Oh Gloriosísima Virgen María, Madre de Dios y Madre Nuestra, volved
vuestros ojos de piedad sobre nosotros, miserables pecadores; estamos
sumamente afligidos por los males que nos rodean en esta vida, pero
especialmente sentimos romper nuestro corazón al oir los temerarios
insultos y blasfemias proferidas contra Vos, ¡oh Virgen Inmaculada!
¡Cuánto ofenden esos dichos impíos la infinita Majestad de Dios y de su
Unigénito Hijo, Jesucristo! ¡Cuánto provocan Su indignación y nos da
razón para temer los terribles efectos de su divina venganza!
Quisiéramos que el sacrificio de nuestras vidas pudiese provechoso para
poner fin a aquellos ultrajes y blasfemias; si fuera así, cuán
dichosamente deberíamos hacerlo, porque deseamos, ¡oh Madre Santísima!,
amaros y honraros con todo nuestro corazón, porque esto es la Voluntad
de Dios. Y solo porque os amamos, haremos todo cuanto esté en nuestras
fuerzas para que Vos seáis amada y venerada por todos los hombres.
Entretanto, Vos, nuestra Madre misericordiosa, suprema consolatriz de
los afligidos, aceptad este nuestro acto de reparación que os ofrecemos
por nosotros y por nuestras familias, como también por todos aquellos
que impíamente blasfeman contra Vos, sin saber lo que dicen. Obtenedles
para ellos de Dios Omnipotente la gracia de la conversión, y así se
manifestará y glorificará aún más vuestra Bondad, vuestro Poder y
vuestra gran Misericordia. Que ellos puedan unirse a nosotros para
proclamaros Bendita entre las mujeres, la Virgen Inmaculada y muy
compasiva Madre de Dios. Amén. Rezar tres Avemarías.
(Por este solo acto de reparación, 300 días de Indulgencia. Plenaria al
mes, con las condiciones de rigor. Papa León XIII. Marzo 21 de 1885)
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