANTOS PADRES Y DOCTORES DE LA IGLESIA.
 
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
Soberano Señor del mundo, ante quien doblan reverentes la rodilla todas las criaturas del cielo, de la tierra y del infierno; miradnos aquí postrados en vuestra divina presencia para rendiros los homenajes de amor, adoración y respeto que son debidos a vuestra excelsa majestad y elevada grandeza. Venimos a contemplar durante este mes las excelencias, prerrogativas y oficios con que habéis enriquecido en beneficio nuestro a esos espíritus sublimes que, como lámparas ardientes, están eternamente alrededor de vuestro trono, haciendo brillar vuestras divinas perfecciones. Oh Sol hermoso de las inteligencias, que llenáis de inmensos resplandores todo el empíreo, arrojad sobre nuestras almas un destello de esos fulgores, a fin de que, conociendo la malicia profunda del pecado, lo aborrezcamos con todas nuestras fuerzas, y se encienda en nuestros corazones la viva llama del amor divino, para que podamos camina por los senderos de la virtud, hasta llegar a la celestial Jerusalén, donde unamos nuestras alabanzas a las de los angélicos espíritus y bienaventurados, para glorificarlos por toda la eternidad. Amén.
   
DÍA VIGÉSIMOCUARTO – OBEDIENCIA A NUESTROS ÁNGELES CUSTODIOS
   
MEDITACIÓN
PUNTO 1º. Considera, alma mía, que la obediencia a nuestros Ángeles custodios es un deber, de cuyo cumplimiento depende agradar a Dios Nuestro Señor y conseguir el último fin para que hemos sido criados; pues ellos no nos mandan sino lo mismo que Dios nos ordena; sus preceptos son los preceptos divinos, sus inspiraciones, las inspiraciones santas del Espíritu divino, su voluntad, la voluntad misma del Padre celestial. Por consiguiente, si obedecemos al Ángel de nuestra guarda, obedecemos a Dios; si le despreciamos, despreciamos al mismo Dios, quien nos prescribe clara y terminantemente esta obediencia a nuestro Ángel Custodio por estas palabras: «He aquí que yo envió a mi Ángel para que te guie, te acompañe en el camino y te conduzca al lugar que te he preparado, obedécele y escucha sus palabras». Ahora bien, no podemos dudar que los Ángeles nos hablan, pues ya hemos considerado al tratar de su lenguaje, cómo se comunican con nosotros ordinariamente, es decir, sugiriendo en nosotros los buenos pensamientos, inspirándonos firmes resoluciones de apartarnos del mal y practicar la virtud. Así, pues, cuando os sintáis movidos a imitar el buen ejemplo de un amigo, no dudéis que ese movimiento interior es la voz del Ángel que os habla; si a la vista de un pobre, os viene la idea de socorrer sus necesidades, esa idea es una inspiración de vuestro Ángel. ¿Y qué debéis hacer en estos y otros casos semejantes, sobre todo cuando se trata de la práctica ele vuestras obligaciones? Escuchar sus voces interiores, es decir, ejecutar lo mismo que vuestro amigo, dar la limosna al pobre según vuestras posibilidades, etc.; de esta manera ya habéis obedecido a vuestro Ángel custodio.
    
PUNTO 2º. Considera que aun cuando no estuviéramos obligados a obedecer á nuestros Ángeles de guarda, no debiéramos aplicarnos menos a hacer todo lo que nos aconsejan o sugieren; porque en todo lo que nos dicen no tienen otra mira ni otro fin que nuestros propios intereses. Lo más frecuente, cuando nuestros padres y principalmente nuestros mayores nos mandan algo, es para sacar de nosotros alguna ventaja, por ejemplo, para que les ayudemos en sus trabajos o para que ganemos para ellos dinero. Pues bien, aunque nos manden únicamente movidos por esa ventaja, nunca estamos nosotros dispensados de obedecerles. Todo lo que los Ángeles nos mandan es solamente por nosotros y por nuestro bien; porque no tienen ninguna necesidad de lo que hacemos, y de ello no obtienen provecho alguno. Cuando nosotros trabajamos por la salud de nuestros prójimos y no logramos convertirlos, nos queda el consuelo de que no por esto perdemos el mérito de nuestro trabajo, según aquellas palabras de la Santa Escritura: «Dará Dios la recompensa de sus santos trabajos»; y notemos bien que no dice «de sus frutos o buenos resultados»; porque aunque sean inútiles, y no saquen ningún provecho nuestros hermanos, el que por ellos trabaja alcanza el premio debido a su trabajo, según el cual Dios recompensa y no según los frutos o resultados. Pero el Ángel custodio no tiene ni aun este consuelo, trabaja y no merece nada, y cuando nosotros no le obedecemos trabaja sin provecho y sin mérito, pero sí, siempre sin disgusto porque todo lo que él pretende, obedeciendo á Dios, es simplemente obedecer, cumpliendo su palabra, «Furiéntes verbum illíus», pues sabe muy bien cuánta honra y gloria se adquiere con obedecer los mandamientos de Dios. Obedezcamos, pues, a nuestros Ángeles custodios para que no nos desamparen y abandonen y caigamos en poder de satanás y sus malignos artificios, como sucedió con Babilonia confiada al cuidado de los Ángeles, quienes dicen: «Nos hemos esforzado por curar a Babilonia, y ella no se ha curado: la abandonamos». Orígenes comentando este pasaje, dice que acontece a una alma indócil a la voz de su Ángel, que cuando llega la hora de la muerte, se retira de ella, no queriendo asistir a su caída en el abismo infernal.
    
JACULATORIA
Ángeles que obedecéis a Dios y cumplís fielmente sus mandatos, enseñadnos la verdadera obediencia cristiana.
    
PRÁCTICA
En las oraciones de la mañana, nunca omitáis el propósito de seguir los consejos y santas inspiraciones del Ángel de vuestra guarda. Se rezan tres Padre Nuestros y tres Ave Marías con Gloria Patri, y se ofrecen con la siguiente:
   
ORACIÓN
Amantísimo Ángel de mi guarda, que deseoso de mi eterna salvación estáis continuamente hablando a mi corazón por medio de vuestras santas inspiraciones, intimándome el cumplimiento exacto de mis deberes, haced que yo sepa corresponder a vuestros deseos y obedezca vuestros mandatos y consejos, pues que todo lo hacéis únicamente por mi felicidad. Perdonadme, Santo Ángel mío, las innumerables desobediencias de que me he hecho culpable ante Dios y en vuestra santa presencia, frustrando y haciendo inútil por mi parte vuestra misión divina. Alcanzadme los auxilios de la gracia para que siempre sea obediente y dócil a vuestros preceptos. Amén.
 
EJEMPLO
Iba una vez cierto santo solitario muy fatigado del largo camino que diariamente tenía que recorrer para proveerse de agua, y miraba a una parte y otra buscando un sitio más cercano a la fuente para colocar allí su celda y no tener que andar tanto. Ocupado en este pensamiento oyó de repente una voz humana que contaba, «uno, dos, tres». Sorprendióle mucho oír voz de hombre en aquella vasta soledad, donde le constaba que nadie había fuera de él; volvió la vista atrás y observó que le seguía muy de cerca un lindísimo joven. «¿Quién eres?», le dijo el anciano, «¿y qué buscas en este yermo?». «Soy el Ángel de tu guarda, repuso el joven, y voy contando uno por uno los pasos que das, porque cada uno de ellos tendrá en el Cielo un premio muy colmado». Esto dijo y se ocultó a sus ojos, dejando al santo viejo tan animado a trabajar y sufrir, que lejos de trasladar su celda más cerca, la retiró cuanto le fue posible para tener más ocasión de merecer (P. Rafael Pérez SJ).
     
ORACIÓN A LA REINA DE LOS ÁNGELES PARA TODOS LOS DÍAS
Oh, María, la más pura de las vírgenes, que por vuestra grande humildad y heroicas virtudes, merecisteis ser la Madre del Redentor del mundo, y por esto mismo ser constituida Reina del universo y colocada en un majestuoso trono, desde donde tierna y compasiva miráis las desgracias de la humanidad, para remediarlas con solicitud maternal; compadeceos, augusta Madre, de nuestras grandes desventuras. El mundo no ha dejado en nosotros más que tristes decepciones y amargos desengaños; en vano hemos corrido en pos de la felicidad mentida que promete a sus adoradores, pues no hemos probado otra cosa que la hiel amarga del remordimiento, y nuestros ojos han derramado abundantes lágrimas que no han podido enjugar nuestros hermanos. Por todas partes nos persiguen legiones infernales incitándonos al mal, y no tenemos otro abrigo que refugiarnos bajo los pliegues de vuestro manto virginal, como los polluelos perseguidos por el milano no tienen otro asilo que agruparse bajo las alas del ave que les dio el ser. Por esto, desde el fondo de nuestras amarguras clamamos a Vos para que enviéis hasta nosotros y para nuestra defensa a los espíritus angélicos, de quienes sois la Reina y Soberana, a fin de que nos libren de sus astutas asechanzas y nos guíen por el recto camino de la felicidad. Amén.

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