Novena compuesta por el Padre Fray José de San Juan OP, maestro de novicios en el Convento de Santo Tomás de Madrid.
MODO DE HACER LA NOVENA
Esta Novena se puede hacer cuando a cada uno le pareciere; y especialmente cuando se viere en algún conflicto, o cuando se hallare necesitado de alcanzar de Nuestro Señor alguna gracia o favor. Para lo cual el tiempo más oportuno será en los nueve Viernes que hay desde el primero antes de Septuagésima hasta el último antes de Ramos, o en los nueve días consecutivos desde el Viernes antes de Septuagésima, o en cualquier otro tiempo del año, según instare la urgencia o necesidad de cada uno. El lugar donde se ha de hacer esta Novena, será en la Iglesia donde hubiere Altar o Capilla en donde esté la imagen de Jesús Nazareno con la Cruz a cuestas; y si no se pudiere, la hará cada uno en su casa, delante de alguna Imagen o Estampa que represente este Paso.
El día primero, en el cual se ha de dar principio a esta Novena, se ha de limpiar primero la conciencia examinándola diligentemente, y se confesará y recibirá la Sagrada Comunión, y la misma diligencia se hará el día último. Esto se entiende cuando la Novena se hiciere en nueve días consecutivos. Pero cuando se haya de hacer en nueve Viernes, será muy adecuado confesar, y comulgar en cada uno de ellos, y en aquel día ayunar, y hacer alguna abstinencia, partiendo de su comida con algún pobre. Lo que se ha de meditar en el ejercicio de este Novenario, será algún Paso de lo que sucedió a Jesús Nazareno con la Cruz a cuestas, desde que salió de la casa de Pilatos, hasta llegar al monte Calvario, según el orden que va señalado.
En llegando la hora del ejercicio de la Novena, te pondrás de rodillas delante de la Santa imagen, y te persignarás del modo acostumbrado. Y luego con todo rendimiento y humildad le pedirás perdón de tus pecados, la oración que se pone en su lugar; y juntamente licencia para comparecer y ponerte en Su presencia, avergonzándote de que por causa de tus pecados va el Señor cargando con aquella Cruz a dar la vida en ella en el monte Calvario. Córrete; y duélete el ver aquel amantísimo Señor en tantas congojas, tristezas, y dolores, en las cuales tus culpas le han constituido.
NOVENA EN HONOR A JESÚS NAZARENO CON LA CRUZ A CUESTAS
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN PREPARATORIA
Jesús Nazareno, Criador y Redentor mío, a quien me humillo, y en cuya presencia conozco debo ser vilmente despreciado, por haberos sido ingrato, desagradecido y olvidadizo de tan grandes beneficios como me habéis hecho, padeciendo por mí gravísimas culpas, tantos trabajos, especialmente los dolores que sufristeis, cuando cargaron sobre vuestros delicados hombros esa muy pesada Cruz, para rendir en ella la vida en el monte Calvario: Me pesa, Señor, de todo corazón de haberos ofendido. Pésame, Señor, de haber sido yo la causa de que llevéis esa Cruz, sufriendo tantos dolores, amarguras, y congojas. Pésame de mi ingratitud y descuido, y de no haberos dado continuamente rendidas gracias por tan grandes beneficios. Dadme licencia, Señor benignísimo, para comparecer y ponerme en vuestra presencia, aunque bien conozco soy indigno de tan grande beneficio, así por mis gravísimos pecados, como porque soy polvo y ceniza. Señor, perdonadme. Y pues no deseáis la muerte del pecador, sino que se convierta y viva, yo me convierto a Vos y deseo vivir en adelante, según vuestra Santa Ley, y seguir vuestros pasos, sin perderos de vista hasta la hora de mi muerte. Señor, dadme vuestra bendición, y recibidme en vuestra gracia, como a otro hijo Pródigo. Sea mi abogada vuestra Santísima Madre la Virgen Purísima Santa María. Así sea, Señor. Amén Jesús.
Acabada esta Oración, harás ante la Imagen de Jesús Nazareno una profunda reverencia, inclinando la cabeza muy devotamente, y puesto otra vez, como antes, delante de la Santa Imagen, meditarás el Paso siguiente.
DÍA PRIMERO
MEDITACIÓN: Este día meditarás cómo el Señor oyó la sentencia inicua que dio Pilatos para que fuese crucificado; y al punto le quitaron aquellos verdugos la Púrpura y el Alba que por desprecio le vistió Herodes, y le volvieron a poner los vestidos suyos propios, para que así caminando al lugar del suplicio, fuese mejor de todos conocido. Y sacándole fuera, le echan una soga al cuello, como a malhechor, y le cargan la pesada Cruz, para que el mismo Señor la lleve a cuestas.
Detente en esta meditación, y no sea de paso, antes sí procurando penetrarla, y considerando con estudio, diligencia y atención lo que allí sucedió, y la humildad y obediencia del Señor, para que así se mueva tu voluntad a un afecto y sentimiento de lo mucho que por ti padeció. Síguele los pasos sin perderle de vista.
Después de haber meditado el Paso precedente, leerás con atención lo que dijo el Profeta Real en el Salmo 3 en nombre de nuestro Redentor según los Sagrados Expositores, y es lo siguiente:
«Mira, Señor, y Padre mío, cómo se han multiplicado mis enemigos y perseguidores. Muchos en gran manera se han conspirado, y levantado contra mí, para hacerme todo pesar y molestia, hasta quitarme la vida. Los más de ellos me improperan y me hieren, diciendo: “No hallarás salud en tu Dios, en quien dices tienes confianza, ni salvará tu alma de nuestras manos”. Mas tú, oh Padre mío, eres mi defensor, mi protector, mi libertador. En estas tribulaciones y persecuciones constituido, con grande afecto, a ti, Señor, levanté la voz, y tú desde el alto trono de tu gloria, en donde resides, en tu magnificencia, en medio de tus Ángeles, oíste mi clamor».
Después dirás tres Padres nuestros y tres Ave Marías, e inmediatamente la siguiente.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Dulcísimo Jesús Nazareno, Señor y Redentor mío, que llevando sobre tus hombros tan pesada Cruz, caminas al monte Calvario, para ser en ella enclavado: Yo, miserable pecador, que fui, y soy la causa de tus dolores y Pasión, te alabo, y doy gracias, aunque muy desiguales a tan grande beneficio, porque como manso Cordero, pacientísimamente la recibiste, y llevaste al lugar de la pasión. Ahora, Señor, se verifica lo que dijo el Profeta Isaías, que tu dominio y principado le tenías sobre los hombros. Ahora también la figura del obediente Isaac, que al mandato de su padre, llevó al monte la leña para ser con ella sacrificado. Alabo, Señor, y bendigo tu admirable paciencia, pues por mandado de Pilatos, cuando así caminabas al suplicio, iba delante uno de aquellos Sayones proclamando la sentencia que dio contra ti aquel maldito juez. ¿Quién podrá referir, Señor, los empellones y golpes que en el camino recibiste de aquellos crueles soldados? ¿Cuántos oprobios oíste de aquel grande concurso de pueblos que iba en vuestro seguimiento? ¿Cuántos haciendo burla, os arrojaban a la cabeza y a la cara lodo, y otras inmundicias? Pero vos, Señor, como inocente Cordero inclinando la cabeza, a todo callabais, y así caminabais. Oh buen Jesús, cuántas ignominias toleraste; pues no contentos aquellos malvados con que fueses cargado con la Cruz, quisieron también te acompañasen dos famosos Ladrones. Pero no se lee de ellos llevasen Cruz alguna, para que así fueses tenido por más malvado que ellos.
¿Pues qué hiciste tú, oh Dulcísimo Señor, porque así fueses juzgado? ¿Qué cometiste, inocentísimo Cordero, porque así fueses tratado? Verdaderamente, Señor, yo soy la llaga de tu dolor, y la ocasión de tu muerte. Yo cometí la maldad, y tú sufres el castigo. Yo hice los pecados, y tú te sujetas a los tormentos. Yo me ensoberbecí, y tú eres humillado. Yo fui el desobediente, y tú hecho obediente hasta la muerte y así pagas la culpa de mi desobediencia. Ruégote piadoso, Señor, me concedas que merezca yo ser enclavado en vuestra Cruz por penitencia de mis pecados. Dadme que acabe yo mi vida en tu servicio. Yo, Señor, me entrego a ti, y me pongo debajo de tu protección. Defiende a este pobre siervo tuyo de todos los males. Enseña y alumbra mi entendimiento, gobierna esta mi alma, rige mis potencias y sentidos, fortalece mi espíritu contra la desordenada flaqueza de mi corazón, dadme Fe cierta, esperanza firme y caridad pura y perfecta, y que en todo lugar y tiempo cumpla tu Santa voluntad. Señor, aparta de mí, y de todos los Fieles todo lo que te desagrada, y concédenos todo lo que contenta a tus beatísimos ojos; y haz que seamos tales, cuales lo quieres que seamos. Encomiéndote a mis padres, hermanos, parientes, bienhechores, amigos, y a todos aquellos por quien debo rogarte. Encomiéndote a toda tu Iglesia, y a nuestros Católicos Monarcas. Haz que todos, Señor, te sirvan, todos te conozcan, todos te amen, y entre sí se amen. Apaga las herejías, convierte a la Fe a todos los que aún no tienen conocimiento de tu Santo Nombre: danos paz entre los Príncipes Cristianos, y consérvanos en ella, así como tú lo quieres, y a nosotros conviene. Debajo de tu fiel amparo encomiendo todas tus criaturas, para que a los vivos concedas gracia, y a los difuntos eterno descanso. También, Señor, te pido me concedas el favor que solicito conseguir de tu piedad en esta Novena, si conviniere para tu gloria, y para salvación de mi alma. Oh gloriosa Reina de los Ángeles, oh Santos y Santas de Dios; sed mis medianeros y abogados, rogad al Señor por mí, para que por Vuestros méritos y oraciones, sea yo de Dios favorecido ahora, y en la hora de mi muerte. Amén Jesús.
Sea bendito y alabado el Santísimo Sacramento del Altar, y la Virgen concebida sin pecado original.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
DÍA SEGUNDO
Por la señal...
Oración preparatoria
MEDITACIÓN: Este día meditarás cómo iba Jesús Nazareno agobiado con la carga y peso de la Cruz, y así va caminando lleno de afán y congojas. Y a ese tiempo uno de aquellos Sayones iba delante pregonando la sentencia del malvado Pilatos. Compadécete de aquel Señor cuanto pudieres, pues está puesto en tantas angustias: Y cierto bien hicieras, si ayudaras a tu Dios y Señor. Anímate, y dile: «Dadme, Señor, esa Cruz, que yo la llevaré».
Después de haber meditado el Paso precedente, leerás con atención lo que dijo el Profeta Real en el Salmo 21 en nombre de nuestro Redentor, y es lo siguiente:
«Yo comparezco, no como hombre, sino antes como pobre y misérrimo gusano, de quien nadie se compadece, porque soy tratado con modos indignísimos: así como sobre el gusano no se halla de nadie misericordia alguna. Estoy hecho oprobio y escarnio de los hombres, y desprecio de la ínfima y vilísima Plebe. Varón de dolores, y científico en las debilidades y flaqueza de fuerzas: como leproso y despreciado, al modo que si fuera uno de los hombres más bajos, que ni tiene buen aspecto, ni decencia, ni honra, ni hermosura».
Después dirás tres Padres nuestros y tres Ave Marías. La Oración «Dulcísimo Jesús Nazareno…» la rezarás todos los días.
DÍA TERCERO
Por la señal...
Oración preparatoria
MEDITACIÓN: Este día meditarás cómo caminando el Señor con la Cruz, muchos del concurso de la gente, escarneciendo y burlando de su Majestad, le arrojaban a la cabeza y a la cara lodo, y otras inmundicias; y cómo el Señor, como Cordero inocente, callaba y sufría, sin que se le oyese queja contra alguno, como refiere San Bernardo. Repara bien en este Paso, y avergüénzate de tu poca paciencia cuando se ofrece alguna ocasión, por ligera que sea, pues luego saltas y te quejas.
Después de haber meditado este Paso del modo que se te ha dicho, leerás lo que dijo el Profeta Real en el Salmo 21 en nombre de nuestro Redentor, y es como se sigue:
«Todos los que me vieron en esta miseria, al pasar por el camino, mostraron contra mí señas de befa y escarnio. Con sus labios pronunciaron denuestos, vituperios, injurias y blasfemias sin respeto alguno. Y en señal de su burla y desprecio, movían hacia mí sus cabezas, como alegrándose de mi calamidad, y protestando ser este castigo muy digno y debido a mis delitos».
Después dirás tres Padres nuestros y tres Ave Marías. La Oración «Dulcísimo Jesús Nazareno…» la rezarás todos los días.
DÍA CUARTO
Por la señal...
Oración preparatoria
MEDITACIÓN: Este día meditarás cómo María Santísima, afligida Madre, llena de tristeza y lágrimas, por la multitud del Pueblo, no podía dar alcance a su querido Hijo, atajando el camino real, se entró en otra senda más compendiosa, acompañada de San Juan Evangelista y de sus devotas compañeras: y encontrándose fuera de la puerta de la Ciudad, viéndole cargado de tan grande y pesado madero, de pura angustia quedó traspasada de dolor, y no pudo decirle palabra alguna, ni tampoco el Señor a su Madre, porque iba apresurado y atropellado de los sayones. Creo que esta Señora diría entre sí: «¡Oh Hijo mío carísimo! Solo caminas al suplicio a ser por todos sacrificado. ¿Cómo no te sale al encuentro Pedro, el cual dijo que moriría por ti? ¿Dónde está Tomás, que dijo a sus condiscípulos: “Vamos todos, y demos con él la vida”? A ninguno de estos veo. Tú solo eres llevado al monte Calvario, ¡tú solo, Hijo mío y Dios mío!».
Después de haber meditado este Paso, leerás lo que dijo el Profeta Real en el Salmo 21 en nombre de nuestro Redentor, y es como se sigue:
«Señor, tú eres mi Padre y único Autor de mi origen humano, que hiciste con operación Divina, que yo naciese según la carne, del vientre de la Virgen mi Madre, sin ayuda ni humano concurso; y desde entonces siempre te conocí, siempre te reverencié, siempre esperé en ti. Siempre te tuve por mi Padre y mi Dios. Pues, Señor, no te apartes de mí, ni me dejes solo, como piensan éstos, que así me afligen. Por lo cual, rendido a tu presencia, pido me socorras. La tribulación es muy grande, y por todas partes me cercan angustias. No hay quien me socorra, ni alivie, porque todos los discípulos y conocidos han huido de mí. Y si hay algunos que quieran ayudarme, no pueden por la fortaleza, rabia y furor de los enemigos».
Después dirás tres Padres nuestros y tres Ave Marías. La Oración «Dulcísimo Jesús Nazareno…» la rezarás todos los días.
DÍA QUINTO
Por la señal...
Oración preparatoria
MEDITACIÓN: Este día meditarás cómo prosiguiendo el Señor su camino con la pesada Cruz, viendo cómo le iban siguiendo las mujeres de la Ciudad, observando aquel espectáculo tan cruel, se lamentaban y lloraban a nuestro Redentor; el cual, volviéndose hacia ellas, les dijo que no llorasen por él sino por sus pecados, y por los de sus hijos. Y les predijo y profetizó la destrucción y estragos de Jerusalén: Llora tú ahora tus pecados delante del Señor, y pídele que no destruya el Pueblo donde vives, por los tuyos.
Después de haber meditado este Paso, leerás con atención lo que dijo el Profeta Real en persona de nuestro Redentor en el Salmo 21, y es como se sigue:
«Estos cruelísimos enemigos han dilatado y abierto su boca contra mí, al modo de un león que desea arrebatar la presa dando bramidos, para aterrar con el ruido los demás animales. Van pregonando que soy engañador de la gente, turbador del Pueblo, rebelde a las potestades, blasfemador de Dios; y según la ley, dicen, que soy reo de muerte. Yo, con tan enorme pasión y amargura de penas con que me afligen, estoy destituido de fuerzas, como el agua derramada, que no teniendo consistencia, corre y se desliza. Con tal acerbidad de los tormentos, mis huesos han enfermado, perdieron su primera fuerza y robustez. Mi corazón oprimido con la excesiva angustia de los tormentos, en medio de mi Cuerpo, como si fuera de cera, que con el calor del fuego se desata y derrite, así ha perdido su firmeza, solidez y entereza. Pero tú, oh Padre mío, que siempre estás conmigo, a mí, que me hallo en tanta aflicción y desconsuelo, no me niegues tu auxilio, socorro y protección, y atiende a mi defensa».
Después dirás tres Padres nuestros y tres Ave Marías. La Oración «Dulcísimo Jesús Nazareno…» la rezarás todos los días.
DÍA SEXTO
Por la señal...
Oración preparatoria
MEDITACIÓN: Este día meditarás cómo acercándose el Señor hacia el Calvario, le salió al encuentro una Piadosa mujer, que se llamó Verónica, y compadecida de su Majestad, se quitó el velo de su cabeza, y se le ofreció para que limpiase su cara, rociada de sangre y afeada con las inmundas y sucias salivas de aquellas infernales bocas, el cual piadoso oficio aceptó y aprobó su Majestad graciosamente; y aplicando el lienzo a su cara, imprimió en él la efigie de su forma y figura en testimonio del amor y beneficio de aquella piadosa mujer (como refiere el cardenal Baronio en su tomo I, año 34 de Cristo).
Después de haber meditado este Paso, leerás lo que dijo el Profeta Real en persona de nuestro Redentor en el Salmo 21, que dice así:
«Señor, sálvame de la boca de estos pésimos leones, y de su maligna potestad, los cuales, con la autoridad y señorío que ahora se les ha concedido para injuriar, burlar y escarnecer de mí, se parecen a los unicornios terribles y formidables estos mis enemigos rabiosos. Libra mi alma de la potestad de estos perros furibundos, que con sus mordiscos y dientes inhumanos, piensan quitarme la vida. Yo anunciaré y cantaré la gloria de tu nombre, y después de mi Pasión me manifestaré y mostraré vivo a mis hermanos los Apóstoles y Discípulos en muchos argumentos, y por espacio de cuarenta días me apareceré a ellos, y hablaré acerca del Reino de Dios. Y yo haré que por ellos seas tú alabado y glorificado en medio de toda la Iglesia de los fieles. Y los enviaré por el universo mundo, hasta lo último de la tierra, para que a todos los que creyeren y fueren bautizados en el nombre de la Trinidad, enseñen a guardar tus preceptos y tu verdad, pues para predicarla y públicamente afirmarla me enviaste al Mundo».
Después dirás tres Padres nuestros y tres Ave Marías. La Oración «Dulcísimo Jesús Nazareno…» la rezarás todos los días.
DÍA SÉPTIMO
Por la señal...
Oración preparatoria
MEDITACIÓN: Este día meditarás cómo prosiguiendo el Señor su camino hacia el monte Calvario, y llegando a un espacio o sitio, que se llama Trivio, porque es término de tres caminos o sendas; y no pudiendo ya su Majestad pasar adelante con la Cruz, así por su grande pesadez, como también por su flaqueza y debilidad originada de los crueles azotes y la Corona de Espinas que le tenían desangrado, temiendo los Judíos no se impidiese la sentencia de la muerte de Cristo, o que muriendo en el camino, escapase de la deshonra y muerte de Cruz, compelieron y obligaron a Simón Cirineo para que se la quitase y la llevase cargando con ella, detrás del Redentor. Advierte que no la lleva de buena gana, llégate a él con ánimo, y dile: «Entregadme, Simón, esa Cruz, que yo la llevaré».
Después de haber meditado el Paso antecedente, leerás atentamente lo que dijo el Profeta Real en persona de nuestro Redentor en el Salmo 68, que dice así:
«Puesto en tantas angustias, clamé con voz alta y ensalzada, invocando auxilio: y en este clamor me hice grande fuerza, quise esforzarme para clamar más eficazmente, y por la demasiada fuerza que hice, mis fauces se han parado roncas, de tal suerte que apenas puedo ya despedir el aliento. Crece más y más el número de mis enemigos, y en gran manera se han multiplicado los que me aborrecen y persiguen sin causa, fuera de toda razón, contra toda equidad; y por ser tantos estos mis perseguidores, no pueden todos numerarse, así como ni tampoco pueden contarse los cabellos de mi cabeza. Los enemigos han prevalecido contra mí, y así encendidos en ira, me veo obligado a pagar lo que no hurté. Soy forzado a sufrir pasiones y aflicciones como malhechor, las cuales no merecí, ni pagar la pena por la culpa, que no cometí; así como uno que está inocente del hurto, que le obligan a que pague la pena y sea reo de tal hurto. Oh Señor y Dios mío, ante cuyos ojos todas las cosas están desnudas y patentes, tú sabes bien si se halla en mí la insipiencia y malicia que me contraponen, pregonando que soy blasfemo, engañador, sedicioso, y otras muchas cosas. Nada se te oculta. Bien sabes mi inocencia y mi justicia, y que todo esto que cae sobre mí, sin culpa mía lo sufro».
Después dirás tres Padres nuestros y tres Ave Marías. La Oración «Dulcísimo Jesús Nazareno…» la rezarás todos los días.
DÍA OCTAVO
Por la señal...
Oración preparatoria
MEDITACIÓN: Este día meditarás cómo habiendo llegado los Soldados con el Redentor a las raíces del monte Calvario, se detuvieron algún tanto: y como sienten algunos Autores, no sin probabilidad, allí le dieron a Su Majestad a beber vino mirrado, o mezclado con hiel. Considera cómo aunque era costumbre el dar a los condenados a muerte a beber; pero era de un vino generoso, para que así cobrasen aliento y animo: mas a Jesús no le quisieron dar ese alivio, antes como enemigos, ajenos de piedad, mezclaron mirra en el vino, para que no le sirviere de recreación, sino de mayor pena y tormento (como refiere Francisco Cuaresmio en el libro quinto de la Elucidación de la Tierra Santa, cap. XIII, págs. 394 y 454)
Después de haber meditado este Paso, leerás lo que dijo el Profeta Real en Nombre de nuestro Redentor en el Salmo 68, que dice así:
«Tú, ¡oh Padre y Señor!, sabes muy bien los improperios y contumelias con que mis adversarios me han ofendido. Tú sabes mi confusión, empacho y rubor. ¡Cuántas cosas ignominiosas y feas les toleré y sufrí, cómo me han escarnecido, de qué modo me han traído de lugar en lugar con ignominia pública, cómo me han acusado con testimonios falsos, y cuántas contumelias me han fulminado e impuesto particular y públicamente, contra toda verdad y justicia! Mas yo aparejado y dispuesto estoy para todo cuanto permitieres y en cuantas cosas les dieres potestad, y de tal suerte no aborrezco estas aflicciones y angustias, que antes bien mi espíritu, con amor vehemente, tuvo deseo de beber este cáliz que me has preparado. Puse la consideración a ver si alguno mostrase alguna seña de compasión a mí, constituido en tantas tribulaciones, y no le hallé, porque la turba universal, movida y excitada contra mí, del odio de los Príncipes de los Sacerdotes, no cesaba de clamar que me quitasen la vida. Esperaba si acaso viniese alguno a consolarme, y no pude conseguir quien entre semejantes angustias me consolase. Pero Señor, lo que excede toda crueldad y malicia es que en medio de aquellas aflicciones y congojas, habiendo llegado al lugar del suplicio, siendo así que los hombres suelen usar de misericordia para con los reos, y para confortar su corazón, darles a beber una copa de vino dulce y generoso, estos cruelísimos enemigos insaciables de mi Pasión, me dieron a beber acedo vinagre y vino mezclado con hiel, sin moverse en tanta miseria de alguna misericordia».
Después dirás tres Padres nuestros y tres Ave Marías. La Oración «Dulcísimo Jesús Nazareno…» la rezarás todos los días.
DÍA NOVENO
Por la señal...
Oración preparatoria
MEDITACIÓN: Este día meditarás cómo habiendo ya llegado al sitio y lugar del suplicio nuestro Redentor, aquellos malvados Sayones le quitaron inhumanamente las vestiduras, renovándole las Llagas y dolores, porque estaban ya apegadas al cuerpo herido con la sangre espesa y cuajada; todo lo cual fue causa de que se le renovasen los dolores mucho más que al principio y se enterneciesen las llagas con derramamiento nuevo de sangre. Considera cómo así desnudo, lleno de llagas, expuesto al frío y al viento, le sientan sobre una piedra, mientras disponen lo que era necesario para crucificarle; y cómo en el entretanto los Soldados repartieron entre sí los vestidos del Señor, y echaron suertes acerca de la Túnica inconsútil (como dice Cristián Adricomio en la Descripción de Jerusalén, n. 250).
Después de haber meditado este Paso, leerás lo que dijo el Profeta Real en el Salmo 21, y es como se sigue:
«Cercado me han mis enemigos con maliciosa envidia y enojo implacable, y como perros rabiosos despedían contra mí ladridos formidables, pidiendo con gritos destemplados me quitasen la vida. Traspasaron con clavos mis manos y mis pies, afijándome cruelmente en la Cruz: para lo cual extendieron sobre ella, sin lástima ni compasión, mi tierno y delicado Cuerpo, de tal modo que los circunstantes podían fácilmente numerar y contar todos mis huesos, porque con aquella extensión tan violenta así salían hacia fuera, que distintamente y sin dificultad podían registrarse. Gloriándose, pues, y alegrándose de la maldad que conmigo habían ejecutado, se ponían enfrente y me miraban enclavado en la Cruz, y pendiente en lo alto de ella, alegrándose de ver cumplido su deseo. Y aquellos Ministros; que lo fueron de mi crucifixión, apoderándose de mis vestidos, los dividieron entre sí, haciendo de ellos cuatro partes, para cada uno de ellos la suya, y echaron suertes sobre mi vestido interior, que era la Túnica inconsútil, la cual era toda unida, y tejida desde encima, sin costura alguna, toda de una pieza, y por eso no quisieron romperla ni cortarla, sino que a quien cayese la suerte, se la llevase entera. Pero tú, Señor y Padre mío, a mí que estoy en tan grande aflicción y desconsuelo, no me niegues tu auxilio, atiende a mi defensa. No me dejes en el sepulcro en poder de la muerte, como piensan mis enemigos, sino antes bien, pasados tres días, resucítame, para que triunfe de ellos».
Después dirás tres Padres nuestros y tres Ave Marías. La Oración «Dulcísimo Jesús Nazareno…» la rezarás todos los días.
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