La alergia antiapocalíptica y antiparusiaca viene en última instancia del Anticristo y su espíritu, y del desconocimiento o el desprecio de lo que dijo a principios del siglo XX, San Pio X.
Lo primero lo dice el P. Castellani en estos términos refiriéndose al Anticristo -y en mi opinión del Anticristo Pseudoprofeta, si nos atenemos a la sugerencia que el mismo P. Castelleni hace cuando afirma: “La visión de la derrota de los Anticristos” (El Apokalypsis, Ediciones Paulinas 1963, p. 279) “No agarrará a los dos Anticristos para hundirlos en el Orco” (Apok p.289)- : “El Anticristo no será un demonio, sino un hombre ‘demoniaco’: tendrá ojos como de hombre, levantados con la plenitud de la ciencia humana, y hará gala de humanidad y ‘humanismo’; aplastará a los santos y abatirá la Ley, tanto de Cristo como la de Moisés[…] hará imperar la abominación de la desolación, o sea, el sacrilegio máximo; será soberbio, mentiroso y cruel, aunque se fingirá virtuoso[…] Reducirá a la Iglesia a su extrema tribulación, al mismo que fomentará una falsa Iglesia. Matará a los profetas y tendrá de su lado una manga de profetoides, de vaticinadores y cantores del progresismo y de la euforia de la salud del hombre por el hombre, hierofantes que proclamaran la plenitud de los tiempos y una felicidad nefanda. Perseguirá sobre todo la predicación y la interpretación del Apokalipsis; y odiará con furor aún la mención de la Parusía. En su tiempo habrá verdaderos monstruos que ocuparan cátedras y sedes, y pasaran por varones píos, religiosos y aún santos: porque el Hombre de Pecado tolerará y aprovechará un cristianismo adulterado”. (Apok p.198-199).
Queda claro que oponerse a la predicación del Apocalipsis y su interpretación y a la mención de la Parusía procede de ese espíritu anticatólico y del Anticristo.
Es más, no hay derecho a ser indiferentes o despectivos como muchos que, aun dentro de la Tradición católica y que se dicen tradicionalistas (sea sacerdotes o laicos), así lo expresan con su actitud, frente al tema.
No se dan cuenta que desechan lo que San Pio X dijo en su primera encíclica E Supremi Apostolatus del 4 de Octubre de 1903, después de referirse al funesto ataque que en todo el mundo se promueve y se fomenta contra Dios, y a que en la mayoría se ha extinguido el temor al Dios eterno y no se tiene en cuenta la ley de su poder supremo en las costumbres, ni en público ni en privado, y a la lucha con denonado esfuerzo y con todo tipo de maquinaciones para arrancar de raíz incluso el mismo recuerdo y noción de Dios; para concluir: “Es indudable que quien considere todo esto tendrá que admitir de plano que esta perversión de las almas es como una muestra, como prólogo de los males que debemos esperar en el fin de los tiempos; o incluso pensará que ya habita en este mundo el hijo de la perdición de quien habla el Apóstol. En verdad, con semejante osadía, con este desafuero de la virtud de la religión, se cuartea por doquier la piedad, los documentos de la fe revelada son impugnados y se pretende directa y obstinadamente apartar, destruir cualquier relación que medie entre Dios y el hombre. Por el contrario -esta es la señal propia del Anticristo según el mismo Apóstol-, el hombre mismo con temeridad extrema ha invadido el campo de Dios, exaltándose por encima de todo aquello que recibe el nombre de Dios; hasta tal punto que -aunque no es capaz de borrar dentro de sí la noción que de Dios tiene-, tras el rechazo de su Majestad, se ha consagrado a sí mismo este mundo visible como si fuera su templo, para que todos lo adoren. Se sentará en el templo de Dios, mostrándose como si fuera Dios. Efectivamente nadie en su sano juicio puede dudar de cuál es la batalla que esta librando la humanidad contra Dios”. Qué no diría hoy este Papa Santo.
Luego, el que niegue esto no está en su sano juicio según lo afirmado por San Pio X, a menos que sea un supino ignorante, y esto de parte del clero es una aberración. Si nos fijamos bien, San Pio X hace además alusión a la virtud de religión conculcada y a los documentos de la fe revelada impugnados, lo cual concuerda con lo que dijo Nuestra Señora en Fátima relacionado con el tercer Secreto (o 3ª parte del Secreto): “En Portugal se conservara siempre el dogma de la Fe”. Y Santo Tomas en su comentario a San Mateo sobre el pasaje que habla de la Gran Tribulación dice que: “Habrá una perversión de la doctrina cristiana a causa de una falsa doctrina y si no fuesen abreviados los días, es decir por el ejemplo de la doctrina, gracias al aditamento de la verdadera doctrina, nadie se salvaría, todos se convertirían a la falsa doctrina”. (In Math. c. 24)
Luego no se puede desconocer el tema apocalíptico y de la parusía sin que medie el espíritu del Anticristo o (en el mejor de los casos) por grave ignorancia de parte del clero que no predica ni ilumina a los fieles.
Y los que por una falsa óptica esperan una restauración o triunfo de la Iglesia antes de la Parusía, son milenaristas al revés como dice el P. Castellani: “Es el mismo sueño carnal de los judíos, que los hizo engañarse respecto a Cristo. Estos son milenistas al revés. Niegan acérrimamente el Milenio metahistórico después de la Parusía, que está en la Escritura; y ponen un Milenio que no está en la Escritura; por obra de las solas fuerzas históricas o sea una solución intrahistórica de la Historia; lo mismo que los impíos ‘progresistas’; […] lo cual equivale a negar la intervención sobrenatural de Dios en la Historia”. (El Apokalipsis de San Juan, ediciones Paulinas, 1963, p.367).
Como se ve, se trata de ese gran espejismo del triunfo intrahistórico antes de la Parusía: “Hoy día, muchísimos católicos, incluso escritores, incluso predicadores, incluso sabios, sueñan con una especie de gran triunfo temporal de la Iglesia vecino a nuestros tiempos y anterior a los parusiacos. (…) ¿Y es otra cosa que un milenarismo anticipado…?” (Los Papeles de Benjamín Benavides, Ed. Dictio 1978, p. 387).
El triunfo intramundano de la Iglesia, intrahistórico, es un milenarismo progresista, pues se trata, como el P. Castellani afirma: “De un milenarismo malo, que espera el Reino de Cristo en la tierra antes de la Venida de Cristo, y obtenido por medios temporales, y consistente en un esplendor de la Iglesia también temporal”. (Pap. p. 289)
Que se trata de un milenarismo progresista lo podemos además ver, si recordamos que el Concilio Vaticano II se convocó con el espíritu de apertura al mundo, precisamente para hacer las paces con un mundo que debe aún durar miles de años descartando la Parusía como un presagio de profetas de desgracias, lo cual queda expresado en el discurso de apertura por Juan XXIII: “Mas nos parece justo disentir de esos profetas de calamidades que siempre están anunciando infaustos sucesos como si fuese inminente el fin de los tiempos”. (Discurso de apertura, 11 de Octubre de 1962). La actitud anti apocalíptica de Juan XXIII es manifiesta y es una de las razones que da origen al Concilio Vaticano II, y es totalmente contraria a lo que ya vimos de San Pio X en su primera encíclica E Supremi Apostolatus, sobre los últimos tiempos apocalípticos; y es contraria también a la de su predecesor Pio XII: “Es necesario quitar la piedra sepulcral con la cual han querido encerrar en el sepulcro a la verdad y al bien; es preciso conseguir que Jesús resucite; con una verdadera resurrección, que no admita ya ningún dominio de la muerte (…) ¡Ven, Señor, Jesús! La humanidad no tiene fuerza para quitar la piedra que ella misma ha fabricado, intentando impedir tu vuelta. Envía tu ángel, oh Señor, y haz que nuestra noche se ilumine como el día. ¡Cuántos corazones, oh Señor, te esperan! ¡Cuántas almas se consumen por apresurar el día en que Tú solo vivirás y reinaras en los corazones! ¡Ven, oh Señor, Jesús! ¡Hay tantos indicios de que tu vuelta no está lejana!” (Mensaje Pascual 21 de Abril de 1957).
Juan XXIII no quiso ser profeta de calamidades como los que piensan en la proximidad del fin de los últimos tiempos, luego hay que amigarse con un mundo que va a durar muchísimos años, hay que ponerse al día (aggiornamento), hay que abrir las ventanas de la Iglesia y se abrieron las puertas, para después preguntarse Pablo VI por cuál fisura entró el humo de Satanás en la Iglesia y reconocer la obra de la autodestrucción: “La Iglesia se encuentra en una hora de inquietud, de autocrítica, se diría incluso de autodestrucción.” (Discurso del 7 de Diciembre de 1968); y por paradójico que parezca llega a decir: “Por cuál fisura el humo de Satanás ha entrado en el templo de Dios”. (Discurso del 29 de Junio de 1972); como si no supiera que Juan XXIII no solo abrió la ventana sino las puertas, y que el mismo Pablo VI reabrió el Concilio Vaticano II y oficializo con su firma todos sus documentos, y por insólito que parezca llega a reconocer “la apostasía practica que se ha esparcido”. (Discurso del 28 de Abril de 1968), siendo él su máximo responsable.
Nicolás Gómez Dávila en sus Escolios de un Texto Implícito llegó a decir respecto a esta apertura: “Pensando abrirle los brazos al mundo moderno, la Iglesia le abrió las piernas”. (Franco Volpi, “Nicolás Gómez Dávila, El solitario de Dios” Villegas Editores 2005, p. 71).
Por si fuera poco, se formula un nuevo Credo semiarriano en el cual se proclama la connaturalidad (misma naturaleza) de Cristo, negando el Concilio de Nicea que formuló infaliblemente el consustancial (de la misma sustancia) para refutar el arrianismo y su versión light, el semiarrianismo.
Esto fue reconocido por el mismo Maritain, Padre del progresismo del Concilio Vaticano II, que señaló el grave error aunque su escrito permaneció 25 años inédito (oculto). Maritain dijo: “Finalmente hay que señalar un error de traducción que no es solo una inexactitud más o menos grave, sino un error pura y simplemente inaceptable. (…) Con el pretexto de que la palabra ‘sustancia’ y, a fortiori, la palabra ‘consustancial’ son hoy imposibles, la traducción francesa de la misa hace decir a los fieles, en el Credo, una fórmula que es errónea en sí, e incluso estrictamente hablando, herética. Nos hace decir que el Hijo, engendrado, no creado, es ‘de la misma naturaleza que el Padre’: que es exactamente el homoioousios de los arrianos o semiarrianos, contrapuesto al homoousios o consubstantialis, del Concilio de Nicea. Por rechazar una iota se padeció en aquel tiempo persecución y muerte”. (Revista 30 días, Nº. 56, 1952, p.32)
Igualmente Etienne Gilson afirmo al respecto: “Habiendo siempre cantado en latín que el Hijo es consustancial con el Padre, me parece curioso que esta consustancialidad se haya cambiado en simple connaturalidad.(…). La amargura que tanto Gilson como Maritain sentían por la situación de la Iglesia posconciliar se resume en esta dramática frase que Gilson escribió el 5 de noviembre de 1969 al padre Chenu: ‘Moriré en comunión con la Iglesia en la que nací, pero no estoy seguro de que sea la misma’”.(Revista 30 días, Nº. 56, 1952, p.38)
Se evidencia que la Nueva Iglesia postconciliar es herética y arriana o semiarriana para ser más precisos, pues concibió un Credo herético opuesto al Credo de Nicea 325 con el que se fulminó al arrianismo y al semiarrianismo.
Todo esto nos sitúa históricamente en el fin de los últimos tiempos apocalípticos que los progresistas quieren negar sin tener en cuenta que la diáspora del pueblo hebreo terminaría para esa época, como lo dice la Sagrada Escritura y que así lo afirma la exegesis: “Y caerán a filo de espada, y serán deportados a todas las naciones y Jerusalén será pisoteada por los gentiles hasta que el tiempo sea cumplido”. (Luc. 21,24)
Este tiempo del fin de la diáspora y retorno a Jerusalén es un hecho ocurrido hace más de 60 años cuando el 15 de Mayo de 1948 David Ben Gurión proclama el nuevo Estado soberano de Israel, oficializándose así el fin de la diáspora.
Y que no se diga que todo esto no es apocalíptico o el texto de San Lucas no se refiere a ello, pues se trata de un relato paralelo al discurso esjatologico de San Mateo 24, además San Lucas 3 versículos mas abajo dice: “Entonces es cuando verán al Hijo del Hombre viniendo en una nube con gran poder y grande gloria. Mas cuando estas cosas comiencen a ocurrir, erguíos y levantad la cabeza, porque vuestra redención se acerca”. (Lc 21,27-28) y en seguida pasa el evangelista a la parábola de la higuera como signo del fin de los tiempos apocalípticos.
El progresismo, en última instancia, no quiere ni puede admitir que: “El mundo va hacia una catástrofe intrahistórica que condicione un triunfo extrahistorico; o sea una ‘trasposición’ de la vida del mundo en un trasmundo; y del Tiempo en un Supertiempo; en el cual nuestras vidas no van a ser aniquiladas y luego creadas de nuevo, sino (como es digno de Dios) transfiguradas ellas todas por entero, sin perder uno solo de sus elementos”. (Apok. p. 152-153)
En definitiva como dice el padre Castellani se puede resumir: “¡Dios mío! En suma: es la vulgar actitud conciliadora y contemporizadora del “evolucionismo teológico”, la herejía más difundida y menos conocida de nuestros días; que tiene como raíz el no pensar en la Parusía, ni tenerla en cuenta, ni creerla quizá, sin negarla explícitamente; polarizando las esperanzas religiosas de la humanidad hacia el foco del “progresismo” mennesiano”. (Pap. p. 312).
Así pues, podemos afirmar con el Padre Castellani que: “…excluimos ese gran triunfo temporal de la Iglesia antes de la Parusía, que me parece un peligroso ensueño contemporáneo… ¡Es el anzuelo del Anticristo! ¡Es él quien prometerá realizar ese ensueño, con las solas fuerzas del hombre ensoberbecido! ¡Él prometerá la paz, la prosperidad, el nuevo Edén!, y se pondrá a edificar sacrílegamente la nueva Babel” (Pap. p. 398). “La apostasía de la Fe y las artes del Anticristo habrán persuadido a la mayoría de que el mundo no tendrá fin, y de que debe seguir siempre adelante en un continuo progreso hasta convertirse en el Paraíso de la Ciencia y de la Civilización, en el Edén del Hombre Emancipado”. (Pap. p. 415)
Padre Basilio Méramo
Bogotá, 4 de Marzo de 2011
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