lunes, 21 de agosto de 2017

MUERTE Y MENTIRA

Columna de Hermann Tertsch para ABC (España)
 
El atentado de Barcelona tiene poca historia por detrás. Una furgoneta y unos autores con voluntad de matar al mayor número posible de occidentales, de europeos, de blancos, de cristianos. Llámenlos como quieran. De eso se trataba. El atentado tiene una terrible e inmensa historia por delante. La estremecedora cifra de víctimas demuestra que los dos hombres con voluntad de hacer daño han sido inmensamente eficaces. Contrastan los medios con los efectos desoladores. De las muertes, las vidas segadas, los heridos, los familiares, el inmenso dolor que nunca se apagará del todo, las vidas rotas, cientos de vidas quebradas de una forma u otra en las Ramblas de Barcelona. Esos son los destinos personales. De los colectivos, de las reacciones públicas, ya sabemos a estas alturas casi todo antes de que lleguen. El miedo subirá unos grados y la alarma antiterrorista cambiará de color. Y muchas palabras manidas. El islamismo no es el islam. No conseguirán nada. Son pocos y aislados. La comunidad musulmana está con la democracia, etc. Eso dura lo que dura en esa sociedad espástica en la que una frase manipulada de Trump sobre nazis hace olvidar la crisis nuclear con Corea del Norte. Y en España unos delincuentes separatistas coparán las portadas con sus chulerías en cuanto hayan sido enterradas las víctimas.
  
Si no se repite pronto se bajará la guardia y pronto nos dirán que ha habido más ahogados este verano que muertos por el yihadismo. Nadie dirá que este atentado cumple su papel a la perfección, que lo cumple. Porque el Daesh puede retroceder en Mosul o en Racqa pero nunca deja de avanzar por la geografía urbana de las ciudades europeas. Estos atentados son su bandera. No hacen falta muchos. Nos demuestra que están aquí y dispuestos a matar. Esa es su superioridad. Son más fuertes mentalmente, son cada vez más y han venido a mandar. Ellos tienen fe, creen en su Dios y también en su destino. No son terroristas ni yihadistas la mayoría. Pero nunca estarán de parte de los infieles en ninguna guerra. Por mucho que se empeñe y engañe el necio mensaje de la corrección política socialdemócrata en Europa. Esa que combate implacablemente a los europeos que creen en la cohesión cultural y abre las fronteras a quienes quieren destruirla.
  
Ellos tienen muchos hijos, todos los que Alá les otorga. Un dios que cada vez tiene a más que le rezan en Europa. Mientras el dios que, con su figura del humano a su imagen y semejanza, hizo posible la sociedad libre, compasiva y próspera de Occidente ya no tiene quien le rece. El atentado de ayer es como el de Niza, Berlín y otros en ciudades con grandes comunidades musulmanas. También los hubo en Israel. Atentados, miren por dónde, celebrados por parte de mucha izquierda española. Ayer destacaba en sus solemnes condenas la soldadesca de la depravación política del nacionalismo catalán y la izquierda española. Como si Barcelona fuera un escenario equivocado. Como si cuando firmaron con ETA que no matara en Cataluña y solo en el resto de España, la yihad también hubiera firmado. Porque esos filoterroristas que adoran a Otegi, hacen campaña para las FARC y cobran con Hizbullah, en Teherán o en la narcotiranía de Maduro, no soportan que les recuerden que los asesinos que ayer sembraron la muerte en las Ramblas de Barcelona son sus camaradas. Porque aunque rechacen horrorizados esta, la más brutal, global y asesina de las acciones de turismofobia, lo cierto es que comparten con los autores el odio a muerte a Occidente.

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