jueves, 31 de agosto de 2017

LUTERO SE CONTRADICE A SÍ MISMO

Conferencia presentada por Ángela Pellicciari, historiadora, profesora y ensayista italiana, el 28 de Agosto de 2017 en el marco del curso La Reforma protestante 500 años después, realizado en la Residencia La Granda en Avilés (Asturias, España).
   
LUTERO Y SUS CONTRADICCIONES
  
Lamento no poder hablar español. Siento también el no poder hablar libremente, como siempre hago, y estar obligada a leer con dificultad lo que he escrito en vuestro bello idioma.
   
El título de la conferencia que se me ha pedido es muy acertado: en el sentido que el pensamiento de Lutero es una constante contradicción. Lutero parte de algunos principios que después, sistemáticamente, niega.
  
Me he preguntado: ¿por qué? ¿Por qué Lutero teoriza ideas y sugiere acciones que están en contraste radical con los fundamentos de su doctrina?
  
Me parece que la raíz, la razón de sus continuas contradicciones hay que buscarla en un sentimiento que lo domina: el odio.
  
Odio a Roma
Odio a Roma, tanto la Roma cristiana como la pagana (es suficiente ver el modelo utilizado para caracterizar el soldado ejemplar del ejército luterano: Felipe de Hesse, el bígamo Felipe de Hesse, a quien Lutero define como el “nuevo Arminio”). Odio que consigue hacer extraordinariamente eficaz gracias a las desagradables imágenes que, durante todos los años de su vida pública (del 1520 al 1545), Lutero va elaborando obsesivamente junto con su amigo Cranagh sobre papas, curas, monjes y cardenales. Xilografías que los jesuitas Grisar y Heege consiguieron recuperar con mucho trabajo y que publicaron al inicio del siglo XX (veinte) en una serie de folletos.
  
El odio contra Roma tiene como consecuencia pretender sustituir a Roma en lo que tiene de único: la universalidad. Comporta querer que Alemania tome el lugar ocupado por Roma durante dos mil años. Lutero separa a una parte importante de Alemania de la comunión con Roma, es decir de la universalidad cristiana, que lleva a cumplimiento la universalidad greco-romana, la cultura greco-romana. El daño al pueblo alemán, implícitamente abandonado a la soledad de su propia mitología pagana y al pensamiento gnóstico, es incalculable.
   
Voluntad de poder
El resultado natural del odio de Lutero es su ilimitada voluntad de poder. Voluntad de poder que lo lleva a escribir de nuevo no solo la historia de la Iglesia, sino también toda la historia de la salvación tal como nos ha sido revelada.
  
Analicemos algunas expresiones de A los príncipes cristianos de la nación alemana de 1520, título que vuelve a evocar casi literalmente el masón Fichte en 1808 en el Discurso a la nación alemana (sirva esto como ejemplo para subrayar la importancia de Lutero a la hora de forjar la identidad de la nueva Alemania anti-romana): “Despertemos, mis queridos alemanes”, “en esta batalla no luchamos contra los hombres, sino contra el príncipe de los demonios”, “hasta ahora los papas y sus seguidores con la ayuda del diablo han podido confundir al rey”.
  
De esta premisa brota el imperativo dado a los príncipes para ir a la batalla contra el anticristo que está en Roma. ¿Por qué los príncipes tienen que combatir contra Roma y tomar su lugar en la guía de la Iglesia? Porque Dios, por boca de Lutero, así lo quiere: “Por ello digo: como la autoridad ha sido instituida por Dios para castigar a los malos y proteger a los buenos, se le debe dar la libertad para su función, a fin de actuar sin obstáculos dentro de todo el cuerpo de la cristiandad sin mirar a la persona, aunque caigan el Papa, los obispos, los curas, los monjes, las monjas o lo que sea”; “Deben [los príncipes] ejercer libremente su función y su obra, que tienen de Dios sobre todo el mundo, allí donde sea menester y útil desempeñarlas”, “Por tanto el poder secular cristiano ha de ejercer su función libremente y sin obstáculos”, “Debemos llegar a ser audaces y libres y no dejar que las falsas palabras del Papa mortifiquen el espíritu de libertad”.
  
Libertad y libre albedrío
Nos encontramos de este modo con la primera gigantesca contradicción de Lutero: el monje agustino usa como un mantra la palabra libertad, pero ¿qué entiende por libertad? Entiende sólo y exclusivamente la libertad respecto a Roma. Una libertad además que vale para los príncipes y sólo para los príncipes. Libertad que comporta un totalitarismo desconocido en el ámbito cristiano: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22, 21) se convierte en dad al César lo que es del César y dadle también lo que es de Dios. Dad al César tanto el poder temporal como el poder espiritual. De un plumazo Lutero borra las interminables batallas libradas por el poder espiritual para ser autónomo respecto a la autoridad temporal. La libértas Ecclésiæ que la Iglesia ha reivindicado y defendido durante quince siglos, incluso con la sangre, es así destruida.
  
Las revueltas campesinas
Cuando el odio hacia Roma –y la santificación de la revolución que comporta– inducen a caballeros y campesinos a rebelarse contra los príncipes para participar también ellos en la repartición de los bienes de la Iglesia, que Lutero ha asignado sólo a los príncipes (un tercio de la riqueza nacional alemana está en manos de la Iglesia…), Lutero invita a combatir a los campesinos sin piedad (1525, Contra las hordas ladronas y asesinas de los campesinos). ¿Por qué? Porque han robado y saqueado “con impiedad conventos y castillos que no eran suyos”; han cubierto “con el Evangelio sus crímenes” y querían “convertir en propiedad común los bienes de los demás, sin dejar de tener los suyos”. En la práctica, porque han hecho las mismas cosas que Lutero ha teorizado para los príncipes.
   
¿Con qué argumentación justifica el monje agustino un uso tan desvergonzado de dos varas de medir? Con la siguiente consideración: “El bautismo no hace comunes el cuerpo y los bienes, sino sólo el alma” ya que “Cristo pone cuerpo y bienes bajo el emperador y la ley secular”: la obediencia que Lutero reclama al poder temporal independientemente de cualquier valoración de méritos, exigida además en nombre de Dios, llega a niveles de despotismo que pueden parecer inhumanos.
   
Gnosticismo
Niveles que descansan sobre la distinción-contraposición de alma y cuerpo que tiene en cuenta la posible existencia de un hombre dividido en dos, dividido entre el espíritu, que se considera libre, y el cuerpo, considerado como un esclavo. Por otro lado, ya en el 1520, en La libertad cristiana, Lutero había teorizado sorprendentemente la coexistencia de dos naturalezas en el hombre: “Todo cristiano posee una naturaleza espiritual y otra corporal”. En estas afirmaciones parece que Lutero comparta la visión gnóstica del hombre, que desprecia el cuerpo y exalta el espíritu (que se supone que culmina en los príncipes: Hegel no está lejos). Concepción radicalmente antitética a la revelación bíblica: “Y todo estaba muy bien”.
  
Predestinación
El odio a Roma comporta la negación del sacramento del Orden, la anulación del magisterio, la revisión de los novíssimi: ¡los hombres no son libres! Pero si no son libres no pueden realizar ninguna obra buena. Por tanto, Dios no los premia con el paraíso y no los castiga con el infierno, sino que es Dios mismo el que, desde la eternidad, con una doble predestinación, destina a unos a la felicidad eterna y a otros al sufrimiento eterno.
  
Cuando Lutero, en polémica con Roma, afirme ‘Sólo Escritura’, en nombre de esta ‘Sólo Escritura’ negará toda la visión de Dios mostrada por la Sagrada Escritura: toda la Biblia niega que la voluntad del hombre sea esclava (desde la alianza de Moisés hasta la de Josué, el hombre es presentado siempre como libre de escoger entre la vida y la muerte, el bien o el mal), como niega también la terrible visión de un Dios que cree a alguien sólo para enviarlo al infierno (el Dios bíblico es Padre, esposo, amante de la vida y de su criatura hasta promover su rescate con la muerte de su único hijo).
  
Libre examen
Son numerosísimas las contradicciones entre la ‘Sólo Escritura’ y la Escritura, comenzando por la que se refiere al ‘libre examen’ que Lutero reivindica mientras que San Pedro lo niega expresamente en su Segunda carta (“Sabiendo, sobre todo, lo siguiente, que ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia, pues nunca fue proferida profecía alguna por voluntad humana, sino que, movidos por el Espíritu Santo, hablaron los hombres de parte de Dios”). Del ‘libre examen’ derivará un sectarismo extremo (un caso límite será el del sastre de Leiden), para canalizarlo Lutero impondrá en el 1535 a todos los pastores que salen de la facultad de Wittenberg el juramento de seguir la doctrina que se enseña en la universidad local, la llamada “Iglesia Católica de Cristo” (en las Charlas de sobremesa, Lutero dice: “El que desprecia la escuela de Wittenberg es un hereje y un mal hombre, porque Dios ha revelado su Palabra en esta escuela”). Diez años antes, en 1525, Lutero había teorizado justo lo contrario: “Las autoridades no pueden impedir que cada uno enseñe y crea lo que quiera”.
  
Apología de la mentira
El Jesús que Lutero ama no repudia la mentira, al contrario, en algunos casos la santifica. Cuando se viene a saber que el segundo matrimonio de Felipe de Hesse, todavía en vida de la primera mujer, es celebrado en presencia de Melanchton, y que también Lutero había pretendido dar su consentimiento, como el escándalo suscitado es enorme, el “Moisés alemán” no tiene dudas: hay que negarlo todo: “Decir una mentira necesaria, útil y que te ayuda, no va en contra de Dios, al contrario, Él la acoge voluntariamente sobre sí”. Y: “Ella [la mentira] es una virtud si su objetivo es alcanzar un fin que resista a la malicia del demonio y salve el honor, la vida, el beneficio para el prójimo”.
  
El matrimonio para Lutero no es un sacramento, tampoco se pueden emitir los votos religiosos, al menos para siempre, (“Yo hago un voto de castidad hasta que pueda, pero si no puedo mantenerlo, que se me permita casarme”, De votis monásticis judícium, 1522): dado que no somos libres, nuestras elecciones no pueden ser absolutas, hechas en vista del cielo. La Iglesia católica, por el contrario, siempre ha afirmado que no sólo es posible, sino también necesario escoger y elegir «para siempre» confiando en la libertad de la voluntad humana y la ayuda que Dios da a los que invocan su misericordia. Esto es cierto en todos los estados de vida, sea sacerdotal, religioso o matrimonial.
  
Antisemitismo
Una última, dramática, consideración: a pesar de la proclamada ‘Sólo Escritura’ Lutero no reconoce el valor, no sólo de la Carta de Santiago que trata de la necesidad de las obras, sino también de la misma Carta a los Romanos: basta con ver los “consejos saludables” que Lutero da a los príncipes con respecto a los hebreos. Cito tres de los siete que da:
  • primero: “Lo que es útil es quemar todas sus sinagogas, y si alguna ruina se salva del incendio, hay que cubrirla con arena y barro, para que nadie pueda ver ni siquiera una piedra o una teja de esa construcción”;
  • segundo: “Sean destruidos y devastados también sus hogares. De hecho, las mismas cosas que ellos hacen en las sinagogas, también las hacen en las casas”;
  • séptimo: “Sea impuesto el trabajo duro a los judíos jóvenes y fuertes, hombres y mujeres, para que ganen el pan con el sudor de su frente” (La referencia a Lutero y a su séptimo consejo en la puerta de entrada de Auschwitz es evidente).
   
Las contradicciones innumerables en las que Lutero se debate tienen su origen en haber separado la libertad de la verdad.
  
Dos siglos más tarde los frutos del relativismo absolutista considerado como libertad, serán recogidos por la masonería, cuyas constituciones fueron escritas por el pastor presbiteriano James Anderson.

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