lunes, 19 de noviembre de 2018

DE LOS «BAILES» MODERNOS

  
  
Cosa ingrata es tener que escribir sobre bailes modernos, aunque no sea sino para responder a un sencillo caso de conciencia. Porque aun en este caso, si se ha de decir algo sustancial que ayude a formar un criterio moral realista y objetivo, hay que descender a ciertas explicaciones que disgustarán a muchos y satisfarán a pocos.
  
Y desde luego, la primera pregunta del caso nos mete de lleno en el tema más escabroso: «¿Qué bailes se pueden considerar como prohibidos?».
  
Naturalmente tenemos que responder dándonos cuenta de que vivimos a principios del siglo XXI, cuando la calidad de los bailes y las circunstancias que los acompañan difieren enormemente de los que vio San Alfonso María de Ligorio y muchos de sus comentadores.
  
Claro esta que no me pondré a citar nombrecitos de bailes, con su clarificación. Bastara fijarse en ciertos caracteres generales de los bailes modernos, tomando los datos de autores profanos conocedores de la materia, con toda la sobriedad y delicadeza posible; creo se pueden resumir de esta manera:
«Una unión sumamente estrecha del cuerpo del varón y el cuerpo de la mujer, con una intimidad excesiva y diversas actitudes voluptuosas, dominadas por una especie de abandono languido de la mujer en los brazos del varón. La música en general lúgubre, sumamente monótona, semejante a un martilleo que impone tiránico ritmo de las acometidas o de entregas».
Por lo que se refiere a las variantes de un baile a otro bastara copiar a la letra las siguientes frases del cronista de la «Vida Parisiense» en «Le Temps». Mr. Abel Hermant: «En cada danza, cada uno de los gestos es un signo. El estado de civilizacion se muestra en el hecho de que los signos no se parezcan demasiado a las cosas significadas».
  
Esto quiere decir que ese civilizado velo no es sino un cómplice de la malicia o picardía semi-revelada que le hace más picante a los iniciados. En cuanto al objeto significado en todas esas señas dice el mismo autor: «Todos los bailes, desde los más castos hasta los más indecentes, desde los más modestos hasta los más extravagantes, son variaciones de un solo tema, el amor».
 
Hay que comprender que el termino amor no significa aquí ese sentimiento elevado, espiritual, que une las almas; sino todo lo contrario, la baja pasión pariente de la concupiscencia de la carne. Por tanto bailar ahora, es jugar con fuego.
 
Ahora bien, de estos bailes, qué debemos pensar respecto a estas tres cosas:
  • Asechanzas a la castidad,
  • Cooperación al pecado ajeno,
  • Escándalo.
La respuesta no la daré yo, sacerdote; se me tendría por mal informado, exagerado, misántropo, qué sé yo. Que respondan hombres del mundo, maestros de baile, artistas de teatro, novelistas, escritores de revistas mundanas, de periódicos profanos, médicos de celebridad mundial, etc.

En París se realizó una «encuesta» sobre los bailes. Su título es: «¿Bailarán Ellas?». Su autor el Sr. José Germán se dirigió de preferencia a mundanos bien conocidos, pidiéndoles su parecer sobre el baile moderno. En dichas respuestas hay algunas -bien pocas- indulgentes; pero la inmensa mayoría hablan con una severidad tan rigurosa que dejan atrás a los mas estrechos moralistas. Entresacaré algunas respuestas de las menos crudas, para nuestra edificacion:
  • «Después de todo, esos bailes no conservan del baile sino el nombre. La verdad es que dentro de este término se encierra, bien disimulada, una muy baja y fea realidad». (Abel Hermant).
  • «Un torbellino de sexos» (Victor Margueritte).
  • «Un peligro constante para los jóvenes» (M. Teneo, Bibliotecario de la ópera).
  • «Un delito, un verdadero crimen para los padres y madres cuando no echan mano de su autoridad para defender a sus hijas» (Tancredo Martel, publicista).
  • «Indigna la grosería inconveniente de las actitudes que imponen esos bailes importados de los peores suburbios de la Argentina» (Paul Bourget, el gran novelista).
  • «Me ha bastado ver ejecutar el inmundo tango y el cínico foxtrot -dice el citado Martel- para afirmar sin vacilación la grosería, la brutalidad, la falta de estética de los pretendidos bailes. Tomemoslo por lo que son...» (Aquí se multiplican las expresiones fuertes, fortísimas, semejantes a las que estampan otros escritores como el, que serán lo que se quiera, menos moralistas rígidos, ni gente escandalizable).
  • «Ese carácter de intimidad enteramente excesiva que tanto choca en los bailes modernos prepara y explica todos sus funestos resultados...» (Sra. Regina de la «Ópera cómica»).
  • «Esta es la respuesta que me dio uno de mis jóvenes discípulos: Si yo viese a mi hermana así enlazada con su compañero de baile, aunque este fuera mi mejor amigo, recibiría de mi mano la mejor bofetada de toda la vida». (Srta. Enriqueta Regnier de la «Ópera»). Y enseguida ella añade por su cuenta: «Yo concluyo que tiene que haber algo allí; pero ese algo no tiene que ver nada con la danza».
  • «Es un peligro que hay que combatir a todo trance. Esas danzas, no tienen éxito sino porque son una serie de actitudes... abominables» (Dr. Bernard, uno de los grandes ginecólogos de París). El mismo Dr. Bernard dice a los reporteros de la dicha encuesta: «Yo os puedo referir un conjunto de hechos controlados, observados imparcialmente; y yo estimo que por mi vocación profesional debo trabajar por remediar los errores patológicos del dominio psíquico; es mi deber denunciar la extrema gravedad que tiene para el porvenir de la raza y para la salud física y moral de nuestros semejantes la deplorable practica de los bailes que no son nuestros...».
  • Otro celebre ginecólogo, el Dr. Pinard, entre otras cosas dice: «Esos bailes llamados modernos producen en un gran numero de jovencitas una excitacion deplorable... Son perjudiciales a la perpetuidad de la especie». Y el Dr. Pages precisa la explicacion diciendo: «Parece que allí esta todo previsto para producir una excitacion...».
Ante esas frases -hemos escogido las menos crudas- nos parecen débiles los anatemas de personas eclesiásticas: «Bailes exóticos y bárbaros, todos ellos chocantes, propios para desterrar todo resto de pudor» (Benedicto XV, Encíclica «Sacra propédiem»).
 
De todo esto concluimos lo siguiente: Si quedan aún algunos bailes «tolerables», que no se los tolere sino con reservas, con precauciones muy sinceras y solícitas.
 
La moda del día, «lo moderno», seduce a muchas, sobre todo a muchas mamás; es cosa sutil, se infiltra por donde quiera, y aun en esos bailes «tolerables», pueden producirse, por modernos, los intolerables, los detestables, los abominales, los que serán lo que se quiera, menos bailes, los que hay que condenar sin reservas.
  
P. MANUEL MARTÍNEZ HERNÁNDEZ

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