lunes, 13 de mayo de 2013

ACLARACIONES PERTINENTES SOBRE “CONSIDERACIÓN TEOLÓGICA SOBRE LA SEDE VACANTE”, POR EL PADRE BASILIO MÉRAMO

Desde RADIO CRISTIANDAD

ACLARACIONES SOBRE LA PUBLICACIÓN DEL ESCRITO “CONSIDERACIÓN TEOLÓGICA SOBRE LA SEDE VACANTE”, DE HACE CASI 20 AÑOS


Aunque con varias impresiones por algunas correcciones ortográficas o gramaticales y cambio de formato, el trabajo: Consideración Teológica sobre la Sede Vacante, nunca se hizo público.


Dicho ensayo, fue escrito hace 20 años, quedando finalizado a fines de 1973 y enviado al entonces Superior General de la Fraternidad San Pío X, el Padre Franz Schmidberger el día 13 de Mayo de 1994, fecha mariana muy significativa. Ahora lo saco a la luz pública, (sin modificaciones, salvo alguna que otra corrección de puntuación y dos o tres citas de Santo Tomás que fueron añadidas, lo cual hago con cierto temor, pues no es mi intención suscitar la controversia que no es de mi agrado, habiendo tantas posiciones asumidas y tomadas por unos y otros, dados los prejuicios e ideas erróneas que muchos, al sostener tal o cual posición sobre el tema tienen, e incluso absolutizan cual si fuera un dogma o cuasi dogma de fe, pero con visiones y posiciones contrarias.

La cuestión de la Sede Vacante, nunca ha sido expuesta como una conclusión teológica evidente quad sapientes tantum (para los doctos y entendidos) y quizá ahora con el transcurso del tiempo pueda llegar a ser evidente quad omnes (para todos, o si se quiere para muchos al menos) con todo lo que se ha ido manifestando hasta hoy día.

La gran mayoría, sea del lado tradicionalista o del modernista, han enfocado el tema como una verdad per se nota, es decir, evidente por sí misma y de modo a priori, o dogma de fe o cuasi de fe. Es decir, están en una óptica o tesitura apriorística categórica donde el discurso o razonamiento teológico no tiene mayor importancia ni cabida, pues lo que es de fe no se razona.

Como conclusión teológica, parte de principios o premisas (al menos la primera de fe) a través de los cuales se razona en vista de una conclusión, que depende de todo el valor argumentativo del que se tenga. Muy distinto es si de manera racionalista se parte de principios o ideas categóricas y a priori, como las famosas categorías kantianas, o también de manera fideísta al hacer de un principio o verdad algo dogmático, de fe o cuasi de fe, que imperativamente se impone por sí mismo sin que medie algún tipo de razonamiento deductivo teológico.

La conclusión teológica supone que hay un razonamiento a partir de premisas tomadas de la fe, pero que por vía de raciocinio se llega a una conclusión teológicamente cierta y verdadera, sin apriorismos categóricos como las ideas kantianas de la filosofía moderna, ni mucho menos del dictado a priori de la fe, cual si se tratara de un dogma o cuasi dogma sin serlo.

Lejos de apriorismos y de racionalismos típicos de la mentalidad moderna o del fideísmo obtuso que suprime de un solo plumazo, el discurso y la doctrina teológica.

Para dar un ejemplo, guardando las distancias, pasaría algo parecido a lo de la famosa cuestión filosófica de las pruebas de la existencia de Dios, donde hay toda una argumentación filosófica a partir de la realidad existente que nos circunda, y no a través de ideas como el caso del ontologismo (dicho de paso no confundir con el argumento ontológico de San Anselmo que aunque parecido en apariencia, nada tiene que ver en el contenido filosófico) haciendo de la idea de Dios una idea innata per se nota, lo cual fue la raíz de todo el pensamiento moderno inaugurado por el descartado Descartes, y así se llegó a tal desvarío de impugnar la demostración que Santo Tomás nos prodigaba por las cinco famosas vías para probar la existencia de Dios, pues lamentablemente hay que decirlo, la filosofía, y mucho menos la teología, no son el patrimonio de muchos, sino que lamentablemente de pocos, muy pocos; como ya decía el gran Fray Luis de León en verso: 

Que descansada vida, lejos del mundanal ruido, para seguir la escondida senda por donde han ido, los pocos sabios que en el mundo han sido”.

No hay que hacer de la infalibilidad del Papa solo, cuando él habla ex cáthedra, una extensión ilegítima que no está dentro de los cánones de lo definido rigurosa estricta y limitadamente por el Magisterio infalible de la Iglesia, para que, compulsiva y desbordadamente se crea como dogma de fe, lo que no es tal, sin percatarse que por el mismo hecho se cae en una estulta idolatría, divinizando o cuasi divinizando la persona del Papa de turno, como si todo lo que saliera de su boca, fuera dogma de fe, sin percatarse que la única persona Divina de un hombre, es el caso único y exclusivo de Cristo. Y que la única infalibilidad sin límites ni condiciones ni limitaciones, es la de Dios, toda otra, es una infalibilidad por lo mismo participada y por ende limitada dentro del contexto del recipiente en el cual se comunica, siendo así que la infalibilidad, tanto de la Iglesia en su Magisterio Ordinario Universal (de todo el Colegio Episcopal unido con su cabeza, el Obispo de Roma, unánimemente proclamando y enseñando una verdad como divinamente revelada) o el caso de la misma infalibilidad que el Obispo de Roma, el Papa o Romano Pontífice, él solo unilateralmente, sin ningún tipo de colegialidad magisterial (lo cual, dicho de paso no hay que confundir con el colegialismo jurídico, comúnmente conocido como colegialismo), posee cuando habla ex cáthedra, sujetándose a lo que ese término encierra y por ende limita, límites fuera de los cuales, si se sobrepasa, se sale de lo estrictamente definido por la Iglesia y se cae en una sutil idolatría, tanto como la de los pueblos paganos, cual los romanos que divinizaban al César, o los Imperios Indígenas como el de los Aztecas que divinizaban al Emperador (cacique), o en el desierto los judíos como pueblo elegido de Dios, idolatraban al becerro de oro; aquí lo que se idolatra, no tan burdamente, sería la persona del Papa o por lo menos el ejercicio de su divino poder extralimitando lo definido. Por eso la Iglesia enseña a través del canon 1323 § 3

No se ha de tener por declarada o definida dogmáticamente ninguna verdad mientras eso no conste manifiestamente”. (Código de Derecho Canónico de 1917).

Esto es lo que muchos no entienden o no quieren ver, si el Papa solo fuera siempre infalible este canon está de más, sobra y es inútil. Muchos desgraciadamente confunden Magisterio Ordinario Universal (de toda la Iglesia docente) y Magisterio Ex Cáthedra (Magisterio Extraordinario Universal del Papa, de él solo). Infalibilidad que no es para decir lo que quiera ni lo que se le venga en gana sino para confirmar a sus hermanos en la fe de la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana fuera de la cual no hay salvación, ensañando la Sacrosanta Tradición sin doctrinas nuevas (progresistas y modernistas): 

“Pues no fue prometido a los sucesores de Pedro el Espíritu Santo para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, santamente custodiaran y fielmente expusieran la revelación transmitida por los Apóstoles, es decir el depósito de la fe”. (Dz. 1836).

Por causa de todo esto, las divisiones han sido tremendas dentro del campo del tradicionalismo, es decir de todos aquellos que de algún modo, no han querido aceptar el modernismo, pero que han sido inhibidos los unos como la línea media o exacerbados los otros, como al ultra y a rajatabla sedevacantismo visceral, que no ha ponderado el tema de la Sede Vacante dentro de un contexto teológico más ecuánime y real, queriendo imponerlo por lo mismo a diestra y siniestra, al punto de que el que no lo acepte es tachado ipso facto de hereje, e incluso queriendo hacer esta imputación al mismo Monseñor Lefebvre y al director de Seminario Francés, el famoso Padre Le Floch, que ya en el año 1926, llegó a decir proféticamente: “La herejía que viene será la más peligrosa de todas; y ella consiste en la exageración del respeto debido al Papa y en la extensión ilegítima de su infalibilidad”. Que es lo que exactamente está pasando. Para que se vea hasta donde, quizá con las mejores de las intenciones, pero cayendo en un rigorismo mental falto de profundidad filosofía y teología, se llega a serruchar la rama sobre la cual se está sentado, o cortar la soga que nos puede sacar del abismo.

Por todo lo anterior, el tema se ha hecho un tabú y conlleva un descalificativo para todo aquel que quiera abordarlo, siendo tildado de loco y extremista, lo cual en el fondo ha sido auspiciado por la misma Roma Apóstata y ha beneficiado esa nueva postura dentro de la Fraternidad Sacerdotal San Pio X, a través de la sinapsis neuronal Ratzinger-Schmidberger, para sacar el beneficio que de ello se obtiene en su provecho y que ahora está a punto de fagocitar a la dicha gloriosa asociación fundada por Monseñor Lefebvre y hoy vilmente traicionada por Monseñor Fellay y su cúpula, convirtiéndola en la Neo Fraternidad de malamérita memoria.

Quienes detentan el poder en la Iglesia Modernista y aún no pocos en la Tradición, de manera malintencionada han querido siempre aprovecharse de la ignorancia que en estos temas suele tener el común de los fieles e incluso muchos sacerdotes, para intimidarlos con el estigma del cisma o la herejía y debe quedar claro de una vez por todas que la posición teológica sobre la sede vacante no constituye en ninguna manera ni cisma ni herejía, puesto que no versa sobre dogmas de fe, sino sobre cuestiones teológicas que han sido planteadas y consideradas por los grandes doctores y teólogos y como se expone en el escrito en cuestión, tiene una clara argumentación y corresponde a una conclusión plenamente fundada. En ningún momento se desconoce la autoridad del Papado, por el contrario, confirmamos nuestro apego y adhesión a la Roma Eterna de siempre, a la cátedra de Pedro y al magisterio de todos los Papas anteriores al Concilio Vaticano II, pero no podemos dejar de verificar cuando las actitudes, comportamientos y enseñanzas de quienes usurpan la sede de Pedro, coinciden con los casos de herejía, apostasía y cisma planteados por los doctores de la Iglesia.

No me queda más que decir, para no tener que hacer modificaciones en el texto, que habría que tener en cuenta, lo que dijera Monseñor Lefebvre, sobre la visibilidad de la Iglesia, pero que yo en ese entonces no lo tenía presente en mi memoria, que dice muy claramente: “Queda claro que somos nosotros quienes conservamos la unidad de la fe, que desapareció de la Iglesia oficial”. (Fideliter n°66 Noviembre-Diciembre de 1988) y además, al puntualizar de manera magistral: “No somos nosotros, sino los modernistas quienes salen de la Iglesia; en cuanto a decir, ‘salir de la Iglesia visible’ es equivocarse, asimilando Iglesia oficial a la Iglesia visible. (…) ¿Salir, por lo tanto de la Iglesia oficial?, en cierta medida, sí, obviamente”. (Ibídem). Y para que no quede ninguna duda al respecto, aunque internamente esto siempre se lo quiso eclipsar, tapar, ocultar por la mano negra de los superiores generales, tanto el que fuera entonces, el P. Schmidberger, como el hoy Superior General Monseñor Fellay y toda la cúpula; Monseñor Lefebvre dice paladinamente: “Es increíble que se pueda hablar de Iglesia visible en relación a la Iglesia conciliar y en oposición con la Iglesia Católica, que nosotros intentamos representar y seguir. (…) Pero, nosotros representamos de verdad la Iglesia Católica tal como era antes, puesto que seguimos eso que siempre ha hecho. Somos nosotros quienes tenemos las notas de la Iglesia visible: la unidad, la catolicidad, la apostolicidad, la santidad. Esto es lo que constituye la Iglesia visible”. (Fideliter n° 70, Julio-Agosto 1989).

Por eso Monseñor Lefebvre se permitió y pudo decir después de una entrevista con el entonces Cardenal Ratzinger, el 14 de Julio de 1987: “Lamentablemente debo decir que Roma ha perdido la fe, Roma está en la apostasía. Estas no son palabras en el aire, es la verdad: Roma está en la apostasía”.(Conferencia durante el retiro sacerdotal en Ecône, 4 de Septiembre de 1987). Exactamente lo que ya había profetizado Nuestra Señora de La Salette, no solo que la Iglesia sería eclipsada, sino además Roma perdería la fe y sería la sede del Anticristo. Por eso también en la misma conferencia, se atrevió a decir: “Pienso que podemos hablar de descristianización y que esas personas que ocupan Roma hoy son anticristos. No he dicho ante Cristos, he dicho Anticristos, como lo describe San Juan en su Primera Carta: ‘Ya el Anticristo hace estragos en nuestro tiempo’. El Anticristo, los anticristos; ellos lo son, es absolutamente cierto”. Aunque esto después trataron de alambicarlo y escamotearlo los que hoy se creen los dignos discípulos y sucesores de Monseñor Lefebvre, cuando son en realidad todo lo contrario.

Cabría también precisar, referente a lo que se dice del Obstáculo con lo que dijo San Pío X, para mí en aquel entonces desconocido, pero que viene a redondear y precisar sobre su misterioso significado, dando gran luz, cuando retomando el pasaje del mandato del Apóstol San Pablo I Timoteo 6, 13-14: “ ‘Te ordeno observar este mandato (la doctrina que él había enseñado) inmaculado, intacto, hasta la venida de Nuestro Señor Jesucristo’. Cuando esta doctrina no pueda más guardarse incorruptible y que el imperio de la verdad no sea ya posible en este mundo, entonces el Hijo de Dios, aparecerá una segunda vez. Pero hasta ese último día, debemos mantener intacto el depósito sagrado y repetir la gloriosa declaración de San Hilario: ‘Vale más morir en este siglo, que corromper la castidad de la verdad’ ”. (Pie X, Jérome Dal-Gal, 1953, p.107-108). Con lo cual se ve que el Obstáculo es el Imperio de la Verdad mantenido por la Iglesia y el cual abarca todos los otros aspectos que sean vislumbrados parcialmente y ahora quedan comprendidos y sintetizados en la Verdad que Impera por obra de la Iglesia y su Magisterio Divino. Esto es precisamente lo que a partir del Concilio Vaticano II ha sido destruido y ha dejado de existir.

De otra parte, habría que precisar que la argumentación teológica de este estudio que se hizo durante el pontificado de Juan Pablo II, se puede hacer extensiva retrospectivamente al pontificado de Pablo VI, quien continuó, formalizó y decretó el Concilio Vaticano II, haciéndolo doctrina oficial de la Iglesia y rematando con su discurso de clausura el 7 de diciembre de 1965, al proclamar la “Nueva Religión del Hombre”, o lo que el escritor colombiano Nicolás Gómez Dávila, ya había estereotipado a la actual democracia, surgida de la llamada Revolución Francesa, definiéndola como una religión antropoteísta; así como también hacerla extensiva proyectivamente a los pontificados de Benedicto XVI y el del hoy triunfante y radiante Francisco. Y así como de todos los que vengan en el nombre del conciliábulo Vaticano II y su herética reforma que instaura oficialmente la Contra-Iglesia del Anticristo o la Nueva Iglesia conciliar o post conciliar.

Hago además publicación de dos cartas: una la del Padre Schmidberger como Superior General, en respuesta a mi escrito y que confiesa haber sido en un principio sedevacantista; y la otra, el aval del famoso Padre Coache, doctor en Derecho Canónico y por todos los de la época de entonces conocido, dando su respaldo al mismo.

+ Padre Basilio Méramo
Bogotá, 13 de Mayo de 2013

2 comentarios:

  1. Felicidades! Ciertamente ser o pensar que no gozamos de un Papa legítimo desde la muerte de Pío XII no es causa de excomunión; por el contrario, dudar de la Inmaculada Concepción , cuestionar el Sacrificio del Altar como renovación del Calvario o renegar de la existencia del Purgatorio, como tantos sacerdotes "católicos" creen y predican, eso SI escausa de excomunión, ya que es herejía, y díganme ustedes qué "Obispo" de la neo iglesia del Vaticano castiga a esos sacerdotes.

    Los sedevacantistas solo negamos que hayamos tenido Pastor desde Roncalli, pero no negamos ni un solo Dogma ni artículo de fe.

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