En su homilía en la ciudad de Villavicencio cuando beatificó a Jesús Emilio Jaramillo Monsalve y a Pedro María Ramírez Ramos (sacerdotes válidos que fueron asesinados por odio a la Fe), comentando la genealogía de Jesucristo (San Mateo 1, 1-16; 18-23), perícopa evangélica correspondiente en el Novus Ordo a la solemnidad de la Natividad de la Bienaventurada Virgen María (en la Misa Latina Tradicional, los versos 18 al 23 nada tienen que hacer), Bergoglio dijo las siguientes palabras:
“La mención de las mujeres —ninguna de las aludidas en la genealogía tiene la jerarquía de las grandes mujeres del Antiguo Testamento— nos permite un acercamiento especial: son ellas, en la genealogía, las que anuncian que por las venas de Jesús corre sangre pagana, las que recuerdan historias de postergación y sometimiento. En comunidades donde todavía arrastramos estilos patriarcales y machistas es bueno anunciar que el Evangelio comienza subrayando mujeres que marcaron tendencia e hicieron historia”.
Momento de la homilía
Vemos en el pasaje en cuestión un Misterio grande sobre Jesucristo, del cual, como dijera San Pedro sobre las Escrituras, los necios toman error:
“Todos los errores de los herejes acerca de Jesucristo pueden reducirse a tres clases: los concernientes a su divinidad, a su humanidad, o a ambas a la vez”. (SAN AGUSTÍN, Quæstiónes Evangeliórum, 5,45)
Ciertamente menciona San Mateo que antes de María Santísima hubo cuatro mujeres distintas: Tamar, Rahab, Rut y Betsabé. Rahab y Rut eran extranjeras, pero espiritualmente eran del pueblo de Israel (no tanto por una purificación -en hebreo מִקְוֶה, Mikvé- para ingresar a la nación hebrea, sino por la fe que ejercieron en Dios y sus promesas). Tamar, Rahab y Betsabé fueron pecadoras; pero (y esto es lo crucial en el asunto), la genealogía relacionada por San Mateo es respecto de San José (que utiliza la palabra la palabra génuit -engendró-, deteniéndose en San José, pasando a decir que éste era «virum Maríæ, de qua natus est Jesus, qui vocátur Christus»).
Dice el comentario a San Mateo 1, 16 en la versión católica inglesa Douay-Reims:
“El Evangelista nos da el linaje de San José en lugar de la de la Santísima Virgen, en conformidad a la costumbre de los hebreos, que en sus genealogías no dan noticia de las mujeres; pero como ellos eran parientes cercanos, el linaje del uno muestra el del otro”.
Ante la Ley, San José era el padre adoptivo de Jesús, no el biológico (pues fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo en el seno virginal de María Santísima). De hecho, San Lucas escribió en su Evangelio que
“Tenía Jesús al comenzar su ministerio cerca de treinta años, hijo, como se creía, de José, el cual fue hijo de Helí, que lo fue de Matat” (Luc. 3, 23).
Sobre este verso (que en la Vulgata es «Et ipse Jesus erat incípiens quasi annórum trigínta, ut putabátur, fílius Joseph, qui fuit Heli, qui fuit Mathat»), el comentario en la traducción inglesa Douay-Reims (siguiendo a Julio Africano, San Jerónimo, Eusebio de Cesarea, San Beda el Venerable, San Anselmo y Santo Tomás, entre otros) dice:
“San José, que por naturaleza era hijo de Jacob (San Mateo 1, 16), ante la Ley era hijo de Helí. Porque Helí y Jacob eran hermanos, de una misma madre; Helí, que era el mayor, murió sin descendencia, y Jacob, según la Ley (Deut. 25, 5 y 6) tomó por esposa a la viuda, y de este matrimonio su hijo José fue reputado como hijo «legal» de Helí”.
Por su parte, Santa María fue hija de Helí -aféresis de Heliaquím- (quien según Pedro Galatino, Melchor Cano, Domingo de Soto y Cornelio Jansenio de Gante,
es el mismo San Joaquín, suegro de San José -por cierto, Joaquín y Heliaquím se derivan del hebreo יְהוֹיָקִים, “Yahveh edificará”), que desciende también de
David, por su otro hijo Natán. Mas al ser Inmaculada desde su concepción
en razón de que sería la Madre del Verbo de Dios, no podía
transmitirle de manera alguna pecado ni influencia pagana a su Hijo, con cuyo Sacrificio en la Cruz nos redimió y otorgó la gracia a los Sacramentos de la Iglesia Católica.
En fin, Bergoglio, el mismo que habló de la Cruz como «el fracaso de Dios», ha blasfemado contra la Preciosa Sangre de Cristo, el precio de nuestra Salvación, y como tal, es acreedor de la ira divina:
“Uno que prevarique contra la Ley de Moisés, siéndole probado con dos o tres testigos, es condenado sin remisión a muerte; pues, ¿cuánto más acerbos suplicios, si lo pensáis, merecerá aquel que hollare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del testamento, por la cual fue santificado, y ultrajare al Espíritu Santo, autor de la gracia que recibió en el Bautismo?” (Hebreos 10, 28-29, Biblia de Mons. Félix Torres Amat)
Dos
días después de pronunciar su blasfema homilía, en medio de su
recorrido por el Papamóvil en el residencial (barrio) San Francisco, en
la ciudad de Cartagena, el vehículo frenó bruscamente y Bergoglio, que intentó saludar a un niño, se
golpeó la cara contra el marco del cristal de seguridad, causándole una cortadura en la ceja (de la cual expelióse sangre hacia la muceta que llevaba) e inflamación en el pómulo izquierdo.
Sabemos que muchos acabarán la lectura de este artículo (no muy pulido, huelga decir) completamente escandalizados, diciendo como mínimo “¿Tú no respetas a tus mayores?”, “No eres quién para juzgar y SENTENCIAR a nadie” o cosas peores. A ellos respondemos con San Jerónimo:
“Los perros ladran en defensa de sus dueños, y ¿me callaría yo cuando oigo blasfemar el nombre de mi Dios? ¡Podré morir, pero no callar!”
porque como sentencia Santo Tomás de Aquino:
“Si soportar las injurias que nos alcanzan personalmente (y respetar a las personas que las profieren) es un acto virtuoso, soportar las que atañen a Dios es el colmo de la impiedad”.
Oye Bergoglio, tú que decías “Prefiero una Iglesia magullada, dolorida y sucia porque ha estado en las calles, en lugar de una Iglesia enferma por estar confinada y aferrada a su propia seguridad”, mírate ahora. ¡DE DIOS NADIE SE BURLA!
ResponderEliminar“Sangre pagana” correrá por las venas tuyas, ¡oh Coré, falso sacerdote!, pues la de Cristo (que es la misma de María) CIERTAMENTE NO.
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