La realidad actual es que Bélgica se ha convertido en el foco del islamismo europeo. Un razonamiento que ha quedado atestiguado tras los últimos atentados yihadistas, organizados por células activas en el país que gozan del respaldo ciudadano en barrios como Molenbeek, donde la sharia se hace presente en muchas instituciones y la enseñanza financiada por el Estado está basada en modelos islámicos.
La respuesta a la situación del país, además de las desacertadas políticas comunitarias, hay que buscarla más atrás en el tiempo, concretamente en la década de 1960. En aquellos años, los predicadores salafistas llegaron al país tras unos encuentros diplomáticos. El rey Balduino realizó una oferta a su homólogo saudí Faisal, que estaba de visita en Bruselas, para, a cambio de petroleo, permitir la construcción de una Gran Mezquita en el centro de Bruselas.
Balduino I de Bélgica y Faisal de Arabia Saudita
El esplendor económico que vivía Bélgica impulsaba entonces a muchos marroquíes y turcos a viajar al país. El acuerdo entre los dos reyes haría que la mezquita fuera el principal lugar de culto. Los saudíes lograron el alquiler del pabellón oriental de Bruselas por 99 años, a coste cero. Tan sólo un año después, el régimen de Riad abría la Gran Mezquita y el Centro Cultural Islámico de Bélgica, uno de sus primeros bastiones en el interior de Europa.
Gran Mezquita de Bruselas (construida con dinero saudí)
En un principio, la nueva mezquita fue considerada como “la voz oficial” de los musulmanes en Bélgica. Nada más lejos de la realidad. Las enseñanzas salafistas que se ofrecían en su interior estaban muy alejadas de la versión del islam que seguía la mayoría del país. A pesar de la crisis económica que ha obligado que muchas personas hayan abandonado el país, hay alrededor de 600.000 personas de origen turco y marroquí en un estado de apenas 11 millones de habitantes.
“La comunidad marroquí proviene de las regiones montañosas y del valle del Rift, no del desierto. Pertenecen a la escuela Maliki del Islam y son bastante más moderados que los musulmanes de Arabia Saudí”, asegura George Dallemagne, diputado del parlamento belga, que recuerda: “Gracias al acuerdo con Riad, muchos de estos hombres moderados se radicalizaron y algunos llegaron a viajar a Medina para continuar su formación”.
La falta de integración es uno de los argumentos utilizados por las élites europeas para justificar el islamismo radical y los atentados en suelo europeo. Dallemagne explica cómo, tras la apertura de la Gran Mezquita, los clérigos sauditas incitaban a todos los inmigrantes a “alejarse” de los ciudadanos del país. “Siempre pensamos en Arabia Saudí como un aliado, pero pero los saudíes mantienen un doble discurso: quieren una alianza con Occidente cuando se trata de la lucha contra los chiítas en Irán, pero quieren conquistar el resto del mundo con su religión”, sentencia.
El parlamento belga ha rechazado varias mociones para aflojar los lazos con Arabia Saudí y, especialmente, reducir la presencia salafista. Sin embargo, la mayor parte han sido rechazadas. El miedo a ser tachados de islamófobos, en un país que ha sido golpeado duramente por los yihadistas, sigue siendo muy elevado. Dallemagne, por su parte, recuerda que “no podemos tener un diálogo con países que nos quieren desestabilizar”.
El pasado mes de agosto, Wikileaks revelaba la expulsión del director general de la Gran Mezquita por sus conexiones con el yihadismo. “Sus discursos eran salafistas, antiisraelíes y antioccidentales. Su máxima suprema era la primacía del salafismo sobre todo lo demás”, informó entonces un testigo a la emisora belga RTBF. Las palabras de Alabri eran tan extremistas que cruzaron las líneas rojas de la tolerancia belga.
“Hoy en día, el 95% de los cursos para musulmanes sobre el islam que ofrecen en Bruselas los imparten predicadores jóvenes formados en Arabia Saudita”, confirma Michael Privot, director de la Red Europea Contra el Racismo, con sede en la capital belga. “Dentro de las comunidades musulmanas, existe una gran demanda por conocer su religión, pero casi toda la oferta formativa consiste en un tipo de islam conservador salafista patrocinado por Arabia Saudita” porque “otros países musulmanes no han podido ofrecer tantas becas a estudiantes”, denuncia Privot.
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