sábado, 17 de noviembre de 2018

DEL CELO EN COMBATIR LA BLASFEMIA

Jesús purifica el Templo (Carl Bloch)
«Pero ya que se han dicho unas palabras de la blasfemia, quiero pediros un favor a todos vosotros, como recompensa de esta exhortación: que me castiguéis a los que blasfeman en la ciudad. Si vieres a alguno que blasfema de Dios en la calle o en la plaza, acércate, repréndele: y si hay que aplicar (castigo) azotes, no rehúyas; abofetéale la cara, rómpele la boca, santifica tu mano con el golpe. Y dado que algunos denuncien y seas llevado a juicio, sigue: y si el juez en su tribunal sentado te condena, di con libertad que (aquel) ha blasfemado contra el Rey de los ángeles. Pues si a los que blasfeman al rey terreno es preciso castigarlos, mucho más a los que a Dios contumelian. Porque el crimen es común, la injuria pública, lícito es a cualquiera acusar.
  
Sepan tanto los judíos, como los gentiles, que los cristianos son los custodios conservadores de la ciudad, los curadores, los presidentes, los maestros: y lo mismo adviertan los disolutos y perversos, que los servidores de Dios han de ser temidos de ellos, para que si osaren alguna vez hacer cosa semejante, se lo miren bien por todos lados, y teman las sombras, recelosos de que no vaya algún cristiano que los oye, a asaltarlos y los castigue con gran valentía».
  
SAN JUAN CRISÓSTOMO. XXI Homilías sobre las estatuas al pueblo de Antioquía de Siria (Traducción del P. Juan Oteo y Uruñuela) - Serie “Los Santos Padres”, Nº 24. Homilía I, 12. Tomo I, pág. 28. Ed. Apostolado Mariano, Sevilla 1990.

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