Por Guillaume Faye para ALERTA DIGITAL
El debate sobre el Islam, el laicismo,
la integración, la asimilación, el “comunitarismo”, la
“desradicalización” antiislamista, etc, está desconectado de lo real y
del sentido común, intelectualizado, por lo tanto fuera de la realidad y
por lo tanto es inútil. Es una ensalada de postulados ideológicos y de
deseos piadosos. Pero el corazón del problema es práctico, material,
cuantitativo demográficamente y, además, étnico. Diez principios que
deberían ser evidentes sobre esta cuestión.
Conclusión: resolver el problema global supondra un enorme choque.
Los problemas de comunitarismo creciente, de “guetización”, de fricciones y enfrentamientos incesantes con las costumbres musulmanas en expansión que degradan la vida cotidiana de los autóctonos europeos, de criminalidad multiforme en alza constante, de hundimiento del nivel de una escuela pública multiétnica, de terrorismo, evidentemente, estas ecuaciones jamás serán resueltas por medidas políticas interiores de diseño, pues son demasiado duras.
El referéndum británico a favor del “brexit” ha sido en realidad un voto protesta –algo desesperado– de las clases populares inglesas contra la inmigración. Pero una Gran Bretaña separada de la UE –si el referéndum es respetado– ¿limitará la inmigración? No es seguro.
La solución general vendrá primero de un restablecimiento de las fronteras nacionales y de una interrupción total de toda inmigración extraeuropea, incluso legal, de trabajo y de reagrupamiento familiar; segundo, una política resolutiva de expulsión de todos los clandestinos e inmigrantes en situación irregular y de “remigración” para aquellos que están en situación regular. En cuanto a aquellos que son “franceses de papel” (o de cualquier otra nacionalidad europea) debido al derecho de suelo –que deberá ser imperativamente suprimido– su situación será la más difícil de resolver, pero deberá hacerse.
Cierto, estas soluciones suponen un inmenso coraje. Provocarán choques, dramas y conflictos que habrá que afrontar. Pero continuar sin hacer nada desembocará en una situación todavía peor. La ecuación es simple: a partir del momento donde una inmigración-desagüe es autorizada (alentada) por el Estado desde hace 40 años, con una tasa de reproducción de dos a tres veces superior de las poblaciones inmigrantes, con un 90% de ellos musulmanes, y una huida de las élites jóvenes, Francia estará muerta en veinte años.
- No combatir solo los efectos de la inmigración sino, sobre todo, sus causas.
Querer prohibir los velos en los lugares públicos, controlar el financiamiento y la altura de los minaretes de las mezquitas, rechazar en escuelas, hospitales –y en todo lugar– las practicas islamicas conquistadoras, etc. –y todo esto mediante leyes y reglamentos–, todo esto es necesario. Pero hemos perdido desde el principio si no comprendemos que todo esto también es insuficiente. Fracasarán si no tratan la fuente del problema. Y esta es a la vez puramente cuantitativa y demográfica, pero también étnica: la inmigración extraeuropea de mayoría musulmana en progresión exponencial y la fecundidad netamente superior de los inmigrantes. Esta es la doble causa que hay que tomar en consideración.
- Pensar a largo plazo antes que a corto plazo.
Matemáticamente, si no se hace nada para bloquear el flujo de la inmigración, si ninguna “remigración” (retorno a su país) es puesta en marcha, para la segunda mitad del siglo XXI, Francia no será un país étnicamente “europeo” y el Islam será netamente mayoritario. Francia será un país afro-árabe musulmán (igual que muchos de sus vecinos) enfocado a violencias etno-religiosas incesantes y a la pauperización, con un éxodo masivo de los últimos europeos de origen. Guerra civil étnica endémica probable. Es la ley de hierro de la demografía (inmigración y natalidad). En este caso, simplemente Francia desaparecerá, incluso puede ser que su propio nombre.
Pero esta perspectiva de medio y largo plazo es ignorada totalmente por las oligarquías (los dirigentes actuales estarán muertos o serán nonagenarios cuando el hundimiento final se produzca) que piensan y actúan solo a corto plazo. Es el reflejo de una sociedad de lo inmediato, que no se proyecta en el futuro, que olvida su pasado, que toma Prozac o fuma porros para no pensar en el presente.
- Comprender que las fuerzas que desean la destrucción étnica de Europa están trabajando para ello.
Estas fuerzas se infiltran en el Estado francés y los otros, en la tecnocracia europea, en las oligarquías mediáticas, partitocráticas (incluido el FN) y sindicales. Ellas imponen la ideología inmigracionista y colaboran con la islamización.
Fundamentalmente antidemocráticos (“anti-populistas”, como dicen en su jerga), animados por un sentimiento nihilista de odio hacia la cultura, la historia y el enraizamiento de las naciones europeas, aliados objetivos del Islam invasivo, estas fuerzas empujan a las autoridades políticas de derecha o de izquierda a un etnocidio de los europeos. Todo está hecho para dejar entrar la marea migratoria y para destruir la raíces culturales de las identidades europeas, especialmente en la enseñanza pública y los medios de comunicación.
- El etnopluralismo es como el motor de agua, nunca funcionó en ninguna parte y nunca funcionará.
Es una idea a enterrar en el cementerio de las utopías, como el comunismo. Existe una incompatibilidad de vida en común (cohabitación territorial) en una misma unidad política entre las poblaciones étnicamente diferentes: sobre todo, si algunas son arabo-musulmanas o africanas. Las excepciones no son más que burbujas artificiales compuestas de élites.
Incluso si esto evidencia la imposibilidad del etnopluralismo (revelado ya por Aristóteles) es un tabú, una prohibición ideológica, y ella es precisamente evidente para los que viven en una zona étnicamente mixta. Esto no es sentido por las elites inmigracionistas y antiracistas simplemente porque esta gente, al contrario que los “pequeños blancos”, no viven ni están jamás en contacto con sus queridos inmigrantes arabo-musulmanes o africanos, que no son para ellos más que abstracciones. Es por lo que difunden para los otros –no para ellos– el concepto de “vivir-juntos”.
- ¿Combatir el “comunitarismo”? Demasiado tarde.
El combate contra el “comunitarismo” (esa palabra trampa que sirve para enmascarar el término de “colonización étnica”) no sirve de nada, tampoco el combate contra la islamización y contra la radicalización. Es demasiado tarde. Fue todavía posible a principios de los años ochenta del pasado siglo integrar y asimilar en la “Republica” y la cultura franco-europea a inmigrantes extra-europeos. Pero es rigurosamente imposible desde que ellos suponen porcentajes considerables, mayoritarios en ciertas zonas urbanas. Es inútil intentar mejorar las cosas, hay que darle la vuelta a la cuestión. Es decir, bloquear los flujos migratorios e invertirlos.
- No hay que ensañarse en el deseo de que ellos son “nuestros compatriotas” ya que no lo quieren.
Es rigurosamente imposible hacer una nación unida con una proporción creciente de poblaciones arabo-musulmanas y africanas, incluso francófonas. La candidez de los inmigracionistas y asimilacionistas, desde el FN al PS, de querer que esos millones de inmigrantes o hijos de inmigrantes sean “nuestros compatriotas” es equivalente al rechazo hostil de un número cada vez más grande de entre ellos –sobre todo entre los jóvenes– de considerarse como franceses –o belgas, alemanes, etc.– incluso si tienen la nacionalidad. Ellos no quieren integrarse o asimilarse. Cada vez más jóvenes de origen árabe-musulmán, africano o turco, por toda Europa, incluso con nacionalidades europeas legales, se consideran como ciudadanos de sus países de origen mientras Europa es detestada como una tierra de conquista. Ellos son un reflejo racista. Ese es su problema.
- Querer crear un “Islam de Francia” es una ridícula utopía.
El Islam no es solo incompatible con la “República”, es incompatible con todo lo que no es él mismo, religión o cultura. Es un enraizamiento psíquico profundo, étnico. De Gaulle lo había visto, de ahí su rechazo a la Argelia francesa como apéndice de Francia. La idea de un “Islam de las Luces” moderado y reformado es un callejón sin salida. Los musulmanes franco-compatibles o republicano-compatibles son minorías utopistas, o son embaucadores faltos de sinceridad. El Islam es intrínsecamente hostil a todo lo que representa la civilización europea. Las únicas ideologías que han flirteado con el islam son totalitarias: antes el nazismo y hoy día el marxismo, con el “islamo-izquierdismo”. Y no es por azar.
- Contra el terrorismo islámico: desislamizar Francia.
No es solo el espionaje y el intento de desmantelar las redes islamistas lo que evitará los atentados, ni programando en prisión (escuelas del crimen) ridículas e inoperantes (a la vez contra productivas) operaciones de “desradicalización”. Es, sobre todo, prohibiendo la entrada en el territorio (inmigración cero) de todo nuevo inmigrante musulmán y revertiendo los flujos migratorios a través de deportaciones masivas. Está mal decirlo, pero el riesgo de atentados terroristas en un país occidental es proporcional a la importancia numérica de su población musulmana.
- Admitir que la influencia musulmana y arabo-africana alcanza la totalidad del territorio nacional.
La causa de todos los problemas es demográfica y matemática. Constatación de Patricio Riberiro, secretario general del sindicato de policía Synergie-Officiers: “Ningún lugar es inmune, el fenómeno de la comunitarización y la insularidad de un montón de barrios se observa por todas partes con la infiltración y la invasión del tejido escolar, asociativo y deportivo, es un mar de fondo”. Menciona que “la negación de la realidad de un cierto número de cargos electos” revela, en realidad, “la aquiescencia y la connivencia intelectual”. Piensa que “este angelismo o clientelismo cínico nos conduce a la catástrofe”. Nada que añadir. El problema es estrictamente demográfico, nada más. Por razones de corrección ideológica y semántica hablamos de “comunitarismo”, espantoso neologismo, mientras que se trata sencillamente de una invasión exterior (inmigración) e interior (natalidad).
De otra parte, el escritor argelino Boualem Sansal señala: “El orden islámico intenta instalarse en Francia, es un hecho patente, en muchos lugares ya est instalado”. (“FigaroVox”. Entrevista 17/6/2016)
- Integración y asimilación: mision imposible.
La integración (es decir, la adopción parcial de las costumbres del país de acogida, como el idioma, pero conservando una parte de sus usos y costumbres de origen) es posible si los inmigrantes no sobrepasan más del 5% de la población de acogida. Para la asimilación (la adopción total de la cultura de acogida y el abandono de la propia) el porcentaje es todavía más bajo. Para decepción de todos los discursos (del FN, de la derecha y del centro), ni la integración ni la asimilación son posibles por una razón matemática: la proporción de inmigrantes es demasiado fuerte. Las masas de niños africanos o árabes de origen no podrán jams, salvo excepciones evidentemente, ser asimilados o realmente “afrancesados” por la escuela. La Francia universal, supracultural, supraétnica es una imposibilidad, el fruto de una utopía intelectual abstracta construida en tiempos cuando la inmigración masiva no existía.
Conclusión: resolver el problema global supondra un enorme choque.
Los problemas de comunitarismo creciente, de “guetización”, de fricciones y enfrentamientos incesantes con las costumbres musulmanas en expansión que degradan la vida cotidiana de los autóctonos europeos, de criminalidad multiforme en alza constante, de hundimiento del nivel de una escuela pública multiétnica, de terrorismo, evidentemente, estas ecuaciones jamás serán resueltas por medidas políticas interiores de diseño, pues son demasiado duras.
El referéndum británico a favor del “brexit” ha sido en realidad un voto protesta –algo desesperado– de las clases populares inglesas contra la inmigración. Pero una Gran Bretaña separada de la UE –si el referéndum es respetado– ¿limitará la inmigración? No es seguro.
La solución general vendrá primero de un restablecimiento de las fronteras nacionales y de una interrupción total de toda inmigración extraeuropea, incluso legal, de trabajo y de reagrupamiento familiar; segundo, una política resolutiva de expulsión de todos los clandestinos e inmigrantes en situación irregular y de “remigración” para aquellos que están en situación regular. En cuanto a aquellos que son “franceses de papel” (o de cualquier otra nacionalidad europea) debido al derecho de suelo –que deberá ser imperativamente suprimido– su situación será la más difícil de resolver, pero deberá hacerse.
Cierto, estas soluciones suponen un inmenso coraje. Provocarán choques, dramas y conflictos que habrá que afrontar. Pero continuar sin hacer nada desembocará en una situación todavía peor. La ecuación es simple: a partir del momento donde una inmigración-desagüe es autorizada (alentada) por el Estado desde hace 40 años, con una tasa de reproducción de dos a tres veces superior de las poblaciones inmigrantes, con un 90% de ellos musulmanes, y una huida de las élites jóvenes, Francia estará muerta en veinte años.
Jorge, eu soube que o reverendo Méramo é de uma linha de sedevacantistas diferenciados, e sustém posições bem mais amenas do que a maioria deles. Gostaria de saber mais a respeito disso, porque o dito sacerdote fez um sermão atacando os sedevacantistas extremistas.
ResponderEliminarAcontece que hay dos líneas distintas en el sedevacantismo: la primera es el Sedevacantismo teológico, que frente a la posibilidad de un papa incurso en herejía postula que pierde ipso facto su cargo (sus primeros exponentes fueron Juan de Torquemada, Domingo de Soto, Melchor Cano y San Alfonso Ligorio); y la otra es el Sedevacantismo visceral (los Dimond y Foro Católico son sus principales representantes), que eleva la conclusión teológica “Sede Apostólica Vacante” a dogma de fe. El Padre Méramo adhiere al primero (Sedevacantismo teológico)
EliminarCon todo respeto, Francia está muerta ya; y no hace falta que lo diga un "analista" para saberlo.
ResponderEliminar