Juan Calvino adolece del mismo orgullo que el señor Martín Lutero. A los 26 años, sin ninguna formación teológica seria, publica su Institútio Christiánæ Religiónis, en que abraza toda la doctrina necesaria para la salvación y traza la carta de navegación por la cual orientará,
en las más sublimes e intrincadas cuestiones del dogma y de la moral, toda
su actividad de reformador improvisado. Para este joven de 5
lustros, ¡toda la Iglesia romana, todos los Santos Padres erraron groseramente en la interpretación del Evangelio! Él solo, en tres años de estudio privado y hecho apresuradamente, elevóse al concepto genuino
de las grandes verdades ignoradas por el mundo entero. Y el faro luminoso que brilla solitario en la oscuridad universal. Hablando de la satisfacción o reparación de los pecados cometidos, escribe:
“Poco me turba o mueve lo que me encuentro a cada paso de los escritos de los antiguos respecto a la satisfacción. Veo en efecto que muchos de ellos, antes, hablando francamente, casi todas aquellas obras que han llegado a nosotros están desviadas, en este punto, de la verdad” (1).
¡Ay de quien se atreva a discordar del
joven doctor! Estultos, locos, frenéticos, sofistas, ebrios, furiosos, sacrílegos, rábulas, sicofantes, bestias fieras, ateos, asnos, cerdos,
son los delicados epítetos con que él mima a sus más venerandos adversarios (2). Todo su estilo está engastado con estas gemas preciosas.
Enfermaba en Ratisbona en 1541 el célebre teólogo Juan Eck. Calvino escribió: “Dicen que Eck convalecerá: El mundo aún no merece ser liberado de esta bestia salvaje” (3). ¿Estas palabras propias de un gamberro dicen bien de un restaurador del “cristianismo evangélico”?
Pero los excesos de su intolerancia no se quedaban en palabras. Él, que para impugnar la Iglesia Católica reclamó todas las libertades y todas las licencias, mal que firmó su poder en Ginebra, instituyó una inquisición ante la cual empalidecen los mayores rigores del Santo Oficio español. Penas severísimas a quien volviese al catolicismo, a quien no asistiese a los sermones de los nuevos predicantes, a quien osase proferir palabra contra sus doctrinas o a su intangible persona:
“Il faisait soigneusement enregistrer, depuis des années, les moindres propos tenus contre lui ou contre sa doctrine de la prédestination, avec laquelle il s’etait tellement identifié, qu’il était aussi dangereux de parler contre ce dogme que contre lui. Les pauvres étaient traînés dans les cachots, fouettés, bannis, promenés par la ville en chemise et nu-pieds, une torche à la main, pour expier ce qu’il lui plaisait d’appeler des blasphèmes” [Por años, hizo que la gente reportara detalladamente la menor palabra contra él o contra su doctrina de la predestinación, con la cual se identificó a tal punto que era tan peligroso hablar contra este dogma que contra él. Los pobres eran arrojados a prisión, azotados, avergonzados, paseados por las calles descalzos y vistiendo cilicio y cargando una antorcha en la mano para expiar lo que él arbitrariamente llamaba blasfemias] (4).
Sebastián Castellion, rector del Collège de Genève [actual Collège Calvin, N. del T.] y otrora amigo del reformador, porque de él discordó en algunos puntos de doctrina, fue acusado, destituido de su cargo y expulsado de Ginebra. Pedro Ameaux, senador, por haber proferido en un banquete, entre las alegrías del vino, algunas palabras contra Calvino, fue encarcelado y condenado a la más humillante de las reparaciones (5). El carmelita apóstata Jerónimo Hermes Bolsec, por el gran delito de haber juzgado como falsa la doctrina calvinista de la predestinación, después de varias semanas de prisión, fue condenado al destierro. Otros, más infelices, pagaron con la vida la imperdonable osadía de contrariar al tiranete de Ginebra. Jaime Gruet, por haber acusado al reformador, después de ser sometido a tortura, fue decapitado en 1547. Miguel Servet, médico español, por haber negado la Trindad y censurado algunas opiniones del amo, a pesar de protestar que no había cometido ningún crimen en Ginebra y de pedir en vano se le concediese un abogado, fue preso y
mandado a la hoguera. En un opúsculo especial, intentó Calvino justificar su proceder ante la Europa. Sus colegas Felipe Melanchton, Enrique Bullinger y Wolfgang Músculo aplaudieron la energía de su actitud (6). De una pena semejante a la de Servet se escapó el italiano Juan Valentín Gentile, mediante humildes súplicas; más tarde, sin embargo, fue decapitado en Berna.
Causa horror revisar los procesos criminales de Ginebra, durante el gobierno de este “sacerdote tirano que sometió a Ginebra a la más infame servidumbre” (7). “En cuanto al número de estos autos de fe que pudieran haber normalmente al año en una ciudad era fácilmente sobrepasado en un mes, o puede decirse que en una semana, bajo el reinado de Calvino. A menudo habían muchos espectáculos de este género en un mismo día” (8). Más aún, “dos años de reinado de Calvino produjeron 414 procesos criminales... Hubo cientos de procesos de esta clase por año en esta épocas que algunos se atreven a llamar las más bellas páginas de nuestra historia” (9). El mismo autor en otra obra, hablándonos de las penas capitales, dice: "Estas ejecuciones, de las cuales 30 fueron de hombres y 28 de mujeres, se reparten también según la naturaleza del suplicio: 13 personas colgadas, 10 decapitados, 65 descuartizados por demás, y 35 quemados vivos después de la amputación de su mano derecha, y otros tras ser atenazados con pinzas ardientes al rojo vivo” (10). “Nosotros pensamos que fue así para edificar al lector sobre la dulzura, la integridad y las pretendidas altas luces de la justicia calvinista, en una época donde ella todavía tenía, en su propio interés, los miramientos para conservar. Uno puede, después de esto, hacerse una de idea de lo que ella fue hasta que su jefe se vio como señor de la situación, hasta que el verdugo le ordenó tener siempre su espada en la mano, a la época en fin, donde la media de procesos, en vez de ser de 40 a 50 por año, era de 200 a 300” (11).
Causa horror revisar los procesos criminales de Ginebra, durante el gobierno de este “sacerdote tirano que sometió a Ginebra a la más infame servidumbre” (7). “En cuanto al número de estos autos de fe que pudieran haber normalmente al año en una ciudad era fácilmente sobrepasado en un mes, o puede decirse que en una semana, bajo el reinado de Calvino. A menudo habían muchos espectáculos de este género en un mismo día” (8). Más aún, “dos años de reinado de Calvino produjeron 414 procesos criminales... Hubo cientos de procesos de esta clase por año en esta épocas que algunos se atreven a llamar las más bellas páginas de nuestra historia” (9). El mismo autor en otra obra, hablándonos de las penas capitales, dice: "Estas ejecuciones, de las cuales 30 fueron de hombres y 28 de mujeres, se reparten también según la naturaleza del suplicio: 13 personas colgadas, 10 decapitados, 65 descuartizados por demás, y 35 quemados vivos después de la amputación de su mano derecha, y otros tras ser atenazados con pinzas ardientes al rojo vivo” (10). “Nosotros pensamos que fue así para edificar al lector sobre la dulzura, la integridad y las pretendidas altas luces de la justicia calvinista, en una época donde ella todavía tenía, en su propio interés, los miramientos para conservar. Uno puede, después de esto, hacerse una de idea de lo que ella fue hasta que su jefe se vio como señor de la situación, hasta que el verdugo le ordenó tener siempre su espada en la mano, a la época en fin, donde la media de procesos, en vez de ser de 40 a 50 por año, era de 200 a 300” (11).
En la ceguera de su orgullo, el jefe del protestantismo suizo cayó en las más extravagantes ridiculeces. He aquí una muestra de sus prohibiciones moralizantes: “Se prohíben en los banquetes de bodas, todas las confituras, excepto las almendras, con pena de 60 soles ginebrinos” (12). “Toda especie de esparcimiento fue proscrita como invención del diablo, bajo penas muy severas, y sobre todo el juego, las canciones y la danza” (13). “Llegó a destruir toda especie de libertad, que incluso prohibió beber de una fuente en la montaña, que tenía la reputación de curar las fiebres, creyendo que era una forma de idolatría. Hubo muchas denuncias e interrogatorios contra personas que fueron arrestadas por curarse de esta manera (año 1556)” (14). Calvino, como también los demás reformadores, fue un gran supersticioso. Y este es el hombre que el señor Eduardo Carlos Pereira de Magalhães [pastor presbiteriano brasileño autor de O problema religioso na América Latina, contra el cual se dirige el libro A Igreja, a Reforma e a Civilização del padre Franca, N. del T], en una comparación cuya irreverencia raya con la blasfemia, no duda en asemejar al “Pablo del cristianismo restaurado, del que Lutero era su Pedro”, p. 53. g 7 (15).
PADRE LEONEL FRANCA SJ. A Igreja, a Reforma e a Civilização (Séptima edición). En Obras Completas, tomo II. Livraria Agir Editôres, Río de Janeiro, 1958, págs. 188-191. Imprími Potest del Padre José da Frota Gentil SJ, 24-IX-1957.
NOTAS DEL ORIGINAL PORTUGUÉS
1. Juan Calvino, Institución de la Religión Cristiana, Libro Tercero, cap. IV, n. 38; Opera Omnia, tomo II, p. 489.
2. El calvinista e ilustrado Rousseau se pregunta:
1. Juan Calvino, Institución de la Religión Cristiana, Libro Tercero, cap. IV, n. 38; Opera Omnia, tomo II, p. 489.
2. El calvinista e ilustrado Rousseau se pregunta:
“Quel homme fut jamais plus tranchant, plus impérieux, plus décisif, plus divinement infaillible, à son gré, que Calvin, pour qui la moindre opposition qu’on osait lui faire était toujours un œuvre de Satan, un crime digne du feu?” [¿Hubo jamás un hombre más incisivo, más imperioso, más decisivo, más divinamente infalible, en su opinión, que el mismo Calvino, para quien la menor oposición que se osara en levantar contra él era siempre una obra de Satán, un crimen digno del fuego?] (Jean Jacques Rousseau, Lettres de la Montagne, tomo I. Ámsterdam, 1764, p. 103).
Observe el lector cómo todos estos enemigos de la infalibilidad constituida por Jesucristo se van trepando a las alturas de oráculos divinos en nombre del libre examen. ¡Qué ironía! ¡Qué terrible
castigo infligido a la soberbia por la justicia inmanente de las cosas, que es la expresión de la Providencia en el gobierno de la humanidad!
3. Opera Omnia, tomo II, p. 217.
4. Jacques Augustin Galiffe, Notices génealogiques sur les familles genévoises, tomo III. Ginebra, 1836, p. 545. Es de advertir que el autor es protestante.
5. He aquí los términos de la sentencia oficial, proferida el 8 de Abril:
3. Opera Omnia, tomo II, p. 217.
4. Jacques Augustin Galiffe, Notices génealogiques sur les familles genévoises, tomo III. Ginebra, 1836, p. 545. Es de advertir que el autor es protestante.
5. He aquí los términos de la sentencia oficial, proferida el 8 de Abril:
“Qu’il soit condamné à devoir faire le tour à la ville en chemise, tête-nue, une torche allumée à la main, et puis, devant le tribunal, venir crier merci à Dieu et à la justice, les genoux en terre, confessant avoir mal et méchamment proféré les dites paroles vilaines, en étant déplaisant d’icelles avoir dites, le condamnant aussi à tous les dépens et que la sentence soit proférée publiquement” [Que sea condenado a caminar alrededor de la ciudad en camisa, con la cabeza descubierta, portando una antorcha encendida en su mano, y después, ante el tribunal, deberá suplicar misericordia a Dios y a la justicia, de rodillas y confesar haber proferido impía y maliciosamente las dichas palabras viles, y de estar arrepentido de haberlas dicho. Sea condenado también a pagar las costas procesales y que la sentencia sea públicamente anunciada]. (Jean Barthélemy Galiffe, Nouvelles pages d’histoire exacte soit le procès de Pierre Ameaux, 1863, p. 60).
6. Citemos apenas a Melanchthon, el “manso” Melanchthon que escribía a Calvino: “La Iglesia, hoy y siempre, te debe y deberá eterna gratitud” (Corpus Reformatórum, tomo VIII, pág. 362); a Bullinger en 1555: “fue justa la sentencia contra Servet... y admírome como haya todavía quien repruebe su severidad” (Ibíd., tomo VIII, pág. 523); y dos años más tarde, en 1567: “condenando a Servet, los magistrados de Ginebra dejan a los postreros memorable ejemplo de piedad” (Ibíd., tomo IX, p. 133).
7. Jacques Augustin Galiffe, Notices génealogiques..., tomo III, p. 338.
8. Jean Barthélemy Galiffe, Nouvelles pages d’histoire exacte..., pp. 105-106.
9. Jacques Augustin Galiffe, Notices génealogiques..., tomo III, p. 344.
10. Jean Barthélemy Galiffe, Nouvelles pages d’histoire exacte, p. 100. “Entre 1542 y 1546, que fue el periodo más blando de su gobierno, contamos 58 ejecuciones, 76 destierros y 900 arrestos” (Louis Jeantet, Histoire de la persécution religieuse à Genève. Ed. Lecoffre, París 1879, p. 473).
9. Jacques Augustin Galiffe, Notices génealogiques..., tomo III, p. 344.
10. Jean Barthélemy Galiffe, Nouvelles pages d’histoire exacte, p. 100. “Entre 1542 y 1546, que fue el periodo más blando de su gobierno, contamos 58 ejecuciones, 76 destierros y 900 arrestos” (Louis Jeantet, Histoire de la persécution religieuse à Genève. Ed. Lecoffre, París 1879, p. 473).
10. Jean Barthélemy Galiffe, Nouvelles pages d’histoire exacte, p. 105.
12. Canónigo François Fleury, Calvin à Genève, Quelques pages de sa vie à l’occasion du 300me anniversaire de sa mort, par un genevois. Ginebra, 1864, art. 141.
13. Jacques Augustin Galiffe, Notices génealogiques..., tomo III, p. 381. A pesar de estas medidas severas de la policía reformadora, la inmoralidad caló en Ginebra como en todos los lugares donde prevaleció la Reforma: “Al final de la carrera del reformador... la inmoralidad..., de pronto, tuvo su apogeo. El sistema de represión había tenido un mal suceso” (Jean Barthélemy Galiffe, Quelques pages d’histoire exacte sur les procès criminels intentés à Genève, en 1547. Ginebra, 1862, p. 95). “Jamás la inmoralidad secreta fue tan grande en Ginebra, como lo fue precisamente en la época que debía ser más que las otras como piedra de toque para este mismo sistema, aplicado exclusivamente a quienes estuvieran censados y se sometieran voluntariamente a él” (Ibíd., p. 96. Cfr. Jean Barthélemy Galiffe, Nouvelles pages d’histoire exacte, pp. 96-98).
12. Canónigo François Fleury, Calvin à Genève, Quelques pages de sa vie à l’occasion du 300me anniversaire de sa mort, par un genevois. Ginebra, 1864, art. 141.
13. Jacques Augustin Galiffe, Notices génealogiques..., tomo III, p. 381. A pesar de estas medidas severas de la policía reformadora, la inmoralidad caló en Ginebra como en todos los lugares donde prevaleció la Reforma: “Al final de la carrera del reformador... la inmoralidad..., de pronto, tuvo su apogeo. El sistema de represión había tenido un mal suceso” (Jean Barthélemy Galiffe, Quelques pages d’histoire exacte sur les procès criminels intentés à Genève, en 1547. Ginebra, 1862, p. 95). “Jamás la inmoralidad secreta fue tan grande en Ginebra, como lo fue precisamente en la época que debía ser más que las otras como piedra de toque para este mismo sistema, aplicado exclusivamente a quienes estuvieran censados y se sometieran voluntariamente a él” (Ibíd., p. 96. Cfr. Jean Barthélemy Galiffe, Nouvelles pages d’histoire exacte, pp. 96-98).
14. Jacques Augustin Galiffe, Notices génealogiques..., tomo III, p. 328. Sobre los excesos y tiranía de Calvino en Ginebra, cfr. J. B. Galiffe, Quelques pages d’histoire exacte sur les procès criminels intentés à Genève, en 1547, contre Ami Perin et Laurent Maigré. Memorias del Instituto Nacional Ginebrino, 1862; En Nouvelles pages d’histoire exacte soit le procès de Pierre Ameaux, Memorias del Instituto Nacional Ginebrino, 1863; Franz Wilhelm Kampschulte, Johann Calvin, seine Kirche und sein Staat in Genf, Leipzig, 1869; Canónigo François Fleury, Calvin à Genève, Quelques pages de sa vie à l’occasion du 300me anniversaire de sa mort, par un genevois. Ginebra, 1864.
15. De los colaboradores de Calvino me contentaré con la observación de Galiffe: “Muchos de los colegas del reformador tienen historias muy escandalosas cuyos detalles no pueden entrar en una obra destinada a los dos sexos: yo podría publicar algunas historias en latín para la edificación de los tartufos”. Notices génealogiques..., tomo III, p. 381, nota.
la biografia de éste señor, la comparo con la de Luthero, Giovanni di Pietro Bernardone y Tomás Moro. SIN ELLOS, LA IGLESIA CARECERIA DE VALORES RELEVANTES.
ResponderEliminarDe Giovanni di Pietro Bernardone (San Francisco de Asís) y Santo Tomás Moro, vaya y venga. Pero ¿qué de bueno aportaron Lutero y Calvino a la Iglesia?
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