«El que está sano no siente el mal de otro, el que ha comido bien no conoce el tormento del que padece hambre. Cuanto más semejante es un enfermo a otro y un hambriento a otro hambriento, más profundamente se compadecen de su mal... Para sentirse desgraciado con la desgracia de los demás, es preciso ante todo experimentarla en sí mismo. Solamente conociéndonos a nosotros mismos podremos encontrar el alma del prójimo en la nuestra y saber cómo podemos prestarle ayuda».
SAN BERNARDO DE CLARAVAL. De grádibus humilitátis et supérbiæ, cap. VI, § 5. En JOSÉ TISSOT MSFS, El arte de aprovechar nuestras faltas.
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