Tomado de LA PUERTA ANGOSTA
Santa Catalina de Siena
Diálogos de Santa Catalina de Siena, Capítulo XI: "Cómo los imperfectos quieren seguir solamente al Padre, pero los perfectos al Hijo; y de una visión que tuvo esta alma devota, en la cual se refieren varios Bautismos y de algunas otras cosas útiles y excelentes".
Te he dicho que salen afuera, lo cual es señal de que se levantaron de la imperfección y llegaron a la perfección. Abre los ojos de tu entendimiento y míralos correr por el puente de la doctrina de Cristo crucificado, el cual es vuestra regla, camino y doctrina. No se proponen otra cosa ante los ojos de su entendimiento que a Cristo crucificado. No se proponen a Mí, que soy el Padre, como lo hace el que está en el amor imperfecto, el cual no quiere padecer penas, y porque en Mí no puede haberlas, desean el contentamiento que en Mí hallan, y por eso digo que siguen en Mí, no a Mí; esto es el deleite que hay en Mí, no a Mí mismo. No proceden así estos (los que quieren la perfección), sino que como embriagados y encendidos en amor subieron estos tres escalones generales, que signifiqué en las tres potencias del alma, y los tres actuales, que te manifesté en el cuerpo de Cristo crucificado, mi Unigénito Hijo. Habiendo subido a los pies con los del afecto, llega al costado, en donde halló el secreto del corazón y conoció el Bautismo del agua, el cual tiene virtud en la sangre, en donde halló gracia en el santo Bautismo, dispuesto el vaso del alma a recibir la gracia unida y enlazada con la sangre.
¿En dónde conoció esta dignidad de verse unida y enlazada con la sangre del Cordero, recibiendo el santo Bautismo en virtud de la sangre? En el costado, donde conoció el fuego de la Divina Caridad. Así te lo manifestó mi Verdad cuando la preguntaste, diciendo: "Dulce e inmaculado Cordero, ya habías muerto cuando te abrieron el costado, ¿por qué, pues, quisiste ser herido y partido el corazón?"
Y Él te respondió que por muchos motivos había sucedido esto, y te diré uno de los principales, y fue porque mi deseo para con el linaje humano era infinito, y el acto de sufrir penas y tormentos era limitado y finito; y por cuanto en cosa finita no podía mostrar el amor infinito, por tanto quiso que vieseis el secreto del corazón mostrándoosle abierto, para que vieseis que más amaba de lo que manifestaba por una pena finita. Derramando sangre y agua os mostré el santo Bautismo, el cual recibisteis en virtud de la sangre y, sin embargo, derramaba sangre y agua. Manifestaba también el Bautismo de sangre de dos maneras, uno en aquellos que son bautizados en su sangre vertida por Mí, el cual tiene virtud por mi sangre, no pudiendo ellos ser bautizados. Algunos otros se bautizan con fuego, deseando el Bautismo con afecto de amor, y no lo pueden tener. Mas no hay Bautismo de fuego sin sangre, porque la sangre está enlazada y unida con el fuego de la Divina caridad, porque fue vertida por amor.
También recibe el alma de otra manera este Bautismo de sangre, hablando figuradamente, y esto proveyó la caridad Divina porque, conociendo la flaqueza y debilidad del hombre, éste me ofende por ella, no que sea precisado, ni ningún otro motivo le induzca a la culpa, si él no quiere; mas cae como frágil en pecado mortal, por el cual pierde la gracia que recibió en el santo Bautismo en virtud de la sangre, por tanto fue precisado que la caridad Divina dejase el Bautismo continuo de la sangre, el cual se recibe con la contrición del corazón y con la confesión, confesándose cuando pueda con mis Ministros, que tienen las llaves de la sangre, la cual derraman sobre el alma; y no pudiendo confesarse basta la contrición del corazón. Entonces mi clemencia os da el fruto de esta preciosa sangre; pero pudiendo confesaros, quiero que lo hagáis, y el que pueda confesarse y no quiera, será privado del fruto de la sangre. Es sin embargo cierto que al fin de la vida, si quisiere confesarse, aunque no pueda, todavía recibirá el dicho fruto de la sangre; pero no haya alguno tan necio que con esta esperanza espere a la hora de la muerte para arreglar su vida, pues no está seguro de que por su obstinación no le diga mi justicia Divina: Ya que tú no te acordaste de mí en el tiempo de tu vida cuando podías, yo también me olvidaré de ti en la hora de la muerte. Así que nadie debe fiarse, y si por culpa suya se ha descuidado, no debe dilatar este Bautismo a la última hora con la esperanza de esta sangre.
Ya ves que es continuo este Bautismo con que debe bautizarse el alma, pues puedes conocer en él que la pena de la cruz fue finita, pero el fruto de la pena que por Mí habéis recibido, es infinito; porque fue en virtud de la naturaleza Divina, que es infinita, unida con la humana, la cual sufrió la pena en el Verbo, vestido de vuestra humanidad. Mas porque está una naturaleza unida y enlazada con la otra, por eso la Deidad eterna trajo a sí la pena que yo padecí con tan encendido amor, y por tanto puede esta operación llamarse infinita, no porque lo sea la pena que yo padecí, ni la actual del cuerpo, ni la del deseo, que yo tenía de redimiros, pues terminó en la cruz cuando espiré, sino el fruto que dimanó de la pena y deseo de vuestra salud, que es infinito, y por tanto lo recibisteis infinitamente, porque si no hubiera sido infinito, no hubiera sido restituido a la gracia todo el linaje humano, pasados, presentes y venideros: Ni el hombre cuando peca pudiera levantarse, si no fuese infinito este Bautismo de sangre, esto es, si el fruto de la sangre no fuese infinito. Esto os manifesté en la llaga del costado de mi Hijo, donde puedes hallar los secretos del corazón, manifestando que os ama más de lo que puede manifestar con una pena finita. Te he manifestado ser este fruto infinito. ¿Con qué? Con el Bautismo de sangre unida a mi ardiente caridad, derramada por amor. Y en el Bautismo general dado a los cristianos, y a cualquiera que lo reciba del agua unida con la sangre y con el fuego, en donde el alma se hace una misma cosa con mi sangre, y para dároslo a entender, quise que del costado saliese sangre y agua. Te he respondido a lo que me preguntabas.
¿En dónde conoció esta dignidad de verse unida y enlazada con la sangre del Cordero, recibiendo el santo Bautismo en virtud de la sangre? En el costado, donde conoció el fuego de la Divina Caridad. Así te lo manifestó mi Verdad cuando la preguntaste, diciendo: "Dulce e inmaculado Cordero, ya habías muerto cuando te abrieron el costado, ¿por qué, pues, quisiste ser herido y partido el corazón?"
Y Él te respondió que por muchos motivos había sucedido esto, y te diré uno de los principales, y fue porque mi deseo para con el linaje humano era infinito, y el acto de sufrir penas y tormentos era limitado y finito; y por cuanto en cosa finita no podía mostrar el amor infinito, por tanto quiso que vieseis el secreto del corazón mostrándoosle abierto, para que vieseis que más amaba de lo que manifestaba por una pena finita. Derramando sangre y agua os mostré el santo Bautismo, el cual recibisteis en virtud de la sangre y, sin embargo, derramaba sangre y agua. Manifestaba también el Bautismo de sangre de dos maneras, uno en aquellos que son bautizados en su sangre vertida por Mí, el cual tiene virtud por mi sangre, no pudiendo ellos ser bautizados. Algunos otros se bautizan con fuego, deseando el Bautismo con afecto de amor, y no lo pueden tener. Mas no hay Bautismo de fuego sin sangre, porque la sangre está enlazada y unida con el fuego de la Divina caridad, porque fue vertida por amor.
También recibe el alma de otra manera este Bautismo de sangre, hablando figuradamente, y esto proveyó la caridad Divina porque, conociendo la flaqueza y debilidad del hombre, éste me ofende por ella, no que sea precisado, ni ningún otro motivo le induzca a la culpa, si él no quiere; mas cae como frágil en pecado mortal, por el cual pierde la gracia que recibió en el santo Bautismo en virtud de la sangre, por tanto fue precisado que la caridad Divina dejase el Bautismo continuo de la sangre, el cual se recibe con la contrición del corazón y con la confesión, confesándose cuando pueda con mis Ministros, que tienen las llaves de la sangre, la cual derraman sobre el alma; y no pudiendo confesarse basta la contrición del corazón. Entonces mi clemencia os da el fruto de esta preciosa sangre; pero pudiendo confesaros, quiero que lo hagáis, y el que pueda confesarse y no quiera, será privado del fruto de la sangre. Es sin embargo cierto que al fin de la vida, si quisiere confesarse, aunque no pueda, todavía recibirá el dicho fruto de la sangre; pero no haya alguno tan necio que con esta esperanza espere a la hora de la muerte para arreglar su vida, pues no está seguro de que por su obstinación no le diga mi justicia Divina: Ya que tú no te acordaste de mí en el tiempo de tu vida cuando podías, yo también me olvidaré de ti en la hora de la muerte. Así que nadie debe fiarse, y si por culpa suya se ha descuidado, no debe dilatar este Bautismo a la última hora con la esperanza de esta sangre.
Ya ves que es continuo este Bautismo con que debe bautizarse el alma, pues puedes conocer en él que la pena de la cruz fue finita, pero el fruto de la pena que por Mí habéis recibido, es infinito; porque fue en virtud de la naturaleza Divina, que es infinita, unida con la humana, la cual sufrió la pena en el Verbo, vestido de vuestra humanidad. Mas porque está una naturaleza unida y enlazada con la otra, por eso la Deidad eterna trajo a sí la pena que yo padecí con tan encendido amor, y por tanto puede esta operación llamarse infinita, no porque lo sea la pena que yo padecí, ni la actual del cuerpo, ni la del deseo, que yo tenía de redimiros, pues terminó en la cruz cuando espiré, sino el fruto que dimanó de la pena y deseo de vuestra salud, que es infinito, y por tanto lo recibisteis infinitamente, porque si no hubiera sido infinito, no hubiera sido restituido a la gracia todo el linaje humano, pasados, presentes y venideros: Ni el hombre cuando peca pudiera levantarse, si no fuese infinito este Bautismo de sangre, esto es, si el fruto de la sangre no fuese infinito. Esto os manifesté en la llaga del costado de mi Hijo, donde puedes hallar los secretos del corazón, manifestando que os ama más de lo que puede manifestar con una pena finita. Te he manifestado ser este fruto infinito. ¿Con qué? Con el Bautismo de sangre unida a mi ardiente caridad, derramada por amor. Y en el Bautismo general dado a los cristianos, y a cualquiera que lo reciba del agua unida con la sangre y con el fuego, en donde el alma se hace una misma cosa con mi sangre, y para dároslo a entender, quise que del costado saliese sangre y agua. Te he respondido a lo que me preguntabas.
Diálogos de Santa Catalina de Siena, Jerónimo de Gigli, 1797
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