Se cuenta por ahí que una profesora de primero de ESO en una aldea vasca explica en clase que ella es de Batasuna (brazo político de ETA), y entonces pide que levante la mano todo el que también sea seguidor de Batasuna. Todos en clase, por temor a represalias por parte de la maestra, levantan la mano diciéndose abertzales, excepto una niña que estaba sentada el fondo de la clase. La profesora miró a la niña con sorpresa y le preguntó:
– Martita, ¿por qué no has levantado la mano?
– Porque yo no soy de Batasuna.
La profesora extrañada pregunto de nuevo:
– Vaya, y si no eres de ETA, ¿entonces con quién simpatizas?
– Con los españoles, respondió orgullosa la niña.
La maestra, cuyos fanáticos oídos no podían dar crédito a algo así, exclamó:
– Martita, hija mía, ¿qué pecado has cometido para ser españolista?
La niña muy tranquila le respondió:
– Mi madre es españolista, mi padre es españolista y mi hermano también es españolista, ¡por eso yo también soy españolista!, remató orgullosa y convencida la pequeña.
– Bueno, replicó irritada la profesora, pero eso no es motivo para ser españolista. Tú no tienes porque ser lo que sean tus padres. Por ejemplo, si tu madre fuera prostituta y drogadicta, tu padre vago, alcohólico y traficante y tu hermano atracador y homosexual, entonces, ¿tú qué serías?
– Seguramente de BATASUNA, respondió la niña.
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