Traducción por Jorge Soley del artículo publicado por el doctor Russel Ronald Reno III para FIRST THINGS - Tomado de INFOCATÓLICA
Karl Rahner fue uno de los peritos del Concilio Vaticano II, uno de los teólogos consultores designados oficialmente sobre quienes los cardinales se apoyaban para escribir sus discursos y elaborar los borradores de los documentos conciliares. Cuando se inauguró el Concilio en 1962 algunos funcionarios del Vaticano pensaban que podrían conseguir que los obispos allí reunidos votasen unos borradores ya preparados. El primero que se presentó ante el Concilio fue un esquema sobre la Revelación, un tema crucial. Pero los padres conciliares se mostraron críticos y lo rechazaron. El Papa Juan XXIII bendijo la rebelión y las discusiones tomaron caminos que nadie había anticipado. Una parte esencial del trabajo del Concilio tenía que reformularse y fue Rahner, trabajando junto a Joseph Ratzinger, quien preparó el borrador De revelatióne Dei et hóminis in Jesu Christo, la semilla de lo que luego fue Dei Verbum, la Constitución sobre la Divina Revelación.
Su trabajo en el Vaticano II dio prestigio a la reputación de Rahner. Rahner, un académico reconocido, combinaba una sensibilidad revisionista con un remarcable dominio de la tradición dogmática. Escribía artículos sobre teología y filosofía y era editor de varias ediciones del prestigioso compendio de doctrina, el Enchiridión Symbolórum, conocido como «Denzinger» en honor a su primer editor. Su denso estilo filosófico impresionaba a sus contemporáneos, su exhaustivo conocimiento de los detalles dogmáticos intimidaba a los cardenales y su habilidad para dar un aire progresista a las afirmaciones católicas tradicionales le convirtieron en una celebridad entre los estudiantes de teología.
En el culmen de su influencia escribió Strukturwandel der Kirche als Aufgabe und Chance (El cambio estructural de la Iglesia como tarea y oportunidad, publicado en inglés bajo el título The Shape of the Church to Come -La forma de la Iglesia del Porvenir-), publicado en 1972. Algunas de sus formulaciones puden sonarnos familiares. Lo pastoral debería tener prioridad sobre lo dogmático. Cristo nos pide una decisión interna, existencial, en lo más profundo de nuestro ser, no nuestro asentimiento a proposiciones dogmáticas. La Iglesia necesita abrir sus puertas y llegar a los de fuera, encontrándose con ellos en sus propios términos, no dirigiéndose a ellos de modo moralizante y legalístico. De hecho, la Iglesia necesita repensar el modo en que la moralidad es enseñada. La crítica social es el verdadero propósito del magisterio de la Iglesia, que debe comprometerse con el mundo moderno en vez de construir muros que la preserven de influencias externas.
Todo esto nos resulta muy familiar, especialmente cuando Rahner trata de ciertos asuntos particulares. «No está absolutamente claro donde se encuentran las fronteras para abrir la comunión… No está claro que las personas divorciadas que vuelven a casarse después de un primer matrimonio sacramental no puedan, en ninguna circunstancia, ser admitidas a los sacramentos mientras permanezcan en ese segundo matrimonio» (quizás el cardenal Walter Kasper subrayó este pasaje en su ejemplar de La forma de la Iglesia del Porvenir). «Tampoco está tan claro como algunos piensan a veces, cuáles son las posibilidades para una conciencia cristiana en relación a las leyes estatales penales contra el fin de un embarazo».
Cuando abordamos la cuestión de la unidad de los cristianos, Rahner aconseja un enfoque centrado en el avanzar, sin perder el tiempo en cuestiones dogmáticas. Imagina el final del celibato sacerdotal y el principio de comunidades cristianas lideradas por laicos en las que, bajo ciertas circunstancias, esos laicos podrían celebrar misa (Rahner siempre recubría su revisionismo con elaboradas restricciones). Afirma la posibilidad de mujeres-sacerdote y la introducción del voto de los laicos y de otras estructuras democráticas en el gobierno de la Iglesia. En todo momento la misión de la Iglesia es presentada como sociopolítica. La justicia es la nueva salvación.
Ese libro, presentando un programa para una transformación radical de la Iglesia católica, fue traducido al español en 1974.
Su trabajo en el Vaticano II dio prestigio a la reputación de Rahner. Rahner, un académico reconocido, combinaba una sensibilidad revisionista con un remarcable dominio de la tradición dogmática. Escribía artículos sobre teología y filosofía y era editor de varias ediciones del prestigioso compendio de doctrina, el Enchiridión Symbolórum, conocido como «Denzinger» en honor a su primer editor. Su denso estilo filosófico impresionaba a sus contemporáneos, su exhaustivo conocimiento de los detalles dogmáticos intimidaba a los cardenales y su habilidad para dar un aire progresista a las afirmaciones católicas tradicionales le convirtieron en una celebridad entre los estudiantes de teología.
En el culmen de su influencia escribió Strukturwandel der Kirche als Aufgabe und Chance (El cambio estructural de la Iglesia como tarea y oportunidad, publicado en inglés bajo el título The Shape of the Church to Come -La forma de la Iglesia del Porvenir-), publicado en 1972. Algunas de sus formulaciones puden sonarnos familiares. Lo pastoral debería tener prioridad sobre lo dogmático. Cristo nos pide una decisión interna, existencial, en lo más profundo de nuestro ser, no nuestro asentimiento a proposiciones dogmáticas. La Iglesia necesita abrir sus puertas y llegar a los de fuera, encontrándose con ellos en sus propios términos, no dirigiéndose a ellos de modo moralizante y legalístico. De hecho, la Iglesia necesita repensar el modo en que la moralidad es enseñada. La crítica social es el verdadero propósito del magisterio de la Iglesia, que debe comprometerse con el mundo moderno en vez de construir muros que la preserven de influencias externas.
Todo esto nos resulta muy familiar, especialmente cuando Rahner trata de ciertos asuntos particulares. «No está absolutamente claro donde se encuentran las fronteras para abrir la comunión… No está claro que las personas divorciadas que vuelven a casarse después de un primer matrimonio sacramental no puedan, en ninguna circunstancia, ser admitidas a los sacramentos mientras permanezcan en ese segundo matrimonio» (quizás el cardenal Walter Kasper subrayó este pasaje en su ejemplar de La forma de la Iglesia del Porvenir). «Tampoco está tan claro como algunos piensan a veces, cuáles son las posibilidades para una conciencia cristiana en relación a las leyes estatales penales contra el fin de un embarazo».
Cuando abordamos la cuestión de la unidad de los cristianos, Rahner aconseja un enfoque centrado en el avanzar, sin perder el tiempo en cuestiones dogmáticas. Imagina el final del celibato sacerdotal y el principio de comunidades cristianas lideradas por laicos en las que, bajo ciertas circunstancias, esos laicos podrían celebrar misa (Rahner siempre recubría su revisionismo con elaboradas restricciones). Afirma la posibilidad de mujeres-sacerdote y la introducción del voto de los laicos y de otras estructuras democráticas en el gobierno de la Iglesia. En todo momento la misión de la Iglesia es presentada como sociopolítica. La justicia es la nueva salvación.
Ese libro, presentando un programa para una transformación radical de la Iglesia católica, fue traducido al español en 1974.
A veces las mejores ideas solo nacen para justificar los pecados propios. Karl Rahner fue llamado “el maestro de las herejías modernas” y censurado por el Santo Oficio, aunque fue tan estimado y seguido por obispos, sacerdotes y teólogos. Su mito, sin embargo, no ha caído ni siquiera después de la publicación, en Alemania, del libro Gratwanderung. Briefe der Freundschaft an Karl Rahner (Caminar sobre la cuerda floja: cartas de amistad a Karl Rahner), Múnich, editorial Kösel, 1994. La autora del libro era la fallecida escritora Luise Rinser, la Simone de Beauvoir tedesca, archienemiga de la Iglesia Católica, ex-esposa del compositor Karl Orff. El libro contiene algunas cartas, entre las numerosas que fueron escritas en los años sesenta, a Rahner, que la conoció cuando él era docente en la Universidad de Innsbruck. Desde aquel día de febrero de 1962, comenzaron a escribirse cartas siempre más ardientes y apasionadas, “hasta cinco cartas al día”.
ResponderEliminarAquellas cartas denuncian una amistad fronteriza con el erotismo, llenas de “pececito mío”, “mi querido pez”, “me asusta que tú me ames con esa pasión”, “no comas demasiado; si no, ¡engordarás y dejarás de gustarme!”… Y esto sucedía también cuando la escritora estuvo ligada, de alma y cuerpo, con un abad benedictino bávaro, M.A (en realidad Johannes Maria Höck). También Ranher, en las 1.800 cartas que le escribe (¡incluso cuando era “perito” en el Vaticano II!) llamaba a su amante: “mimosita”, “ricitos”… Naturalmente, las cartas de Rahner fueron bloqueadas por sus superiores, por sobradas razones. ¡Pero esto no causa admiración para quienes conocen sus abstrusos libros de teología y su manifiesta contestación sobre el voto del celibato sacerdotal, que precisamente rompió en su corazón al mantener esa amistad con Rinser!