sábado, 1 de noviembre de 2014

EJERCICIO DEVOTO EN HONOR DE LA SAGRADA FAMILIA (JESÚS, MARÍA Y JOSÉ) PARA EL PRIMER DÍA DEL MES

   
ACTO DE CONTRICIÓN
Padre Eterno, Padre clementísimo, Señor Dios de las misericordias, Dios piadoso, Dios benigno, Dios de todo consuelo, Dios único refugio de los grandes pecadores: yo, el mayor de todos, vengo a Ti, me postro en tu divina presencia, y con todo el vigor de mi espíritu, confieso delante de tu Majestad mis ingratitudes, mis iniquidades y mis abominaciones.
Señor mío y Dios mío, no soy digno de llamarme ni aun criatura tuya. Tú, Dios omnipotente, me sacaste de la nada, y me escogiste entre infinitas criaturas que te hubieran servido mejor que yo. Tú, gran Dios, has multiplicado esta bondad conservándome la vida en todos los instantes en que me he atrevido a pecar delante del cielo y de la tierra. Tú, Dios misericordioso, me has sufrido, me has tolerado en este último mes, sin embargo de que, ingrato, he demarcado quizá todos mis días con algún crimen; confieso, Dios benignísimo, que en todas sus horas y en todos sus instantes he sido acaso infiel a mis promesas, he quebrantado mis propósitos, y que, lejos de llorar y hacer penitencia de mis antiguas iniquidades, he añadido un pecado a otro pecado, y he puesto delito sobre delito. ¿Qué penitencia será bastante para lavar y purificar tantos y tan monstruosos crímenes? Ninguna, Dios y Señor mío. Para satisfacerte y evitar mi perdición, no tengo otro refugio ni otra esperanza que la de postrarme ante el Trono de tu misericordia, suplicarte que me concedas la gracia de un verdadero dolor de mis culpas, y protestarte delante de tus ángeles y de los hombres que me pesa y que me arrepiento de haberte ofendido, que les tengo y les tendré un odio implacable a mis pecados, y que quisiera deshacerlos, sacrificando en tu honor mil vidas que tuviera. Padre Eterno, escucha mis clamores: no me arrojes de tu presencia, no retires de mí tu divino Espíritu, aparta tu santo rostro de mis iniquidades, vuelve a mí tus ojos de piedad, no veas al hombre pecador, mira el rostro ensangrentado de tu Hijo Jesús, mira todo el mérito de su Madre María, atiende a los servicios de su esposo José, y por su piadosa intercesión, vivifícame, restituyeme a tu gracia, y pon a tus espaldas todas mis iniquidades; fortalece mi fragilidad, sofoca mis pasiones, arranca mis vicios, concédeme la paz del corazón, el gusto de la observancia de tu ley santa, el sufrimiento en los trabajos, la conformidad con tu divina voluntad, la abnegación de mí mismo, y la perseverancia final, para gozarte por los siglos de los siglos. Amén.
  
ORACIÓN
Sagradas personas de Jesús, María y José, nombres dulcísimos sin cuya intercesión no se puede conseguir la salud: rogad por mí, suplicadle al Padre de las misericordias que me perdone todos los pecados que he cometido en este último mes. Jesús amorosísimo, manifiesta al Eterno Padre tus cinco llagas, y pídele que no se pierda en mí el fruto de la perfecta satisfacción que con ellas le diste. Virgen Santísima, por las entrañas sagradas que encerraron al mismo Hijo de Dios, y por los pechos virginales que alimentaron a tu Hijo Jesús, te suplico que ruegues por mí y que me alcances el perdón de mis culpas. Gloriosísimo señor San José, que fuiste exaltado a la dignidad de ejercer en la tierra las funciones del Padre Eterno respecto de Jesús, y las del Espíritu Santo respecto de María: intercede por mí, ruega por mí, y dispénsame tu poderosa protección. Jesús, María y José, nunca se ha oído que quede desamparado quien implora vuestra clemencia; abrid, pues, para mí las entrañas de vuestra misericordia; no permitáis que sea yo confundido; interceded para que se borren mis iniquidades, y alcanzadme un perfecto dolor de ellas, para que en el presente mes no os diguste con mis infidelidades y reincidencias, sino que os ame, os sirva, os adore, os bendiga y os alabe por los siglos de los siglos. Amén.
  
Jesús, José y María, yo os doy mi corazón y el alma mía.
 
Hacer la petición.
   
ORACIÓN
¡Oh Jesús! ¡Oh María! ¡Oh José! ¡Oh Madre amabilísima de Dios Hombre! ¡Oh José, padre de Jesús y esposo de María! ¿A qué poder más grande que el vuestro podré recurrir para alcanzar las gracias espirituales y temporales que necesito en este mes? Vosotros estáis interesados en el bien de los hombres, los amáis con un amor sumo y perfecto, y deseáis su completa felicidad. Jesús, María y José: según los decretos del Altísimo, estáis constituidos para ser los protectores, los abogados, los defensores, los ministros, los únicos y seguros conductos por donde se nos dispensan sus bondades. El Dios grande e infinito no quiere franquearlas por otras manos, y se complace y tiene verdadera satisfacción en que todos las impetremos por la mediación vuestra. ¿Qué otro patrocinio, pues, debo ni puedo buscar sino el vuestro? No, no queda en mí libertad para solicitar otros abogados. Jesús, María y José: con todo gusto me veo necesitado a recurrir a vuestra protección. Si volvéis a mí vuestro piadoso rostro, con sólo esta gracia vendrán a mí todas las que necesito en este mes; con vuestro auxilio dominaré mis pasiones, triunfaré de mí mismo, me apartaré de lo malo y practicaré lo bueno, buscaré la paz, y la hallaré, y entonces mi alma, mi corazón, mis potencias y sentidos, serán dignos de vuestras bondades. ¡Oh Jesús! ¡Oh María! ¡Oh José! Deseo transformarme en Vos, deseo no tener más corazón que para amaros, y no deseo otro espíritu sino el mayor para serviros. ¡Oh Dios todopoderoso! Usad conmigo de misericordia; haced que muera, que se aniquile en mí todo el amor propio, toda la inclinación a los vicios y todo el afecto a las criaturas, para que no haya en mí otro amor que el de Jesús, María y José, y para que en todas las horas del presente mes, mis palabras, mis obras y hasta mis últimos pensamientos, sean en Jesús, por Jesús y para Jesús. ¡Oh sagrada e incomparable Familia! ¿Qué cosa podréis pedir al Altísimo, que no se os conceda? Vosotros sois los plenipotenciarios del cielo. Una súplica vuestra impele al Padre Eterno, como que le obliga y pone en necesidad de otorgar vuestras peticiones. Jesús divino, Tú eres el primer Pontífice constituido para ser abogado de todos los hombres. Tú, María Santísima, fuiste creada para ser Madre de Dios y de los pecadores. A ti, glorioso señor San José, encomendándosete el cuidado de Jesús y de María, se te encargó en esto mismo la protección del género humano. Desempeñad estos honrosos y amorosos oficios protegiendo a toda la congregación de la Iglesia santa; atended a sus necesidades actuales, escuchad sus clamores, defendedla de sus enemigos, y conservad pura y sin mancha nuestra santa Religión. Proteged también e iluminad y fortaleced, a todos los jefes de Estado. ¡Oh Jesús! ¡Oh María! ¡Oh José! Amparad a todos los que en este mes imploren vuestros dulcísimos nombres, confortadlos en vuestro servicio, para que os bendigan y os amen en la tierra, y después os gocen y alaben por toda la eternidad en el cielo. Amén.
   
JACULATORIAS
Jesús amorosísimo, bendito seas, alabado, ensalzado y glorificado, porque te quedaste en el Santísimo Sacramento del Altar por nuestro amor.
Virgen purísima, en Ti sea bendito, alabado, ensalzado y glorificado el Santísimo Sacramento del Altar, porque aquel Cuerpo y aquella Sangre los formó el Espíritu Santo en tus virginales entrañas.
José gloriosísimo, en ti sea bendito, alabado, ensalzado y glorificado el Santísimo Sacramento del Altar, porque cargaste en tus brazos y alimentaste con el sudor de tu rostro aquel Cuerpo y aquella Sangre que nos sustenta y fortalece.
    
ORACIÓN AL DULCE NOMBRE DEL SEÑOR SAN JOSÉ
Patriarca fidelísimo José, abogado fidelísimo de los mortales, José santo, José justo, José inocente, José bienaventurado: ¡quién pudiera tener siempre en la boca tu santo nombre y no despedir un solo aliento, una respiración, sino acompañada de tu nombre santísimo! ¡Quién pudiera nombrar siempre a José con aquel respeto, con aquel puro amor y con aquella gracia con que lo pronunciaba María Santísima, su esposa! Acuérdate José mío, de aquella prontitud con que acudías a ver a tu esposa cuando te llamaba, y date prisa a acudir a mi mayor necesidad en la hora de la muerte para que, ahuyentando al demonio, despida yo el último aliento envuelto en tu nombre y en el nombre de Jesús y de María.

ORACIÓN A LA DIVINA PROVIDENCIA
¡Tuyo soy, oh Dios mío, tuyo soy! Yo me arrojo a tus brazos; dispón de mí según tu voluntad. Haz de mí todo aquello que quieras; los sucesos y lances de mi vida quiero que todos corran por tu cuenta. Si es de tu agrado enviarme prosperidades, yo los recibiré agradecido, y usaré de ellas como de unos dones venidos de tus manos; si prefieres que pase mis días y mis noches en la amargura de la adversidad, enhorabuena, yo te bendeciré porque así me visitas. Si me concedes ser estimado de los hombres, yo te daré gracias porque has conservado mi honor, cubriendo mis flaquezas; si, por el contrario, dispones que ellos me aborrezcan, yo te ensalzaré por la dicha que me otorgas de parecerme a tu santísimo Hijo, a quien profesó el mundo un odio cruel. ¿Qué temeré yo por nada ni de nadie si Tú eres mi ayuda? ¿Ni cómo podrá asustarme la presencia del mal, estando mi corazón lleno de Ti, que eres el sumo bien? Mas no sólo deseo conformarme con lo que quieras, sino acostumbrarme también a no considerar a las criaturas sino como unos instrumentos de tus disposiciones, Así, yo, lejos de pretender algún mal a los que me dañan, los recomiendo a tu piedad y los perdono. No quiero que haya en mi alma un solo afecto que pueda disgustarte, ni un solo pensamiento que desdiga de la dichosa convicción en que estoy de que debo descansar con toda confianza en tu divina Providencia. Amén.
  
Tu divina Providencia
Se extiende a cada momento,
Para que nunca nos falte
Casa, vestido y sustento.

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