Novena
dispuesta por el padre Fray José Francisco Valdés OFM, de la provincia
de San Diego, a expensas de un sacerdote devoto del beato, y publicada
en México en 1818 en la imprenta de Alejandro Valdés.
INTRODUCCIÓN
Todos
los Santos son abogados nuestros en el Cielo: todos ruegan allí y piden
por nosotros; de todos debemos o podemos esperar el remedio de nuestras
necesidades, pero de ninguno con más confianza que de aquellos que
sobresalieron en este mundo en la caridad y misericordia con sus
prójimos.
Entre
estos tiene un lugar muy distinguido el glorioso confesor de Jesucristo
beato Antonio del Águila, hijo del gran Padre de la Iglesia el señor
San Agustín, y por tanto heredero de sus virtudes, en particular de la
misericordia con los pobres: los demás santos y justos han dedicádose al
servicio de los prójimos y al socorro de los necesitados, con sus
facultades, con sus riquezas, con sus personas y con sus afanes y
trabajos. Pero el beato Antonio del Águila, a más de esto, se sacrificó
al remedio de los enfermos, al socorro de los necesitados y al socorro
general de sus prójimos, con su persona, con sus facultades, con sus
arbitrios y hasta con su misma sabiduría, para poder decir que no solo
servía a sus prójimos con amor, con voluntad y con gusto, sino también
con su entendimiento, con su talento y con su humildad. Este fue el
blanco que se propuso, cuando desengañado de la vanidad del mundo,
determinó no hacer uso de su facultad médica y de sus conocimientos,
sino a beneficio de los pobbres enfermos, y sin pretender otras
utilidades o emolumentos que los que promete Jesucristo Señor nuestro a
quien se ejercita en las obras de misericordia. Logró con esto que el
Señor bendijese sus virtudes y medicinas: pues con ellas y la señal de
la Cruz, sanaba a sus enfermos.
Aun
hizo mayores ventajas su caridad en la peste que se encendió en la
ciudad de Águila; porque no contento con asistir a los apestados, con
medicarles y consolarles, les ayudaba a morir; y si no había quien los
llevase a la iglesia a sepultarlos de muertos, él mismo se encargaba de
este trabajo: los conducía y aun hacía los oficios de la sepultura.
Si
la caridad se perfecciona en el Cielo y logra allí todos los
incrementos de que es capaz un alma; ¿qué fervorosa y qué ardiente será
la caridad y la misericordia de este bienaventurado allá en su patria,
habiendo sido tan fervorosa en este destierro? ¿Cómo no ha de inclinarse
a oír los clamores de los que le llaman ahora que puede remediarles con
su poderosa intercesión, si tan pronto estaba a escucharlos cuando aún
no tenía tan cerca la fuente de los socorros?
Avivemos,
pues, nuestra confianza, y clamemos al beato Antonio del Águila, y en
nuestra misma experiencia hallaremos acreditada su indecible caridad y
su poderosa intercesión.
La misma santa Iglesia se movió a concederle el culto que se le tributa
por la multitud portentosa de milagros que obró en vida, y que continúa
obrando hasta la presente.
El
deseo de que se extienda su devoción y de que se multipliquen sus
milagros con utilidad del mundo cristiano, ha puesto en el corazón de un
amartelado suyo disponer esta Novena para que los necesitados que
quieran experimentar lo que él mismo experimentó cuando destituido de
todo humano socorro se encomendó al Santo, y se halló casi
milagrosamente sano de una peligrosa enfermedad, recurran como él a su
piedad y beneficencia.
El
modo de hacerla será disponiéndose con una sincera y cristiana
confesión y devota comunión el día quince de julio, que se comienza,
para acabarla el día anterior al veinte y cuatro del mismo Julio, que es
cuando se celebra en la Iglesia, cerrándola con una confesión y
comunión en honor suyo, y como si fuera la última en lugar de Viático.
NOVENA
CONSAGRADA AL CULTO DEL GLORIOSO BEATO ANTONIO DE LA TORRE DEL ÁGUILA,
DEL SAGRADO ORDEN DEL GRAN PADRE Y DOCTOR SAN AGUSTÍN, CONOCIDO CON EL
EPÍTETO POR MÉDICO DE LOS POBRES
Dobladas las rodillas y hecha la señal de la Cruz, se dice el acto de contrición siguiente:
Por
la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠
Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu
Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN
Dulcísimo
Redentor de las almas, Jesús mío: no sé qué admire más, si mi
ingratitud a tus beneficios, o tu paciencia en sufrir mis ingratitudes.
Hemos sudado a porfía: yo a ofenderte, y Tú a sufrir mis ingratitudes;
yo a repetir ofensas, y Tú a alargar el plazo de tu sufrimiento. Mil
veces hubieran arrojádome mis culpas al Infierno si Tú no hubieras sido
tan piadoso. Lo confieso Señor: y avergonzado de tan obstinada
ingratitud, me arrodillo ahora a tus pies, confiado en que no aguardas
otra cora para perdonarme, sino un arrepentimiento. Me arrepiento, sí me
arrepiento: y tanto, que quisiera morir de dolor de haberte ofendido.
Pues has tenido paciencia para sufrirme, ten ahora la bondad de darme un
dolor que me parta el corazón, y me dé el consuelo de morir de pena de
haber enojado a quien murió en una cruz por amor mío. Amén.
DÍA PRIMERO – 15 DE JULIO
¡Oh
felicísimo Antonio! ¡Qué empeñada anduvo la Divina Providencia desde
tus primeros años con el gobierno de tu vida! No quiso que te enpeñases
en otros estudios que en los de la medicina y la cirugía, porque te
proporcionaban más que otros a los ejércitos de tu misericordia y
caridad en que tanto resplandeciste. Dichoso mil veces por haber dado
tan buen empleo a tus conocimientos y luces; ejercita desde el trono de
majestad en que ahora vives, ejercita conmigo tus piedades, y alcánzame
de Dios nuestro Señor que sepa yo dirigir mis acciones según el
beneplácito divino; y que no me proponga en él otro objeto que
la gloria de Dios y el bien del prójimo. Amén.
Se rezan cinco Padrenuestros y cinco Avemarías, y se dice la siguiente oración que se repite todos los días.
Antonio prodigioso, espejo de humildad, pasmo de penitencia, asombro de caridad y epílogo de las más eminentes perfecciones y virtudes. ¡A qué grado tan alto de gloria te elevaste: con las alas de tu encendida caridad a Dios y al prójimo! Fijaste tu habitación en las sangrientas heridas de tu amado, y de ellas no te sacaban sino los clamores de la pobreza, las voces de la enfermedad: enbriagado en la sangre de tu crucificado dueño, salías por las calles y plazas a buscar las delicias de tu alma en las llagas de tus prójimos, en los achaques de tus hermanos, y en las necesidades de los míseros mortales. Yo te doy los plácemes porque ha convertido Dios esos destrozos de la humanidad, en piedras preciosas que adornan tu corona de inmortalidad: gózala en hora buena, con el consuelo de que nada hay capaz de despojarte de ella; pero inclina tus ojos hacia los que abrumados con el peso de nuestras iniquidades, y atemorizados con el riesgo de perder a Dios, gemimos en este valle de miserias, y suspiramos sin cesar por la gracia de curaciones con que te honró Dios en vida, dando salud a los que se ponían en tus manos. Nadie la necesita mas que yo: sáname del mortal accidente de mis desarregladas pasiones, de mis desordenados apetitos: y alcánzame de la divina bondad la fortaleza que necesito para andar sin tropiezo el camino de los Mandamientos del Señor, y no recaer en mis antiguas iniquidades. Amén.
Se reza una salve a María santísima y se concluye con esta oración:
Purísima María, Madre del verdadero Dios y abogada de los hombres. ¡Qué bien se hermana en ti la alteza de tu dignidad y la benignidad de tu Corazón! Eres la mayor entre todas las puras criaturas, la más perfecta, la mas santa: y por el vínculo de sangre que te une con tu Hijo, entras en un grado casi divino; mas no por eso te olvidas de nosotros, antes te alegras de podernos así favorecer. Bendita la mano de aquel Señor que unió en ti tan alta majestad con benignidad tan tierna, la grandeza de reina con las entrañas de madre: muestra que eres Madre mía, apartando la vista de mis maldades, y poniéndola en las lagrimas con que te pido me alcances de tu Hijo divinisimo verdadero dolor de mis pecados, y un ardientísimo amor a aquel Señor que deseoso de dar despacho favorable a mis súplicas, te nombró a ti por mi abogada en el tribunal de su misericordia. Amén.
GOZOS
Pues te hace médico el Cielo
De pobres y desvalidos:
¡Oh Antonio!, a nuestros gemidos
Franquea piadoso el consuelo.
Ya desde tu tierna edad,
Y en tus primeros abriles,
De diversiones pueriles
Huyes con severidad.
Y en tus primeros abriles,
De diversiones pueriles
Huyes con severidad.
¿Cuál será tu santidad
Cuando llegue a alzar el vuelo?
¡Oh Antonio!, a nuestros gemidos
Franquea piadoso el consuelo.
Cuando llegue a alzar el vuelo?
¡Oh Antonio!, a nuestros gemidos
Franquea piadoso el consuelo.
Estudiar la medicina
Tratas con grande prudencia;
Y a una áspera penitencia
El santo temor te inclina,
De tu pureza la ruina
Evitar es tu desvelo.
Tratas con grande prudencia;
Y a una áspera penitencia
El santo temor te inclina,
De tu pureza la ruina
Evitar es tu desvelo.
¡Oh Antonio!, a nuestros gemidos
Franquea piadoso el consuelo.
Franquea piadoso el consuelo.
No es el interés mundano
Quien a esta ciencia te aplica;
Tu caridad te dedica
A dar al pobre la mano.
Pensamiento tan cristiano
Fuerza es que fomente el Cielo.
¡Oh Antonio!, a nuestros gemidos
Franquea piadoso el consuelo.
Quien a esta ciencia te aplica;
Tu caridad te dedica
A dar al pobre la mano.
Pensamiento tan cristiano
Fuerza es que fomente el Cielo.
¡Oh Antonio!, a nuestros gemidos
Franquea piadoso el consuelo.
Como tratas de abrasarte
En fuego de amor divino,
En la escuela de Agustino
Resuelves incorporarte.
No podías en mejor parte
Encontrar un mongibelo.
¡Oh Antonio!, a nuestros gemidos
Franquea piadoso el consuelo.
Franquea piadoso el consuelo.
Cual ángel de paz serenas
Discordias escandalosas:
Y las rabias venenosas
A olvido total condenas.
Tus voces de fuego llenas
Convierten la tierra en Cielo.
¡Oh Antonio!, a nuestros gemidos
Franquea piadoso el consuelo.
Franquea piadoso el consuelo.
Aun de ti mismo te olvidas
Por pensar en la pasión,
Y fijas tu habitación
De tu amado en las heridas.
A que te imite convidas
De las almas el desvelo.
¡Oh Antonio!, a nuestros gemidos
Franquea piadoso el consuelo.
Franquea piadoso el consuelo.
Enfermedad, desventura,
Pobrezas, necesidad,
Remedio halla en tu piedad:
Todo tu mano lo cura.
Así al muerto sepultura
Le previene tu desvelo.
¡Oh Antonio!, a nuestros gemidos
Franquea piadoso el consuelo.
Franquea piadoso el consuelo.
En éxtasis deliciosos
Tu corazón se liquida:
Y de Cristo en cada herida
Te entras a tener mil gozos.
Tus afanes amorosos
Allá dirigen el vuelo.
Tus afanes amorosos
Allá dirigen el vuelo.
¡Oh Antonio!, a nuestros gemidos
Franquea piadoso el consuelo.
Franquea piadoso el consuelo.
En el instante prolijo
De tu muerte, van tus ojos
A ser hermosos despojos
De un devoto crucifijo.
En él tu espíritu fijo
Se despide de este suelo.
De un devoto crucifijo.
En él tu espíritu fijo
Se despide de este suelo.
¡Oh Antonio!, a nuestros gemidos
Franquea piadoso el consuelo.
ORACIÓN
Cura,
Señor, por la intercesión de tu bienaventurado confesor Antonio, los
achaques de nuestras almas: y haz que fortalecidos con la virtud de tu
gracia, corramos la senda de tus mandatos, de manera que seamos
feliznente conducidos a los gozos de una salud eterna. Por Jesucristo
nuesto Señor. Amén.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
DÍA SEGUNDO – 16 DE JULIO
Por la señal…
Acto de contrición.
¡Oh
bienaventurado Antonio! ¡Oh joven prudentísimo! Conociste el riesgo que
corre la pureza entre las olas del mar inquieto de la juventud, y le
echaste el lastre de la mortificación y penitencia, entregándote a ella
con tanto rigor, que más parecías vivir de milagro que por el orden
natural. Yo te pido, con todas las mayores veras de mi corazón, me
alcances de Dios nuestro Señor lágrimas amargas de penitencia, para
purificarme de las manchas pasadas; y fortaleza cristiana para admitir
la muerte antes que permitir vuelva mi alma a mancharse con la más leve
inmundicia de la carne. Amén.
Se rezan cinco Padrenuestros y cinco Avemarías. Las demás Oraciones y los Gozos se rezarán todos los días.
Se rezan cinco Padrenuestros y cinco Avemarías. Las demás Oraciones y los Gozos se rezarán todos los días.
Se rezan cinco Padrenuestros y cinco Avemarías. Las demás Oraciones y los Gozos se rezarán todos los días.
Se rezan cinco Padrenuestros y cinco Avemarías. Las demás Oraciones y los Gozos se rezarán todos los días.
Se rezan cinco Padrenuestros y cinco Avemarías. Las demás Oraciones y los Gozos se rezarán todos los días.
Se rezan cinco Padrenuestros y cinco Avemarías. Las demás Oraciones y los Gozos se rezarán todos los días.
Se rezan cinco Padrenuestros y cinco Avemarías. Las demás Oraciones y los Gozos se rezarán todos los días.
Se rezan cinco Padrenuestros y cinco Avemarías. Las demás Oraciones y los Gozos se rezarán todos los días.
DÍA TERCERO – 17 DE JULIO
Por la señal…
Acto de contrición.
¡Oh
bienaventurado Antonio! Que anhelando a encenderte más y más en amor de
Dios, te alistaste en la milicia Agustina para participar más de cerca
los ardores de aquel Vesubio animado y Etna vivo que fue mi amado padre
Agustino. Acercaste la elección, avivaste la llama de tu amor entre las
cenizas del humilde hábito, y copiaste a tu padre en los dulces
incendios de su asombrosa caridad. Envía desde esa patria del divino
amor un rayo a este mi helado corazón: y como el fuego no puede estar
ocioso, haz que ese fuego en que te abrasas prenda en mi espíritu y en
mi alma, hasta subir a arder en la esfera de la gloria. Amén.
DÍA CUARTO – 18 DE JULIO
Por la señal…
Acto de contrición.
¡Oh
bienaventurado Antonio! Que destinado por el Cielo para Ángel de paz
que apagara el fuego de la discordia, supiste desempeñar tan
gloriosaniente tu destino, que convertiste en remedo de la gloria la
ciudad que era teatro del infierno: haz ahora con tus poderosos ruegos
que reine en nuestros corazones el Dios de la paz; y de tal suerte
vivamos en este mundo, que nada haya que nos haga perder la tranquilidad
del alma, y nos aleje de llegar a perder el ser moradores de la santa
ciudad de Jerusalén, que es visión de paz. Amén.
DÍA QUINTO – 19 DE JULIO
Por la señal…
Acto de contrición.
¡Oh
bienaventurado Antonio! ¡Cuán profundas raíces ha echado en tu corazón
la humildad, pues te hace salir huyendo de las aclamaciones y aplausos
que te habían granjeado tus portentosas curaciones y eminente santidad!
Huye enhorabuena de estos aplausos vanos: que en retorno de ellos Dios
te concederá las verdaderas alabanzas, que son las que salen de su
divina boca, y las que tú solo deseas: admite entre tanto las que ahora
te tributa mi devoción: y en retorno de ellas, te suplico infundas en mi
alma el espíritu de la humildad cristiana, para que abriendo los ojos
para ver mis iniquidades, me sepa humillar en el divino acatamiento, y
hacerme digno de las gracias que tiene Dios prometidas a los humildes de
corazón. Amén.
DÍA SEXTO – 20 DE JULIO
Por la señal…
Acto de contrición.
¡Oh
bienaventurado Antonio, verdadero discípulo de Cristo y fiel imitador
de su inefable caridad! ¡Yo te veo andar como el hombre Dios, haciendo
bien a todos, repartiendo salud a los enfermos, socorro a los
necesitados y generalmente consuelo a todos los afligidos, persuadido
santamente que no había trabajo o miseria que no fuese acreedora a tu
beneficencia. Bendito sea para sienpre aquel Señor que te dio entrañas
tan compasivas. Confiado yo en ellas, me pongo en tu presencia, y
humildemente te suplico veas las gravísimas necesidades de alma y cuerpo
que me cercan. Ese corazón que no ha olvidado en el Cielo su piedad y
misericordia, no puedo creer deje de moverse a los clamores de mis
necesidades, y alcanzarme de Dios nuestro Señor el remedio do todas
ellas. Amén.
DÍA SÉPTIMO – 21 DE JULIO
Por la señal…
Acto de contrición.
¡Oh
bienaventurado Antonio! ¡Qué campo tan dilatado ofrece a tu
misericordia y compasión la peste que se ha encendido en la ciudad!
¡Cuál gloria para ti poder servir a los apestados, ya recetándoles los
medicamentos, ya aplicándoseles por tus manos, ya visitándoles,
consolándoñes y auxiliándoles en sus agonías, y ya llevando sobre tus
hombros a los muertos y sepultándolos! ¡Bendito sea para sienpre Dios,
que tan copiosamente te participó de sus entrañas de piedad! ¡Bendita
sea su bondad, que no desea otra cosa sino derramar sobre nosotros sus
beneficencias y piedades! Pues estás cerca de la fuente, pide para mí
las que necesito, para sanar de la peste de mis malos hábitos, y para
lograr la salud espiritual de mi alma, y morir en la amistad y gracia de
Dios. Amén.
DÍA OCTAVO – 22 DE JULIO
Por la señal…
Acto de contrición.
¡Oh
bienaventurado Antonio! Con cuán larga mano te paga Dios tus finezas
amorosas! ¡Qué delicias tan inefables inundan tu corazón, después de
haberlo herido tú con la tierna compasión de los atroces tormentos de tu
crucificado dueño! ¡Oh, si fuera yo tan feliz que me entrara por las
llagas y heridas de mi sagrado Redentor a gozar de ese divino manantial
de deleites! ¡Oh, si lograra yo que mis súplicas y ruegos fuesen oídos
de tu piadosa compasión, y me alcanzaces una continua afectuosa memoria
de la Pasión y muerte de mi amorosísimo Jesús! Haz que logre yo imitarte
en esa santa ocupación, y que no haya en el mundo cosa alguna en que se
emplee mi memoria y mi voluntad, sino en la muerte de mi Jesús. Amén.
DÍA NOVENO – 23 DE JULIO
Por la señal…
Acto de contrición.
¡Oh
bienaventurado Antonio! ¡Qué preciosa es tu muerte a los ojos de Dios!
Mueres fijos los ojos en la imagen de tu crucificado dueño: y, bañando
tus labios con la Sangre que mana de su santísimo Costado, las últimas
palabras que pronuncia tu boca son: «¡En tu sangre Jesús, en tu Sangre
Jesús!». ¡Oh muerte felicísima! ¡Oh muerte envidiable! ¿Pero qué podías
tener en los labios en aquella hora, sino lo que había sido toda tu vida
el empleo de tu amor y de tu gratitud? |Miserable de mí, que no
habiendo sabido apreciar esa Sangre preciosísima, debo temer no me
aproveche en la última hora! No sea asi, Antonio amado mío; por esa
misma Sangre te suplico no me desampares en mi muerte. Por la Sangre
preciosísima de mi Jesús, te pido, te suplico y ruego hagas que logre mi
alma a la hora de mi muerte, ser participante de los triunfos de esa
Sangre. Amén.
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