martes, 25 de diciembre de 2018

NUESTRA SEÑORA DE BELÉN

  
«Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel» (San Mateo 2, 6).
 
   
Así refiere San Mateo en su Evangelio la profecía que señalaba a la ciudad de Belén como cuna de Jesús. Belén significa en árabe بَيْت لَحْم (Bayt Lahm, casa de la carne) y en hebreo בֵּית לֶחֶם (Bet Léhem, casa del pan). Es sin duda alguna, la de Belén, una de las más bellas advocaciones de cuantas se dan en la cristiandad a la Santísima Virgen María. Lo afirmo en tanto y en cuanto es acercarnos a la Virgen en el misterio de su maternidad, es acompañarla desde la Anunciación a la Presentación del Niño en el Templo. Es hacer con ella el camino desde Nazaret a Belén, visitar a la prima Santa Isabel, buscar posada, alumbrar en el pesebre, recibir a los pastores y vivir la Epifanía. Meditar los misterios que envuelven a Santa María de Belén es acercarnos a la génesis misma del Redentor. Es el nacimiento del Verbo. María de Belén es la mediadora que en Adviento nos acerca al encuentro con su Hijo en la Natividad.
   
Muchos dicen que la del Belén es una de las advocaciones más antiguas que tiene la Virgen, ya que es la misma maternidad lo que se venera y recuerda. El dogma de la maternidad divina de María se remonta al Concilio de Éfeso en el siglo V. Este dogma dice que la Virgen María es verdadera Madre de Dios, por haber engendrado por obra del Espíritu Santo y dado a luz a Jesucristo, no en cuanto a su Naturaleza Divina, sino en cuanto a la Naturaleza humana que había asumido. La Iglesia lo afirma desde siempre.
 
María con el Niño ha sido desde los albores de la cristiandad el tema pictórico y escultórico más representado por la iconografía religiosa. Como antecedentes de la Virgen de Belén podemos señalar la pintura de las catacumbas de Santa Priscila en Roma, en la que aparece la Virgen nimbada con el Niño en su regazo ya en el siglo III. Será el arte cristiano oriental el encargado de fijar esta iconografía mariana en los siglos siguientes. El arte occidental se nutrirá de los modelos bizantinos flexibilizando sus formas de representación. Respondiendo a la devoción y culto a la Virgen en Europa durante la baja Edad Media, los pintores flamencos primitivos multiplicaron las imágenes de María. A finales del siglo XV, XVI y hasta el Concilio de Trento, tuvieron auge en los Países Bajos las representaciones de la Virgen de la leche. El tema de la Virgen de Belén hay que encuadrarlo dentro de las denominadas Vírgenes de Ternura, que irrumpe en la plástica mariana en el período gótico con una gran fuerza como respuesta a ese naturalismo de raíz franciscana que conduce a representar a María no como el trono de Jesús, sino como la Madre del Niño Divino, en actitudes amorosas y variadas, que van desde la Virgen acostada en su lecho acariciando al Niño, o la Virgen amamantando a Jesús o llevándolo en sus brazos mientras éste acaricia su cara con la mano, o la Virgen de Belén que lo sostiene en sus brazos amorosamente envuelto en pañales o desnudo sobre ellos, o el descanso en la huida a Egipto. Esta temática es frecuentada por los artistas barrocos, alcanzando escenas de una emocionada humanidad. Al presentar así estas tiernas versiones de la Virgen con el Niño, en actitudes amorosas, íntimas, cargadas de matices y sutilezas, los autores logran una gran aceptación por parte del público y, en consecuencia, una multiplicación de los mismos y su expansión por el mundo.
 
En el ámbito de la cultura hispánica la devoción a Nuestra Señora de Belén, aparece en la ciudad de Córdoba, propiciada por el obispo Osio; quien trajo al regreso del Concilio de Nicea, una imagen mariana que recordaba el nacimiento de Jesús en Belén. Así se estableció en Córdoba esta devoción. Más tarde en el siglo XIV se encontró en la misma ciudad una pintura de Nuestra Señora de Belén, que llegaría a ocupar, pasados los años, el lugar de honor de la capilla del eremitario, como Patrona de las Ermitas de Córdoba.
 
En el contexto de la reconquista y más tarde en la evangelización de las colonias, Nuestra Señora de Belén pasó a convertirse en una de las imágenes más difundidas por las órdenes religiosas de predicadores. Muchas de las imágenes de la Virgen de Belén se propagaron gracias a la influencia franciscana, pues, el Misterio de la Navidad se ha celebrado especialmente desde que los franciscanos difundieron su culto. Muchas de ellas reciben culto en alguno de los conventos de alguna rama femenina de la Orden de San Francisco. Esta advocación no tardó en americanizarse y ocupó un papel muy especial como ente aglutinador de los cristianos. Tanto así que en la Guatemala del siglo XVII se funda una orden hospitalaria de Belén que tuvo mucho que ver en la difusión de la misma. En Venezuela es patrona y símbolo del estado de Araguá y de Tumurémo. En Perú la advocación nace merced al hallazgo milagroso en El Collao. La imagen de la Virgen apareció flotando sobre las aguas y fue colocada en la iglesia de Belén de Cuzco. Los indígenas captaron pronto y sagazmente en estas Vírgenes de Belén la maternidad de María, puesta de relieve en el Niño Jesús, envuelto en pañales y sin corona, que lleva en sus brazos, por lo que acabaron denominándolas "Mamachas". En el Cuzco es célebre la participación de Mamacha Belén en la procesión del Corpus Christi y su posterior encuentro con el Patriarca San José. Sin salir de Perú hay que señalar que se le profesa también un gran fervor en la ciudad de Chachapoyas. En Argentina la devoción se centra especialmente en la ciudad de Catamarca donde, incluso se construyó una enorme estatua de la Virgen en un cerro que domina todo un valle. La Virgen de Belén en Colombia se vincula al municipio de Salazar de las Palmas. En San Juan de Puerto Rico se tiene gran devoción a un cuadro flamenco que representa a la Virgen de Belén que tiene altar privilegiado en la catedral de dicha ciudad, ya que es patrona de la archidiócesis.
 
Está bastante extendida esta advocación en más de sesenta lugares de España. Se representa en cuadros e imágenes en muchas catedrales, iglesias y conventos, aún sin ser titular de la misma. Entre otros pueblos, la Virgen de Belén es patrona de Belorado (Burgos), Cabeza de Buey (Badajoz), de Cañamero (Cáceres), de Jacarilla (Alicante), Carrión de los Condes (Palencia), de Almansa (Albacete) donde son famosas sus fiestas. En Zafra se celebra una romería en honor de la Virgen de Belén. En Andalucía es patrona de Palma del Río (Córdoba) y de Noalejo (Jaén). Ya en la provincia de Sevilla es patrona de las Navas de la Concepción, Pilas, Tomares y de Gines.
 
La Virgen de Belén fue elegida desde el año 1688 como Patrona de la Real Congregación de Arquitectura; y el Papa Pío VI, mediante decreto de la Sagrada Congregación de Ritos del 23 de Mayo de 1778, le concedió a los Hermanos Betlemitas (la única orden fundada en América) celebrarla con grado de Doble mayor, con Misa y Oficio propios para el tercer Domingo después de Epifanía, siempre que no fuesen de Septuagésima o Sexagésima. Posteriormente hacia 1950 se escogió como Patrona del Ministerio de la Vivienda. Actualmente, hay voces que sugieren a la Virgen de Belén como protectora de las campañas antiabortistas.

ORACIÓN
Oh Dios, que por nosotros quisiste nacer del seno intacto de la bienaventurada Virgen María en Belén, te suplicamos nos dés, que nos auxilien los méritos y las oraciones de tu Madre santísima para recibir el fruto de nuestra reparación. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

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