Tomado de APOSTOLADO CABALLERO DE LA INMACULADA.
Oh Virgen bendita, oh llena de gracia,
oh Reina de los Santos, ¡cuán dulce me es venerarte bajo este título de
Madre del Monte Carmelo! Él me recuerda los tiempos proféticos de
Elías, cuando Tú fuiste, sobre el Carmelo, figurada en aquella
nubecilla, que después, creciéndose, se abrió en benéfica lluvia,
símbolo de las gracias santificatrices que nos vienen por ti. Casi desde
los tiempos apostólicos Tú fuiste honrada con este misterioso título: y
ahora me alegra el pensamiento que nos unamos a aquellos tus primeros
devotos, y con ellos te saludamos, diciéndote: “Oh decoro del Carmelo,
oh gloria del Libano, Tú lirio purísimo, Tú rosa mística del florido
jardín de la Iglesia”. Entre tanto, oh Virgen de las vírgenes, acuérdate
de mí miserable, y muestra que eres mi madre. Difunde en mí siempre más
viva la luz de aquella fe que te hizo beata; inflámame de aquel amor
celestial, donde Tú amaste a tu Hijo Jesucristo. Estoy lleno de miserias
espirituales y temporales. Muchos dolores del alma y del cuerpo me
rodean por todas partes y yo me refugio, como hijo, a la sombra de tu
protección materna. Tú, Madre de Dios, que tanto puedes y tanto vales,
impétrame de Jesús bendito los dones celestiales de la humildad, de la
castidad, de la mansedumbre, que fueron las más bellas gemas de tu alma
inmaculada. Concédeme el ser fuerte en las tentaciones y en las
amarguras, que frecuentemente me trabajan. Vela con amor sobre mí, que
soy tu hijo, revestido de tu Santo Escapulario, y resplandece sobre mi
camino para que llegue a la cima del monte que es Cristo Jesús, tu Hijo y
mi Señor. Y luego que se cumpla, según el querer de Dios, la jornada de
mi terrena peregrinación, haz que le sea dada a mi alma, por los
méritos de Cristo y por tu intercesión, la gloria del paraíso. Amén.
Indulgencia
de 500 días (Papa Pío XI, Breve Apostólico del 12 de Abril de 1927;
Sagrada Penitenciaría Apostólica, Decreto del 29 de Abril de 1935).
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