lunes, 21 de enero de 2019

RECUERDOS DE UN PASADO GLORIOSO: LOS CORDEROS DE SANTA INÉS

En Roma tenía lugar hoy una ceremonia muy especial: La bendición de los corderos en la fiesta de la virgen y mártir Santa Inés, patrona de la Modestia cristiana.

León XIII bendiciendo los corderos de Santa Inés en el Palacio Apostólico (21 de enero de 1899)

Pío XII bendiciendo los corderos
  
Esta ceremonia era realizada en la iglesia de Santa Inés extramuros,  por el abad de San Pedro ad Víncula (perteneciente a los Canónigos Regulares del Santísimo Salvador Lateranense), que usa la cruz y la mitra para esta ceremonia (Tomado del Ceremonial de los Obispos comentado y explicado por Mons. Ignace Bourguet, Obispo de Montréal, París, Librería de Jacques Lecoffre y Cía, año 1856). 
  
Acabada la Misa Mayor, el vicario de Roma va a la credencia y depone la capa pluvial, recibiendo el abad de San Pedro ad víncula la mitra, y con ella hace una reverencia a la cruz, y junto con el diácono y el subdiácono se dirige al faldistorio, donde se sienta, después de depositar su manípulo al ministro y decirle que se retire. Los corderos, con su cabeza coronada de flores y rodeados con las mismas (las flores son blancas y rojas, símbolo de la virginidad y el martirio de Santa Inés respectivamente), son presentados por dos canónigos lateranenses en el momento del Agnus Dei, y puestos a los dos lados del altar, uno del lado de la epístola y el otro del lado del evangelio, cada uno sobre un cojín de damasco blanco ricamente adornado.

  
El coro canta la siguiente antífona, perteneciente a las vísperas de la octava de Santa Inés, también conocida como Sanctæ Agnétis secúndo (conciliares, no os matéis buscándola en vuestros calendarios: vuestro Montini la eliminó en 1970): «Stans a dextris ejus Agnus nive candídior, Christus sibi sponsam et Mártyrem consecrávit» [Cristo, Cordero más blanco que la nieve, permaneció a su derecha, y la consagró para Sí como esposa y mártir].
  
Mientras cantan la antífona, el abad impone incienso tres veces en el turíbulo, y lo bendice del modo acostumbrado. Acabada ésta, el abad, mitrado, asciende al altar con los ministros, y allí depone la mitra, hace reverencia a la Cruz, y con las manos juntas, dice en tono ferial (o canta) los versos y la siguiente oración:
℣. Adjutórium nostrum in nómine Dómini.
℟. Qui fecit cœlum et terram.
℣. Dóminus vobíscum.
℟. Et cum spíritu tuo.

Orémus:
ORATIO
Omnípotens et miséricors Deus, qui per Móysen fámulum tuum, Pontifícibus tabernáculo serviéntibus induménta instituísti: et per sanctos Apóstolos tuos Sacerdótibus et Præsúlibus evangélicis vestiménta sacra providísti: effúnde tuam sanctam Bene ✠︎ dictiónem super hos Agnos, de quorum véllere sacra Pállia pro Summis Pontifícibus, Patriárchis, et Archiepíscopis conficiénda sunt: ut qui eis utántur una cum plebe sibi commíssa, pervéniant ad ætérnan beatitúdinem, per intercessiónem Beátæ Vírginis et Mártyris Agnétis (super cujus tumbam orámus), et mérita Dómini nostri Jesu Christi, qui tecum vivit et regnat in unitáte Spíritus Sancti, Deus, per ómnia sǽcula sæculórum. Amen. [Omnipotente y sempiterno Dios, que instituiste por tu siervo Moisés las vestiduras de los ministros del tabernáculo, y por los santos Apóstoles proveíste los ornamentos sagrados de tus sacerdotes y prelados evangélicos, infunde tu santa ben ✠︎ dición sobre estos corderos, con cuyo vellón se confeccionarán los palios para los Sumos Pontífices, Patriarcas y Arzobispos, para que, por la intercesión de la bienaventurada virgen y mártir Santa Inés (sobre cuya tumba oramos), puedan llegar juntamente con el pueblo a ellos confiado a la bienaventuranza eterna, por los méritos de nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén].
   
Y asperja tres veces los corderos con agua bendita, primero en el medio, luego por el lado derecho y luego del lado izquierdo. Primero el cordero del lado del Evangelio, y después el del lado de la Epístola, en ese orden. Posteriormente los inciensa tres veces a cada uno. Después el abad recibe la mitra, y hecha la reverencia ante la Cruz, regresa al faldistorio para despojarse de los ornamentos.
  
Los dos corderos son llevados al Palacio Apostólico, donde el Papa los bendice con idéntica ceremonia, y posteriormente, dichos animales retornan al monasterio trapense de San Pablo de las Tres Fuentes, y son alimentados hasta que son esquilados el Domingo de Pascua, y su lana es enviada al monasterio de monjas benedictinas de Santa Cecilia en el Trastévere para tejer los palios que se entregarán durante todo el año. Una vez terminados, son llevados por los subdiáconos apostólicos a la Basílica de San Pedro el día de la Natividad de San Juan Bautista (24 de Junio), donde en la vigilia de San Pedro y San Pablo son colocados por los canónigos en el altar de la Confesión, sobre la tumba del Príncipe de los Apóstoles después de rezar maitines, para ser bendecidos durante las primeras vísperas de San Pedro y San Pablo por el Papa y enviados posteriormente a los arzobispos metropolitanos y patriarcas (ceremonia que analizaremos, Dios mediante, en su momento). Concluyamos por ahora con estas palabras de Dom Prósper Gueranger OSB:
«Así, el sencillo ornamento de lana que los Prelados portan sobre sus espaldas como símbolo de la oveja del Buen Pastor, y que el Papa pone sobre la tumba misma de San Pedro para enviarlo a ellos, trasladará hasta los extremos confines de la Iglesia el doble sentimiento de la fuerza del Príncipe de los Apóstoles y de la virgínea dulzura de Santa Inés».

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