“El Dios del judío es el dinero” (Caricatura del libro Der Giftpilz -La seta venenosa-, 1938)
“¿Cuál es el fundamento secular del judaísmo? La necesidad práctica, el interés egoísta. ¿Cuál es el culto secular practicado por el judío? La usura. ¿Cuál su dios secular? El dinero. (…) Nosotros reconocemos, pues, en el judaísmo un elemento antisocial presente de carácter general (…) La emancipación de los judíos es, en última instancia, la emancipación de la humanidad del judaísmo.(…) Los judíos se han emancipado en la medida en que los cristianos se han hecho judíos. (…) ¿Cuál era, de por sí, el fundamento de la religión judía? La necesidad práctica, el egoísmo. (…) El dinero es el celoso Dios de Israel, ante el que no puede legítimamente prevalecer ningún otro Dios. (…) La letra de cambio es el Dios real del judío”.
A primera vista, sería un párrafo del libro “Mein Kampf” (Mi Lucha) de Adolf Hitler, pero no lo es. El texto anterior hace parte del ensayo “Sobre la cuestión judía”, escrito por el alemán Kissel Ysidor Mordechai Levy, más conocido como Karl Heinrich Marx. Sí, el mismo de “Das Käpital” y del socialismo científico. En ese ensayo se pueden leer también afirmaciones como las siguientes:
- “La quimérica nacionalidad del judío es la nacionalidad del mercader, del hombre de dinero en general. La ley insondable y carente de fundamento del judío no es sino la caricatura religiosa de la moralidad y el derecho en general, carentes de fundamento e insondables, de los ritos puramente formales de que se rodea el mundo del egoísmo”.
- “El cristianismo ha brotado del judaísmo. Y ha vuelto a disolverse en él. El cristiano fue desde el primer momento el judío teorizante; el judío es, por tanto, el cristiano práctico, y el cristiano práctico se ha vuelto de nuevo judío”.
Algunos marxistas refutarán la evidencia alegando “Marx odiaba a los judíos ricos, pero Hitler era un judeófobo racial”. Mas no olvidemos la realidad: El mismo Marx que le tenía repulsa al capitalismo, era de origen judío, como también lo fueron Vladímir Lenin, León Trotsky y José Stalin. Un dato, por cierto, que demuestra lo absurdo de las tesis marxistas, unas tesis racistas puesto que pretenden determinar las opiniones de un individuo en función de su raza.
Contra las raíces cristianas de la democracia liberal
En ese ensayo se observa con absoluta claridad la verdadera causa del rechazo de Marx hacia el judaísmo y el cristianismo:
Marx reconoce tácitamente que sólo en los países de raíces cristianas ha arraigado la democracia liberal como la autonomía de la sociedad civil frente al Estado y el carácter subsidiario de éste respecto de aquélla (un principio originado en el pensamiento cristiano, católico para más señas). De ahí se puede identificar el odio de la izquierda actual por las raíces religiosas de Occidente y el papel decisivo de éstas a la hora de generar sociedades libres, en las que el individuo no es un mero apéndice del Estado y éste no puede ejercer un control absoluto sobre la sociedad.
De hecho, frente a los Estados Unidos, la primera nación en donde la separación Iglesia-Estado adquirió rango constitucional, Marx se ve obligado a confesar que “el Estado puede haberse emancipado de la religión incluso aun cuando la gran mayoría siga siendo religiosa”. Pero luego critica su sistema de gobierno por no liquidar el objeto de su obsesión: “la dislocación de la religión con respecto al Estado, para desplazarla a la sociedad burguesa, no constituye una fase, sino la coronación de la emancipación política, la cual, por lo tanto, ni suprime ni aspira a suprimir la religiosidad real del hombre”.
Liberarnos de nuestra libertad para que no seamos egoístas
En las democracias occidentales, la práctica religiosa está amparada igual que otros derechos humanos, que para Marx “no son otra cosa que los derechos del miembro de la sociedad burguesa, es decir, del hombre egoísta, del hombre separado del hombre y de la comunidad”. Según él, “el hombre no se vio liberado de la religión, sino que obtuvo la libertad religiosa. No se vio liberado de la propiedad. Obtuvo la libertad de la propiedad. No se vio liberado del egoísmo de la industria, sino que obtuvo la libertad industrial”. Una afirmación muy cínica, pues tras hablar de la ciencia como superadora de las religiones, usa un rechazo moral por el “egoísmo” para negar la libertad individual.
La receta de Marx es, so color de la igualdad y la emancipación, liquidar la libertad individual para liberar al hombre de su libre arbitrio… y ponerlo bajo el yugo del Estado. En el pensamiento de Marx está la semilla de un horror totalitario que ha asolado al mundo por partida doble, bajo la hoz y bajo la esvástica.
Contra las raíces cristianas de la democracia liberal
En ese ensayo se observa con absoluta claridad la verdadera causa del rechazo de Marx hacia el judaísmo y el cristianismo:
“El judaísmo llega a su apogeo con la coronación de la sociedad burguesa; pero la sociedad burguesa sólo se corona en el mundo cristiano. Sólo bajo la égida del cristianismo, que convierte en relaciones puramente externas para el hombre todas las relaciones nacionales, naturales, morales y teóricas, podía la sociedad civil llegar a separarse totalmente de la vida del Estado”.
Marx reconoce tácitamente que sólo en los países de raíces cristianas ha arraigado la democracia liberal como la autonomía de la sociedad civil frente al Estado y el carácter subsidiario de éste respecto de aquélla (un principio originado en el pensamiento cristiano, católico para más señas). De ahí se puede identificar el odio de la izquierda actual por las raíces religiosas de Occidente y el papel decisivo de éstas a la hora de generar sociedades libres, en las que el individuo no es un mero apéndice del Estado y éste no puede ejercer un control absoluto sobre la sociedad.
De hecho, frente a los Estados Unidos, la primera nación en donde la separación Iglesia-Estado adquirió rango constitucional, Marx se ve obligado a confesar que “el Estado puede haberse emancipado de la religión incluso aun cuando la gran mayoría siga siendo religiosa”. Pero luego critica su sistema de gobierno por no liquidar el objeto de su obsesión: “la dislocación de la religión con respecto al Estado, para desplazarla a la sociedad burguesa, no constituye una fase, sino la coronación de la emancipación política, la cual, por lo tanto, ni suprime ni aspira a suprimir la religiosidad real del hombre”.
Liberarnos de nuestra libertad para que no seamos egoístas
En las democracias occidentales, la práctica religiosa está amparada igual que otros derechos humanos, que para Marx “no son otra cosa que los derechos del miembro de la sociedad burguesa, es decir, del hombre egoísta, del hombre separado del hombre y de la comunidad”. Según él, “el hombre no se vio liberado de la religión, sino que obtuvo la libertad religiosa. No se vio liberado de la propiedad. Obtuvo la libertad de la propiedad. No se vio liberado del egoísmo de la industria, sino que obtuvo la libertad industrial”. Una afirmación muy cínica, pues tras hablar de la ciencia como superadora de las religiones, usa un rechazo moral por el “egoísmo” para negar la libertad individual.
La receta de Marx es, so color de la igualdad y la emancipación, liquidar la libertad individual para liberar al hombre de su libre arbitrio… y ponerlo bajo el yugo del Estado. En el pensamiento de Marx está la semilla de un horror totalitario que ha asolado al mundo por partida doble, bajo la hoz y bajo la esvástica.
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