miércoles, 29 de julio de 2020

MES DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO - DÍA VIGESIMONOVENO

Compuesto en Italiano por el padre Massimiliano Maria Mesini CPPS y publicado en Rímini en 1884; traducido por un presbítero y publicado en Santiago de Chile en 1919, con aprobación eclesiástica.
   
    
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
  
ORACIÓN PARA TODOS LOS DIAS
¡Oh Sangre Preciosísima de vida eterna!, precio y rescate de todo el universo, bebida y salud de nuestras almas, que protegéis continuamente la causa de los hombres ante el trono de la suprema misericordia, yo os adoro profundamente y quisiera compensar, en cuanto me fuese posible, las injurias y ultrajes que de continuo estáis recibiendo de las creaturas humanas y con especialidad de las que se atreven temerariamente a blasfemar de Vos. ¡Oh! ¿Quién no bendecirá esa Sangre de infinito valor? ¿Quién no se sentirá inflamado de amor a Jesús que la ha derramado? ¿Qué sería de mí si no hubiera sido rescatado con esa Sangre divina? ¿Quién la ha sacado de las venas de mi Señor Jesucristo hasta la última gota? ¡Ah! Nadie podía ser sino el amor. ¡Oh amor inmenso, que nos ha dado este bálsamo tan saludable! ¡Oh bálsamo inestimable, salido de la fuente de un amor inmenso! Haced que todos los corazones y todas las lenguas puedan alabaros, ensalzaros y daros gracias ahora, por siempre y por toda la eternidad. Amén.
   
DÍA VIGÉSIMONOVENO
CONSIDERACIÓN: LA DEVOCIÓN A LA SANGRE DE JESÚS PRESERVA DEL PURGATORIO

I. Para evitar el Purgatorio es menester purificarse en vida de toda mancha; y eso obra en nosotros la devoción a la Preciosa Sangre. Pues, recibida esta en los Sacramentos, nos borra todos los pecados; además, si somos deudores ante la justicia divina de pena aún no satisfecha por los pecados cometidos, por la misma Sangre se nos perdona aquella, mediante las Indulgencias. Por esto, lávate en la Sangre divina, figurada en el agua con que Jesús purificó del polvo de las ligerezas los pies de los Apóstoles (San Buenaventura, Suplemento al sermón 28 de Eucaristía, n. 164), y tendrás parte en el Reino de Dios, y te librarás del Purgatorio.
   
II. Nos enseña San Pablo que por la Sangre de Jesús, mediante la fe, fueron perdonados los pecados cometidos antes de la Redención. Por tanto los justos anteriores a la Pasión del Salvador (instruidos por las profecías), tuvieron fe en Él y su Sangre (Romanos III, 25. Martini, lugar citado). Ahora, dice Santo Tomás que «cuando Jesús, después de muerto, bajó con su alma al Purgatorio, libró de aquella penosa cárcel a los que habían tenido fe y devoción para con su muerte. Lo que también sucede al presente (Santo Tomás, Suma Teológica, parte III, L, .55, a. 8). Por esto Zacarías dice en sus profecías a Jesús: «Mediante tu Sangre, has hecho salir a los tuyos que estaban prisioneros, del lago que no tiene agua”, es decir, del Purgatorio, como lo explica San Buenaventura (Zacarías IX, 11. San Buenaventura, Exposición de la Misa, c. IV, en el memento de los muertos). Quien, por tanto, anhele una suerte tan feliz, sea devoto de la Preciosa Sangre.
   
III. «La Iglesia, dice el seráfico doctor, por medio del celebrante ruega por los difuntos “creyendo firmemente que la Preciosa Sangre de Cristo sirve no sólo a los vivos, sino también para librar de las penas a los muertos”» (Íbidem). Ofrezcamos, pues, esta Sangre en sufragio de ellos; con esta Sangre lavemos nuestras almas con la más tierna devoción, y así nos libraremos nosotros y libraremos a aquellos, del Purgatorio.
  
EJEMPLO
La sierva de Dios, Ana de Jesús, terciaria de la Santísima Trinidad, rezaba siempre por su difunto marido delante de una cera bendita que aquel acostumbraba a llevar consigo, y en el cual estaba estampado de un lado el Niño Jesús abrazado a la cruz, y del otro, los instrumentos de la Pasión. Un día, en medio del fervor de la oración, se le apareció el marido de rodillas, con la mitad del cuerpo entre las llamas, y con las manos juntas, en actitud de pedir misericordia. Vio después brotar de la imagen del Santo Niño una fuente de Sangre que cayendo sobre aquel fuego lo apagaba (Alejandro de la Madre de Dios OSST, Crónica de los trinitarios descalzos, p. III, libro IX, c. 12). Con lo cual, el Señor le dio a conocer que su marido, por haber sido devoto de la Pasión, en virtud de la Sangre Preciosa, volvería pronto al Cielo. ¡Bienaventurados, pues, los devotos de la Preciosa Sangre! quines también después de la muerte, en el Purgatorio, experimentarán los favorables efectos de tan saludable devoción.
          
Se medita y se pide lo que se desea conseguir.
  
OBSEQUIO: Meditando las siete efusiones de la Sangre Preciosa, rezad treinta y tres Pater Noster por las Ánimas del Purgatorio que en vida hayan sido más devotas de las mismas; a fin de que no sólo con la oración, sino también aplicándoles las Indulgencias anexas, podáis aportarles copioso sufragio.
  
JACULATORIA: Por vuestra Sangre, Señor, las puertas del Cielo abridme cuando yo muera.
  
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
Jesús mío, ¡quién sabe cuántos años, tal vez cuántos siglos he merecido el Purgatorio! ¿Cómo podré estar tanto tiempo entre aquellas acerbísimas penas y en medio de aquel ardentísimo fuego? ¡Oh Sangre Preciosísima de mi Salvador, si vuestra devoción tanto sirve para librar del Purgatorio, o al menos para abreviar su duración, quiero dedicarme a ella por entero! Deseo a menudo embriagarme de Vos en los Sacramentos, ganar las Indulgencia fundadas en Vuestro mérito y meditar las penas entre las cuales fuisteis derramada. ¡Ea! Purificadme Vos de toda mancha en esta vida, y abreviadme el Purgatorio. Sangre Preciosísima, tened compasión de las almas que allí están penando, ya que también por ellas habéis sido derramada. Apagad, pues, esas llamas que las devoran, y llevadlas pronto a bendeciros eternamente en el Cielo. Amén.
   
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DIAS
¡Oh Corazón de mi amado Jesús, cargado con la pesada Cruz de mis culpas, coronado con las espinas de mis ingratitudes y llagado con la lanza de mis pecados! ¡Oh Jesús de mi vida! Cruz, espinas y lanza he sido para vuestro Corazón con mis repetidas ofensas: éste es el retorno con que, ingrato, he correspondido a las dulces y amorosas lágrimas de Belén y a la extrema pobreza en que por mi amor nacisteis; éste es el agradecimiento y recompensa que han tenido vuestros trabajos y vuestra Preciosísima Sangre derramada con tanto amor por la salud de mi alma; esta es la paga de aquella excesiva fineza que obrasteis en el Cenáculo, cuando, abrasado en caridad y encendido en divinas llamas, os quedasteis por mi amor sacramentado, buscando amante la bajeza de mi pecho para recreo de vuestra bondad. ¡Oh Jesús de toda mi alma! Parece que hemos andado a competencia los dos, Vos con finezas, yo con ingratitudes; Vos con un amor que no tiene igual, y yo con un menosprecio que no tiene semejante; Vos con tanto amor regalándome y dándome en el Sacramento la dulzura de vuestro Corazón y yo dándoos por la cara con la hiel de mis culpas. ¡Oh Corazón de mi amado Jesús! ¡Oh Jesús de mi corazón, piadosísimo en esperarme! Compadeceos de mi miseria y perdonadme misericordioso cuanto ingrato os he ofendido, concediéndome benigno que esas espinas con que os veo punzado saquen lágrimas de mi corazón contrito, con que llore mis repetidas ingratitudes, y por esas vuestras amorosas y dulces llagas, llagad y herid éste mi corazón con la dulce y ardiente flecha de vuestro amor, para que os ame y sirva, para que os alabe y bendiga, y después eternamente gozaros. Amén.
   
℣. Señor, nos redimisteis con vuestra sangre.
℟. Y nos habéis hecho un Reino para nuestro Dios.
   
ORACIÓN
Dios omnipotente y eterno, que habéis constituido a vuestro Hijo único Redentor del mundo y que quisisteis ser aplacado con su Sangre; te rogamos nos concedas que de tal modo veneremos el precio de nuestra salvación, y por su virtud seamos preservados en la tierra de los males de la presente vida, que nos regocijemos después con fruto perpetuo en los cielos. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
  
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

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