«Donde Cristo no es conocido, el hombre obedece al hombre y lo obedece incondicionalmente; donde el conocimiento de Jesús se desvanece, la verdad se debilita, la libertad sufre un eclipse, la vieja tiranía reanuda y extiende sus antiguas fronteras.
Cuando la Iglesia ya no pueda enseñar a Cristo por completo, cuando los pueblos ya no entiendan que debemos obedecer a Dios en lugar de a los hombres, cuando no se levanten más voces para confesar la verdad sin disfraces y reducciones, entonces la libertad habrá dejado la Tierra.
[…] Sin embargo, mientras quede un hombre de fe perfecta, será libre del yugo universal, tendrá en sus manos su propio destino y el del mundo; el mundo no existirá salvo para la santificación de este último» (LUIS VEUILLOT, La ilusión liberal).
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