“Oh
Inmaculada Madre de Dios, Madonna del Miracolo, que quisisteis
conquistar con un singular prodigio de vuestra misericordia al israelita
Alfonso, acoged las súplicas que os presentamos con confianza, como un
día acogisteis las súplicas de aquellos que a Vos recurrieron pidiendo
la conversión del hijo judío. Obtenednos también una sincera y total
conversión a la gracia y todos los bienes del alma y del cuerpo.
Vuestra clemencia triunfó sobre Ratisbona, persuadiéndolo para que reciba el bautismo y se empeñe con voluntad seria en la observancia de los Mandamientos. Por esta conquista de vuestro amor, obtenednos la perseverancia en el cumplimiento de las promesas del bautismo. Haced que ningún obstáculo se interponga a nuestra observancia de los preceptos de Dios y de la Iglesia.
Vuestras
manos resplandecientes son el símbolo de las innumerables gracias que
con maternal bondad dispensáis profusamente sobre la Tierra. Haced
resplandecer también sobre nosotros un rayo de vuestra misericordia”.
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