Pérdida del sentido de la Realeza de Nuestro Señor
“¿Era por ventura algo grande para el Rey de los siglos, ser rey de los hombres? Cristo no es rey de Israel para exigir tributos, armar de la espada a los batallones y dominar visiblemente a sus enemigos, sino que es rey de Israel para gobernar las almas, velar por ellas para la eternidad y llevar al reino de los cielos a los que creen, esperan y aman”. (San Agustín, Comentario al Evangelio de San Juan, Cap. XVIII, 33-35)
En la nueva liturgia ya no se afirma la Realeza de Nuestro Señor, lo cual lleva insensiblemente al indiferentismo, error que consiste en poner en el mismo nivel a todas las religiones. En África, en India o en Vietnam se incorporan en la liturgia católica elementos de culturas y religiones paganas.
1. Ya no se afirma la Realeza de Cristo
En la nueva liturgia ya no aparece la afirmación de la Realeza de Nuestro Señor Jesucristo que figuraba en la liturgia Tradicional y que marcaba todas sus consecuencias, es decir, que Nuestro Señor tiene que ser el Rey y el centro de todos los corazones, y que para salvarse hay que estar unido a su Cuerpo Místico. En la nueva liturgia ya no aparecen las nociones que traslucían en la liturgia tradicional ni figura la adhesión a Nuestro Señor Jesucristo por medio de su Cruz y de la Víctima que se ofrece.
2. Hacia el Indiferentismo
Todos esos cambios profundos se han realizado con un espíritu ecuménico que, en toda su exageración, lleva al indiferentismo en materia de religión, vinculándose así al error de la libertad religiosa.
El uso de esa misa ecuménica hace adquirir una mentalidad protestante e indiferente que pone en igualdad todas las religiones a modo de la declaración sobre la libertad religiosa, poniendo como base doctrinal los “derechos del hombre”, y la dignidad humana mal entendida, condenada por San Pio X en su Carta sobre Le Sillon.
3. “La inculturación ecumenista”
En los países del tercer mundo, por ejemplo África, India, Vietnam, etc., introduce en la liturgia, y prácticamente también en la fe, elementos de la supuesta civilización local. Es lo que llaman la “inculturación”: la fe se corrompe porque se incorporan esos elementos a la liturgia. En África la liturgia recibe los principios de la cultura pagana, cosa que conducirá simplemente a una especie de vudú: religión que es una mezcla de paganismo y cristianismo, que hace estragos en países como en Haití y Brasil, y ahora ya se está viendo también en África.
Acerca de India, no sé si habéis tenido la oportunidad de leer un artículo reciente de Edith Delamare hablando de las reclamaciones que han formulado en Roma algunos fieles y sacerdotes. Señalan el peligro que corre la fe en India al incorporar en la liturgia ceremonias hindúes. Se ha llegado a poner en las iglesias católicas una estatua de buda, y se las inciensa durante la ceremonia católica… ¡Hay algo que no funciona! ¿Nuestro Dios sigue siendo Nuestro Señor Jesucristo?
El año pasado estuve en Melbourne en el momento del Congreso Eucarístico. En ese congreso hubo lo que se llamó “Misa Canguro”, es decir, que hicieron venir desde el interior de Australia indígenas que se pusieron a bailar danzas salvajes en el podio del congreso, y se pronunciaron las palabras de la consagración en medio de esas danzas en lo que los bailarines estaban semi-desnudos. ¿No es un escándalo actuar así ante gente que no cree de ningún modo, que no son cristianos ni católicos? ¿No es una vergüenza poner a Nuestro Señor Jesucristo en contacto con gente pagana, y con danzas lascivosas?
4. El avance de los enemigos de Cristo en la sociedad
Creo que no me equivoco al pensar que la base del ateísmo en la sociedad y, por lo tanto, de la lucha contra Nuestro Señor Jesucristo, contra Su Ley e igualmente la extensa difusión de los “derechos del hombre” con relación al Decálogo y La Ley de Nuestro Señor, si se han acelerado actualmente se debe en gran parte a la reforma litúrgica.
En la medida en que ya no se tiene la noción de la Realeza de Nuestro Señor Jesucristo ya no hay tampoco el sentido de la obediencia a sus mandamientos y su voluntad.
Mons. Marcel Lefebvre. “La Misa de Siempre-El tesoro escondido”, Ediciones Río Reconquista - 2010
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