Desde LUMEN MARIÆ.
Tia Michelle Pesando (Ver video CTV NEWS London) es un hombre que ha vivido su primeros 30 años como hombre y, ahora, ha decidido vivir como mujer, quiere auto-identificarse como perteneciente al sexo femenino, tomando hormonas, y tiene la esperanza de entrar en un convento de monjas carmelitas en breve (Ver entrevista en London Community News).
Es un hombre transgénero, transexual, hermafrodita o abominación sexual. Siente que tiene órganos masculinos y femeninos. Se siente hermafrodita. Este hombre ve a las personas transexuales como existiendo en un espectro hermafrodita, en un ambiente de ser hombre en la realidad, pero viviendo como mujer, pensando como ella, mirando siempre la vida de la mujer, pero no para compartirla como hombre, sino para ser como ella misma.
Estas personas viven el sentimiento de ser mujer, pero no la realidad. No tienen el cuerpo, los órganos de la mujer. No tienen su espíritu y, por tanto, lo que hacen es una auténtica aberración en la vida.
Tienen los órganos masculinos, pero sin funcionar, como atrofiados. Y, también, poseen una especie de órganos femeninos, pero no completos. Y tampoco estos funcionan. Son como asexuales, pero sin serlo.
Esta persona es un hombre, pero que no ha podido desarrollar su vida de hombre de forma conveniente. Ha vivido como hombre porque así se ha sentido desde su nacimiento. Y este sentimiento de hombre es el que vale para él. Se nace hombre o mujer. Pero no se nace ambas cosas. Se puede nacer con una disfuncionalidad orgánica en el sexo, material. Pero la persona sabe que es hombre o mujer.
El querer cambiar a ser mujer es el camino equivocado para él. Porque el sexo no está en el cuerpo, sino en el ser de la persona. La sexualidad es la persona, no el cuerpo humano. Se nace persona hombre o persona mujer. Después, por el pecado original, el cuerpo no puede hacer su función o se tienen ambos sexos, pero la persona sigue siendo hombre o mujer.
El sexo es una vida divina en la persona, no es una vida material o carnal en ella. Dios ha creado el sexo para un amor. Dios no ha creado el sexo para un placer o para un goce carnal o para ejercer una función orgánica.
Dios ha creado la sexualidad con la persona. No existe, por tanto, la cuestión del género. La sexualidad no se la inventa el hombre, sino que se nace con ella. Se nace hombre, en un cuerpo de hombre; o se nace mujer, en un cuerpo de mujer.
Y, por lo tanto, se es hombre para amar a una mujer, aunque el sexo no funcione en el cuerpo. Y se es mujer para amar a un hombre, aunque el sexo no sirva para producir el amor que se da en el espíritu.
El sexo nunca está en el cuerpo, sino en el ser de la persona. Se nace con un alma de hombre o con un alma de mujer. No se nace con las dos almas. No se nace con una, para después pasar a otra. Las almas, que Dios crea, son o para un hombre o para una mujer. Dios no crea almas para ser transexual o hermafrodita.
El desconocimiento de la vida espiritual, de lo que es una persona, produce estas aberraciones sexuales.
A la edad de 17 años, quería ser sacerdote. Pero el demonio estaba ahí para meter la cola en el momento oportuno. Y, claro, le puso un mundo enfrente que no entendía a los homosexuales. Y comenzó a ver la Iglesia, a ver a Dios, como un muro, un obstáculo para su vida de hombre.
Actualmente vive como una virgen consagrada, aceptado por la comunidad del Carmelo y, por tanto, será la primera monja transexual del mundo.
Esta aberración sólo es posible porque la Jerarquía de la Iglesia ha perdido la fe. Y ese convento de carmelitas, que han aceptado a este hombre, que quiere ser mujer, ha puesto la abominación en el claustro.
Él describe así su vocación: «Yo estoy convencido de la realidad de Dios y de la importancia de este llamado».
Y la pregunta es: ¿de qué Dios está convencido este hombre? Porque Dios no puede llamar a una vida de pecado y de condenación. Esta persona escucha al demonio en su mente y le hace caso. Y no sabe que es el demonio. El demonio se viste de ángel de luz y él se lo cree. Él cree que Dios le ha llamado a ser monja. Dios lo ha creado hombre, pero ahora resulta que lo llama a ser monja.
¿De qué Dios está hablando este hombre, porque este no es el Dios de los católicos? Dios crea al hombre como hombre. Y la vocación que da es para ser hombre, no para ser una mujer.
Cuando este hombre decidió ser monja, recibió la bendición de un sacerdote y, ahora, está pasando por el proceso de convertirse en la hermana Carolina: «Estoy en el proceso de formación que estará comenzando este mes de agosto, así que esto es un comienzo positivo».
Esta persona espera que la Jerarquía apruebe el final de este proceso: «El perdón tiene que comenzar en alguna parte. Tiene que empezar con nosotros, con todos nosotros, los de la comunidad LGBT y los de la fe cristiana».
Los católicos no podemos tolerar este pecado, cerrar los ojos, mirar a otra parte, y decir: sí, quedas perdonado, puedes seguir con tu vida que dará mucha gloria al demonio.
Esta persona tiene que comprender que si no ve su pecado, si no se arrepiente de él, si él no llama al pecado con el nombre de pecado, por más que los demás le digan que sí, que puede vivir esa aberración, Dios no se lo puede decir.
Él habla del perdón porque se enfrentó a la concepción de que Dios odia al homosexual y lo considera una abominación. No comprende la Palabra de Dios en su raíz espiritual. No entiende lo que es la abominación para Dios, que es cometer un acto en contra de la naturaleza humana. Dios odia todo pecado. Y Dios no puede ver un acto que vaya en contra de lo que Él ha creado, porque ese acto destruye la misma naturaleza del hombre.
El hombre que se masturba destruye su naturaleza. E igual la mujer. Son actos contra natura. Pero la masturbación no es una abominación.
Lo abominable está en usar el sexo en contra del orden debido: el sexo del hombre es para la mujer; y el de la mujer, para el hombre. Este es el orden en el sexo. Es un orden divino en la naturaleza humana. Esta es la armonía que debe haber entre hombre y mujer.
Lo abominable es vivir para lo que no se es: un hombre que quiere ser mujer; un hombre que no tiene el espíritu de ser mujer, no ha sido creado por Dios para ser persona hembra; sino que pone su vida en contra de lo que Dios ha creado. Y si el hombre no se arrepiente de esto, puede cometer el pecado contra el Espíritu Santo.
Este hombre está dolido porque no comprende la Palabra de Dios: cree que Dios lo odia, que Dios lo ha traicionado:
Dios ha traicionado a los homosexuales. La culpa del pecado de estas personas la tiene Dios. Por supuesto, que esta idea nace del demonio que les cierra el entendimiento para poder comprender la verdad de sus vidas. Al no poder resolver su problema, se revuelven contra Dios. Es el sentimiento del rechazo que no pueden aceptar. Y, entonces tratan de buscar un argumento para salir de su existencia absurda.
Este hombre ha escrito su libro (Ver su página web) porque «siente como que son rechazados por Dios, siente como que son ciudadanos de segunda clase a los ojos de Dios».
No han comprendido la Palabra de Dios sobre sus vidas y no han encontrado un sacerdote que les pudiera ayudar en su problema. Hoy la Jerarquía ve esta cuestión como un asunto psiquiátrico, pero no ven al demonio en ellos. Y, por tanto, las almas se pierden en los razonamientos humanos, en las filosofías, en la nada de la sabiduría del hombre. Y terminan por decir esto:
Este hombre, al no comprender la Palabra de Dios, que los llama como abominación; al interpretarla como que Dios los odia y al ver que sus vidas no se resuelven y, por eso, sienten la traición de Dios, que Dios los ha dejado de la mano, sienten el rechazo de Dios, termina por anular la misma Palabra de Dios para decir que no hay nada en Ella que vaya en contra de ellos. Es siempre la soberbia del hombre el que acaba de encontrar un camino equivocado en la vida. Siempre el hombre falla en la vida por su soberbia, que anula la Mente de Dios. Y, por eso, su vida actual es una aberración. Y en esta aberración dice: «Yo estoy convencido de la realidad de Dios y de la importancia de este llamado».
Así está la Iglesia, preparando todo para el cisma. Ya la Iglesia no ayuda a las almas a salir de su pecado y no enseña los caminos del demonio en este mundo. Y, por eso, ante un Francisco que no juzga a los homosexuales, se da esta aberración en la Iglesia.
El mundo aplaude todo esto y lo justifica. Pero los católicos no podemos aceptarlo de ninguna manera. Dios es claro en Su Palabra. Y Su Palabra no miente nunca. Es sencilla la Palabra de Dios, pero es muy difícil vivirla en una Iglesia y en un mundo que ya no pertenecen a Dios, sino al demonio.
Es un hombre transgénero, transexual, hermafrodita o abominación sexual. Siente que tiene órganos masculinos y femeninos. Se siente hermafrodita. Este hombre ve a las personas transexuales como existiendo en un espectro hermafrodita, en un ambiente de ser hombre en la realidad, pero viviendo como mujer, pensando como ella, mirando siempre la vida de la mujer, pero no para compartirla como hombre, sino para ser como ella misma.
Estas personas viven el sentimiento de ser mujer, pero no la realidad. No tienen el cuerpo, los órganos de la mujer. No tienen su espíritu y, por tanto, lo que hacen es una auténtica aberración en la vida.
Tienen los órganos masculinos, pero sin funcionar, como atrofiados. Y, también, poseen una especie de órganos femeninos, pero no completos. Y tampoco estos funcionan. Son como asexuales, pero sin serlo.
Esta persona es un hombre, pero que no ha podido desarrollar su vida de hombre de forma conveniente. Ha vivido como hombre porque así se ha sentido desde su nacimiento. Y este sentimiento de hombre es el que vale para él. Se nace hombre o mujer. Pero no se nace ambas cosas. Se puede nacer con una disfuncionalidad orgánica en el sexo, material. Pero la persona sabe que es hombre o mujer.
El querer cambiar a ser mujer es el camino equivocado para él. Porque el sexo no está en el cuerpo, sino en el ser de la persona. La sexualidad es la persona, no el cuerpo humano. Se nace persona hombre o persona mujer. Después, por el pecado original, el cuerpo no puede hacer su función o se tienen ambos sexos, pero la persona sigue siendo hombre o mujer.
El sexo es una vida divina en la persona, no es una vida material o carnal en ella. Dios ha creado el sexo para un amor. Dios no ha creado el sexo para un placer o para un goce carnal o para ejercer una función orgánica.
Dios ha creado la sexualidad con la persona. No existe, por tanto, la cuestión del género. La sexualidad no se la inventa el hombre, sino que se nace con ella. Se nace hombre, en un cuerpo de hombre; o se nace mujer, en un cuerpo de mujer.
Y, por lo tanto, se es hombre para amar a una mujer, aunque el sexo no funcione en el cuerpo. Y se es mujer para amar a un hombre, aunque el sexo no sirva para producir el amor que se da en el espíritu.
El sexo nunca está en el cuerpo, sino en el ser de la persona. Se nace con un alma de hombre o con un alma de mujer. No se nace con las dos almas. No se nace con una, para después pasar a otra. Las almas, que Dios crea, son o para un hombre o para una mujer. Dios no crea almas para ser transexual o hermafrodita.
El desconocimiento de la vida espiritual, de lo que es una persona, produce estas aberraciones sexuales.
A la edad de 17 años, quería ser sacerdote. Pero el demonio estaba ahí para meter la cola en el momento oportuno. Y, claro, le puso un mundo enfrente que no entendía a los homosexuales. Y comenzó a ver la Iglesia, a ver a Dios, como un muro, un obstáculo para su vida de hombre.
Actualmente vive como una virgen consagrada, aceptado por la comunidad del Carmelo y, por tanto, será la primera monja transexual del mundo.
Esta aberración sólo es posible porque la Jerarquía de la Iglesia ha perdido la fe. Y ese convento de carmelitas, que han aceptado a este hombre, que quiere ser mujer, ha puesto la abominación en el claustro.
Él describe así su vocación: «Yo estoy convencido de la realidad de Dios y de la importancia de este llamado».
Y la pregunta es: ¿de qué Dios está convencido este hombre? Porque Dios no puede llamar a una vida de pecado y de condenación. Esta persona escucha al demonio en su mente y le hace caso. Y no sabe que es el demonio. El demonio se viste de ángel de luz y él se lo cree. Él cree que Dios le ha llamado a ser monja. Dios lo ha creado hombre, pero ahora resulta que lo llama a ser monja.
¿De qué Dios está hablando este hombre, porque este no es el Dios de los católicos? Dios crea al hombre como hombre. Y la vocación que da es para ser hombre, no para ser una mujer.
Cuando este hombre decidió ser monja, recibió la bendición de un sacerdote y, ahora, está pasando por el proceso de convertirse en la hermana Carolina: «Estoy en el proceso de formación que estará comenzando este mes de agosto, así que esto es un comienzo positivo».
Esta persona espera que la Jerarquía apruebe el final de este proceso: «El perdón tiene que comenzar en alguna parte. Tiene que empezar con nosotros, con todos nosotros, los de la comunidad LGBT y los de la fe cristiana».
Los católicos no podemos tolerar este pecado, cerrar los ojos, mirar a otra parte, y decir: sí, quedas perdonado, puedes seguir con tu vida que dará mucha gloria al demonio.
Esta persona tiene que comprender que si no ve su pecado, si no se arrepiente de él, si él no llama al pecado con el nombre de pecado, por más que los demás le digan que sí, que puede vivir esa aberración, Dios no se lo puede decir.
Él habla del perdón porque se enfrentó a la concepción de que Dios odia al homosexual y lo considera una abominación. No comprende la Palabra de Dios en su raíz espiritual. No entiende lo que es la abominación para Dios, que es cometer un acto en contra de la naturaleza humana. Dios odia todo pecado. Y Dios no puede ver un acto que vaya en contra de lo que Él ha creado, porque ese acto destruye la misma naturaleza del hombre.
El hombre que se masturba destruye su naturaleza. E igual la mujer. Son actos contra natura. Pero la masturbación no es una abominación.
Lo abominable está en usar el sexo en contra del orden debido: el sexo del hombre es para la mujer; y el de la mujer, para el hombre. Este es el orden en el sexo. Es un orden divino en la naturaleza humana. Esta es la armonía que debe haber entre hombre y mujer.
Lo abominable es vivir para lo que no se es: un hombre que quiere ser mujer; un hombre que no tiene el espíritu de ser mujer, no ha sido creado por Dios para ser persona hembra; sino que pone su vida en contra de lo que Dios ha creado. Y si el hombre no se arrepiente de esto, puede cometer el pecado contra el Espíritu Santo.
Este hombre está dolido porque no comprende la Palabra de Dios: cree que Dios lo odia, que Dios lo ha traicionado:
«Desde una perspectiva teológica, creo que tengo un argumento sólido. La gente se va de la iglesia porque siente que el Dios de amor los ha traicionado, y la traición es uno de los peores sentimientos que puedas imaginar. Así que estoy tratando de llegar a la gente diciendo que esto es lo que dice la Biblia actualmente».
Dios ha traicionado a los homosexuales. La culpa del pecado de estas personas la tiene Dios. Por supuesto, que esta idea nace del demonio que les cierra el entendimiento para poder comprender la verdad de sus vidas. Al no poder resolver su problema, se revuelven contra Dios. Es el sentimiento del rechazo que no pueden aceptar. Y, entonces tratan de buscar un argumento para salir de su existencia absurda.
Este hombre ha escrito su libro (Ver su página web) porque «siente como que son rechazados por Dios, siente como que son ciudadanos de segunda clase a los ojos de Dios».
No han comprendido la Palabra de Dios sobre sus vidas y no han encontrado un sacerdote que les pudiera ayudar en su problema. Hoy la Jerarquía ve esta cuestión como un asunto psiquiátrico, pero no ven al demonio en ellos. Y, por tanto, las almas se pierden en los razonamientos humanos, en las filosofías, en la nada de la sabiduría del hombre. Y terminan por decir esto:
«En realidad, no hay nada en la Biblia para condenar la comunidad trans porque ellos no eran simplemente conscientes de ello. Así como no hay nada en la Biblia que hable sobre la ingeniería aeroespacial, ambas de estas cosas fueron descubiertas unos 1.500 años después de que fue ésta fue escrito».Los hermafroditas no existían en aquel tiempo, cuando se escribió la biblia, sino que son de ahora. Y, entonces, lo que dice san Pablo de nada sirve para este hombre, que se identifica con el ser de la mujer, pero que no puede llegar a ser como una de ellas.
Este hombre, al no comprender la Palabra de Dios, que los llama como abominación; al interpretarla como que Dios los odia y al ver que sus vidas no se resuelven y, por eso, sienten la traición de Dios, que Dios los ha dejado de la mano, sienten el rechazo de Dios, termina por anular la misma Palabra de Dios para decir que no hay nada en Ella que vaya en contra de ellos. Es siempre la soberbia del hombre el que acaba de encontrar un camino equivocado en la vida. Siempre el hombre falla en la vida por su soberbia, que anula la Mente de Dios. Y, por eso, su vida actual es una aberración. Y en esta aberración dice: «Yo estoy convencido de la realidad de Dios y de la importancia de este llamado».
Así está la Iglesia, preparando todo para el cisma. Ya la Iglesia no ayuda a las almas a salir de su pecado y no enseña los caminos del demonio en este mundo. Y, por eso, ante un Francisco que no juzga a los homosexuales, se da esta aberración en la Iglesia.
El mundo aplaude todo esto y lo justifica. Pero los católicos no podemos aceptarlo de ninguna manera. Dios es claro en Su Palabra. Y Su Palabra no miente nunca. Es sencilla la Palabra de Dios, pero es muy difícil vivirla en una Iglesia y en un mundo que ya no pertenecen a Dios, sino al demonio.
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