Traducción del artículo publicado por Andrea Giacobazzi en RADIO SPADA.
Dos libros lanzados con pocos días de diferencia presentan un cuadro digno de atención para cualquiera interesado en la revolución que hace mucho tiempo afecta a la Iglesia.
Massoneria Vaticana, de Charles Theodore Murr (Fede&Cultura), y Golpe nella Chiesa, de don Andrea Mancinella (Edizioni Radio Spada), relatan historias distintas pero que se entrelazan en varios puntos.
CONTEXTO DE LAS PUBLICACIONES
El primero es el testimonio personal de los principales sucesos conexos a la Investigación Gagnon, esto es, a la Visita Apostólica en la Curia Romana y las infiltraciones masónicas en ella, confiada al obispo canadiense (después arzobispo y cardenal) Édouard Gagnon Joncas PSS en los últimos años del reinado de Pablo VI (1975-1978). El libro, disfrutabilísimo y brillante, examina la experiencia personal del presbítero Murr, que vivió en contacto directo y en un muy unido trío con Mons. Mario Marini y el mismo Gagnon, durante aquellos años tumultuosos. Del resultado de las indagaciones, muy amplias según lo que se puede entender, no se tiene detalle y en el mismo libro (pág. 33) se lanza un llamado a la publicación: «Santo Padre, en aras de la transparencia, para favorecer ulteriormente las tano necesarias reformas en Roma, y para la misma vitalidad de la Iglesia de Cristo, Le imploro hacer públicos los documentos en los cuales mi amigo ha trabajado tan arduamente y que ha presentado a Sus predecesores».
Del trabajo del Visitador Apostólico, el libro puede hacer conocido solo lo que es definido, en la misma página, como la punta del iceberg. Es decir, principalmente, los casos del cardenal Sebastiano Baggio y Baggio, y del arzobispo Annibale Bugnini Ranieri, considerados afiliados a la Masonería. Se trata de dos figuras clave: el primero como prefecto de la Congregación de los Obispos, daba un aporte decisivo en el nombramiento de los ordinarios (incluidas las sedes cardenalicias, obviamente) de todo el mundo, y el segundo fue el gran arquitecto de la revolución litúrgica.
Hay un pasaje (págs. 160-161) que resulta revelador, donde se reconstruye el diálogo entre el Visitador canadiense y Juan Pablo I: «“Aunque es terrible, Santo Padre”, intervino el arzobispo Gagnon, “el daño que estos dos hombres han causado a la Iglesia de Dios es mucho peor. El arzobispo Bugnini ha dirigido los trabajos de la reforma litúrgica después del Concilio, yendo más allá del mandato recibido de los Padres Conciliares, creando a los efectos nuevos ritos litúrgicos y sacramentales. Ha invitado a estudiosos protestantes para tomar parte en su renovación de la liturgia romana, una renovación que parece sin embargo una reinvención. Hubo una abierta experimentación litúrgica que ha reducido a un juego los ritos más solemnes de la Iglesia. Y fue él quien presidió esta revolución”. “Somos conscientes de eso”, dijo el Papa pacatamente. “Pero el arzobispo Bugnini fue removido”, agregó débilmente».
En estas pocas líneas se halla el nudo de la cuestión, que nos ofrece la ocasión para intentar un paso adelante. El arzobispo Bugnini fue removido (enviado a misión en Irán), pero no fue removida la revolución litúrgica que había realizado. También el card. Baggio (muy tarde, en 1984) fue destinado a otro cargo, pero no fueron extirpados los errores que promovió.
Aquí viene en ayuda el otro libro, esto es, Golpe nella Chiesa, de don Andrea Mancinella, que sin dejar de referirse a la parte visible del iceberg, habla también de la parte subacuática: el golpe de mano doctrinal-neomodernista durante el Concilio Vaticano II (1962-1965). Por ejemplo, justo para explicar mejor un pasaje apenas citado, en el Capítulo VIII, Juan Pablo I: el engaño de la sonrisa (pág. 169) se recuerda cómo el entonces patriarca de Venecia Luciani, antes de ser elevado al Solio, fue feroz adversario de la Misa de siempre, celebrada en la Laguna por el padre Siro Cisilino, y celoso aplicador de las normas litúrgicas montini-bugninianas. El futuro Juan Pablo I, hombre afable y por historia personal ciertamente adverso al estilo masónico, tenía una impostación claramente conciliar.
Escribe Aldo Maria Valli en el epílogo de Golpe nella Chiesa: «Están los nombres y apellidos. Están los datos y las circunstancias. Están las responsabilidades». El plan inclinado de la subversión, por demás, está explicado con un robusto aparato de notas (más de 400) que certifican cómo, en un tiempo relativamente breve, se ha desbaratado la vida de los católicos con una nueva eclesiología, una nueva relación con el mundo, una nueva liturgia, en última instancia con el esbozo de una nueva religión compatible con las ideas de la revolución.
Antes de proceder más, es bueno sin embargo fijar algún principio que pueda ser útil para hacer más fructífero el análisis de este tema.
DINÁMICA DE LA SUBVERSIÓN Y MASONERÍA: NORMAS GENERALES Y CASOS CONCRETOS
En lo concerniente a la dinámica en examen, se puede decir con certeza que:
- La Masonería no es solo el agente de la revolución: representa ciertamente una parte importante y grandemente propulsiva, mas no la única. Hubo, particularmente en la posguerra, fervientes masones anticomunistas y feroces comunistas antimasónicos (las logias eran formalmente prohibidas en la Unión Soviética), sin que esto pueda excluir una de las dos partes del proceso revolucionario.
- La Masonería fue totalmente condenada por la Iglesia, mas no siempre estuvo unida en su interior, sino que las divisiones a veces fueron agudas. Se dice lo mismo de las fuerzas revolucionarias en general. La unidad dice perfección, y es propia del bien, no del mal (que es una privación).
- Se puede actuar en favor de la revolución en general y de la Masonería en particular, aun en buena fe, sin saberse con plena conciencia útiles al avance de las ideas revolucionarias o masónicas. Pueden por tanto haber personas, por historia y escuela contrarias a las modalidades de acción y a los comportamientos propios de las logias, que sin embargo llevan adelante las ideas gestadas en el ambiente masónico.
- Las contraposiciones entre hombres superan frecuentemente el ámbito ideal. Se pueden tener ideas idénticas dentro de una logia, o incluso dentro de una asociación antimasónica, y desencuentros por motivos personales. Esto sucede también en el mundo de la Tradición Católica, donde sin embargo el tentador, no pudiendo obrar en la Doctrina, actúa frecuentemente en el odio entre las personas. El punto es importante porque no siempre el nivel de análisis de un conflicto es reducible al aparente desencuentro de ideas y posturas, sino que debe ampliarse a otros factores.
Fijados estos principios se entiende mejor porqué un hombre probablemente en buena fe, pero totalmente involucrado en la revolución neomodernista –al punto de lanzarse a usar la expresión Iglesia conciliar– como el card. Giovanni Benelli Simoni, fuese un gran sostenedor de la Investigación Gagnon, muy desagradable en cambio al Card. Jean-Marie Villot Laville. Se entiende así por qué en La Rivista Massonica, en ocasión de la muerte de Pablo VI, el Gran Maestre Giordano Gamberini llegó a afirmar: «Es la primera vez –en la historia de la Masonería moderna– que muere el Jefe de la más grande religión occidental no en estado de hostilidad con los Masones. […] Por primera vez en la historia, los Masones pueden rendir homenaje al túmulo de un Papa, sin ambigüedad ni contradicción» (Golpe nella Chiesa, Capítulo III). O por qué, sin la necesidad que todo participante fuese un iniciado, el júbilo masónico para la jornada ecuménica de Asís 1986 –con Juan Pablo II como anfitrión– fue público, disruptivo y manifestado por escrito (Golpe nella Chiesa, Introducción). O también por qué bajo iniciativa masónica se intentó entregar diez años después, en 1996, el premio Galileo Galilei al Papa polaco, que lo rechazó (Golpe nella Chiesa, Capítulo IX).
Una vez más, en el seno de la lucha en que se enfrentan prelados neomodernistas, se asiste a un conflicto entre falsas alternativas, hijas y promotoras aunque con grados y actitudes distintas (a veces en contraste) de la misma revolución. Este dato, como se señala, desciende desde la des-unidad del frente subversivo y representa por un lado su punto débil, por el otro un punto fuerte en el engaño que puede fácilmente generar: o hacer creer que una de las falsas oposiciones recíprocamente en lucha represente una real alternativa a la revolución misma. También por estas razones la cacería en la sola afiliación masónica arriesga devenir una involuntaria arma de distracción masiva, además de ser una operación frecuentemente riesgosa en cuanto raramente dotada de comentarios convincentes, en más ocasiones fácilmente torpedeable por estrategias diversivas, entre ellas la publicación de falsas listas de afiliados.
Todo esto ayuda a comprender por qué el resultado de la Visita Apostólica realizada por Gagnon en los años 70 quedó tan envuelto en el misterio y con l frutos tan circunscritos, a décadas de distancia.
ÉDOUARD GAGNON: UNA MENCIÓN APARTE Y LAS CONSAGRACIONES DE Mons. LEFEBVRE DE 1988
El prelado canadiense sin duda merece una mención aparte. Hombre por muchas partes reconocido como sabio, devoto y equilibrado, fue víctima de incursiones y amenazas de muerte en el curso de su investigación. Decepcionado por la acogida que tuvo el cartujo trabajo de investigación, volvió a realizar su ministerio entre los pobres de Colombia. Fue vuelto a llamar a Roma por Juan Pablo II después del atentado de 1981 (sobre cuya posibilidad fue avisado por el mismo Gagnon) y creado cardenal. Prelado de sensibilidad conservadora, fue encargado de visitar los seminarios de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X como posible mediador con Mons. Lefebvre, en vista de las consagraciones episcopales de las que se hablaba insistentemente y que cada día más parecían la solución obligada para preservar un episcopado inmune a la ideología conciliar.
El p. Murr presentó (FSSPX-News, 25 de Abril de 2023) sobre el tema una revelación importante que, en ciertos aspectos, «cierra el cerco» respecto a muchos temas tratados antes. Gagnon, en su relación oficial, elogió al Seminario San Pío X: «entre los mejores programas de estudio en filosofía y teología que jamás haya visto visto», agregando: «Y recuerde: Por años, fui rector de seminarios». «El sistema que tienen merece ser reproducido en todos los seminario del mundo. Es ejemplar». Murr prosigue con una confidencia del cardenal: «Encuentro sorprendente la opinión del cardenal sobre Mons. Lefebvre, el mismo hombre. No se fía del Vaticano. ¿Y quién puede culparlo? ¿Vd. lo haría? Por años intentó tratar con Villot y [Gabriel-Marie] Garrone Mathieu. Y por años, ellos han bloqueado sus intentos de hablar y razonar directamente con el Santo Padre. Vd. también desconfiaría del Vaticano».
Y acabó citándolo más: «No, aun si no puedo aprobar lo que hizo [consagrar cuatro obispos en vez de uno], puedo entender por qué lo había hecho. Le permitieron consagrar un obispo. Un solo obispo. Él [Lefebvre] muere. Después muere también su único obispo. El Vaticano después envía un sustituto modernista a la FSSPX, y ¡así [chasquido de dedos], se acaba!».
El resto es historia.
***
Nos fue señalado que recientemente, en artículos de un conocido blog de Libero, nuestro libro de reciente publicación “Massoneria vaticana”, con la firma del padre Charles T. Murr, y relativo a la importante investigación Gagnon, parece fue utilizado para sostener una tesis que, en realidad, no encuentra confirmación en el testimonio que hemos publicado por primera vez en italiano. AQUÍ el libro en cuestión.
En particular, se sostiene que en 1983 Juan Pablo II habría recibido el expediente Gagnon y encargado “inmediatamente” a Ratzinger a redactar el Código de Derecho Canónico para crear un “plan anti-usurpación”. Tal tesis no es absolutamente sostenida en el libro del padre Murr, ni sostenible por medio de él, desde que:
- Mons. Gagnon entregó el expediente a Juan Pablo II el 6 de Febrero de 1979, pero el
papano tomó en serio cuanto el obispo francocanadiense le refirió, tanto como para convencerlo a partir a Sudamérica (considérese que este fue el tercer intento de entrega que fue al vacío). Para profundizar, ver la pág. 203 y ss. del libro en cuestión. - En 1981, Juan Pablo II, luego del atentado sufrido, convocó de urgencia a Mons. Gagnon, al cual propuso la birreta cardenalicia, pero este se negaba hasta que el enemigo número uno en expresión del mismo Gagnon, o sea el cardenal masón Baggio, no fuese removido como jefe de la Congregación para los Obispos. Con todo, deberá esperar solo hasta 1984 para ver realizado este objetivo, y por ende Gagnon devendrá cardenal en 1985.
- No nos parece probable en manera alguna que Juan Pablo II haya encargado a Ratzinger en 1983 para meter mano en el CJC, dado que fue entre 1972 y 1978 que los obispos y canonistas de las universidades pontificias formularon los esquemas para el nuevo código, y en 1981 el
paparecibió la primera versión del texto definitivo, luego fue examinado por algunos canonistas de su confianza, y el 25 de Enero de 1983 fue finalmente promulgado el nuevo Código de derecho canónico, después de un trabajo por veinte años de más de trescientos expertos de treinta y un nacionalidades.
Señalamos además que el padre Charles T. Murr ha leído esta nota y suscribe cuanto aquí precisamos.
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