jueves, 16 de julio de 2020

DÍA DIECISÉIS, CONSAGRADO A LA VIRGEN DEL CARMEN

Ejercicio devoto dispuesto por un fraile carmelita descalzo de la provincia de San Alberto de México, publicado en Puebla por la Litografía de Pedro Alarcón en la década de 1880.
   
DÍA DIEZ Y SEIS DE CADA MES, CONSAGRADO A LA SANTÍSIMA VIRGEN DEL CARMEN
 
 
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
  
ORACIÓN PREPARATORIA
¡Oh Dios mío!, yo creo firmemente cuanto habéis revelado, porque sois verdad suma, no podeis engañaros ni engañarme, y me habéis dado en la Iglesia Romana un órgano infalible que me enseñe sin peligro de errar. Con vuestra gracia espero vivir como buen hijo de esta Iglesia Católica y morir en su fe, con la que siempre quiero conformarme en todas mis acciones. Espero que me habéis de perdonar por los méritos de vuestro amado Hijo, y que al fin me daréis la gloria eterna, porque sois fidelísimo, y me habéis prometido la bienaventuranza, si guardo vuestros santos mandamientos. Os amo, ¡oh sumo bien!, de todo corazón, porque sois infinitamente bueno, digno de ser amado sobre todas las cosas; porque sois mi principio, mi fin, mi dulce centro y la única fuente de mi felicidad. Os amo y quiero amaros para siempre, ¡oh bondad infinita!, ¡oh manantial perenne de bienes inefables!… Os amo y siento mucho no haberos amado en otro tiempo; sí, me pesa en el alma de haberos ofendido. Me arrepiento, Señor, de mis culpas pasadas, y me aflige su gravedad y número. ¡Perdonadme, Dios mío, perdonadme!… Yo desde hoy me consagro todo a Vos y al servicio de vuestra amante Hija y mi querida Madre, la dulcísima Reina del Carmelo. Quiero ser todo vuestro y todo suyo, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

Dulcísima Virgen
Del Carmen delicia,
Protege a tus hijos
Cual Madre propicia.
  
1. Oh Madre amabilísima de Dios, que habéis mirado siempre a los carmelitas como a hijos primogénitos de vuestro Corazón, y quisisteis que fueran los primeros que edificasen templo a vuestro culto, celebrando el misterio de vuestra Concepción inmaculada, y que llevasen vuestro mismo nombre en prenda del amor que les tenéis, dignaos escuchar benignamente la oración del menor de todos ellos que solo quiere ver su corazón convertido en un templo donde Vos seas honrada y venerada siempre, y en un altar donde arda vuestro amor y el amor inefable de vuestro Hijo Jesús, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos. Amén. Ave María. 
  
Tú siempre en el Carmen
Suavísima fuiste:
¡Ay!, eres la Madre
Que vida le diste.
Y diste tu nombre
Por título tierno
A esta Orden que lleva
Tu afecto materno.
   
2. Oh Reina de los Ángeles, que figurada en la ligera nube que el gran profeta Elías vio subir desde el mar hacia el Carmelo, fuisteis cierto presagio de la copiosa lluvia de gracia y bendición que habeis de derramar sobre aquel santo monte; haced, Madre amantísima, que descienda sobre mi corazón el rocío de la gracia celestial, y que broten en él afectos dignos de un hijo vuestro: haced Vos, benignísima Madre, que produzca desde hoy frutos de fe, esperanza y caridad, y que sea semejante al de Aquel que encarnó en vuestro seno y quiso hacerse semejante a nosotros para purificar nuestros deseos y hacernos dignos hijos de su Eterno Padre, con el cual y el Espíritu de amor vive y reina por los siglos de los siglos. Amén. Ave María. 
   
En nube de nácar,
El férvido Elías
Te vio que al Carmelo
Graciosa subías.
Y le has dispensado
Tan finos favores,
Que puede llamarse
Tu monte de amores.
   
3. Oh inmaculada Virgen, y dulcísima Madre de Jesús, que dedicasteis a los Carmelitas entre todas las Órdenes religiosas los primeros afectos de vuestro cariño, y aun estando en la tierra os dignasteis tratar con muchos de ellos dulce y familiarmente; os ruego, benignísima Señora, que recordéis vuestra piedad antigua y atendais el día de hoy al más necesitado de los hijos del Carmen, que implora humildemente vuestra protección. Compadeceos de mí, Virgen purísima; nada temo si Vos me protegeis. Os ruego que me hagáis permanecer constante en vuestro amor, que me libreis de todos mis pecados, me hagais agradable a los hojos de vuestro Hijo divino, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén. Ave María. 
  
En vida tratabas,
Dulcísima siendo,
Con mil Carmelitas
Que te iban siguiendo.
Y haciéndoles siempre
Mil tiernas caricias,
Llenabas sus almas
De suaves delicias.
  
4. No contenta, piadosísima Señora, de haber dejado a los Carmelitas herederos de vuestros últimos recuerdos y de la misma casa en que vivíais cuando se obró el misterio de la Encarnación, habeis querido, aun desde la Gloria, mostrar vuestro cuidado maternal, bajando muchas veces a remediar sus males y a darles de comer con la mayor ternura, como hicisteis con San Alberto, con San Simón Stock y con muchos cofrades de esta Orden. ¡Vos misma preparábais su comida y se la dábais cariñosamente!… Haced, Virgen castísima, que yo conserve siempre vuestra hernecia, más dulce que la miel y el panal: alcanzadme las gracias necesarias para recibir bien la santa comunión, y para que me llegue dignamente a esa mesa dulcísima de mi amado Jesús Sacramentado, que con el Padre y el Espíritu de amor vive y reina por los siglos de los siglos. Amén. Ave María. 
  
Ya sé que al subirte
Gloriosa hacia el Cielo,
Dejaste en herencia
Tu casa al Carmelo.
Y en mil ocasiones
Benigna has bajado
A dar a tus hijos
Manjar regalado.
  
5. Oh engradecida Reina de los Ángeles y tiernísima Madre de los Carmelitas; Vos me habeis protgido toda mi vida; Vos me habeis prodigado favores especiales y me habeis distinguido con la preciosa insignia del santo Escapulario en prenda del afecto que me profesais: Vos me habeis prometido por su medio, librarme aquí de todos los peligros y preservarme del fuego del Infierno. Yo espero en Vos, Señora, que me habéis de cumplir vuestras dulces promesas: Vos me conseguiréis la perseverancia hasta la muerte: cuando esta llegue, Vos me asistiréis con afecto materno, y me libertaréis del santo Purgatorio, y finalmente me llevaréis al Cielo, donde por siempre cante vuestras misericordias, y las misericordias de vuestro Hijo divino, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén. Ave María. 
   
Y tú les tejiste
Un rico ropaje,
Y tú les trajiste
Del Cielo su traje.
Y tú con sus manos
Pusiste en su cuello
La insignia que lleva
De tu amor el sello.
  
6. Oh Madre amorosísima de Dios, que habéis querido dar a los Carmelitas el título especial de hijos y hermanos vuestros. Yo prefiero este título sobre todos los títulos del mundo, y quiero emplearme todo en vuestro servicio. Ya que vos lo quereis, oh hermana mía, quiero portarme en todo como vuestro hermano, miradme y defendedme como cosa vuestra. Acordaos también de que me habéis prometido libertarme de todos los peligros por medio del sagrado Escapulario. Libradme especialmente del riesgo de ofenderos. Quiero desde hoy unirme a los cofrades que más se han distinguido en serviros y amaros: quiero ocuparme en honraros a Vos, oh amantísima Reina del Carmelo, y en procurar la gloria de vuestro amado Hijo, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén. Ave María. 
  
De ti recibieron
El ser y el origen,
Y tú los preservas
De males que afligen.
Y tú los libertas
De mil precipicios,
Y cuidas que se hallen
Exentos de vicios.
  
7. ¡Oh Madre bondadosa del Carmelo, qué consolador es para mí este nombre dulcísimo de Madre!… Es verdad que con mis ingratitudes me he hecho muy indigno de llamarme hijo vuestro; pero al mirar mis culpas y miseria, recuerdo que sois Madre de misericordia, y que tengo una madre que es toda mi esperanza, mi refugio y mi amor. Ya que tanto me amais, Madre tiernísima, haced que los afectos de mi corazón se parezcan desde hoy a los del vuestro. Mostrad ahora vuestro poder con Dios, mostrad vuestras entrañas maternales conmigo, y vuestra protección a los hijos del Carmen. Haced en mi pobre alma una mudanza digna de vuestro amor y de vuestro poder. Que sepa todo el mundo cuánto vale vestir con devoción la divisa de vuestro Escapulario, y que es señal de vuestra protección, y de la protección de vuestro Hijo Jesús, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén. Ave María. 
  
De tus carmelitas
Hermana te llamas:
Asístenos pronta,
Pues tanto nos amas.
Y ya que al fin somos
Tus hijos y hermanos,
Condúcenos siempre
Benigna en tus manos.
  
EPÍLOGO Y ORACIÓN FINAL
Oh Reina augusta de los coros angélicos y Madre amorosísima de los Carmelitas: bien sé que habéis mirado en todos tiempos a vuestros hijos y cofrades del Carmen con ojos de piedad y de ternura, y que habéis ejercido en ellos siempre oficios propios de un amor peculiar. Vos fuisteis Madre de esta Religión en su origen y en su establecimiento; Vos la disteis el ser y el título que tiene; Vos la nutristeis cariñosamente y regalasteis a vuestros castos pechos; Vos llamasteis a ella dignos hijos, la pasasteis en brazos a Occidente y tuvisteis cuidado de su propagación; Vos la librasteis de todos los peligros, la defendisteis de sus perseguidores y la vestisteis con un manto precioso que atrae la bendición de vuestro amado Hijo sobre los que le llevan dignamente. Vos la llenásteis de insignes privilegios, la enriquecisteis con especiales gracias e hicisteis que sus hijos recibieran mil muestras de vuestro afecto en todo maternal. Sé que si están enfermos, los curáis dulcemente, si tristes y afligidos, los llenáis de consuelos; si los halláis exactos en serviros, le hacéis mil caricias; si extraviados y errantes, procuráis conducirlos; y si los veis caer, poneis la mano porque no se lastimen… Vos los cuidais en todos los lugares, los protegeis en todos los peligros, los libráis del Infierno. Vos los sacáis del Purgatorio y los lleváis, en fin, a vuestra compañía, haciéndolos dichosos para siempre.
  
¡Bendita seáis mil veces, oh amantísima Madre! Seguid favoreciendo como siempre a los hijos y hermanos de esta orden dichosísima. Haced Vos que llevemos el Santo Escapulario con la debida piedad y reverencia, y que no le manchemos con acciones indignas, ni con palabras, ni aun con pensamientos que desdigan de vuestra santidad, oh Inmaculada Virgen del Carmelo. Haced que procuremos parecernos a Vos, Madre del bello amor y de la santa esperanza, y que portándonos aquí como hijos vuestros, consigamos al fin la gloria eterna, donde veamos siempre el rostro de Jesús, vuestro Hijo primogénito, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
   
Una Salve por la conversión de los pobrecitos pecadores.
   
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

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