"Aparecerá una multitud de falsos profetas, que engañarán a muchos". (San Mateo XXIV, 11)
Muchos han creído que el peor castigo que Dios puede mandar por los pecados de un pueblo es la guerra o una epidemia, pero esos son sólo azotes terrenales. El peor castigo es de naturaleza espiritual, como es la Apostasía generalizada y la obediencia a un “clero” que se apartó de la Fe católica (que es lo que actualmente vemos, cortesía del Vaticano II).
San Juan Eudes escribió proféticamente sobre los sacerdotes apóstatas, y el peligro que representan para la Fe:
San Juan Eudes
“La mayor señal de la ira de Dios sobre un pueblo y el más terrible castigo que sobre él pueda descargar en este mundo, es permitir que, en castigo de sus crímenes, venga a caer en manos de pastores que más lo son de nombre que de hecho, que más ejercitan contra él la crueldad de lobos hambrientos que la caridad de solícitos pastores, y que, en lugar de alimentarle cuidadosamente, le desgarren y devoren con crueldad; que en lugar de llevarle a Dios, le vendan a satanás; en lugar de encaminarle al cielo, le arrastren con ellos al infierno; y en lugar de ser la sal de la tierra y la luz del mundo, sean su veneno y sus tinieblas”.
(El Sacerdote, San Juan de Eudes, ed. Vizcaína, Bilbao 1936, Capítulo II, p. 29).
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