Dulcísima María, Reina de los cielos y de la tierra, que por amor a los hombres os dignásteis manifestaros a vuestra sierva, Sor Catalina, con las manos llenas de rayos de luz, con el fin de hacer saber al mundo que deseáis derramar abundantes gracias sobre todos los que con confianza os piden; condededme, Madre mía, que a imitación de Sor Catalina derrames en mi alma la luz necesaria para conocer mi poquedad y miseria y lo ucho que debo a Dios por tantos beneficios como me ha dispensado y que cumpliendo su voluntad en esta vida, pueda gozarle en vuestra compañía en el Cielo. Amén.
(Rezar tres Avemarías y la invocación: “Oh María concebida sin pecado, rogad por nosotros que recurrimos a Vos”).
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